Un amigo me ha
pedido que participe en unas jornadas que organiza en su pueblo
hablando de cambio climático, decrecimiento o lo que sea. El caso es
que yo no tengo una formación reglada con respecto a estos temas.
Solo tengo una gran curiosidad y la herencia con la que mi padre y
madre me soltaron al mundo. Mi padre me prestó el amor a la
naturaleza y mi madre una inacabable pasión por los libros. Así que
supongo que mi disposición hacia la ecología y esta falta de pereza
intelectual que me empuja a leer sobre cualquier tema que me
inquiete, me preocupe y me interese, son los desencadenantes de mi
activismo y también de estas parrafadas que escribo. Supongo que por
estas razones, mi amigo me pide que participe.
El
tema que trataré será La
buena vida en tiempos de emergencia climática y
para hilvanar mi exposición y ordenar mis ideas escribo este texto.
Reflexionaré
desde el borde hacia el núcleo. El cambio climático y el descenso
energético son el Auryn, las dos serpientes que se muerden la cola y
que conforman el marco de nuestro presente y nuestro futuro
inmediato. Después abordaré la tendencia política y económica
mundial y, finalmente, hablaré de ti, de mí, de nosotros. En este
texto solo trataré de soslayo la Sexta Gran Extinción de las
especies, pero me gustaría expresar que el resto de seres vivos que
nos acompañan en este planeta son nuestros compañeros de viaje, que
es dudoso que podamos sobrevivirlos y que aunque pudiésemos, un
planeta así vacío no merecería la pena ser vivido.
Emergencia
climática
Esta
semana entonábamos un réquiem por el mar Menor. Ayer mismo, a
través de un contacto en mis redes que está en Ecuador pude ver
cómo en la revuelta indígena abatían a tiros a un hombre. Este
verano ardía sin tregua el bosque primario más valioso del planeta
y contemplamos por primera vez cómo Groenlandia perdía todo su
hielo. Hoy hemos visto un río de sangre en las calles de una ciudad
de Siria. Estamos viviendo tiempos interesantes y
la gran mayoría no lo sabe.
Ahora
mismo estoy leyendo Planeta
Inhóspito,
la traducción de algunos informes del Grupo
Asesor Científico de la Cumbre de Acción Climática de la
ONU recientemente
publicados y de otros climatólogos, y la imprescindible serie: “Peor
de lo esperado”
en el blog de Ferran Puig. Lecturas que aplastan cualquier sueño de
futuro. Cuando los adolescentes de Friday For Future dicen que es una
“emergencia climática” es que lo es. Estamos desatando procesos
de retroalimentación que nos llevarán a un aumento de las
temperaturas de más de 2 o 3 grados antes de que termine el siglo y
que convertirán buena parte del planeta en inhabitable. Procesos que
seguirán más allá del 2100 y que con toda seguridad acabarán con
nuestra civilización y con gran parte de la biota. Reproduzco
algunas de las notas al pie de uno de los informes:
1) La probabilidad de que exista una capa de hielo marino en el Ártico después de 2022 es prácticamente nula… “¿Podemos perder el 75-80% del hielo permanente y recuperarnos? La respuesta es no“, dijo el 15 de enero de 2019 James Anderson, académico de química atmosférica en la Universidad de Harvard, a Forbes, (McMahon, J, 2015, “We have five years to save ourselves from climate change, Harvard scientist says“, Forbes, 15 enero 2018).
