ROBOTIZACIÓN Y RENTA BÁSICA
En
el debate sobre la robotización no perdamos de vista el hecho que
los robots no son una nueva ‘especie invasora’, sino máquinas
inventadas por los humanos, cuyos propietarios también son humanos.
Capitalistas que no comparten socialmente el extra de productividad
obtenido con la automatización de la producción. El reto no es
resistir a la conquista del mundo por los robots sino resistir al
dominio del capital sobre la gente.
La
Renta Básica Universal está llamada a jugar un papel crucial de
cara a compensar el desempleo producido por la creciente
automatización, o robotización, del mundo laboral. En este sentido,
José Luis Rey y yo hemos compartido algunas reflexiones con Javier
Gallego y el equipo de Hoja de Router en el monográfico de Carne
Cruda Cuando
nos sustituyan los robots.
Automatización
e ingreso garantizado
En
1948, Norbert Wiene, matemático estadounidense considerado ‘padre’
de la Cibernética, publicó Cybernetics
or Control and Communication in the Animal and the Machine,
obra en la que expone los fundamentos de las nuevas ciencias del
control. Consciente de las consecuencias sociales que plantearía el
desarrollo de las aplicaciones tecnológicas derivadas de la
automatización, Wiener intentó advertir a gobernantes y
sindicalistas sobre el conflicto entre tecnología y empleo que se
avecinaba, sugiriendo la idea de compensar a los ciudadanos con algún
tipo de ingreso garantizado.
“Este
nuevo desarrollo —dice Wiener— tiene posibilidades ilimitadas
para bien y para mal. [...] Da a la raza humana una nueva y más
eficaz colección de esclavos mecánicos para realizar su trabajo.
Tal labor mecánica tiene la mayor parte de las propiedades del
trabajo de esclavos, aunque, a diferencia de él, no lleva consigo
los directos efectos desmoralizadores de la crueldad humana. Sin
embargo, cualquier trabajo que acepta las condiciones de competencia
con el trabajo de esclavos, acepta las condiciones del trabajo de
esclavos y es esencialmente un trabajo de esclavos. La palabra clave
de esta manifestación es competencia.
Quizá
pueda clarificar la base histórica de la situación presente si digo
que la primera revolución industrial, la revolución de las “negras
hilanderías satánicas”, supuso la desvalorización del brazo
humano en competencia con la máquina. No hay salario suficientemente
bajo de un simple obrero de pico y pala de los Estados Unidos que
pueda competir con el trabajo de una pala mecánica como una
excavadora. La moderna revolución industrial se limita similarmente
a desvalorizar el cerebro humano, al menos en sus decisiones más
simples y rutinarias. Por supuesto, del mismo modo que un carpintero
experto, un mecánico experto, un sastre experto, en cierto grado han
sobrevivido a la primera revolución industrial, así el científico
y el administrador experto pueden sobrevivir a la segunda. Sin
embargo, considerando la segunda revolución como realizada, el ser
humano medio de mediocres conocimientos no tiene nada que vender que
merezca la pena comprarse. La respuesta, por supuesto, es tener una
sociedad basada en valores humanos que no sean el comprar o vender.
1963:
En línea con las preocupaciones adelantadas por Norbert Wiener, un
grupo de distinguidos científicos, economistas y académicos
encabezados por J. Robert Oppenheimer, director del Instituto de
Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton, publicó en The
New York Times una
carta abierta al presidente de la nación en la que advertían de los
riesgos sociales derivados de la automatización. El grupo, que
adoptó el nombre de Ad Hoc Committee on the Triple Revolution
(cibernética, armamentística y derechos humanos), defendió con
firmeza la idea de garantizar que cada ciudadano pudiera disponer de
“unos adecuados ingresos como derecho inalienable”.
1966:
Influido por el Ad Hoc Committee, el economista Robert Theobald
formuló una propuesta concreta de ingreso garantizado. Theobald
argumentaba que, ante el desempleo producido por la tecnología, los
seres humanos necesitarían un ingreso para poder subsistir, al
tiempo que el funcionamiento de la propia economía precisaría
distribuir una renta que permitiera la adquisición de los bienes
producidos. Theobald propone la institución de una renta garantizada
que debería percibir mensualmente cada ciudadano por el mero hecho
de nacer. La cuantía de esa renta vendría fijada en función de la
renta per cápita del país. La prestación se extendería a todo el
mundo, sin perjuicio de que trabajase o no, siendo libre cada
ciudadano para decidir si desea obtener otros ingresos ejerciendo un
trabajo adicional.
Publicado
por Cive
Pérez
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