LA PERMAECONOMÍA
La vida nos ayudará si la ayudamos a ayudarnos
¿Permacultura trasladada a la economía? Es la
"permaeconomía". Teorizado por Emmanuel Delannoy, ofrece un sólido
marco de referencia para los modelos de negocio del futuro: menos predecibles y
más generosos.
Entrevista a Emmanuel
Delannoy que creó el
concepto de "permaeconomía". Inspirada en la permacultura,
cuyos principios transpone a la economía en general. La permaeconomía
pretende producir un valor neto positivo, compatible con los límites de la
biosfera. ¿Utopía o solución? Sea como fuere, se trata de un cambio que sin
duda podría favorecer la aparición de soluciones felices.
La esfera económica empieza a darse cuenta de que es
difícil ignorar los ecosistemas vivos. ¿Es un punto de inflexión?
E.D.: Sin duda. Nadie puede negar la realidad de la degradación ecológica y el riesgo concreto que la crisis climática supone para nuestras economías. Pero aunque la negación tiende a desaparecer, el riesgo de una reacción tecnocrática permanece. Lo vemos en un tema como la polinización. Algunas personas están considerando seriamente en la creación de robots que polinicen las flores en los invernaderos.
Pero la solución más sencilla e inmediata no requiere un despliegue tan grande de recursos. Lo único que tenemos que hacer es dejar de usar pesticidas y replantar los setos para crear hábitats naturales para los polinizadores.Pero este tipo de enfoque cuestiona profundamente una
determinada visión del progreso
E. D.: Sí, y la idea de que la humanidad pueda desarrollarse
en alianza con la naturaleza se sigue considerando poco realista. Sin embargo, sólo podemos observar que, ante
los retos del cambio climático, las soluciones más eficaces y sostenibles no
suelen basarse en soluciones técnicas complejas y costosas, sino en estructuras
vegetales. Para combatir el
calentamiento global en las ciudades, por ejemplo, la solución más eficaz es
plantar árboles por todas partes y reverdecer los espacios. Para luchar
contra la erosión del suelo, hay que cubrirlo. Para mejorar la calidad
del agua, hay que restaurar los humedales. Tenemos muchas soluciones como
éstas, que no son de alta tecnología, sino una especie de ingeniería ecológica
que recrea estructuras vivas.
- La naturaleza: un fabuloso laboratorio técnico y ético - aquí
- Geomimetismo: cómo imitar la Naturaleza puede salvarnos del
cataclismo climático - aquí
¿Los seres vivos también tienen cosas que enseñarnos
sobre nuestras organizaciones?
E.D.: La gran característica de la vida es que es
extremadamente plástica, adaptable y reversible. Los organismos vivos pasan su
tiempo reconfigurándose y reconstruyéndose. Se dedican literalmente a ampliar
el campo de posibilidades. Es abundante, no se prohíbe nada, favorece la
diversidad. Adaptabilidad, reversibilidad, diversidad... todos estos
principios pueden inspirar nuestras estrategias empresariales. Sólo tenemos que aceptar ir en contra de los
procesos normalizados y estandarizados que tanto se han valorado.
Datos, inteligencia artificial, algoritmos... las nuevas
tecnologías nos prometen poder predecirlo todo. ¿No es esa la solución?
E. D.: No
podemos predecirlo todo simplemente porque los seres vivos son imprevisibles
por naturaleza. Pero el problema es sobre todo cultural: ya no
soportamos el más mínimo riesgo, la más mínima incertidumbre. Pero al
privarnos de ambos, nos privamos de oportunidades y de las felices sorpresas
creadas por nuestra capacidad de adaptación. Perder el control para
favorecer la aparición de sorpresas felices es exactamente lo que pretendemos
hacer en la permacultura. Aprendemos a aprender constantemente del
ecosistema, a escuchar activamente las señales que nos envía. Hay que aceptar
esta retroalimentación constante. Imponer el propio marco de pensamiento a la
realidad no funciona, estás abocado al fracaso. Encerrarse en un modelo es
peligroso. Cuando entiendes que este modelo está en constante cambio,
adoptas una actitud de surfista. Esto implica una relación diferente con el
tiempo y con la plasticidad evolutiva.
