RESURRECCIÓN DIGITAL
¿Es ético, legal y sano hablar con los muertos a través
de la IA?
Un episodio de un programa de televisión suscitó hace unos
meses un amplio debate público y profesional. En ese programa, varias personas fueron
expuestas a recreaciones digitales de las voces de sus familiares fallecidos generadas
mediante inteligencia artificial a partir de audios reales. Estas recreaciones
no solo imitaban las voces sino que también formulaban preguntas evocadoras,
provocando reacciones emocionales intensas en los participantes.
El fenómeno, que podemos denominar “resurrección digital”, implica la recreación de aspectos de individuos fallecidos utilizando tecnologías avanzadas. Aunque pueda ofrecer un consuelo momentáneo, esta práctica abre un debate profundo sobre sus implicaciones éticas, filosóficas y jurídicas.
El riesgo de crear falsos recuerdos
¿Qué significa realmente “ser”? Al recrear la voz o imagen
de alguien que ha fallecido, nos preguntamos si estamos extendiendo su
existencia de alguna manera o simplemente creando una sombra sin sustancia. La
esencia de un ser humano es indudablemente más que un conjunto de respuestas
programadas o una imagen proyectada. La singularidad de la experiencia vivida,
las emociones, los pensamientos, todo ello parece inalcanzable para la mera
simulación digital.
Y entonces, ¿qué papel juega la memoria en este proceso? La
resurrección digital podría considerarse un intento de preservar la memoria, de
mantener viva la presencia de aquellos a los que hemos perdido. Pero ¿es
ético aferrarse a una representación artificial en lugar de dejar que
la memoria evolucione y se transforme con el tiempo?
La memoria humana no es estática: es selectiva, cambia y se
adapta. Al recrear digitalmente a una persona, ¿corremos el riesgo de alterar
nuestras propias memorias auténticas de ella?
La verdadera identidad
Además, surge la cuestión de la identidad. La identidad de
una persona es un tejido complejo de experiencias y relaciones. Cuando tratamos de
recrear a alguien, ¿podemos capturar verdaderamente su identidad o
simplemente estamos creando una versión idealizada, una que se ajusta a
nuestras propias expectativas y deseos?
Estos avances tecnológicos también nos llevan a preguntarnos
sobre el duelo. La muerte es una parte natural de la vida, y el
duelo un proceso necesario para aceptar esta pérdida. Al tratar de
mantener una conexión con los fallecidos a través de la resurrección digital,
¿estamos interfiriendo con este proceso vital? ¿Podría esto impedirnos avanzar
y encontrar paz en la aceptación de la pérdida?
Finalmente, la
resurrección digital despierta interrogantes sobre el consentimiento y
la propiedad. ¿Quién tiene derecho a decidir si una persona debe ser recreada
digitalmente? ¿Y cómo se gestiona el consentimiento de alguien que ya no puede
expresar su voluntad?
La perspectiva de que se hagan negocios a partir de algo tan
profundamente humano y doloroso como la muerte y la pérdida de un ser querido
suscita diversos interrogantes desde el ámbito de la filosofía, la ética y la
moral.
Desde un punto de vista ético, esta práctica parece
transgredir los principios fundamentales de respeto y dignidad que deberían
guiar nuestras interacciones humanas. El duelo es un proceso íntimo y sagrado,
un camino hacia la aceptación y la paz interior tras una pérdida significativa.
La intrusión comercial en este proceso podría ser vista como una forma de
explotación emocional, aprovechándose de aquellos que pasan por un momento
especialmente vulnerable.
¿Y qué pasa con el proceso natural del duelo?
Además, este tipo de negocios podría distorsionar el proceso
natural del duelo. El dolor y la pérdida son experiencias esenciales de la
condición humana, y enfrentarlas es parte de nuestro crecimiento personal. Si
la comercialización de la resurrección digital impide que las personas
atraviesen estas etapas de manera saludable, ofreciendo una ilusión de
presencia en lugar de ayudarles a aceptar la realidad de la ausencia, quizás no
les beneficien
Por otro lado, desde una perspectiva moral, cabe preguntarse
sobre la intención y el propósito detrás de estos negocios. En principio parece
que se justifica por el objetivo de proporcionar consuelo y una forma de
recordar a los seres queridos. Sin embargo, ¿dónde se traza la línea entre
proporcionar consuelo y explotar el dolor para obtener beneficios?
En el corazón de la “resurrección digital” yace una paradoja
profunda y perturbadora: la tecnología, en su intento de acercarnos a quienes
hemos perdido, nos confronta con la ineludible realidad de su ausencia. Esta
paradoja nos lleva a cuestionar no solo la naturaleza de la existencia, sino
también la esencia de lo que significa ser humano.
Estas tecnologías, al intentar suplir una carencia o llenar
un vacío dejado por un ser querido, no solo resaltan nuestro deseo de
aferrarnos a lo que hemos perdido, sino también nuestra dificultad para
enfrentar y procesar el duelo ante la ineludible realidad de la muerte.
La paradoja se extiende aún más al considerar que, en
nuestro esfuerzo por preservar la memoria y la esencia de los seres queridos,
recurrimos a simulaciones que, por su naturaleza artificial, nunca podrán capturar
completamente la complejidad y profundidad de la experiencia humana real.
Así, nos vemos enfrentados a la disyuntiva de abrazar una representación
imperfecta y digitalizada que, aunque reconfortante en cierto modo, podría no
hacer justicia a la verdadera esencia del ser amado.
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