23/1/25

La vida son ratitos y, cuantas más ganas de ver el lado bonito, más te llevas al saco

LA REVOLUCIÓN DE LO LENTO                

En un mundo tan rápido, la verdadera revolución está en lo lento

Si le preguntas a alguien qué superpoder le gustaría tener, las respuestas más comunes son volar como un pájaro, ser invisible o leer la mente ajena. Marta Abril dice que le gustaría que las personas a las que quiere pudieran verse como ella las ve, con más gratitud hacia sí mismas. Ella lo intenta cada día, con sus talleres y retiros, comparte con su comunidad de Instagram trucos para llevar una vida más lenta y honesta.

Con 23 años fundaste tu propia agencia de comunicación pero decidiste dejarlo todo.

Durante mucho tiempo intenté encajar con el mundo y convertirme en lo que se esperaba de mí siguiendo el camino establecido. Tenía el pack completo: mis carreras, mi empresa, mi novio de ICAI… Pero, según pasaban los años, seguía sin encontrar mi sitio. Tenía etapas de felicidad, pero no era yo.

Por eso me di permiso para redefinir qué era el éxito para mí. Todas las mañanas me hago tres preguntas: ¿Estoy donde quiero estar? ¿Estoy con quien quiero estar? ¿Dedico mi tiempo a lo que me hace feliz? Durante muchos meses, la respuesta a las tres era negativa. Entonces un día decidí ser valiente y darme la oportunidad de que fuera un sí.

¿De un día para otro?

Era una necesidad tan grande que no podía hacerlo poco a poco. Una mañana llevé a mis compañeros a desayunar y les conté que necesitaba irme, que les regalaba la agencia. Aunque la hubiese montado yo, era un proyecto que habíamos construido juntos. Les dejaba todo con una sola condición: que desde ese momento no tuviese que contestar ordenador, me fui a dar un paseo por el Retiro y hasta hoy. Ellos siguen y les va fenomenal.

Y te lanzaste a la aventura: te fuiste a México a estudiar arte dramático.

Empecé a trabajar en la televisión mexicana pero, cada vez que podía, me escapaba a Tulum a estudiar con los chamanes y me adentré en un mundo que cada vez sentía más mío. Era más feliz con esa forma simple de vivir, descalza y despreocupada. Después volvía a la tele, con mi pestaña postiza y mi superproducción. Viví esa dualidad un tiempo hasta que un día me pregunté por qué seguía si no me gustaba ser actriz y decidí viajar por el mundo para aprender otro tipo de cosas, astrología, fitoterapia o tinte de tejidos. Me fui creando un universo y me encontré. Estuve en Indonesia, Bali, Australia, Colombia… muchos sitios, pero todos con el denominador común de la naturaleza. Me hacían vibrar bonito. La maternidad me llevó a asentarme en Mallorca, pero sigo en el escenario de sencillez en el que quiero estar.

Todo este viaje lo cuentas en tu libro, Semillas para el alma¿Qué aprendizajes te llevas en la mochila?

Sobre todo, la importancia de ser honesta. Todos deberíamos preguntarnos qué queremos, al margen de qué deberíamos hacer. Tienes que permitirte tus luces y tus sombras, pero vivir para ti, no para la foto. Te puede gustar bailar salsa, plantar tomates y beberte un vino y todo es compatible, no tienes que demostrar nada a nadie, solo escucharte a ti. Dejar de lado el personaje y centrarte en la persona, en quién eres, y desde ahí aprender cada día.

Ahora, compartes tu realidad y tus consejos para una vida más lenta con casi 300.000 personas en Instagram. ¿Queda algo en ti de esa vida anterior?

La interpretación me dio tablas para lidiar con la sobreexposición. Soy muy introvertida y me cuesta sentirme observada y, si no hubiera explorado ese camino, no podría llevar mi día a día frente a la cámara con la misma naturalidad. Aprendí a llevar la crítica, a colocar la opinión externa, a controlar el ego…

¿Te afecta mucho la sobreexposición de las redes?

Estoy al margen de esa toxicidad digital. Cuando empecé a crear contenido, para mí lo único importante era hacerlo desde la honestidad, sin intentar gustar a todo el mundo ni demostrar nada porque creo que así se crea una comunidad. Quiero contar las cosas como las vivo sin pensar en el contenido. No voy a limpiar una tabla de madera para grabarlo; como tengo que limpiar la tabla de la cocina, lo grabo para enseñarte cómo.

En 2024, fuiste una de las dos únicas influencers de sostenibilidad en aparecer en la lista Forbes. ¿Te sientes cómoda en esa etiqueta?

Me siento cómoda contagiando consciencia dentro de la cotidianidad. Creo que funciona mejor hablar de la sostenibilidad desde el amor, la imperfección y la naturalidad que desde el aleccionamiento. Es más honesto pensar que, aunque no seas la persona más sostenible del mundo, lo haces lo mejor que puedes. Mi contenido pretende que honres la cotidianidad y la hagas lo más bella posible. Soy consciente de que la mía puede verse muy idílica y que se aleja de la vida en una gran ciudad, pero lo bonito está en que cada uno pueda construir su verdad en su contexto.

¿Vivir en un pueblo de Mallorca también te sirve para alejarte un poco del ruido y la vorágine de consumo del mundo influ?

