12/7/22

El sector más básico, ha sido empujado a saltar por su acantilado de Séneca

EL ACANTILADO DE SÉNECA              

Los sectores económicos vistos desde el acantilado de Séneca

Sería un consuelo para nuestra debilidad y la de nuestras obras si todas las cosas perecieran con la misma lentitud que se formaron; pero, tal como es en la realidad, los incrementos son de lento crecimiento y la ruina es rápida. —Lucio Anneo Séneca (Epístola XCI a Lucilio)

El acantilado de Séneca

La expresión efecto Séneca o acantilado de Séneca, extendida ya entre investigadores del decrecimiento y de colapsos civilizacionales, expresa la manera en que procesos tan diversos como el desarrollo de comunidades unicelulares, una canción del verano, la irrupción de un nuevo partido político, de un Gobierno que despierta ilusionantes expectativas, un sector económico favorecido por un contexto favorable, una moda o el desarrollo de civilizaciones enteras evolucionan de tal manera que su declive es más rápido que su ascenso. Esta observación originó el concepto del efecto Séneca, un postulado del profesor Ugo Bardi, miembro del Club de Roma, desarrollado tras investigar los colapsos sociales históricos previos al actual: “los comienzos y progresos son lentos y difíciles, las caídas bruscas y temibles”.

Séneca, el filósofo cordobés que nació y vivió un tiempo de esplendor en su entorno familiar y de Hispania en pleno auge dentro del Imperio Romano, era un gran orador al que los políticos temían por su atrevimiento a hacer pronósticos como el que presenta este artículo. También lo aplicaba a los momentos de gloria y desgracia de aquellos dirigentes. De hecho, en el año 41, tras la muerte de Calígula y con Claudio recién entronizado, Séneca, siendo una persona relevante dentro del estamento político romano, fue condenado a muerte como ya había sucedido bajo el mandato de Calígula. Finalmente, se le conmutó la pena por el destierro a Córcega.

Aunque las causas reales de esta última condena son desconocidas, la sentencia oficial lo acusaba de haber cometido adulterio con Julia Livila, hermana de Calígula y sobrina de Claudio. Varios historiadores se decantan por otra explicación: que la esposa de Claudio, la icónica manipuladora y malísima Mesalina, vio su influencia política e intelectual amenazante tras la muerte del excéntrico Calígula. La subida al trono de Claudio hubo de escalar la resistencia del Senado y Séneca, uno de los senadores más influyentes, fue percibido por sus previsiones (bien acertadas) como un enemigo político en potencia para Claudio. Tras la muerte de este emperador es Nerón quien sube al trono con 16 años y desde el año 54 al 59 quien realmente dirige el ya decadente imperio es Séneca.

Es en esta época cuando nuestro filósofo fomenta actitudes más humanitarias hacia los esclavos introduciendo avanzadas reformas fiscales y judiciales mientras se va vengando de sus enemigos y acumula una inmensa fortuna que será su ruina personal. Finalmente, hostigado por sus opositores cae en desgracia ante Nerón. El emperador ordena al filósofo cordobés suicidarse cortándose las venas e ingiriendo cicuta para acelerar su muerte.

Iberia ante el declive

Desde entonces han pasado dos milenios en los que los paisajes geológicos de Hispania prácticamente no han cambiado; las que fueran las montañas más altas que enmarcaron la vida de Séneca y los suelos que crearon y sustentaron su devenir, vistos de cerca, sin embargo, ya son otros. El paisaje espiritual de aquellos tiempos, parece, no obstante, repetir sus pronósticos como metáfora o arquetipo.

Hoy, Europa y el mundo entero viven el inicio de una transformación que, precisamente por un acantilado de Séneca, comienza a recorrer la denominada civilización globalizada, y lo hacen enmarcados en las tres coordenadas fundamentales que no debemos perder de vista, un trinomio que no determina, pero sí delimita nuestras vidas: la caída anunciada del capitalismo fosilista, la intensificación del cambio climático antropogénico y la decadencia geoestratégica del imperio de los Estados Unidos de América.