2)
A medida que se deshielan los glaciares de las regiones que rodean al
Indo y al Ganges, los ríos sufrirán graves inundaciones, pero esa
tendencia posiblemente cambiará a la contraria en la segunda mitad
de siglo y las inundaciones se verán remplazadas por una disminución
en el flujo de agua para aproximadamente 1.900 millones de personas
que viven a lo largo de esos ríos (Temple, J, 2019, “India’s
water crisis is already here. Climate change will compound it“, MIT
Technology Review,
24 Abril 2019). La intrusión marina, causada por niveles de mar más
altos, contaminará las regiones fértiles del delta. Imágenes
desclasificadas de un satélite espía de EE. UU. de mitades de los
70 han permitido a los investigadores determinar que los glaciares
pueden haber perdido hasta un cuarto de su masa durante las últimas
cuatro décadas, el ritmo se está acelerando, y la pérdida anual
desde el 2000 ha sido alrededor del 1%. Si estas tendencias continúan
y el ritmo de pérdida continúa creciendo, más de la mitad de la
capa de hielo se habrá perdido para el 2050, quizá hasta dos
tercios (Maurer, J.M, et al., 2019, “Acceleration
of ice loss across the Himalayas over the past 40 years“, Science
Advances,
5, eaav7266; ABC/AP, 2019; “Cold
War spy satellite images show Himalayan glaciers are melting
fast“, ABC
News,
20 junio 2019)
3)
El escenario hipotético de la “Tierra Invernadero” es uno en el
que las retroalimentaciones sistémicas y su interacción mutua
podrían llevar al Sistema Climático del Planeta a un “punto de
inflexión” en el cual un aumento del calentamiento podría llegar
a ser autosuficiente (sin más perturbaciones humanas). Este límite
podría darse con un aumento de temperatura de apenas 2ºC (Steffen,
W, et al., 2018, “Trajectories
of the Earth System in the Anthropocene“, Proceedings
of the National Academy of Sciences,
115, 8252-8259). Steffen dijo a The
Guardian;
“Creo
que el marco lineal y determinista dominante para evaluar el cambio
climático tiene fallos, especialmente en niveles más altos de
aumento de temperatura. Así que, sí, las predicciones a partir de
modelos que no incluyen estos procesos son realmente menos útiles en
niveles de temperatura más elevados. O, como dice mi coautor John
Schellnhuber, estamos cometiendo un tremendo error cuando pensamos
que podemos “aparcar” el Sistema Planetario en cualquier subida
de temperatura, por ejemplo 2ºC, y esperar que se quede
ahí” (Readfearn,
G, 2018, “Earth’s
climate monsters could be unleashed as temperatures rise“, The
Guardian,
6 octubre 2018). [1].
¿Cómo podemos
leerlo y permanecer impasibles? En la práctica estos escenarios,
significarán un ecocidio y un genocidio como nunca, nunca, nunca ha
vivido la humanidad. Si tienes hijos, si a tu alrededor hay pequeños
a los que quieres, ¿cómo puedes permanecer impasible? Y si no los
tienes pero amas la vida, ¿cómo puedes permanecer impasible?
No
hay tiempo que perder, no podemos seguir quemando combustibles
fósiles y sin embargo, solo en las tres últimas décadas –cuando
ya éramos conscientes y conocedores de lo que es el cambio
climático- arrojamos a la atmósfera más de la mitad del
CO2 atmosférico
debido a la quema de hidrocarburos. Jamás en la historia de nuestra
humanidad la atmósfera que nos envolvió tuvo esta cantidad de
dióxido. No podemos seguir quemando combustibles fósiles, tenemos
que dejarlos bajo tierra.
En la
senda del descenso energético
No hace mucho
leía en un comentario de un contacto que la transición energética
es impensable sin una transición social previa. Esta afirmación que
comparto y entiendo plenamente, tiene una esencial explicación.
Nuestro modo de vivir es inviable, no se puede sostener solo con
energías renovables. La civilización industrial tal cual la
conocemos solo es y ha sido posible gracias a los combustibles
fósiles. Los combustibles fósiles y su casi sobrenatural poder
energético nos han dotado de un excedente tan inimaginable de
energía que en gran parte de nuestra historia contemporánea hemos
vivido como si tuviéramos 100 esclavos energéticos a nuestra
disposición. Y hemos crecido así, dando por sentado acciones que
nos permiten extralimitar los estrechos condicionamientos de nuestros
cuerpos humanos y los límites del planeta.
