25/7/19

Las tres reivindicaciones en conjunto son no sólo atractivas, son rigurosas


CIENCIA Y POLÍTICA:

Precisiones sobre el debate en torno al camino que debe tomar el activismo ante las grandes incertidumbres del futuro y la estrategia de Extinction/Rebellion


Quiero agradecer a Quim Moncanut, de Facebook, la inspiración para este artículo. Sin sus valiosos comentarios no me habría dado cuenta de que en gran parte la postura de la asociación, y la mía propia, en el debate sobre el camino que puede ser más útil al activismo en su búsqueda del cambio social, se está malinterpretando. Quim me atribuye una postura “tecnocrática” por apelar al consenso científico.

Más allá de clarificar posturas personales el debate tiene un enorme interés ya que en el núcleo de este está la cuestión de la relación entre la ciencia y la política, y por tanto es fundamental para cualquiera que quiera participar de forma activa en movimientos sociales y eso que se dio en llamar “sociedad civil”. Si la ciencia es la “Verdad”, no queda mucho espacio para la política: “la termodinámica no negocia” se suele argüir. Puede que a veces la ciencia deje poco espacio para debatir ciertas cuestiones como la trayectoria de un proyectil, pero en muchos casos corremos el riesgo de que se nos presenten como “soluciones simplemente técnicas”, medidas debatibles, sustrayendo de esta forma ese debate a la población.


Es bastante frustrante que te atribuyan una postura tecnocrática cuando, como es mi caso, has dedicado gran parte de tu labor de divulgación y activismo a denunciar los discursos políticos que se revisten de cientifismo para estrechar el marco del debate, haciendo pasar por medidas “técnicas”, lo que en realidad son medidas políticas. En el blog de Autonomía y Bienvivir podéis encontrar artículos muy significativos en este aspecto como Expertos vs. el colectivo, pero donde de forma más recurrente hemos tocado este tema ha sido en el podcast de Ampliando el Debate de la mano de alguno de los mayores expertos de España en la cuestión, como el historiador Carles Sirera. Quien esté interesado puede escuchar programas como Los cuentos de los todólogos, La narrativa de la ciencia y sus límites, La dictadura de los expertos, Científicos al borde de un ataque de nervios o Rebelión y tecnocracia. Pero no he venido aquí a hablar de mi libro, vayamos al grano.

La ciencia posnormal

La ciencia posnormal, o ciencia con la gente (no suena muy tecnocrático ¿verdad?), es la metodología que en varios artículos (1, 2, 3 sin ser exhaustivo) publicados en el blog de Autonomía y Bienvivir se ha defendido como fundamental para abordar los grandes problemas medioambientales de nuestra sociedad.

¿Realmente puede hacerse ciencia con la gente? ¿No es esto un posibilismo ingenuo? ¿No deben decidir los expertos sobre cuestiones que escapan del ámbito del conocimiento de la mayoría de las personas como la energía nuclear? En realidad, no. La ciencia posnormal establece una categoría de problemas, que se pueden representar en un diagrama, en función de la incertidumbre y de los riesgos asociados al problema

Un caso típico de aplicación de la ciencia posnormal sería aquel en el que las incertidumbres son altas, lo que está en juego es muy importante y hay valores en disputa.

¿Por qué ciencia posnormal en este tipo de problemas? Porque la metodología normal de la ciencia no es adecuada y es necesario la creación de una “comunidad de pares extendida”, es decir, el sistema de control de calidad de la ciencia normal (la revisión por pares y otros) es insuficiente, y deben tomarse en consideración la opinión y la información aportada por todos aquellos interesados en el problema (la gente, por eso es ciencia con la gente).

