NALDA:
Un proyecto de agricultura sostenible y consumo responsable en La
Rioja
Una
asociación riojana recupera huertas abandonadas con técnicas
ecológicas. El cultivo se basa en criterios ‘de
kilómetro cero’ y los alimentos de temporada. El
proyecto tiene un club de consumo para la distribución de los
productos.
A tan solo
17 kilómetros de Logroño se encuentra Nalda, un pequeño
pueblo de un millar de habitantes, de origen medieval, enclavado en
el fructífero valle de Iregua. En este lugar, desde hace
cuatro años, un grupo de mujeres cultiva la tierra, otrora
abandonada, con técnicas tradicionales y respetuosas con el medio
ambiente para surtir de frutas, verduras y hortalizas a cerca de
100 familias de la región.
Con el
boom de la construcción, el cambio del ritmo de vida y de la
agricultura, principal motor de la economía de la comarca, Nalda
empezó a ver cómo sus campos comenzaron a quedar vacíos. Ya nadie
cultivaba y el paisaje estaba cambiando con la amenaza de la
edificación pese a que, en teoría, solo pueden levantarse casetas
de campo.
Estos son
algunos de los argumentos que convencieron a un grupo de empresarias
y a una asociación local para gestionar 30.000 metros cuadrados
de huertas a las que se suman cultivos de frutales como cerezos,
ciruelos, perales y algún manzano.
‘Huertas
del Iregua’ es un proyecto ecológico, sostenible y solidario.
“Comenzamos el programa en 2009 con una formación para 10 personas
sin empleo en el ciclo agrícola”, cuenta a RTVE.es Raquel Ramírez,
miembro de la junta directiva de la Asociación
para el Empleo y el Desarrollo Sostenible y en Igualdad de Nalda y su
entorno ‘El Colletero’ que gestiona el proyecto.
“De ese grupo, dos mujeres nos sugirieron la posibilidad de que las
acompañáramos más tiempo, y así nació el proyecto”, una
iniciativa que se enmarca dentro de la corriente del desarrollo
sostenible local y del consumo responsable.
La
iniciativa comenzó dando trabajo fijo a dos mujeres de la zona y un
empleo temporal para una tercera y en sus cuatro años de vida ha
generado 10 empleos estables en un pueblo de 1.000 habitantes,
explica Raquel.
Agricultura
no invasiva
Los campos
se trabajan utilizando técnicas de agricultura no invasiva,
utilizando técnicas naturales y sin productos químicos, lo que
generan algo de sorpresa en otros agricultores de la región aunque
cada vez están más extendidas. “Recibimos muchísimas peticiones
para ir a conferencias, ponencias y ferias y hay mucha conciencia”,
dice Ramírez.
“Y lo
más importante es que incorporamos gente joven y en todo el
Estado hemos encontrado experiencias similares. Además, formamos
parte de REAS (Red
de Redes de Economía Alternativa y Solidaria) y el
pertenecer a esta red nos permite entrar en contacto con gente que
comparte nuestra filosofía”, remata.
El respeto
de la tierra y el entorno es su norma. “Siempre cultivamos sin
fitosanitarios y en la cultura biodinámica. Nos importa mucho la
recuperación de la tierra y la protección de la flora y la fauna”,
puntualiza Raquel. No en vano la asociación forma parte de Red
Natura 2000 o la Zona de Especial Protección Avícola
por el buitre leonado.
Asimismo,
el proyecto cuenta con el reconocimiento del Ministerio de Medio
Ambiente y Medio Rural y Marino con uno de los Premios de
Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales de 2010 y ha
aparecido mencionado como ejemplo de buenas prácticas varios años
en una guía internacional.
De la
huerta a la mesa
A partir
del cultivo de las huertas surgió la iniciativa de fundar un Club
de Consumo en 2010, una red de distribución de los productos
que, con la colaboración de voluntarios, entrega frutos locales y de
temporada a una media de 100 familias. Todo “sin movernos de
los criterios de kilómetro cero, es decir, intentando que los
cultivos vengan del valle de Iregua y el monte Moncalvillo”, que es
la región en la que actúa la asociación, explica Ramírez.
“Lo que
hacemos es cobrarles 52 euros al mes y cada cuatro semanas
reciben una cesta equilibrada”, aclara. “Dos kilos de fruta,
uno de patatas y una verdura de temporada que rotamos
cada tres semanas. Por ejemplo acelga o alubia en verano y borraja o
espinaca en invierno y otoño. Aparte de calabacines, cebolla fresca…
El año pasado manejamos unas 45 variedades diferentes de
hortalizas y verduras”, señala Raquel. Sin embargo, “el producto
estrella de nuestra zona es la ciruela reina claudia, que es
la que dio origen a este proyecto”, matiza.
La cesta
se entrega desde los productores de manera directa y gestionando el
reparto entre los miembros del grupo, con varios puntos de recogida
semanal, uno en Logroño y otro en la propia localidad de Nalda.
Hacia
la agricultura de renta
El
proyecto se integra en la cooperativa agrícola de la región, pero,
según explica Raquel, el campo atraviesa un momento muy difícil
porque venden sus productos sin saber a cómo se los van a pagar o si
se van a pagar. Para la representante de la asociación hace falta
una agricultura de renta para que los agricultores puedan cobrar
todos los meses.
El
fracking
es otra de las amenazas evidentemente que observa la asociación y,
aunque en La Rioja el Gobierno ha aprobado una
ley para que no se pueda practicar, Raquel cuenta cómo
vivieron las prospecciones que se hicieron previamente en la zona. "A
veces se ha usado dinamita a pocos metros de los ríos",
explica. "Esto nos ha puesto en alerta y esperamos que no
vuelvan porque el beneficio de extraer un poco de gas no beneficia a
los espacios protegido”, sentencia.
Formación
y concienciación
Dentro de
sus actividades ‘El Colletero’ ofrece formación. “Todos los
años pedimos becas a la Consejería de Agricultura”,
explica Raquel Ramírez. “Y eso es algo positivo tanto por la
formación como por la aportación económica que supone para las
familias. Además, de cara al próximo año, un fundación nos
apoyará en el desarrollo, lo que nos va a permitir durante seis
meses mantener a esas personas con una dotación de 300 euros al
mes”, concluye.
Pero esto
no acaba ahí. La asociación riojana también colabora con las
prácticas de algunos programas de formación para jóvenes de PCPI
en la recuperación de huertas y con universidades que envían a sus
estudiantes de master para que hagan sus prácticas en Nalda.
“También
tenemos proyectos como bibliotecas, otra cooperativa para la
ayuda a domicilio y acabamos de abrir un centro especial de
empleo para personas con discapacidad, al que hemos
incorporado tres usuarios que van a trabajar en actividades
relacionadas como las huertas en procesos como el embolsado”,
explica Ramírez.
Además,
la asociación trabaja en otro proyecto con el que pretenden
reforestar el monte del pueblo con una cesión del
Ayuntamiento de 10.000 metros de terreno a la que se suman los
aportados de vecinos a título individual. Un ejemplo de cómo con
esfuerzos a pequeña escala la sostenibilidad es posible.
Fuente:
www.rtve.es
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