La repercusión en nuestras vidas —siguiendo el modelo de lo que el pensador cordobés consideró arquetípico o paradigmático—, a duras penas se puede mitigar. Obviamente, el Estado español de inicios del siglo XXI, dentro de las posibilidades de su gestión, intentaría suavizar o amortiguar la incipiente e innegociable transición por esa pendiente, poniendo el máximo empeño en hacerla lo menos inclinada posible, es decir, lo más alejada de lo que sería un colapso.

Y es en este contexto de tres lustros de crisis (recordemos que ya salíamos hace una década de brotes verdes, luz al final del túnel, en la buena dirección…) donde las nuevas leyes y movimientos del primer Gobierno de coalición de la democracia española juegan, como es lógico, un papel protagonista. Con aciertos o sin ellos, el propio Gobierno resalta el impacto favorable de una Ley de Reforma Laboral cuyo balance se presenta como “positivo”. En mayo de 2022 el paro registrado desciende en Servicios 41.017 personas (-2%), Industria 7.148 (-4%) y Construcción 4.981 (- 2%). Sin embargo, el desempleo aumenta en Agricultura en 8.863 personas (6%) y en el colectivo Sin Empleo Anterior en 1.874 (0,76%). Se constata, por tanto, que incluso cuesta arriba y contra el viento “España va bien”. O ¿no tanto?.

¿Es (una vez más) tan positiva, en el marco expuesto, la instantánea de un país lanzado orgullosamente y de cabeza al sector de servicios? Básicamente se trata del turismo de verano de siempre, de camarero con servilleta en antebrazo y bandeja de servir el que ha conseguido el milagro: ¡42.000 personas paradas menos! Un sector, el turístico, que puede desplomarse en cualquier momento y para siempre ligado al trinomio arriba mostrado. Y hasta los analistas más afamados afirman: “¡Claro, es que en verano aumenta el turismo!”

Pero hay un detalle fundamental diluido entre esas cifras y que aparece casi de tapadillo: que el desempleo en agricultura sube en casi 9.000 personas; que pese a parecer una cifra modesta no encaja demasiado con el hecho de que también la agricultura está en su periodo de máximo trabajo de plantación y cultivo y de producción hortofrutícola. ¿Cómo es posible?

Es decir, estamos presumiendo de mucho cambio estructural, apostando por la raíz que nos sostiene desde el sector primario y seguimos con cada vez más abandonos personales y colectivos de toda esa base que sustentaba nuestras vidas, y lo hacemos justo cuando estamos advertidos por las más altas instituciones internacionales y científicas de una crisis alimentaria mundial en ciernes “sin precedentes”. Y, sin embargo, vemos que hay gente apeándose del tractor para poner una de chopitos al guiri de las sandalias con calcetines. 

Parece pues que compensaba más trabajar las doce horas de camarero a media jornada declarada (y otra media en negro) que recolectar ciruelas de 6 a 10 y luego de 17 a 22 para evitar la caló… Algunos hosteleros, sin embargo, afirman tener dificultades para encontrar camareros y las cooperativas agrarias y empresas del sector agroalimentario se quejan de la falta de mano de obra en el campo.

Y es que, parece tan grande la desgracia que, como muestran los datos del paro de mayo de 2022, debe resultar mejor vivir y dormir en un camastro de cama caliente en Ibiza, cuyo alquiler de temporada se lleva hasta el 70% del salario, poniendo cubatas bien cargaditos a canis y  chonis entre grandes masas eufóricas, discoteca a mil decibelios, que en el silencio estrellado de la casa del pueblo al acabar la jornada. ¿Hay algo que celebrar?

Si a mediados del siglo XX este funcionamiento comenzó a ser posible —hasta la actual tasa de urbanismo por encima del 81% (INE 2021) en que ni dos de cada diez personas viven hoy del sector primario produciendo alimentos y productos básicos para los otros ocho (y aún no es suficiente porque España es importadora neta de alimentos)— fue sin duda gracias a la asequibilidad y versatilidad de los combustibles fósiles. Éstos propiciaron la desmesura en la construcción, mantenimiento y funcionamiento de toda la infraestructura de centralización que había emprendido Felipe II en la villa de Corte. Siglos después, por el mismo motivo, se pudo desarrollar la mayor industria española de todos los tiempos: el turismo. El primer sector condenado a caer por su acantilado de Séneca sin la energía barata que permitió su ascenso, desarrollo y mantenimiento.