Es que estoy totalmente fuera de eso. A nivel colaboraciones, acepto un 3% de las propuestas que me llegan porque para mí es muy importante que haya verdad. Quiero ser honesta con lo que hago, no venderme. Lo que no quiero o no me encaja con ese principio, lo rechazo. Para mí, el evento del mes es ir a Palma porque no salgo de mi pueblo y tengo una vida realmente austera, preciosa, pero muy humilde y muy sencilla. Soy consciente de que en las redes puede parecer que es falso, pero es que es así. Si viera la realidad, mucha gente diría «pero cómo vive así esta mujer». 

¿Qué te da esa vida tan pegada a la tierra y a la naturaleza?

Todo. Es mi fuente de creación, equilibrio e inspiración. No concibo estar en otro lado. Mi hija pequeña, con dos años, lo primero que hace al levantarse, medio dormida y despeinada, es ponerse las botas de agua para ir a ver a las gallinas… Y me parece precioso que todos estemos en armonía, que necesitemos vivir así.

Como alguien que vive una verdadera slow life, ¿qué le dirías a quien quiera aplicarla en su día a día?

En este mundo tan rápido, la verdadera revolución está en lo lento. Creo que lo más importante es restablecer tus prioridades, entenderlas y concederles espacio. Ya sea hacer deporte o estar con tus hijos, si no les das su lugar no vas a poder vivir en equilibrio. También da mucha paz el abrazar tus momentos vitales. Por ejemplo, ahora que soy madre de dos niños pequeños, mi universo es caos, pero eso me da armonía porque me parece lo natural. El minimalismo, que va muy de la mano de la slow life, también está muy relacionado con ello: cuando tienes claro qué es lo que realmente necesitas y qué no, te vuelves minimalista de forma natural. Y eso puede aplicarse a todas las parcelas de la vida.

¿La maternidad ha cambiado mucho tu perspectiva de esa vida lenta?

Me ha conectado mucho más con la realidad. Me ha dado honestidad, franqueza, calma, plasticidad… Todo lo que pensaba que era A, ahora sé que puede ser B, C, D, E y F. Creo que los niños son los dignos herederos de la Tierra, por eso están tan conectados a ella. Si un niño crece libre, desarrolla la necesidad de proteger la naturaleza porque se siente parte de ella. Cuando hablamos de sostenibilidad, parece que estamos inventando la rueda, pero tenemos que mirar cómo vivían nuestros abuelos. Cuántas cazuelas tenían, cuántos zapatos. Apartar el ego y mirar atrás.

¿Cómo conseguirlo?

Hay que dar valor a las cosas, porque solo así las cuidas. Abrazar lo cotidiano, el ratito del café de la mañana, el sol que nos da al salir a la calle. Ahora, el ritmo de la vida hace que no valoremos nada y nuestra generación ha sido víctima de ello: si todo es efímero no cuidas las cosas, las reemplazas. Conectar con el minimalismo hace que tu perspectiva cambie.

Es lo que intentas transmitir con tus retiros y los talleres que organizáis, con las experiencias mediterráneas.

Las pantallas son más frías que mirar a los ojos a alguien. En los talleres nos reunimos personas que estamos conectadas por algo: aprendan o no a hacer una vela o a teñir algún tejido, se llevan un rato de amor y el aprendizaje de que es importante hacer las cosas con calma. Que, en tu caos diario, puedas encontrar ratitos de autocuidado, de mimo. Los hacemos en Mallorca, pero también en grandes ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia, donde hay más necesidad de conexión. Buscamos que los retiros y las experiencias mediterráneas sean en sitios especiales, para que los dos o tres días que vamos a pasar juntos sean una experiencia bella.

Esa filosofía también está detrás del proyecto Oliva y Almendra, vuestra marca.

Será una marca de slow life, con muy pocas cosas. Para mí es muy importante no caer en el consumismo. Quiero que compres cosas que necesites y que traigan belleza a tu cotidianidad. Por ejemplo, una cuchara de palo pero diseñada con tanto cariño que la valores cada vez que la uses.

¿Todo hecho en Mallorca?

Sí. Mallorca está en el alma de Oliva y Almendra, en los recursos de una isla que es mi casa y que quiero cuidar. Con el proyecto quiero dar voz y altavoz a proyectos de artesanos locales, a gente que hace cosas maravillosas aquí… Que cada objeto tenga sentido y verdad, que recoja el trabajo de gente que queremos hacer las cosas de otra forma.

Nos gusta mucho cómo lo resumes: «no hay mayor lujo que valorar la exquisitez de lo pequeño».

Es que en lo pequeño está lo enorme. Si tienes la capacidad de asombrarte con un amanecer o con una conversación, vives en abundancia. Pasamos la vida esperando a que llegue un momento, unas vacaciones o un día concreto y es un error. Si observas el hoy con gratitud, te das cuenta de que levantarte, darte una ducha, tener salud y a gente que te quiere… es tantísimo. Esa gratitud es necesaria para ser feliz porque la vida son ratitos y, cuantas más ganas tengas de ver el lado bonito, más te llevas al saco.

https://igluu.es/entrevista-marta-abril/  

No hay comentarios: