SALIR DEL CAPITALISMO
¿Es realmente posible salir del capitalismo? Se ha vuelto trillado señalar que es más fácil imaginar la destrucción de la humanidad que salir del sistema capitalista. En la post-modernidad los grandes relatos que antes nos daban paz y norte, como el socialismo o el cristianismo, han muerto, pareciera que ya no es posible ideológicamente construir una meta alternativa.
No solo nos enfrentamos ante el colapso climático, sino también de ideas. A mi
alrededor encuentro personas incrédulas, nihilistas, incluso en los movimientos
sociales. He querido escribir este homenaje a Iván Illich (1926-2002) para los
“no convertidos”, para los críticos radicales de las alternativas, para aquellos
que aseguran que hemos llegado “al final de la historia” y que “no hay
alternativas”.
Conocer a Iván Illich significa volver a la esperanza. En mi caso particular, mi síntesis consiste en si aceptar que la inercia de la modernidad capitalista es brutal, difícil de detener, a veces lo experimento imposible, sin embargo, volver a Iván, me centra y me permite ser consciente
que mientras seamos capaces de esparcir la práctica y el discurso de la convivialidad, del feminismo, del antirracismo, de la anarquía, del zapatismo y sobre todo de visibilizar y apoyar las alternativas, hacerlas crecer, construir espacios de vida anticapitalistas, hay esperanza.Ya comienzo a escuchar las críticas de quienes hayan leído
estas primeras líneas, incluso de mis más queridos amigos y familiares: Carlos,
es que tú no vives en México; Carlos es que nosotros no somos indígenas; Carlos
en México eso es imposible; o, la mejor, Carlos es que en México sí se pueden
crear alternativas, acá en Europa o Estados Unidos es imposible. Sin embargo,
ahí están las autonomías como la de Ostula, Cherán o el Zapatismo, además de
incontables experiencias en el mundo de autoorganización convivial, como el
confederalismo democrático y feminista del Kurdistán o sectores del movimiento
indígena en Sudamérica, como ejemplos de las más transformadoras.
Pero también experiencias en todo el mundo en el que se
defienden o se han recuperado los commons, los ámbitos de comunidad que
fueron arrancados por el capitalismo a los pueblos. O simplemente pequeños
gestos de rebeldía individuales o colectivos que buscan hacer de otra manera:
separar la basura, reciclar, reparar, recuperar la medicina tradicional y las
recetas de las abuelas, rechazar el coche y utilizar la bicicleta.
Muchos estarán pensando, ya..., pero todo eso no es
suficiente para revertir la inercia y los estragos causados por el capitalismo,
sobre todo en la actualidad con toda la carga de muerte y destrucción que
conlleva. Y aquí es cuando los zapatistas, después de haberse organizado
heroicamente en la clandestinidad durante 10 años, haberse levantado en armas,
intentar el diálogo con el gobierno, renunciar a las armas, y construir en la
práctica lo que según Gustavo Esteva, Iván Illich había imaginado, una sociedad
convivencial, una alternativa al capitalismo durante 30 años, te interpelan y
te preguntan ¿Y tú…? ¿Qué estás haciendo? Y como lo normal es estar medio
perdido, enganchado al sistema, sin brújula, conocer a Iván es esperanzador.
Yo lo conocí de casualidad, cuando en una feria del libro
anarquista, un compañero me recomendó el libro Diccionario del Desarrollo,
prologado por Gustavo Esteva. Este contacto marcó un antes y un después en mi
vida. En ese momento, quise conocer todo sobre los críticos del desarrollo,
sobre Illich, Esteva, Robert, Sachs. Primero, contacté con Braulio
Hornedo, quien me regaló Repensar el mundo con Iván Illich, además
me recomendó que me hiciera con un ejemplar de las Obras Completas que
había publicado el Fondo de Cultura Económica.
No recuerdo en qué momento me compré La Sociedad
Desescolarizada, Némesis Médica o La
Conviviencialidad para mí este último, es el libro clave de la época
de los panfletos de Iván Illich, es decir, en los setentas, cuando coordinó el
CIDOC de Cuernavaca.
Sin lugar a dudas, Illich es recordado en el mundo como el
gran crítico del sistema educativo, por hacer afirmaciones radicales sobre su
contra-productividad “para la mayoría de los seres humanos, el derecho a
aprender se ve restringido por la obligación de asistir a la escuela”. Aunque
varias de las afirmaciones de La Sociedad Desescolarizada puedan
parecer desfasadas, en realidad las ideas básicas contra el sistema educativo
continúan en la actualidad con toda su potencia. La apuesta illichiana consiste
pues en centrarnos en aprender y no en educar, en generar espacios capaces de
promover la curiosidad y el aprendizaje colectivo, en lugar de la educación
dirigida y autoritaria.
