LA EXISTENCIA DE DIOS EN LA PSIQUE DEL SER HUMANO
Jung manifestó haber encontrado consistentemente "el patrón de dios" en la psique humanaCarl Jung se adentró profundamente en los reinos
de la psique humana, sirviendo él mismo como
sujeto experimental después de su "gran descenso" narrado en el Libro
Rojo y, por supuesto, tratando a numerosos pacientes, algunos de ellos muy
prominentes como el físico Wolfgang Pauli. Jung intentó aplicar un método
científico, empírico, a la psique humana, partiendo de su trabajo con Freud.
Sin embargo, Jung se aventuró más lejos y acabó inclinándose a una visión que
tiene ecos más religiosos y místicos, pero que, según él estaba
arraigada siempre en sus observaciones empíricas.
Aunque esto le valió romper con Freud, pues el psicólogo austríaco tenía una relación compleja con los fenómenos parapsicológicos, y el mismo Jung se mostraba reticente al principio a hablar abiertamente de sus descubrimientos, en la segunda etapa de su vida fue más franco.
En una famosa entrevista con la BBC, poco antes de morir Jung contestaba que él "No creía en Dios, él sabía" y en su famosa biografía "Recuerdos, sueños, pensamientos" habla sobre numerosas experiencias místicas, las cuales le acompañaron desde la infancia. Algunas de ellas, relacionadas con la presencia en su psique de una especie de voluntad superior que identificaba con la divinidad.Para Jung, el arquetipo de Dios no es simplemente un
constructo cultural o religioso, sino un contenido numinoso inherente a la
psique humana. Este arquetipo actúa como una fuerza poderosa, guiando a los
individuos hacia la totalidad e integración, sugiriendo que Dios, al menos,
existe como una entidad significativa dentro de la mente.
Jung escribió: “No puedo probar que Dios existe, pero
mi trabajo ha demostrado empíricamente que el patrón de Dios existe en cada
hombre y que este patrón en el individuo tiene a su disposición las mayores
energías transformadoras de las que la vida es capaz. Encuentra este patrón en
tu propio yo individual y la vida se transforma.” Esta declaración, en una
carta a Laurens van der Post, resalta la importancia del arquetipo de Dios como
catalizador para el crecimiento personal y la autodescubrimiento.
La exploración de Jung del arquetipo de Dios revela que es
la función de creación de totalidad del alma. Es este arquetipo el que nos
impulsa a entregarnos completamente a algo o a alguien, e inicia nuestra búsqueda
del absoluto. Jung nos anima a “Convertirte en quien eres. Conviértete en todo
lo que eres. Aún hay más de ti por descubrir, perdonar y amar.” Esta afirmación
captura la esencia del arquetipo de Dios como un catalizador para el
crecimiento personal y el autodescubrimiento.
En su viaje hacia la totalidad psíquica, Jung enfatiza el
papel indispensable de la religión o el arquetipo de Dios en la integración de
los opuestos dentro de nosotros. Esto incluye reconciliar lo consciente y lo
inconsciente, lo individual y lo colectivo, el bien y el mal, lo masculino y lo
femenino, el yo pequeño y el Gran Yo. Jung creía que esta integración es
crucial para lograr una psique armoniosa y equilibrada. Se refería al centro
profundo de la psique como el Verdadero Yo o el Yo Crístico, que reside en
unión consciente con la Presencia dentro de nosotros.
Jung veía el inconsciente como la sede de lo numinoso, donde
reside el arquetipo de Dios. Una experiencia numinosa es una de asombro y
maravilla, que nos atrae a un momento trascendente que nos conecta con una
realidad mayor. Esta perspectiva proporciona una base para redescubrir el alma
y reconocerla tanto como una experiencia individual como colectiva.
Esta visión esencial cierra la brecha entre la trascendencia
y la inmanencia. San Agustín articuló una idea similar, afirmando, “Dios es más
íntimo a mí que yo mismo.” Meister Eckhart también predicó que entre Dios y el
alma “no hay ni extrañeza ni distancia.” Estas perspectivas destacan la
conexión íntima entre lo divino y el alma humana, una noción que resonaba
profundamente en Jung.
Las opiniones de Jung sugieren que el alma es el plano
dentro de cada ser vivo, guiándolo hacia su potencial. Relacionarse con el alma
a este nivel fomenta el respeto, la protección y el amor. Jung lamentaba que
gran parte de la religión organizada no enseñe esta luz esencial, centrándose
en cambio en la salvación externa en lugar del descubrimiento interno del alma.
Creía que ayudar a los individuos a descubrir sus almas conduciría a una
transformación espiritual más profunda.
La exploración de Jung del arquetipo de Dios ofrece una
comprensión profunda de la psique humana y su conexión intrínseca con lo
divino. Sugiere que Dios, al menos como idea, está inherentemente presente en
la mente humana, sirviendo como una fuerza guía hacia la totalidad y el
autodescubrimiento. Aunque esto no implica la existencia de un Dios creador del
universo como lo conciben ciertas religiones, sí implica la existencia de un
arquetipo divino, que actúa como una causa final en la psique, una especie de
dios interno que puede moldear la realidad mental del individuo. Una existencia
real aunque no necesariamente objetivamente real, pero quizá no existe
mayor realidad que lo que la mente dispone.
Este reconocimiento de Dios dentro de nosotros no solo
proporciona una base para la transformación personal, sino que también cierra
la brecha entre lo divino y lo humano y un propósito en el viaje de
autoconocimiento que es la vida. Para Jung, como para Hegel, en cierta manera
es el ser humano el que debe dar a la luz a Dios, que se encuentra en la
oscuridad, como un espíritu inconsciente que debe volverse cada vez más
consciente y hacer la luz en las tinieblas.
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