¿Disparate democrático? ¿No es la Verdad sólo una? ¿Qué tiene que opinar entonces la gente? Funtowicz y Ravetz utilizan el símil del laboratorio de Pasteur. En el laboratorio de Pasteur la naturaleza es dominada, allí es posible realizar experimentos en un entorno controlado, donde podemos elegir las variables que queremos estudiar evitando interferencias, y cada experimento tiene una duración determinada. Además, y esto es muy importante, los experimentos son replicables, y por tanto, las hipótesis son falsables. Ello no ocurre en los problemas con lo que lidiamos en la actualidad, así, un hongo que es capaz de acabar con el bacilo del Ántrax en el laboratorio, liberado de forma masiva en el medioambiente se convierte en un gran experimento que no está controlado, ni limitado en el tiempo y termina generando las superbacterias. Una razón más por la que la metodología de la ciencia normal no es adecuada para solucionar los problemas de sostenibilidad, y otros problemas de ciencia posnormal, esta metodología ha contribuido a crearlos.

En la actualidad, la humanidad realiza un gran experimento sobre este planeta, experimento que no es controlado, ni finito en el tiempo y que por supuesto no es reproducible. Los modelos que podemos generar para lidiar con esos problemas no son falsables, porque no hay un Tierra alternativa en la que experimentar, sólo tenemos un planeta. En algunos casos, se añade una incertidumbre adicional, porque los modelos más precisos que son capaces de crear los científicos son intrínsicamente caóticos, lo que añade incertidumbre a nivel epistemológico.

La incertidumbre cambia las reglas del juego. Tenemos información científica relevante para la decisión, pero no hay ningún modelo que se pueda atribuir cierto grado de certeza, dado que hay enormes incertidumbres. Ante la incertidumbre, distintas personas elegirán opciones contrapuestas. Una persona que valore mucho nuestra sociedad y quiera conservarla tenderá a evitar cambios, incluso aunque haya riesgos potencialmente catastróficos pero que no son seguros. Por el contrario, una persona que tenga predisposición hacia el cambio porque no valore nuestra sociedad, estará dispuesta a exigir cambios radicales para evitar la materialización de posibles riesgos futuros. Hay que entender que no hay solución técnica óptima, y que distintas personas están dispuestas a asumir más o menos riesgo.

En la actualidad lo que se observa en los medios y en las redes sociales es a menudo un diálogo de besugos, donde distintos grupos pretender usar la “espada del falsacionismo popperiano” sobre su adversario, para demostrar “científicamente” que se equivoca, y por tanto negar cualquier relevancia a su punto de vista. Se usan mal los estudios científicos, ocultando las incertidumbres asociadas con ellos, y se camuflan los propios valores que le hacen a uno ser más proclive a tener en consideración unos estudios frente a otros. Esta actitud impide avanzar, y es funcional al sistema, que se perpetua mientras las voces discordantes son acalladas en una cacofonía estruendosa.

El Oil Crash como problema de ciencia posnormal

Problemas de ciencia posnormal hay muchos, la utilización de Organismos Modificados Genéticamente, la energía nuclear y el problema de los residuos nucleares, el cambio climático, la sexta gran extinción, y por supuesto el Oil Crash. El Oil Crash no se libra del nivel más elevado de incertidumbre a nivel incluso epistemológico, dado que nunca se podrá cartografiar en detalle todo el planeta y su subsuelo, para conocer los recursos energéticos y minerales (para tecnologías de captación renovable y otras) con total precisión, ni es posible descartar una innovación tecnológica (un cisne negro positivo) que suponga la posibilidad de captar mayor cantidad de energía en el futuro.

¿Cómo actuar ante esto? Debemos poner encima de la mesa las incertidumbres, como por ejemplo expresó Antonio García-Olivares en su artículo El activismo ante las incertidumbres de los grandes riesgos del futuro , y los valores. En el caso particular del que esto escribe, soy partidario de cambios radicales, ante el riesgo de afrontar en el futuro una menor disponibilidad energética, en parte porque no valoro demasiado nuestra sociedad, que permite poca autonomía a los individuos, mientras no soluciona los problemas de la pobreza o aumenta los niveles de felicidad en las sociedades opulentas.

Por tanto, la información que nos presente la ciencia, con una visibilización adecuada de las incertidumbres asociadas, y un uso prudente del principio de precaución, debe usarse como punto de partida para un debate en el que se pongan de manifiesto los valores en conflicto. Soy partidario de que el punto a partir del cual se debata sea el del consenso científico del momento.