Pensemos que al iniciarse el siglo XX, de cada diez personas, siete trabajaban en el campo manteniendo a las tres que vivían en la ciudad. Entre 1960 y 1980 la tasa de abandono del campo alcanzó cifras del 1% de la población a nivel estatal ¡cada año!, coincidiendo con el impulso de las carreteras (y la irrupción en las familias de clase media del Seat 600 en 1958) que aceleró el éxodo fosilista y el desarrollo del turismo interno.

Desde poco más de la mitad en 1960 se pasó a que tres de cada cuatro españoles ya se habían mudado o vivían desde su nacimiento en una ciudad en 1980. Madrid era la mayor receptora, la mayor y más central de las mega-urbes españolas. Hasta 1960 España era prácticamente autosuficiente en materia de alimentos, ya que alrededor de un 90% de estos se producían en el territorio. Las importaciones de trigo, por ejemplo, se limitaban a los años de mala cosecha. La red de silos dejó de funcionar a las puertas del siglo XXI. La importación tomó las riendas.

Fue en la década de 1980-1990 cuando se invirtieron y consolidaron los papeles con respecto a 1900, hasta el máximo actual que ya da señales de agotamiento. El elevado precio de la energía fósil nos indica el nuevo camino de vuelta: Séneca tiene la respuesta. De momento, la energía fósil es la única capaz de dar respaldo al resto de tecnologías para la tan preciada Transición Ecológica. Pero recientemente, el impacto ineconómico de esta inestable estructura, muy anterior a la invasión de Ucrania, comenzó a pesar tanto o más que la presión y contaminación sobre el medio que garantiza nuestra existencia. Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia, Pamplona, necesitan ingentes cantidades de productos básicos cada día y la extracción de millones de toneladas de desechos. El transporte no puede fallar.

Pero, realmente, que tales dinámicas, tecnologías y procesos mercantiles iban a apuntalar para siempre una estructura centralizada, cuya solera secular tenía más de creencia que de ciencia, nos hizo asumir que todo este progreso era fruto exclusivamente de la inteligencia humana. Lo sucedido desde 2018 con precios y cortes de suministro ha puesto de manifiesto una serie de razones por las cuales el mundo no debería dar por sentado el abastecimiento seguro a medio-largo plazo.

La senadora Cristina Narbona, presidenta del PSOE y vicepresidenta del Senado de España firmó recientemente un artículo que decía:

La existencia de los fondos europeos Next Generation supone una extraordinaria oportunidad para impulsar la transición ecológica en España, ya que el 40% de los 140.000 millones de euros concedidos a nuestro país tienen que destinarse precisamente a dicha transición. Y, lo que no es menos importante, la aplicación de la totalidad de los fondos tiene que cumplir el principio de ‘no regresión ambiental’, es decir que no podrán financiar inversiones que resulten perjudiciales para el medio ambiente. Vivimos, por lo tanto, un momento excepcionalmente positivo en términos de compatibilidad entre economía y ecología

Sin tocar en absoluto el hecho incontestable de la limitación de recursos geológicos energéticos e industriales —que es la principal causa por la que nos deslizamos por el tobogán de Séneca y que los fondos de recuperación Next Generation intentan paliar—, tenemos una omisión deliberada de por qué siendo nuestra clase política dominante consciente de esta colisión con el modelo de transición que intentan impulsar, son las grandes empresas que propiciaron esta situación por dejar una transición (ya imposible) para última hora, las que recibirán el montante de los fondos de recuperación en otro movimiento velado de rescate como el de 2008. Por tanto, las palabras de la vicepresidenta primera del Senado carecen de contenido.

¿Es ese el concepto de Transición Ecológica que tienen en mente y para lo que vamos a poner 140.000 millones sufragados por cada una de nosotras? ¿Es este el momento “excepcionalmente positivo” que va a compatibilizar economía y ecología? ¿Qué se celebra? ¿De qué se enorgullecen en el Gobierno con estos datos de empleo y paro? ¿Qué festejan los más célebres opinólogos oficiales de Brexits, pandemias, volcanes, guerras, olas de calor, cambio climático y reformas laborales?

