SIEMPRE EN PIE
CÓMO EL ESTOICISMO TE HARÁ FELIZ
Ser felices incluye saber afrontar nuestros proyectos,
gestionar la incertidumbre, aceptar los fracasos y, en definitiva, «vivir una
vida que merezca la pena ser vivida». El libro de Pepe García es una gran ayuda para este propósito. Su
lectura, agradable y fluida, nos convence y nos anima a ser mejores personas y
aumentar la felicidad. Pepe García dice ser un «entrenador de estoicismo».
¿Quieres entrenarte? Como dijo Crisipo (un
estoico): la filosofía es una cura para el alma.
Por supuesto, hay otras filosofías útiles. Entre las antiguas, podemos encontrar el epicureísmo que busca el placer y elude el dolor, pero no a cualquier precio. De hecho, dado que no siempre esa es una buena estrategia, se recomienda «entrenarse en cómo superar el dolor». Más modernamente, hay terapias psicológicas basadas en el estoicismo, como la cognitivo-conductual o la racional emotivo-conductual.
Resumiendo, el estoicismo nos ayuda a ser mejores personas, a vivir mejor y a encajar los golpes de la vida, los cuales son inevitables. Los contratiempos, que no están bajo nuestro control, es mejor afrontarlos con serenidad, en vez de con enfado. Epicteto decía: «no son las cosas lo que nos perturba, sino los juicios que hacemos sobre esas cosas». Por supuesto, hay ocasiones en las que podemos decidir cómo actuar. En este caso, el estoicismo nos pide que nuestra intención sea virtuosa. Así, aunque el resultado no sea bueno, podemos estar tranquilos y satisfechos.
Por eso, este filósofo mantenía que solo las cosas que
dependen de nosotros pueden ser buenas o malas. El resto lo califica como
indiferente (incluyendo la salud, la reputación, la fama, el dinero). Puedes
preferir una cosa a otra (la riqueza a la pobreza), pero no ligar tu felicidad
a conseguirlo. El sabio estoico —sea rico o pobre— sabe vivir con austeridad y
tiene presente que lo importante es no apegarse a lo material.
Como también proclamaba la filosofía india del karma
yoga, debemos obrar para hacer del mundo un lugar mejor, pero sin esperar
algo a cambio por comportarnos bien. Actuar con virtud es un fin en sí
mismo. Marco Aurelio escribió: «Cuando
hayas hecho un favor y otro lo haya recibido, ¿qué tercera cosa andas todavía
buscando, como los necios?».
El autor explica muy bien la diferencia entre ataraxia y apatheia Lo primero es algo
parecido al nirvana o samâdhî del budismo y
del hinduismo,
un estado de serenidad, calma e imperturbabilidad, pase lo que pase a nuestro
alrededor. Por su parte, apatheia significa estar libres de
emociones negativas.
El libro nos resume las vidas de tres estoicos
famosos: Séneca, el cordobés millonario que predicó el desapego por
encima del tener o no riquezas; Epicteto, el esclavo liberado
en su vejez que montó una academia de filosofía y Marco Aurelio,
«uno de los mejores líderes de toda la historia», famoso por sus Meditaciones.
Puedes leer reflexiones de estos y de otros sabios en Mis
citas preferidas.
Las cuatro virtudes estoicas
Pepe García nos explica de forma sencilla las virtudes
estoicas que aquí resumimos:
- Sabiduría
práctica. Consiste en distinguir lo que debemos hacer de lo que
no y, sobre todo, en realizar lo primero. Esta es la virtud más importante
y propone analizar nuestras situaciones personales, escribiendo lo que
serían buenas y malas decisiones en cada una de ellas y cómo mejorar. Con
ese ejercicio tomaremos conciencia de si avanzamos o no.
- Justicia. Se
trata de pensar cómo cada acción afecta a los demás. Hoy, podríamos
extenderlo a todo lo
demás, incluyendo los animales y el medioambiente.