Las empresas deben aceptar su dependencia de todo un
ecosistema?
E. D.: Es un enfoque humilde. Si queremos crear un valor
sostenible, tenemos que aceptar que no podemos controlarlo todo solos. Tenemos que entender que no prosperamos en
un territorio que está muriendo.
La permaeconomía refuerza los vínculos entre la empresa,
el cliente y la sociedad...
E. D.: En la permacultura, partimos del principio de que
antes que nada hay que obtener una cosecha, para no crear un modelo económico
que no sea rentable. Pero esta rentabilidad no es concebible sin los principios
de sostenibilidad del capital social y natural. La permacultura se basa en
tres pilares: el cuidado de la tierra, el cuidado de las personas y el reparto
equitativo. Cualquier innovación debe encajar en este marco ético. No se debe crear sistemas que conduzcan a la
dependencia o a una excesiva distorsión del poder. En cuanto se invierten los
medios y los fines y se empieza a ser esclavo de la herramienta, ya no se está
en la permacultura.
Usted aconseja a las empresas que se centren en la
exaptación. ¿Qué significa esto?
E. D.: Es un principio de agilidad que presupone que hemos
aceptado una de las lecciones de la vida, a saber, que no sólo nada es
perfecto, sino que es en las imperfecciones donde reside el potencial de
adaptación y evolución. La
innovación tiene como objetivo conseguir tecnologías perfectas. Con la
permacultura, entendemos que la perfección es sobre todo una vulnerabilidad. Si
estás perfectamente adaptado a unas condiciones determinadas, cuando las
condiciones cambian, aunque sea un poco, ya no estás adaptado y te encuentras
en una situación frágil. En definitiva, la exaptación es la agilidad del
ser vivo para juguetear con estructuras, formas y órganos preexistentes, y
orientarlos, asumirlos para nuevos usos o nuevas funciones. Hay un
aspecto de MacGyver en la exaptación. Tenemos enormes limitaciones por
delante, enormes retos que afrontar, no hay tiempo para reinventarlo todo. No estamos en un mundo ideal, así que
aceptémoslo y analicemos lo que en nuestro mundo actual puede ayudarnos a
afrontar esta transición de la forma más ágil posible.
La permaeconomía nos obliga a adoptar una visión
sistémica inspirada en la biodiversidad. Hablamos de diseño sistémico. ¿Qué es
esto?
E. D.: Significa enfrentarse a la complejidad. Es una
capacidad humana natural que hay que volver a desarrollar. Necesitamos una pedagogía de la complejidad.
Y, sobre todo, hay que asociarlo con algo positivo. Sin complejidad, no hay
vida. La complejidad está ligada a la emergencia y a las posibilidades. Es
complejo, así que abre muchas posibilidades; es complejo, así que podemos hacer
muchas cosas.
Al leer su obra, uno tiene la sensación de que el destino
de la humanidad depende de nuestra capacidad de asombro...
E. D.: Sí. Hoy en día, nos fascina la tecnología,
que no siempre tiene sentido. Llegamos a considerar los seres vivos como poco
interesantes, incluso molestos. Si queremos inventar una nueva relación con
los seres vivos, si queremos establecer un nuevo reparto equitativo con los
seres vivos, se requiere una nueva forma de verlos. Y esta nueva forma de ver
las cosas requiere un sentido de la maravilla. Con la crisis climática, estamos asistiendo a una especie de movimiento
de pánico. Sin embargo, si realmente queremos formar parte de los ciclos de los
seres vivos, tenemos que aceptar que tenemos que actuar en el tiempo. No se
puede meter prisa a los seres vivos, hay que trabajar con ellos, con sus ritmos
y, por tanto, acompañar sus movimientos. La vida nos ayudará si la ayudamos
a ayudarnos.
EMMANUEL DELANNOY
Contribuyó a la construcción de la Agencia Francesa de la
Biodiversidad. Fundó el Instituto INSPIRE y cofundó la consultora Pikaia.
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