4/9/24

¿Para qué tanto viaje si al final lo que necesitas está ahí, aunque tus ojos no lo ven?

EL PÁJARO AZUL DE LA FELICIDAD

El cambio, ese sueño tan ansiado por millones de personas para alejarse de la desdicha, el sufrimiento, la frustración y, sobre todo, la soledad, es la aspiración de todo ser humano. Claro que, para ello, es necesario tener un elevado grado de sabiduría, no precisamente financiera como muchos han intuido. 

Lo que os voy a contar no tiene nada que ver ni tan siquiera con lo que los demás piensan o esperan de nosotros. Trata de cuestiones mucho más profundas, tanto que no nos la han enseñado nunca. Y he aquí la razón de nuestros males, incluido los espirituales.

Todo proceso de guía no es algo que nos enseñan en un manual, siendo fruto de la experiencia, la propia y la ajena si la primera está bien desarrollada, porque en caso contrario nos limitamos a copiar como chimpancés en una jaula.

Precisamente en el campo de la psicología es importante conocerse a uno mismo, incluso las propias sombras y nuestros fantasmas, siguiendo a Sócrates; todo conocimiento está ligado a la humildad y ésta crece conforme más sabemos, al tiempo que más desconocemos. No ser consciente de ello es caer en la soberbia, tan peligrosa, que nos hace dañar a los demás y aceptarlo sea una ofensa contra nosotros mismos, cuando, en realidad, nosotros somos esa ofensa para el universo.

El propio devenir del sentir más interno, reconocer nuestras emociones, de manera cruda, sin disfrazarlas ni tratar de modificarlas, es lo que nos ayuda a convertir las tóxicas en otras. ¿Mas por qué se vuelven así? No es posible categorizarlas entre buenas o malas, aunque suene extraño a muchas personas; cuando son aceptadas no sólo bajan su intensidad hasta hacerlas soportables, sino incluso agradables, pasando a ser nuestras mejores aliadas en nuestro día a día. 

Muchas terapias no manejan este aspecto, permitiendo que muchos pacientes pasen de puntillas por encima de ellas, incluso si creen haberse curado y haber superado sus dificultades. El ser humano es especialista en el arte del auto engaño porque mediante la disonancia cognitiva puede evitar su propio dolor, su propia frustración y convertirla en placer momentáneo, como una droga que cada vez necesita con más intensidad.

He aquí la clave para entender por qué, a pesar de creer sentirnos bien, tenemos esa sensación de ausencia que muchos no podemos paliar. ¿No será que hay algo de nosotros que no estamos viendo? Es fundamental que nuestras emociones, esas que nos hacen humanos, nos convierten en seres empáticos, solidarios y comprensivos, son tan esenciales para el entendimiento profundo que sin ellas nos autodestruimos. 

Su lenguaje, basado en símbolos altamente complejos, de estructura muy abstracta, variable y caprichosa, que se renueva constantemente, es comprensible, al contrario, por sí mismo. Se puede decir que, de existir un lenguaje universal entre nosotros, es ése.

Es lo que nos deja la señal del fluir interno, de nuestros procesos intrínsecos psicoemocionales, de los cuales somos presas lo queramos o no. Es como querer imponer el curso de un río, el cual lo recuperará con la próxima tormenta, lo esperemos o no. No se trata de un estado, sino de una circunstancia. Todos los seres vivos formamos parte del ciclo de la vida y de sus procesos, de hecho, somos ese proceso en cuestión y tratar de modificarlo es tan ilusorio como desear convertir un plátano en una manzana. 

De todas las emociones la más fuerte de todas ellas es el amor, un sentimiento tan intenso y perenne con la unión que desarrollamos hacia nuestro fluir y nuestra conexión con la idea de que, más allá de la materia, e incluso de la misma muerte (la cual no existe), nos une con el todo. El universo respira dentro de nosotros y el amor es ese don para hacernos conscientes de que somos una parte de las estrellas, incluso las más lejanas, de que hay algo en común entre nosotros y que es la misma energía para todos, como el mismo aire o el mismo sol. 

