DISTRIBUCIÓN
DE ALIMENTOS Y GENERACIÓN DE RESIDUOS
Las
grandes plataformas comerciales, como supermercados y hipermercados,
son una de las principales responsables de generar residuos y del
derroche alimentario. Para abandonar el modelo de usar y tirar
envases y alcanzar el residuo cero en la distribución de alimentos
queda un gran camino por recorrer. Éstas son algunas propuestas.
Para
todas las que trabajamos a favor del residuo
cero, este último año
está siendo completamente apasionante. Durante estos últimos meses
hemos visto como desde Europa se da un paso firme hacia la reducción
de residuos plásticos con la Estrategia europea del plástico o la
inminente aprobación de la Directiva europea de plásticos
desechables. A escala del Estado español (y con una dilatación
completamente injustificada) por fin ha entrado en vigor el Real
Decreto sobre consumo de bolsas de plástico y, recientemente, el
Parlamento de las Islas Baleares ha aprobado la que puede
considerarse la ley más avanzada a escala internacional en reducción
de residuos y responsabilidad ampliada del productor.
Son
muchos los que se preguntan por qué se están produciendo todos
estos cambios y con esta velocidad. Por supuesto, no podemos hablar
de una única razón, la realidad es siempre compleja. Seguramente el
cierre de frontera en China a determinados plásticos de baja calidad
ha tenido un efecto acelerador en los despachos de Bruselas, pero
también es cierto que nunca había habido tantas evidencias y se ha
visualizado y denunciado tanto la insostenibilidad del modelo
productivo y de consumo, especialmente en lo que se refiere a
la proliferación de
envases y productos de
plásticos desechables.
Rezero –
Fundación para la Prevención de Residuos y el Consumo Responsable
basa su acción en el
principio de la responsabilidad compartida:
administraciones, empresas y ciudadanía tenemos en nuestras manos la
solución al problema de la generación de residuos. Pero, a pesar de
que a algunos sectores económicos les interesa culpabilizar
permanentemente al consumidor, no todos tenemos el mismo grado de
responsabilidad. Si queremos cambios significativos está claro que
el modelo productivo y de distribución se tiene que transformar.
En
el último año, en Cataluña se
han generado 3.850.000 toneladas de residuos con
una media por
persona y año de 509 kilos.
De estos, una cuarta parte corresponden a residuos de envases de
manera que se convierte, así, en la segunda fracción más
importante después de los restos orgánicos. Entre el 80% y el 90%
de estos envases son de alimentos y bebidas.
En
general se puede considerar que existe una clara dicotomía entre los
hipermercados y supermercados, y los comercios tradicionales respeto
a la generación de residuos de envases. Rezero ha realizado varios
estudios para cuantificar y comparar la generación de residuos de
envases en las diferentes tipologías. En todos los casos se ha
concluido que los comercios
tradicionales presentan
más oferta de productos con baja
producción de envases,
de manera que llegan a producir hasta un 69% menos de residuos
respecto a la media de los supermercados.
El
aumento en la producción de residuos de envases responde a
los cambios experimentados
durante las últimas décadas en
el consumo y la distribución: aumento
de la cuota de compra en supermercados y
grandes superficies, abandono de la oferta de productos frescos a
granel en supermercados, desaparición de los envases reutilizables,
aumento del consumo de productos precocinados, etc. Analicemos a
continuación algunos de estos factores.
La
intencionalidad del sobreenvasado
Es
evidente que todas las sociedades utilizan los envases para
distribuir y conservar bienes, pero los sistemas modernos de
distribución, especialmente de alimentos y bebidas, han
experimentado cambios que demandan usos que superen estas funciones y
que han comportado un aumento de la utilización de envases, de
manera que se contribuye al agotamiento
de recursos naturales y
a un consumo elevado de energía.
Históricamente,
las funciones del envase habían sido la conservación, protección,
transporte y agrupamiento. A lo largo del siglo xx, con el aumento
del comercio y la industrialización, aparecieron nuevos procesos de
producción y distribución de productos, especialmente alimentarios,
que generaron nuevas necesidades y funciones. Por ejemplo, con el
incremento de las distancias que recorren los alimentos, se añaden
capas de protección para garantizar que llegan en buenas
condiciones. También, para facilitar el autoservicio, los productos
se presentan en unidades más pequeñas. Uno de los factores que
también ha provocado la evolución del mundo del envasado es la
mecanización de los procesos de producción (por ejemplo, bolsas de
patatas que se pueden llenar con una máquina). Hoy en día,
los envases también
están vinculados
a la seguridad,
como puede ser evitar falsificaciones y robos.
A
su vez, tienen una función informativa, como es el caso de las
instrucciones de transporte del paquete o de la conservación del
alimento.
En
los últimos años, estos sistemas de protección se han sofisticado
paralelamente a la emergencia de los llamados productos servicio (por
ejemplo, bolsas
con sistema de recierre o
platos precocinados que llevan cubiertos incorporados al envase).