El consenso no es un criterio únicamente cuantitativo, no consiste en hacer un promedio de los resultados de varios estudios. Tomemos como ejemplo el debate sobre los límites de las renovables, si tenemos cinco estudios distintos sobre el potencial de una determinada tecnología y ninguno da un potencial similar, no se trata de hacer un promedio, sino de reconocer que no hay consenso y la incertidumbre es absoluta. Ello no impide tomar decisiones. Pero si tenemos varios estudios que confluyen en determinados valores, y sólo uno que da un valor muy elevado o muy bajo, es posible hablar de consenso y tomar este valor como punto de partida.

Negar la validez de los consensos de la comunidad científica relevante como punto de partida es una pérdida de tiempo y energía que nos llevará al agotamiento, sin conseguir nada a cambio. Los criterios de calidad de la ciencia se basan en la revisión entre iguales, es cierto que hay todo un debate sobre como mejorarlos, y es un debate en el que debemos entrar, no hay duda. Pero mostrar preferencia, como ciudadano, por un estudio que ofrece un resultado frente a otro supone postularse como un miembro de la comunidad científica, un igual. Si todo el mundo hiciese eso es evidente que la ciencia perdería su capacidad de orientación. Además, supone negar de facto que el aprendizaje científico y académico sea útil. Ello nos conduce a una postura que socava la relevancia social del discurso, lo que al final dificulta alcanzar los objetivos políticos planteados.

Esta reflexión nos conduce, nuevamente, a quién sí ha utilizado correctamente la ciencia para una movilización política: Extinction/Rebellion y Fridays for Future. Me centraré en el primero de ellos.

Extinction/Rebellion como ejemplo de buen uso de la ciencia en política

Como supongo que ya sabéis el movimiento Extinction/Rebellion, que ha conseguido un considerable grado de movilización en Reino Unido y otros países de Europa, e intenta conseguir lo mismo en España, exige el cumplimiento de únicamente tres reivindicaciones, que expongo desordenadas. Posteriormente hago mi interpretación personal, según lo expuesto en este artículo:

1. El Gobierno debe contar la verdad sobre el desastre climático inminente, dar marcha atrás en sus políticas incoherentes y trabajar junto a los medios para una efectiva comunicación con la ciudadanía.

Ciencia, ciencia, ciencia. No estamos aquí por capricho, estamos aquí por las llamadas incesantes de la comunidad científica, que exigen que actuemos para lograr cambios radicales a todos los niveles para evitar los grandes riesgos del futuro, que incluyen incluso la extinción del ser humano y el colapso de la civilización.

2. La creación de una Asamblea Ciudadana Nacional para supervisar los cambios necesarios y crear una democracia que funcione

Ciencia, sí, pero ciencia posnormal, ciencia con la gente. No creemos en las soluciones técnicas de los expertos que han contribuido a crear el problema. Ante las incertidumbres, se debe tener en cuenta la opinión de todos (y aplicar el principio de precaución).

3. El Gobierno debe implementar medidas de cumplimiento obligatorio para reducir las emisiones del carbono a 0 para el año 2025 y reducir los niveles de consumo.

Alcanzar emisiones 0 para el año 2025 es muy probable que suponga poner toda la sociedad al servicio de este objetivo, sin embargo, no vamos a pronunciarnos sobre ello, este movimiento incluye personas con mucha predisposición al cambio y otras que lo son menos. No somos comunistas que odiemos el sistema, habrá alguno, pero no todos, sino que reaccionamos para evitar los graves riesgos del futuro.

Las tres reivindicaciones en conjunto son no sólo atractivas, son rigurosas, y ello es el mejor aval. La segunda, tal y como está formulada, permite eludir caer en marcos cognitivos (esto lo explica Lakoff, y es muy conocido, aquí tienes un recordatorio, por si acaso) del tipo “capitalismo vs socialismo” que pondrían al movimiento automáticamente a la defensiva, explicando que no son comisarios políticos de la URSS. En lugar de eso se lanza la propuesta de debatir entre todos las medidas necesarias.

Un ejemplo a seguir, no sólo funciona, tiene sentido y es riguroso como respuesta a dos problemas de ciencia posnormal como son el cambio climático y la sexta gran extinción de especies.

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