BARCELONA: EPICENTRO MUNDIAL DE LAS MONEDAS SOCIALES
Proliferan las
iniciativas institucionales y ciudadanas que implementan sistemas
monetarios complementarios al euro para escapar de la crisis del
capital y fomentar el comercio de proximidad
La
ciudad de Barcelona se convierte hasta el domingo en el núcleo de
convergencia de todos los proyectos
de monedas sociales que
existen a escala mundial. En un momento en que estos intercambios
monetarios desafían la liquidez oficial en muchos países de Europa
y Sudamérica, la capital catalana celebra la IV
Conferencia Internacional de Monedas Sociales y Complementarias,
organizada por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) en el Parque
Tecnológico de Nou Barris, con una significación implícita: la
alcaldesa Ada Colau se ha comprometido este año, gracias a un
proyecto de financiación europea, a desplegar la prueba piloto de
una moneda social y local en tres distritos de la ciudad con el
objetivo de implementarla por completo en 2019.
No
es la primera vez que una institución local apuesta por este tipo de
monedas sociales, la mayoría complementarias a la moneda oficial (en
este caso, el euro), puesto que la
iniciativa de Barcelona no hace más que sumarse a un conjunto de
proyectos tanto nacionales
(Sevilla, Córdoba, Santa Coloma de Gramenet) cómo internacionales
(Bristol, Nantes, Lisboa) que pretenden ofrecer una alternativa de
intercambio respecto al sistema monetario convencional. “Es una
forma de empoderarse, de no tener que encontrarse en una situación
de carencia de recursos más allá de las circunstancias
financieras”, razona la economista Susana Martín Belmonte,
cofundadora del Instituto de la Moneda Social (IMS) y ponente del
Congreso.
Belmonte
explica que las monedas sociales “han tenido un papel histórico de
aportar liquidez cuando se han producido crisis financieras de las
monedas corrientes”. Algunas, como explica, han desaparecido
después de estos periodos de carencia de liquidez (como las del
'corralito' en Argentina) y otras, como el WIR suizo que surgió
después de la Gran Depresión del 1934, han perdurado hasta la
actualidad “porque cumplen una función de permitir a sus
participantes decidir las reglas del juego dentro del sistema
monetario” y “asegurarse la liquidez”. Por ello, Belmonte,
considera que si Barcelona avanza en el uso de una moneda
complementaria “puede suponer que sectores
de la economía que no tienen acceso a la financiación puedan optar
a la misma y se puedan
desarrollar”, aunque no busquen hacer negocio.
Proteger la economía
Sobre
este tipo de monedas no oficiales, destaca: “Es una protección de
la economía local ante las crisis globales. Se trata de un sistema
que, si tiene que haber una crisis, hace que no afecte tanto sobre la
economía local”. August Corrons, profesor de economía y empresa
en la UOC, explica que el objetivo de estos intercambios paralelos
“es fomentar el consumo
local y hacer que la moneda circule dentro del mismo municipio”
y, por lo tanto, apostar por el comercio de proximidad. Corrons habla
del caso de la moneda local impulsada este año por el Ayuntamiento
de Santa Coloma de Gramenet, llamada Grama, que tiene el objetivo “de
aumentar el gasto público en el comercio local y hacerla circular
dentro del mismo municipio”. Además, destaca las funciones social
y ambiental que tienen estas monedas al “favorecer la cohesión
social y evitar grandes desplazamientos de la gente fuera del
municipio”.
La
Grama de
Santa Coloma, que tiene formato electrónico porque son
transferencias de saldo entre cuentas de usuarios, es de las pocas
monedas locales en Catalunya que surge de una iniciativa
institucional, y de la cual quiere tomar ejemplo el Ayuntamiento de
Barcelona. Lo que hace el consistorio es pagar parte de las
subvenciones y salarios públicos a través de la moneda local para
favorecer que todas aquellas personas que la reciban (empresarios,
trabajadores, entidades) hagan compras en Grama a los comercios
registrados. Una grama equivale a un euro, por lo tanto, siempre se
puede hacer el cambio de valor. La moneda local de Santa Coloma toma
el referente internacional y consolidado de la 'Bristol pound' de
esta localidad inglesa, que se empezó a implementar como moneda
complementaria a la libra esterlina en 2012 y en la cual ya
participan cerca de 900 comercios.