Movernos
de parte a parte del globo en pocas horas, comer todo aquello que nos
apetezca independientemente
de la época del año, sumergirnos en un hedonismo oscuro que socava
al apurar el presente, los cimientos del futuro. Encontrar la sola
satisfacción en los bienes materiales, relegando los bienes
relaciones. Vivir bajo la ley del mínimo esfuerzo, disociando las
terribles consecuencias que tienen algunos de nuestros actos para no
mirarnos en el terrible espejo de la culpa y la responsabilidad.
Vivir al margen de las leyes naturales, tomando por derechos aquello
que en el fondo son privilegios porque vulneran el delicado
equilibrio en el que la biosfera propicia la vida.
Todo esto, esta
manera de vivir y sentir ha sido posible gracias a los combustibles
fósiles, pero la era del petróleo accesible, abundante y barato se
acaba. Estamos descendiendo por la pendiente de la campana de Hubbert
y cada año que pasa tenemos menos energía disponible para nuestras
actividades humanas con todo lo que eso significa. La realidad
material nos alcanzará y no podremos quemar más petróleo y aunque
pudiéramos no deberíamos hacerlo. Tenemos que dejarlo bajo tierra.
Revolución
sí, pero por lo importante
Todo
empezó en noviembre de 2018, los chalecos amarillos tomaron las
carreteras y las calles de París con determinación para protestar
por el alza del precio del diésel. Este pasado octubre, hemos
presenciado revueltas por razones muy parecidas en Ecuador,
Haití y en Chile. Según el FMI es necesario repercutir en los
ciudadanos este recargo a los combustibles fósiles para contener las
emisiones de gases GEI y aunque la excusa parece ser el cambio
climático, hay otra lectura directamente relacionada con la escasez
de petróleo. Somos tan dependientes estructuralmente de los
combustibles fósiles que este tipo de medidas, si no van acompañadas
de otras encaminadas a ayudar a los más pobres y necesitados,
siempre harán pagar el precio de la transición a quienes más ayuda
necesitan.
Así que voy a
hacer un esfuerzo por argumentar sobre el decrecimiento y la
necesaria transición descarbonizada de nuestra sociedad. Y sobre
cómo el plan neoliberal es precisamente empobrecernos para mantener
el margen de beneficios a costa de los ejes principales de nuestras
vidas.
Vivimos en un
mundo finito, de recursos finitos. Nuestra economía, globalizada y
que extiende sus tentáculos hasta el rincón más remoto del planeta
(recuerdo la reciente foto de los escaladores haciendo cola en el
Everest) se basa en el crecimiento indefinido. Si alguien ha
trabajado para alguna empresa de las del IBEX, lo sabrá en sus
propias carnes: no basta con dar beneficios año tras año, hay que
crecer.
La economía —aun
la especulativa— tiene una base material que depende directamente
de los recursos del planeta. En especial del petróleo, puntal del
que depende absolutamente la extracción de todos los demás
(incluidas las energías renovables). El petróleo está sujeto a un
pico de extracción que ya hemos superado. Es decir, de ahora en
adelante la energía barata se termina; esto en la práctica tiene un
nombre: recesión.
Esta realidad es
bastante ignorada por (o mejor, ocultada a) el ciudadano de a pie,
pero no es ignorada por las grandes transnacionales; no solo no lo
desconocen sino que además están tomando posiciones para mantener
sus negocios. De hecho, es un proceso que lleva varias décadas.
Empezó
con la deslocalización a países subdesarrollados en los años 80,
donde era más sencillo aumentar la tasa de ganancia a costa de los
salarios y derechos laborales de los ciudadanos del tercer mundo que
a costa de los ciudadanos europeos protegidos por una regulación
laboral proteccionista. Y continúa actualmente en nuestra Europa del
bienestar con esa ofensiva neoliberal a todo lo público: educación,
sanidad, redes de transportes, energía, etc. El objeto final de ese
modelo en el que se está profundizando, lo tenemos en Estados Unidos
y tiene como fin mantener a costa de las personas, los márgenes de
beneficio del capital. El crecimiento en este planeta de recursos
decrecientes siempre es un juego de suma cero[2].