La segunda derivada y la valentía ibérica

Pues esa sería la primera derivada. La segunda sería que de los 140.000 millones de euros no fuese ni un solo euro a las grandes corporaciones agroindustriales, reinas de los plaguicidas, herbicidas y nematocidas (Monsanto, hoy Bayer, se las arregló durante años para que los agricultores llamasen “curamentos” al Roundup). Tampoco para la agricultura intensiva de monocultivos ni para los grandes centros de distribución especulativos, ni para la exportación y el “business”. La valentía de hacerlo sí tendría éxito, porque éste vendría si esas inversiones hubieran ido a parar a pequeños agricultores de cultivos diversos y ecológicos, orientados a servir al comercio local y a pequeñas tiendas de cada comunidad o cooperativa en proximidad, aprovechando las indicaciones como las del Dictamen SC/048 de la UE para nuevas economías y canales de distribución.

Y todo ello, antes de que tengamos que hacerlo precipitadamente, como en Sri Lanka, o vayamos planificando una economía de guerra como nuestros vecinos del norte, Francia o Alemania, desencadenando una catástrofe doble por falta de medios y tiempo, para reconvertir los monocultivos (aquí tenemos monocultivos de vid en algunas zonas, de olivos en otras, de cítrico, de invernaderos… para surtir a largas distancias a los grandes almacenes y a la Europa húmeda) y pasar del inmenso y estéril páramo en que se ha convertido el suelo agrícola ibérico en algo que pueda ofrecer vida.

Mientras, el país actualmente más seco y además el más amenazado por sequías recurrentes y erosión de Europa, es también el mayor exportador de agua que podemos encontrar en forma de lechuga, aguacate o pepino en cualquier mercado de Berlín, Londres o Copenhague. Con cerca de un 70% de pérdidas en el interior de Catalunya por las heladas o en Aragón por la ola de calor más intensa de los últimos 1.200 años, la producción de fruta se da por arruinada.

El cereal castellano, navarro o riojano ha seguido por el mismo camino y el fuego ha acabado con toda esperanza de quienes aún albergaban cierta fe en el futuro; y ahora, como las llamas con los ecosistemas, son pasto de la desesperación y se refugian en el último clavo ardiendo bandeja y servilleta en mano. Los máximos alcanzados en el último siglo por el Anticiclón de las Azores presentan frecuencias sin precedentes en los últimos 1000 años. Sólo pueden haber sido causados ​​​​por el caos climático derivado de las emisiones de carbono de la humanidad y la pérdida simultánea de los ecosistemas (de bosques, ojo, no del monocultivo industrial maderero) con los que interactúan.

Nada que celebrar

El aumento de los precios de los fertilizantes de hasta el 400% paralelo al de los combustibles para tractores y otra maquinaria agrícola, han provocado el cierre de cientos de pequeños productores que, en estos meses estivales, servilleta en antebrazo, ponen cubatas con patatas bravas a los últimos guiris desorientados mientras lo que sí se labra es la mayor tragedia ibérica de todos los tiempos. Un sector al completo, el más básico, ha sido empujado a saltar por su acantilado de Séneca.

Los precios a los que se vieron obligados a vender los alimentos que nos sustentan, acabaron año tras año, alcanzando la indeseable meta de que recoger la producción suponía perder, y cuando hablamos de perder hablamos de todo, no solo dinero, sino del definitivo borrado de un lugar esencial e irremplazable en el paisaje y en el paisanaje ibérico, suprimiendo para siempre su imprescindible función en un ecosistema ya perdido y vaciado que pagaremos muy caro, mientras, además, también pagamos a quienes lo hicieron posible.

Los grandes distribuidores prefieren seguir siendo “competitivos” hasta el colapso gracias a la mano de obra esclava de otros países, la debilidad institucional, la tibieza política normalizada y la pérdida de arraigo que trajo el desvanecimiento de aquella radicalidad natural que ya casi no puede radicar ni, por tanto, fijar la tierra y su paisanaje, porque lo que se le obligó a fijar fue la mirada en las terrazas, las tapas y las cañas. No queda nada que celebrar. La tierra que hizo posible a Séneca, aquella fértil Hispania se seca y se abrasa.

¡Ay, Iberia! ¿A manos de quiénes has sido arrojada?

https://www.15-15-15.org/webzine/2022/07/12/la-caida-del-paro-y-los-sectores-economicos-espanoles-vistos-desde-el-acantilado-de-seneca/  

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