Complementarias al euro
Este
tipo de monedas, como explica Corrons, se engloban sobre la etiqueta
de complementarias porque “en ningún momento se plantean salir del
sistema. El elemento común es que son monedas que complementan al
euro”. “La gente todavía no entiende que una moneda
complementaria pueda tener el mismo valor que el euro, que se pueda
pagar con una moneda que no es oficial”, y afirma: “si un
proyecto de moneda está muy bien implementado es como cualquier otra
herramienta de desarrollo local”.
Por
eso, a pesar de que todavía son sistemas de intercambio incipientes,
provocan alarma dentro del mundo financiero. Uno de los ejemplos es
la reacción del ex subgobernador del Banco de España, Fernando
Restoy, ante el anuncio de Ada Colau de apostar por una moneda local
afirmando que era “imposible además de indeseable”. “El Banco
de España tiene el monopolio del dinero. La moneda local les
preocupa porque les hace perder este monopolio monetario”,
argumenta el economista.
Eso
sí, como puntualiza, “cualquier transacción está sujeta a unos
impuestos”. Por lo tanto, estas monedas no escapan del control
fiscal y pueden suponer dificultades para los consistorios: “se
puede hacer la transacción con moneda local, pero tienes que tener
en cuenta que la parte de impuestos se tiene que pagar con euros”.
¿Todas tienen una función social?
Belmonte
precisa que, a pesar de que todas las monedas alternativas son
parecidas, las monedas sociales tienen la especificidad de que “son
las que la gente participa en su gestión, acepta las reglas o tiene
capacidad para cambiarlas y permiten
una economía equilibrada como no lo permite el sistema económico
actual”.
Este
valor social lo acostumbran a proteger las monedas alternativas
creadas por la misma ciudadanía, la mayoría críticas con la
economía capitalista y donde la autogestión de la comunidad es un
valor compartido, como son la moneda 'Eco' de la XarxaEco de
Tarragona (con 700 cuentas activas) o la 'Puma' de Sevilla. “Las
que más volumen tienen en Catalunya son las monedas creadas
por una comunidad de gente, desde abajo”,
reconoce Corrons, a pesar de que ahora “son los ayuntamientos las
que las fomentan”. “El objetivo que persiguen los consistorios es
dar credibilidad a los potenciales usuarios”, persigue.
“Las
monedas sociales están ligadas a la ciudadanía, a una comunidad que
puede existir o se desarrolla ante la posibilidad de crear una moneda
(cooperativas, asociaciones)”, precisa Belmonte. Por eso considera
que, si una institución apuesta por una moneda social, tiene que
incluir este componente ciudadanista: “Un ayuntamiento lo que puede
hacer es reconocer una moneda ciudadana que ya existe o lanzar una
nueva con la participación de la ciudadanía. Existe el caso de
Vilanova i la Geltrú,
donde una comunidad creó una moneda y después el ayuntamiento la
adoptó”. Para que una moneda social funcione, según Belmonte, “se
tiene que asegurar la participación de la ciudadanía en la misma
estructura de gestión”.
¿Por qué todavía son desconocidas?
“El
dinero está basado en la confianza y esto hace que construir la
confianza sea un proceso lento”, opina Belmonte sobre la adopción
de estas monedas. Catalunya es uno de los territorios de todo el
Estado donde más monedas sociales municipales se han lanzado la
última década, pero la economista reconoce que “la promoción es
costosa cuando todavía hay desconocimiento y carencia de
financiación”.
Por
eso, según Corrons, la iniciativa de moneda local de Barcelona
“puede ayudar a dar visibilidad a estos tipos de proyectos
internacionalmente”. El Congreso, que por primera vez se celebra en
una ciudad de España, tiene el objetivo de compartir las
experiencias existentes en todo el mundo, valorarlas y practicar el
intercambio con monedas sociales.
Entre los
colaboradores, la UOC cuenta con la Research Association donde
Monetary Innovation and Community and Complementary Currency Systems
(RAMICS), la International Journal of Community Currency Research
(IJCCR), el Instituto de la Moneda Social (IMS), la Xarxa d'Economia
Solidària (XES) y la Sustainability School.
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