Esto
me lleva a la siguiente premisa: efectivamente despojarnos de los
servicios públicos esenciales, precarizar el empleo y encarecer la
vivienda, nos conducen a decrecer materialmente. Y esto exige de
nuestra contestación, exige sacudirnos la indiferencia. Pero, en la
civilización de la desmesura, tenemos que ser conscientes de que
vivimos en un mundo de recursos menguantes y amenazado por diferentes
crisis ecológicas. En un mundo de recursos cada vez más escasos en
el que la atmósfera está ya a 410 partes por millón de CO2[3],
en el que los acuíferos del planeta están sensiblemente
menoscabados y amenazados por el cambio climático, con un modelo de
agricultura industrial dependiente de los fosfatos que son finitos y
también están sujetos a su pico de extracción, recorriendo ya la
senda del descenso energético, en un proceso de deterioro global de
las tierras fértiles del planeta. En un mundo de estas
características, la economía debería ser la ciencia que gestiona
la escasez y debería gestionarse con criterios de justicia social.
Pero
no está siendo así y no lo será si no lo impedimos. Yayo Herrero
lo explica muy bien en
un breve vídeo.
La ultraderecha está incorporando con naturalidad la escasez
material de los recursos a su discurso y cuando dicen “aquí
no cabemos todos”
tienen razón: dentro de un sistema económico basado en el
crecimiento indefinido, “no cabemos todos”. Pero otro paradigma
ha de ser posible. Y para ello nosotros mismos tenemos que ser
capaces de ordenar nuestras prioridades. Nuestras prioridades no
serán los viajes en avión, el smartphone último
modelo o el coche eléctrico en la puerta de nuestra casa. Nuestras
prioridades han de estar en lo esencial: alimentación saludable, un
aire para respirar sano, agua potable, un sistema de salud público,
educación, un tren convencional que una los territorios, vivienda
digna y nuestros paisajes de referencia floreciendo en su esplendor.
Hay una lucha política que disputar, pero no debemos confundirnos,
nuestra lucha está en lo esencial.
Mientras, el
capital avanza hacia formas cada vez más ecofascistas. Muchos
autores advierten: frenar y reducir las emisiones de dióxido de
carbono en un tiempo lo suficientemente breve como para poder
contener el aumento de la temperatura a 1,5 grados supone implantar
una economía de guerra que racionalice (en el más puro sentido de
la palabra) las actividades económicas, cerrar sectores enteros de
la producción, relocalizar la economía, fomentar la agroecología y
reforestar a un ritmo nunca visto. Y hacerlo, por supuesto, con
criterios ecosocialistas y ecofeministas.
Lo
ecológicamente necesario es cultural y políticamente imposible. Y
lo políticamente posible no sale de la trayectoria mortal en la que
nos hallamos: ecocidio más genocidio. Lo que tiene potencial de
mayorías no nos saca del atolladero ecológico. (Es el modelo del
borracho buscando las llaves bajo la farola, en el chiste). Y lo que
nos sacaría del atolladero ecológico no tiene potencial de
mayorías.
En los últimos
meses estamos siendo testigos de diversas revueltas populares en
distintos puntos del planeta; que nadie se engañe, se van a
multiplicar. El sistema tenderá a mantener los privilegios de una
minoría a costa de lanzar a los arrabales de la exclusión a una
cantidad creciente de personas, grupos sociales y hasta países. La
dignidad no estará junto a los tibios, los neutrales ni los
indiferentes. El futuro exigirá de nosotros, nuestro compromiso
social, político, colectivo y comunitario.
Caminando
sin equipaje a la utopía
¡Qué
difícil es hablar de una vida con sentido cuando la ciencia nos está
diciendo que vamos abocados al desastre! Intentaré reflexionar sobre
esto, pero no es tanto un ejercicio intelectual sino puro sentido
común y, además, las acciones sencillas y cotidianas que hago y que
hacen los que amo y admiro. Sé que muchos me leerán utópica e
idealista, pero por no perseguir la utopía vamos de cabeza a la más
devastadora distopía jamás imaginada y mucho menos vivida.