Todo
este desarrollo tecnológico lleva a una creciente complejidad y, por
lo tanto, hacen más difícil el tratamiento y recuperación de los
envases. Además, no podemos olvidar que en el sector de la
distribución el envase tiene también una función
de marketing que
consiste en seducir al consumidor para que compre el producto.
Buena
parte de los envases asociados con estas prácticas es innecesaria,
responde estrictamente a necesidades de la gran distribución y
provoca un incremento exponencial del sobreenvasado.
También
es importante remarcar que la consideración actual de los sistemas
integrados de gestión –Ecoembes y Ecovidrio–
de utilizar el indicador de reducción de peso para valorar la
eficacia de las políticas de prevención es
completamente insuficiente para
reducir el impacto ambiental global. Así, entre dos materiales que
proporcionan la misma función como envase no se tiene que escoger
linealmente el más ligero, sino que hay que tener en cuenta todo su
ciclo de vida, que incluye factores como los impactos de producirlo,
su transporte, su tasa de reciclaje correspondiente o su capacidad de
reutilización.
Ante
esta vulneración
del derecho del consumidor a
consumir sin producir residuos o produciendo solo los estrictamente
necesarios, cada vez son más las personas y entidades sociales que
se organizan para denunciar y visualizar la absurdidad del
sobreenvasado y los envases superfluos. Son ejemplo de ello la
campaña Desnuda
la Fruta o
acciones como las compras colectivas (como las impulsadas ya hace
décadas por el grupo ecologista CEPA)
o su versión moderna, denominada Plastics
Attack.
En estas acciones, los participantes devuelven al supermercado el
total de plásticos y envases innecesarios que incluyen los productos
adquiridos.
La
venta a granel: vacío legal y falta de información
En
Cataluña, en lo que se refiere al envasado alimentario, existe un
clara ambigüedad normativa que propicia la existencia de un vacío
legal sobre la prohibición de la venta a granel que implica a todos
los agentes vinculados al consumo (administración, comercio y
ciudadanía).
La
primera gran limitación es que no existe una normativa específica
catalana que regule la venta a granel en general, ni de determinados
productos en particular. Por lo tanto, toda la normativa referida a
esta comercialización viene marcada por directivas
europeas y legislación estatal.
Actualmente
los únicos alimentos con venta no permitida a granel de forma
explícita por una normativa que ha quedado desfasada son: aceite,
vinagre, yogur, cereales
en copos, galletas y pasta seca.
Sin embargo, es habitual encontrarlos a granel. La falta de
información sobre el marco legal provoca que a menudo se hayan
detectado en los comercios situaciones contradictorias, como el hecho
de que se encuentren establecimientos que venden productos a granel a
pesar de que están prohibidos por normativa, o que consideren como
prohibida la venta a granel de productos que no lo están.
En
cuanto al hecho de que el cliente lleve la fiambrera
al establecimiento –práctica
cada día más extendida–, no hay normativa que lo prohíba. Lo que
sí se detecta es que algunos comercios pueden tener reticencias en
aceptar poner el alimento en un envase que no sea suyo por miedo a
posibles contaminaciones por falta de higiene de las que tengan que
asumir responsabilidades. También vemos que, en algunas cadenas de
distribución, la decisión de aceptar la venta en fiambrera es
arbitraria según la tienda o responsable.
Lo
cierto es que, en los últimos tiempos, se detecta que cada vez son
más los consumidores que optan por comprar
a granel.
Así, han proliferado comercios
especializados en
la venta sin envases y la recuperación de espacios de venta a granel
y de servicio de corte por parte de varias cadenas que lo habían
eliminado.
Derroche
alimentario: consecuencia de la política alimentaria
Otro
aspecto interesante a analizar es la vinculación entre el modelo de
las grandes plataformas comerciales y el derroche alimentario.
Según
datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, un
tercio de la producción mundial de alimentos es derrochado o
desaprovechado. Esto representa 1,3 billones de toneladas, que
equivalen a la cantidad de alimentos necesaria para nutrir 2.000
millones de personas. También la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación alerta que la producción de alimentos
es la actividad
humana que
tiene un mayor
impacto ambiental sobre
el planeta y la sitúa, si fuera un país, como el tercer emisor de
gases de efecto invernadero después de China y los Estados Unidos.