- Templanza. Es moderación en
nuestros impulsos y placeres, así como disciplina para
hacer lo que sabemos que debemos hacer. El mecanismo es «prestar atención»
a lo que estamos viviendo en cada momento, ser conscientes de nuestros
sentimientos e impulsos y, controlarlos. Epicteto nos propone el ejercicio
de pensar cómo nos sentiremos después de tomar una buena decisión: pensar
en el orgullo con uno mismo cuando hemos sido capaces de vencer una
tentación, de haber sido capaz de rechazar algo negativo. ¿Cuándo nos hemos
arrepentido de comer sano o de hacer algo que debíamos hacer?
- Coraje,
valor, resistencia a lo incómodo. Esto nos permite superar las
adversidades (resiliencia) y hacer lo correcto aunque los demás hagan otra
cosa. Un ejercicio es empezar por cosas pequeñas. Ser valiente no consiste
en no tener miedo, sino en controlarlo y vencerlo con acciones.
Una técnica estoica consiste en elaborar un manual de
máximas, frases breves, que nos permitan afrontar las adversidades recordando
cómo actuar. Repitiendo y memorizando frases podemos cambiar nuestra forma de
pensar y proceder. Esto ayuda a superar las creencias o enseñanzas erróneas. Te
sugerimos que eches un vistazo a nuestra colección
de citas donde, sin duda, encontrarás algo interesante.
Para los estoicos,
«todo lo que ocurre es neutral» (ni bueno ni malo) es
nuestra interpretación —lo
que nos decimos a nosotros mismos— lo que marca la diferencia. Para aprender a
tomarnos bien la vida, Pepe García recomienda planificar momentos deliberados
de quietud, para escuchar nuestra mente. En silencio
y soledad, escucharemos todo el ruido que generamos nosotros mismos. Aunque es algo
parecido, no se trata de una meditación
al estilo oriental. Posteriormente, en cada situación que valoremos
negativa debemos recordar las máximas, cambiar nuestra forma de pensar y
afrontar los hechos como una oportunidad
para entrenar nuestra paciencia y para aprender a ser mejores.
Autoevaluación y dicotomía del control
Los estoicos dedican tiempo cada día «a reflexionar sobre
sus acciones». El famoso médico Galeno recomendaba,
con Marco Aurelio,
prepararnos mentalmente cada mañana sobre cómo serán nuestras acciones.
Imaginar cómo queremos que sea nuestro día y anticiparnos a las adversidades
que podamos prever es muy inteligente. Séneca recomendaba también reflexionar al final del día para
evaluar nuestros aciertos y errores. Por otra parte, podemos copiar al
emperador, el cual tenía un diario personal en el que apuntaba para sí
mismo sus
reflexiones.
García aclara: «El propósito no es
machacarnos ante cada error ni tampoco presumir demasiado por lo que hemos
hecho bien. La finalidad, en cambio, es mejorar, estar cada día un paso más cerca del tipo de persona que queremos ser». Un ejercicio
matutino que puede usarse para planificar el día es elaborar una lista con las
cosas que queremos conseguir ese día, siendo realistas y sin excedernos, al
menos al principio.
«Nuestra energía es limitada, y la mejor forma de
administrarla no es poniendo atención en las cosas que no dependen de
nosotros». Por eso, Epicteto recomendaba examinar las preocupaciones y
centrarnos en lo que depende de nosotros. Pepe García nos advierte: si ponemos
nuestra energía y nuestro foco en las cosas que no dependen de nosotros,
estaremos garantizando nuestra falta de tranquilidad. Se llama dicotomía del control a
centrarnos en diferenciar esto.
Memento mori (recuerda que morirás)
Séneca animaba a no tener miedo de la muerte. El estoicismo
cree que tener presente la muerte
puede ser la mejor forma de vivir una vida feliz. El libro plantea
varios ejercicios interesantes, como imaginar que hacemos algo por última vez.