Tendremos que hacer un esfuerzo y caminar, ligeros de equipaje, hacia
el ideal. Salirnos de lo que damos por sentado y atesorar esa
pequeña esperanza
contrafáctica que
tantas veces menciona Jorge Riechmann en sus textos[5].
El
reloj
No
hace mucho, debatiendo sobre la controvertida sostenibilidad del
patinete eléctrico, un contacto de mis redes virtuales comentaba que
usarlo le permitía dormir cuarenta minutos más todos los días —ni
que decir tiene que yo, ciclista empedernida, defiendo
la bicicleta como vehículo feliz e ideal de movilidad urbana—,
pero las razones que aducía mi contacto no dejan de tener peso: no
hay que obviar que en ciudades monstruosas conciliar los tiempos del
cuidado y la familia con los del trabajo requiere, en demasiadas
ocasiones, usar un coche. No obstante, lo que me llama la atención,
es que intentemos avanzar hacia un modelo de sociedad sostenible sin
cuestionar las bases, simplemente cambiando una herramienta por otra
un poco (solo un poco) más sostenible. Y me explicaré: necesitamos
bajar el ritmo, jornadas laborales de menos horas, trabajar más
cerca de casa, minimizar las necesidades de transporte, necesitamos
tener tiempo para nuestras familias y también para encontrar
aquellas actividades que nos procuren bienestar físico, mental y
espiritual, necesitamos tiempo
para la vida.
Y en una sociedad
así ordenada, hecha para satisfacer las verdaderas necesidades
humanas, ir en bicicleta o caminando al trabajo serían actividades
que nos proporcionarían no solo una vida más saludable sino además
un íntimo placer. No en vano, evolutivamente, seguimos siendo los
mismos nómadas que nuestros tatarabuelos que con sus solos pies
llegaron hasta los rincones más remotos del planeta. Nos hace mucha
falta reinventar el transcurso del tiempo. Despegarnos de los ritmos
mecánicos de los relojes y abrazar el ritmo natural de la luz del
día que se imbrica dentro del ritmo interno de las propias
estaciones. Sentir la fortaleza de nuestras piernas. Reclamar la
lentitud. Y frente al ritmo frenético, abanderar la pereza.
Lujosa
pobreza
Mi hermana a
veces me cuenta tristemente que Leo y Laila tienen demasiados
juguetes y que van tanto a los parques temáticos infantiles, que
apenas lo valoran. A cambio de nuestro tiempo, a cambio del aire
limpio de las ciudades, a cambio de nuestros bosques, montañas y
playas, a cambio de nuestras relaciones con los demás, el sistema
nos devuelve cosas y más cosas, artefactos, cachivaches que muchas
veces tienen una huella social y ecológica de sombra insoportable
para nuestras frágiles conciencias. Una huella que permanece oculta
y que casi siempre no queremos mirar. Es un pacto con el diablo
terrible: vendemos nuestra alma, aquello que nos permite vivir con
dignidad a cambio de cacharros y experiencias empaquetadas en un alto
uso de la energía.
Si
hay una vida buena, no está en una habitación llena de juguetes,
está en una infancia de exploradores, de cuevas secretas, de cabañas
en los árboles. Está en la lujosa
pobreza de
no tener parchís, pero tener amigos, amigos que saben hacer círculos
perfectos y que aman colorear el mundo. Y con tus amigos, una
tristona chapa de madera y unas viejas témperas, pasar la tarde de
diciembre fabricando el parchís. Y al final del día no saber si fue
más divertido comerte todas las rojas o los entresijos de la
diversión. Si hay una vida buena, está en la lujosa pobreza de
subir a un tren y desear que el viaje sea lento, tan lento que puedas
escribir esa carta de amor que te arde en las entrañas. Está en la
lujosa pobreza de disputar el almíbar de una breva a las avispas. Si
hay una vida buena, está en la lujosa pobreza de llegar caminando
con un libro de poesía amarillento en la mochila hasta tu lugar
secreto donde hay un nisperero, una vieja cruz y un banco. Y que el
nisperero, la vieja cruz y el banco te reciban impacientes y alegres
porque saben que les leerás en voz alta algún poema. Si hay una
vida buena, está en la plaza de un pueblo o de un barrio donde en
una mesa larga a la sombra de los plataneros toda una comunidad
comparte pan, un guiso, dulces manzanas, sueños, chismorreos, risas
y canciones.