Como
en otros aspectos de la generación de residuos, demasiado a menudo y
de manera intencionada se pone el foco en el consumidor final como
responsable principal. La realidad, sin embargo, nos demuestra que
este desperdicio de recursos naturales y alimentarios responde a la
política de toda la cadena (sector primario, industria alimentaria,
distribución), absolutamente condicionada por las grandes
plataformas distribuidoras. Así, en el sector productivo,
las prácticas
especulativas de los supermercados con
los alimentos (cancelación de pedidos, cambios de última hora de
las predicciones, inflexibilidad con los criterios estéticos de los
productos, modificaciones retroactivas de los contratos de
suministro, etc.) provocan excedentes y bajadas de precio que hacen
que a menudo los productos ni siquiera salgan de los campos o de los
centros de producción. Este desequilibrio de poder provoca que los
productores asuman tanto el peso del derroche alimentario como los
costes, poniendo en peligro la viabilidad de su actividad.
Como
siempre, ante esta absurdidad, la sociedad se moviliza y cada vez son
más las iniciativas de reducción del derroche a lo largo de toda la
cadena alimentaria. También en el ámbito normativo, el Parlamento
de Cataluña inicia el proceso de tramitación de la primera ley
de reducción del derroche alimentario que
debe tener un enfoque integral a largo de todo el ciclo y priorizar
la prevención en origen antes que el aprovechamiento.
Volviendo
al ámbito de los envases y sobreenvasado, me parece interesante
comentar la existencia de estudios que indican que, al contrario de
lo que a menudo se justifica como una medida para evitar el derroche,
es evidente que no lo es. Al mismo tiempo que en Europa crece la
generación de residuos de envases, crece
el derroche (la
demanda europea de plásticos es de 49 millones de toneladas/ año, y
el 40 % se utiliza para el envasado).
El
declive de los envases reutilizables
Otra
evidencia de la deriva hacia un modelo de distribución basado en el
usar y tirar es la práctica desaparición de los envases de bebidas
retornables a supermercados e hipermercados. Incluso en el sector
Horeca (hostelería, restauración y catering), el
envase reutilizable se
encuentra en constante
retroceso,
con una clara tendencia a la sustitución por envases desechables,
especialmente latas en el caso de las cervezas y los refrescos.
En
el año 2000, los
reutilizables representaban el 30% del total de envases,
mientras que en 2017 solo suponen el 16% del total de envases de
bebidas comercializadas.
-
Los refrescos en envase reutilizable son los que más han disminuido, sobre todo en el último período (2010-2017), pasando de una cuota del 36% a una del 14%.
-
Los envases reutilizables de cervezas también han sufrido un descenso significativo: de un 47% en 2000 a una cuota del 30% en 2010.
-
Las aguas han sufrido también una bajada progresiva, pasando del 17% en 2000 a solo un 8% en 2017.
En
cuanto a la sustitución de los retornables por envases desechables,
si analizamos el consumo
de latas detectamos
que, en 2017, el consumo de latas en Cataluña fue un 30% superior
que en 2000, superando los mil millones de unidades. Si nos referimos
solo a las cervezas,
el aumento ha sido del ¡93% respecto
al año 2000!
Resulta
obvio que la reutilización, a pesar de ser una prioridad en la
jerarquía ecológica de los residuos, es, hoy en día, uno de los
procesos ambientales con menos representatividad tanto en la
regulación normativa y de planificación estratégica en la gestión
de residuos, como en lo que se refiere a la cuota en el sector de la
distribución.
Hay
que recordar que, en comparación con la fabricación continua de
envases desechables, la
reutilización no
solo ahorra
recursos y energía,
reduce los residuos y la práctica de abandonarlos en el medio
(littering)
y provoca menos emisiones de gases invernadero en comparación con la
producción de envases desechables, sino que también supone un
ahorro económico y da trabajo en el territorio.
Urge,
por lo tanto, que la administración empiece a incorporar medidas
legales y económicas para fomentar la recuperación de los envases
reutilizables, tanto en el canal Horeca como en la distribución y el
comercio de proximidad. En este sentido, establecer un tributo
para productos desechables y
productos de corta duración que tienen alternativas reutilizables,
como por ejemplo latas, botellas de plástico, cápsulas de café,
etc., y la introducción de sistemas de retorno (SDDR) para envases
desechables facilitaría la recuperación de los envases
reutilizables, generalizándolos como una alternativa efectiva a los
envases desechables.
El
potencial de mejora para la prevención de residuos en la
distribución es enorme y requiere que se definan estrategias
transversales y prioridades. Respecto a la reducción del
sobreenvasado y la recuperación de la reutilización, supermercados
e hipermercados pueden hacer uso de su capacidad decisoria respecto a
los envases de los productos que comercializan con marca blanca y
sobre el resto de fabricantes. Esto podría abrir un amplio campo de
trabajo a la hora de potenciar el ecodiseño y la venta a granel como
alternativas de prevención. Respecto a la reducción
del derroche,
hace falta un nuevo enfoque de las políticas alimentarias que
garanticen el uso y la explotación sostenible de los recursos
naturales.
El
hecho de que las cadenas que ya han empezado a trabajar algunos de
estos aspectos hayan obtenido claros beneficios económicos (y cada
vez más de imagen) supone también una motivación que se debería
aprovechar.
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