No se trata de pensar en la muerte para angustiarnos, sino
para valorar el estar vivos, para animarnos a cumplir nuestros sueños y para
pensar en cómo queremos vivir y ser recordados. Otro interesante ejercicio
es usar
la muerte como consejera.
Atención, imaginación negativa y premeditatio
malorum
«La vida ocurre en la mente. De hecho, cualquier
pensamiento, idea, emoción y acción, ocurre en la mente». Por eso, si
controlamos nuestra atención —nuestra mente— aumentaremos la calidad de vida.
Esto es algo que sabían los estoicos, pero también los místicos orientales (meditación)
y los psicólogos actuales (que recomiendan hacer mindfulness).
Cuesta entrenar la atención, porque los resultados no se ven de forma
inmediata. Pepe García responde que meditar «sirve para entrenarnos en darnos
cuenta de nuestros pensamientos y emociones». Además de meditar, cuando
tengamos que hacer alguna tarea concreta, recomienda eliminar distracciones (p.ej.
el teléfono) o contar las veces que nos distraemos. Epicteto tenía claro que
prestando atención nada puede salir peor que estando distraídos.
No saber apreciar lo que tenemos es un problema
generalizado. Además, también solemos caer en tener demasiados deseos que,
cuando se satisfacen, dejamos de valorarlos y pasamos a desear otras cosas, una
y otra vez (proceso llamado adaptación hedónica o avaricia,
según en lo que nos centremos). Por último, también es frecuente tener miedo
ante la incertidumbre del futuro.
El objetivo del budismo es
detener los deseos. En cambio, el estoicismo pretende evitar que los
deseos condicionen nuestra felicidad o integridad. Conseguir algo no
depende exclusivamente de nosotros, pero actuar con virtud sí. Por eso, el
estoicismo propone obrar bien, sin pretender algo a cambio (como el Karma
yoga). «Si damos más importancia a lo que tenemos que a lo que
deseamos, seremos más felices».
Una técnica es la imaginación negativa, que consiste en imaginar que
perdemos algo que sintamos que es valioso. Esto nos hará sentir
pensamientos incómodos de forma controlada, que nos harán valorar más lo que
tenemos o nuestra situación actual. Por ejemplo, intenta vivir un tiempo como
si fueras ciego, y verás el agradecimiento sincero al abrir los ojos.
El premeditatio
malorum es un ejercicio similar. Recomendado por Séneca,
consiste en imaginar que nos ocurre algo malo. El objetivo no es ser pesimistas
y quejarnos, sino prepararnos mentalmente para futuras adversidades y superar
nuestros miedos. Lo que nos parece un gravísimo problema, rara vez lo es
realmente. Bien hecho, este ejercicio suele mostrarnos que tenemos bajo nuestro
control mucho más de lo que pensamos y que, además, existen alternativas
razonables ante ciertos problemas. Podemos pensar, sin duda, que ese mismo
problema lo han tenido otras personas en el pasado y lo han superado sin
dramatizar. Aparcar nuestro ego por un tiempo es sanador. Puede ayudar recordar
algún problema del pasado y tomar conciencia de que lo superamos (una ruptura,
un despido, una lesión o enfermedad, una pérdida importante, etc.).
El objetivo de estos últimos ejercicios no es ridiculizar
nuestros problemas, sino evitar que nos paralicen y pasar de
preocuparnos por ellos a ocuparnos de ellos. Además, tengamos en cuenta que
las desgracias que más tememos rara vez ocurren. El filósofo y matemático René Descartes, ya mayor, escribió una
carta en la que decía: «Mi vida estuvo llena de desgracias, muchas de las
cuales jamás sucedieron».