El
mejor espejo, las pupilas del otro
Unos párrafos
más arriba, he afirmado que en el futuro cercano tendremos que
comprometernos social, política y colectivamente. Lo cierto es que
nuestras sociedades son sumamente individualistas, y nuestras
necesidades (y como mucho las de nuestros más allegados)
continuamente se ponen por encima del bien común. No es —creo—
un proceso consciente: es la manera en las que nos han socializado,
tratándonos como consumidores y mercantilizando casi todos los
aspectos de nuestras biografías. Todo es posible si lo puedo pagar,
así que si tienes dinero solo tienes que desearlo. Además, durante
mucho tiempo, se nos ha ocultado que los costes reales de muchas de
nuestras acciones y hábitos banales los estaba asumiendo el planeta
que propicia la vida. Pero tendremos que comprometernos política,
social y colectivamente porque tendremos que defendernos y es
organizados y cooperando como damos siempre lo mejor de nosotros
mismos. Nos prefieren atomizados, en frente de la estantería del
supermercado, con las gafas de la presbicia puestas, intentando
adivinar qué marca de galletas no utiliza aceite de palma. Nos
prefieren así y no en la calle, coordinados y cooperando, haciendo
del activismo y del compromiso social, el leitmotiv de nuestras
vidas.
Tendremos que
organizarnos para defendernos. Sin embargo, cuando trabajas codo con
codo con tus vecinos, cuando compartes objetivos y visiones, mesa y
mantel, cuando cosechas pequeños éxitos, te das cuenta de que el
camino se convierte en meta porque los vínculos con las personas que
nos rodean dan sentido a nuestras vidas. Así que una vida con
sentido es una vida con otros, haciendo cosas para otros.
Sempre
caro mi fu quest’ermo colle
El
otro día en Twitter alguien hablaba de recuperar la patria chica.
Aquellos lugares en los que crecimos y fuimos felices como en aquella
canción de nuestra admirada Mercedes Sosa. Recuperarla porque la
cosmovisión generalizada nos empuja a cruzar el mundo en tiempos y
velocidades sobrehumanas y a olvidarnos de los lugares que nos rodean
y forman parte de nuestra historia. Pero entendámoslo, dejar de
emitir CO2,
dejar el petróleo bajo tierra, frenar el aumento de la temperatura,
supone no viajar y si lo hacemos, hacerlo despacio, con tiempo, con
el impulso de nuestras piernas o en bicicleta. Supone recorrer
lentamente una comarca y conocer sus rincones. Y aunque pudiera
parecernos que el mundo se vuelve pequeño, aun así, el viejo,
querido y conocido cerro, nunca nos decepciona y nos presta cada día
un atardecer diferente e irrepetible, el eco de otras estaciones y la
inmensidad del infinito:
L’INFINITO
Siempre
querido me fue este solitario cerro
y este
seto que tanta parte
del último horizonte la mirada excluye.
Mas,
sentado y mirando interminables
espacios de allá lejos, y
sobrehumanos
silencios y su hondísima quietud,
me quedo
enmimismado hasta que casi
el corazón se teme. Y como el
viento
cuyo tráfago escucho entre las hojas, a este
silencio
sin fin esta voz
voy comparando: y me acuerdo de lo eterno
y de
las muertas estaciones y la presente y viva,
y sus sonidos. Así a
través de esta
inmensidad se anega el pensamiento mío;
y
naufragar me es dulce en este mar.