El cosmos es perfecto, la vida es un equilibrio donde nada sobra ni falta y dentro de nuestra mente y emociones, así como pensamientos, sucede exactamente lo mismo. Nuestras realidades, todo hay que decirlo, por si acaso no son físicas, no se manifiestan en objetos, sino en el mundo de lo abstracto y de la magia. Cada uno de nosotros tiene un tesoro dentro de sí mismo, absolutamente invalorable.

Sin embargo, no es lo que nos han enseñado. Nos han dicho que la supervivencia es lucha y, por ende, éxito en nuestros propósitos, especialmente reflejados en lo material, porque nos han introducido esa teoría de que el dinero nos hace felices, convirtiéndolo en un auténtico dios, de lo más cruel y escurridizo en sus intenciones. Nos han enseñado los votos de obediencia, primero a nuestros padres y familia, luego a los profesores, después a nuestros conciudadanos (borreguismo) y al mismo estado esclavizante e ignorante de las normas del derecho natural más básico.

Nos han dicho que, si no seguimos esas normas, debemos sentirnos culpables de manera inmediata porque algo muy malo nos va a suceder (es el castigo, cuando en realidad nadie nos penaliza, sino solo nosotros mismos con nuestra terrible ignorancia). Y, peor, nos hicieron creer que no existe otro camino que la colectividad como fuente de conocimiento, que lo que cree el otro es lo correcto y lo que intuyo es un error, lo cual ha provocado que en nuestra vida los cometamos de manera atroz, siguiendo modelos de comportamiento, que no sólo no se acomodan a nuestra naturaleza, sino que no podemos asumir de ningún modo.

Todo lo que sea modificar lo que está escrito en nuestro yo más profundo, el cual vive, en no pocos casos, en el mundo del caos, de los gritos de lo que no queremos escuchar ni entender, es la señal de si nuestro proceso natural sigue o se destruye como una semilla que no regamos y acaba muriendo, en cuyo caso dejamos de ser humanos y nos convertimos en monstruos. 

Millones de personas están habitadas por ellos, en cada uno de sus sueños cuando el inconsciente, que nunca nos traiciona por cierto, nos cuenta la verdad de manera desnuda, porque es precisamente esa desnudez, lo que nos aterra. Los seres humanos, los seres cobardes, necesitan verse vestidos, ver sus creencias en papel de celofán y perfumadas, sobre todo si destilan odio, resentimiento, ansias de venganza o de muerte del otro, cuando en realidad esos sentimientos son para uno mismo y se clavan como puñales en nuestra alma, cuyos recuerdos es lo único de lo que somos dueños. 

Finalmente, sólo poseemos eso, ni tan siquiera nuestro cuerpo, un reducto temporal de nuestro paso por este planeta, o esta escuela. La comprensión de la mente requiere captar todos estos planos, nos es posible entenderla como un esquema cartesiano de doble entrada, sino no tiene forma de por sí. Cuando respetamos nuestras emociones lo hacemos con nosotros mismos y los demás y todo se convierte en un proceso natural, porque la sociedad es como un ser vivo que tiene sus propias reglas que corren por sus venas y sus instituciones y todo intento de variarlo supone envenenarnos en la sociedad cuando no nos gusta su sabor o su textura.

Después de todo, tantas veces que creemos que hemos de luchar solos por nuestra felicidad, como Maeterlinck nos enseña en su obra: el pájaro azul de los sueños lo tuvieron siempre sin necesidad de escapar por la ventana y vivir en mundos habitados por seres malvados y peligrosos, sus propios engaños y miedos; en este caso necesitaron la ayuda de una bruja embaucadora, que los llevó a los mismos muertos.

¿Para qué tanto viaje si al final lo que necesitas está ahí, aunque tus ojos no lo ven? Pensemos que, si este cuento sirvió para justificar el entrenamiento MK ultra de los servicios de inteligencia, es nuestra obligación preservar la verdad y protegerla de los demonios.

https://eldiestro.info/2024/07/el-pajaro-azul-de-la-felicidad/  

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