Incomodidades voluntarias y ver los problemas como
oportunidades
Este ejercicio es fundamental en el estoicismo. Se trata
de privarnos voluntariamente de comodidades o lujos de los que
disfrutamos o podríamos disfrutar. Ejemplos: quitarnos una comida, trasladarnos
andando o en bici, ducharnos con agua fría, no usar los ascensores, no usar el
teléfono en varios días, dejar
de comprar algo, etc. Esto «nos
ayuda a comprender mejor que podemos prescindir de muchos privilegios a los
que estamos acostumbrados». Otras ideas que propone el libro son: no
gastar nada en varios días, hacer más ejercicio, caminar descalzo por la calle
o vestir ropas ridículas, como hacía Catón para entrenarse en que le dieran
igual las opiniones ajenas. En muchas ocasiones, lo que más cuesta es empezar.
Superado ese trámite, hacer algo bien puede ser más fácil de lo que pensamos.
En la misma línea, los estoicos afrontaban sus problemas como una oportunidad para mejorarse:
para cultivar su paciencia, para trabajar su resistencia… en definitiva, para
ver las cosas de otra manera. Así, la gravedad de los problemas se diluye y nos
preparamos para aguantar desgracias mayores.
Serenidad estoica
Repitamos: Epicteto decía que «no son las cosas lo que nos perturba, sino los juicios que hacemos sobre esas cosas». Por tanto, el estoico debe aprender a controlar los juicios que hacemos, a distinguir los hechos de las opiniones, a describir la realidad sin emitir juicios de valor. Las cosas no son buenas o malas, sino que depende de un montón de factores, muchos de ellos incontrolables por nosotros. Emitir valoraciones basándose en prejuicios, hacer suposiciones de cosas que no estamos seguros, solo contribuye a errores y a malgastar nuestra energía en cosas banales. Esto se parece al primero de los acuerdos que Miguel Ángel Ruiz explicaba en su libro Los cuatro acuerdos (véase foto adjunta).
Ante sentimientos
negativos, lo primero es detectarlos junto con los pensamientos inútiles que los
acompañan y que no nos llevan a nada bueno. Notar los síntomas y ser
conscientes es el primer paso para controlarlos. En segundo lugar, analizaremos
por qué pensamos eso y si realmente exageramos o dramatizamos la gravedad de la
situación. Retrasar la respuesta instintiva nos hace razonar y reaccionar
mejor. Por último, debemos cambiar esos pensamientos por otros más objetivos y
reales. En todo caso, es un proceso en el que podemos entrenarnos para mejorar día a día. Y si nos cuesta
trabajo, el libro incluye ejercicios interesantes que podemos practicar.
En momentos de estrés o sentimientos negativos, Séneca nos
recomienda respirar
profundamente y pensar qué le diríamos a un amigo que estuviera en
nuestra situación. También funciona hacer todo lentamente, hasta que la mente
se calme.
Como dice Pepe García, «nuestro cerebro es presa de multitud de sesgos cognitivos y creencias».
Por ejemplo, es muy típico suponer que alguien rico o
elocuente es mejor persona. En cambio, es una suposición falsa. De ahí la importancia
de «distanciar nuestras opiniones de los acontecimientos a los que se
refieren», una técnica que la psicología moderna denomina «distanciamiento cognitivo».
En definitiva, el estoicismo invita a actuar correctamente,
aunque nuestros intereses personales se vean perjudicados. No se trata de hacer
lo correcto para quedar bien, sino porque es lo correcto. Para conseguirlo —sin
caer en el perfeccionismo— Pepe nos propone el ejercicio de imaginar que un
sabio nos está mirando cuando lo necesitemos. Este sabio puede ser alguien real
o imaginado, y se puede usar para buscar consejo: «¿Qué haría él o ella si
estuviera en esta situación?». También se puede pensar en genérico para
ayudarnos a reflexionar: «¿Qué haría una persona calmada en esta situación?».
Por último, el libro nos da un consejo de parte de Marco
Aurelio: cuando nos sintamos culpables por no haber hecho lo mejor, seamos
benevolentes con nuestros errores puntuales y valoremos nuestra
trayectoria general y nuestro compromiso por mejorar.
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