— Leopardi
Referencias
Pido disculpas
por las imprecisiones si las hubiese, aquí van sitios y recursos que
leer y sobre los que cimento mi opinión:
Sobre
cambio climático:
-
Curso MOOC sobre Cambio Climático, Universidad de Salamanca.
-
El clima global en 2015-2019 / 22 DE SEPTIEMBRE. Grupo Asesor Científico de la Cumbre de Acción Climática de la ONU 2019.
-
Indicios e implicaciones del riesgo de seguridad exintencial asociado al cliema: Un escenario hipotético en 2050.
-
Indicios e implicaciones del riesgo de seguridad exintencial asociado al cliema: Reseña del informe de David Spratt.
-
Artículo sobre el fascismo de Yayo Herrero: “Límites, fascismo territorial y la derecha sin complejos”.
-
Planeta Inhóspito. David Wallace
-
Moderar Extremistán. Jorge Riechmann
-
En la espiral de la Energía (dos volúmenes). Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes
-
Cambiar las gafas para mirar el mundo. Autores varios.
[1]
Para los desacostumbrados a esta lectura… Retroalimentaciones
positivas significa
que se desatan procesos que refuerzan el efecto invernadero. Hay dos
muy preocupantes y que hoy pueden estar ya complicándose:
-
Debajo del permafrost y del hielo del Ártico hay bolsas de metano. El metano es un gas de efecto invernadero mucho más potente que el CO2 (sin embargo se mantiene durante menos tiempo en la atmósfera). El deshielo que ya hoy está en curso, tiene como consecuencia que esas bolsas de metano se liberen como chimeneas mortíferas a la atmósfera reforzando el efecto invernadero.
-
El albedo es el porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja respecto a la radiación que incide sobre ella. Las superficies claras tienen valores de albedo superiores a las oscuras, y las brillantes más que las mates. Dicho de otro modo, el hielo que recubre los polos refleja la radiación solar impidiendo que el planeta se caliente. Si el hielo de los polos desaparece… el planeta absorberá mayor radiación solar y por consiguiente se calentará. Estamos perdiendo glaciares a pasos agigantados… así que podemos temer que esté proceso está ya en marcha.
[2]
En teoría
de juegos cooperativos,
un juego
de suma cero describe
una situación en la que la ganancia o pérdida de un participante se
equilibra con exactitud con las pérdidas o ganancias de los otros
participantes.
[3]
Hoy estamos alrededor de 410 ppm CO2 en
promedio anual. Contando con el poder calorífico de los demás gases
de efecto invernadero además del CO2,
estamos ya en alrededor de 500 ppm en CO2eq.
Por ahora, el valor más aceptado de la sensibilidad climática, a
saber, lo que se calienta la Tierra cuando se duplica la
concentración de CO2,
es de +3 ⁰C (-2-4,5ºC). Y nótese que 550 ppm es casi 280 x 2,
siendo 280 la concentración preindustrial. Luego son prácticamente
+3 ºC garantizados, que es lo que esta gente ha dado por aceptable.
vergonzante Premio Nobel incluido. Cita extraída de: Peor
de lo esperado. 4: Ejemplos climáticos. (2): Concentración
atmosférica máxima admisible de 550 a 350 ppm.
05/11/2019 por Ferran
P. Vilar
[5]
En lógica, más particularmente en lógica modal y en otras
disciplinas (historia, linguística, física, economía, cosmología,
etc.) se denomina contrafactual o contrafáctico a
todo acontecimiento o a toda situación que no ha sucedido en
el universo actualmente observable por la
investigación humana, pero que podría haber
ocurrido (la situación o acontecimiento fácticos o
fenoménicamente existentes son llamados por este motivo, algo
ambiguamente, actuales).
Se dice que el acontecimiento o la situación forman parte de
un universo
posible,
mientras que el acontecimiento o situación actuales forman parte
del universo
fáctico o universo
actual o universo
real.
Por ejemplo, en el mundo actual Aristóteles fue
discípulo de Platón,
pero en varios universos posibles Aristóteles puede no haber
sido discípulo de Platón.
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