PREFERENCIA
POR LO DISTÓPICO
Actualmente,
los humanos preferimos, yo ya no sé si por naturaleza,
predisposición, alienación o por simple morbo, vivir en distopías
antes que en utopías.
Antes
de seguir, si hay alguien perdido en términos, explicaré cada uno.
Una distopía, según la Real Academia Española, es una
“representación ficticia de una sociedad futura de características
negativas causantes de la alienación humana”, y una utopía, según
la academia, es una “representación imaginativa de una sociedad
futura de características favorecedoras del bien humano”.
¿Por
qué pienso, o intuyo, que ahora preferimos las distopías? Hay que
basarse en la dualidad de producción y reproducción sociales. El
sociólogo Anthony Giddens expresaba que los actores sociales al
realizar actividades (acciones) que llevaban a cabo (producción) y
las repetían (reproducción) creaban así los sistemas sociales en
los que nos movemos las personas, culturas, comportamientos, ideas,
pensamientos, etc., a esta teoría la llamó la
teoría de la estructuración.
Si vemos esta dinámica en la creación literaria y audiovisual,
podrán entender el porqué de mi hipótesis. Tenemos libros, series
y películas como Los
Juegos del Hambre, El
Cuento de la Criada, Elysium, Blade
Runner, The
Man in the High Castle, Black
Mirror, 1984, Fahrenheit
451, Un
mundo feliz y
más ejemplos, e incluso la película infantil WALL·E,
los cuales nos cuentan un futuro distópico de pobreza,
autoritarismo, desigualdad, destrucción y caos.
Editoriales,
productoras cinematográficas y plataforma audiovisuales producen y
reproducen este tipo de contenido que aceptamos y consumimos en
bibliotecas, en nuestras casas y en salas de cine. Pero hay una idea
común, por la cual existe dicha producción y reproducción
sociales, que nos une a los creadores de estos contenidos y a los
consumidores, y se resume en la frase “¡qué horror! pero podría
pasar”. Este enunciado refleja el pensamiento colectivo sobre el
camino y la dirección que está tomando la humanidad, y al parecer
sin control porque todos la decimos entre nosotros pero muy poca
gente se atreve a dar el paso para no llegar a ese destino.
Cuando
se reflexiona y se debate sobre este destino distópico, que asumimos
como real, con más personas en bares, en casa, en la universidad o
en una comida familiar, siempre salta alguien diciendo “eso es
porque hay personas a las que les interesa que ocurra”, y no le
falta razón. En términos de la sociología marxista, en la
dicotomía utopía-distopía también entra en juego el conflicto (o
lucha de clases, como quieran llamarlo) entre opresores y oprimidos.
Las sociedades actuales están estructuradas de tal forma que las
distopías benefician a los opresores y perjudican a los oprimidos,
mientras que las utopías perjudican a los opresores pero benefician
a los oprimidos.
Entonces
podrá saltar una persona y preguntar: “pero si quienes tienen más
peso en el mundo son los poderosos (opresores) y las utopías les
perjudican, ¿cómo podemos dejar atrás la distopía y conseguir lo
utópico?
En
esa duda, que la puede tener cualquiera, vemos cómo se ha
introducido la idea de “la no vuelta atrás” de las distopías,
es decir, que es imposible frenar la hecatombe y que las utopías son
imposibles de conseguir. Pero no hay que alarmarse, en épocas
anteriores se han luchado por derechos, libertades e igualdad y se
han conseguido; por ende, no vamos a ser menos nosotros.
Las
distopías desigualan las sociedades haciendo que pocas personas
ganen mucho y, en contraprestación (como si de una transacción
económica se tratase), una gran mayoría sufre devastadoras
pérdidas, tanto materiales como no materiales, pero las utopías, y
éste es el argumento que hay que utilizar para ir de frente, son
unas “representaciones imaginativas de una sociedad futura de
características favorecedoras del BIEN HUMANO”, es decir, lo
utópico lleva al bien común, donde ganamos todos sin excluir a
nadie. No os desaniméis si veis en la definición el adjetivo
“imaginativas”, porque en la definición de distopía se
encuentra la palabra “ficticia”, y si decimos que las distopías
son posibles y reales, ¿por qué las utopías no?
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