Pero el pensamiento de Illich va mucho más allá de la
crítica al sistema educativo: Iván nos ha legado toda una caja de herramientas
para pensar la modernidad. “Illich anticipó con lucidez espeluznante el
desastre actual, la decadencia de todas las instituciones, la forma en que una
tras otra empezaron a producir lo contrario de lo que pretende justificar su
existencia. Hizo ver con precisión la manera en que la corrupción de lo mejor
es lo peor. Y anticipó también la forma en que la gente reaccionaría ante el
desastre” escribió Gustavo Esteva sobre su gran amigo. Y aquí, empieza la
magia, cuando conoces la historia de Iván, la relación que hubo entre su vida y
sus ideas, el momento social y político en que generó su pensamiento, sus
derroteros y finalmente su apuesta por la amistad.
Sí, la amistad, pero también la interculturalidad. Es
impresionante, que después de 50 años, de atravesar por un periodo de olvido,
el pensamiento de Iván se presente ahora como un corpus crítico complejo, útil
para enfrentarnos al colapso sistémico. Su obra se puede interpretar como una
revisión crítica de la tensión moderna entre autonomía e instrumentalidad como
ha explicado Humberto Beck. La mujer y el hombre ha creado herramientas o
instituciones (instrumentos) para conseguir mayor autonomía, sin embargo,
Illich ha señalado cómo los instrumentos se han convertido en fines, en lugar
de medios para conseguir la autonomía. Es así como perdemos la autonomía y las
instituciones nos controlan generando lo contrario de su finalidad original.
En La Convivencialidad, Illich planteó su teoría
de los umbrales. Según esta, a partir de un determinado umbral de desarrollo,
una institución produce precisamente lo contrario de lo que, en teoría, es su
fin. La medicina produce nuevas enfermedades; el sistema educativo, genera
mecanicismo e ignorancia y los transportes motorizados ralentizan los
desplazamientos, desmontando de esta manera los conceptos modernos de progreso
y desarrollo.
Mucha gente al leer esto, pensará, sí eso está claro, si
algo crece demasiado no es bueno ¡los extremos nunca son buenos! Pero pocas
veces nos paramos a pensar que el Estado y las instituciones modernas forman
parte de estos extremos, hemos normalizado que terceras personas se encarguen
de esferas claves para nuestras vidas. Asumiendo además, que lo harán
bondadosamente, como si el poder y las estructuras verticales por las que han
escalado no les influyeran.
Es decir, las instituciones educativas, sanitarias, los
sistemas de transporte modernos, así como de alimentación y muchas otras, han
crecido tanto que hemos delegado nuestro poder de decisión a “expertos” y estos
sistemas han generado según Illich “contra-productividad”. Recuperar en
colectivo nuestros ámbitos de comunidad, arrancárselos al Estado y a las
corporaciones, ejercer “los verbos”, como decía Gustavo es el reto: aprender,
sembrar, curar, transportarnos. Precisamente estos apuntes nos recuerdan la
necesidad de la vuelta a lo común que tanto se reivindica en la Europa Insumisa
y zapatista.
¿De dónde ha salido esta intuición genial, se pregunta
Javier Sicilia en el prólogo de las Obras Completas? Para Illich,
la modernidad como etapa histórica no representa el fin del cristianismo, ni su
éxito, sino su perversión. Para Illich, los primeros cristianos tenían como
tradición tener en su casa siempre una vela y un pedazo de pan por si Jesús se
aparecía en su casa en forma de migrante pidiendo posada. Sin embargo, con el
emperador romano Constantino se institucionalizó el cristianismo como religión
de Estado, así como la práctica de la posada.
Fue así como, lo que antes era signo de cristiandad, acoger
al migrante, al prójimo, cobijarlo y alimentarlo, se convirtió en algo que sólo
podía realizar la institución, despojando a los cristianos primitivos de esta
característica que les otorgaba identidad. Aquí es donde Illich marca el
nacimiento de la cultura de las instituciones modernas, el momento en que
dejamos de comprometernos en nuestros asuntos vitales y comunitarios y le
delegamos a los expertos el poder de realizar esas labores por nosotros,
convirtiendo a la larga, estos instrumentos en fines en sí mismos, que
eventualmente provocan lo contrario para lo que fueron creados.
Así mismo, Illich reinterpreta la parábola del buen
samaritano para hacernos conscientes de la importancia de tener claro quién es
nuestro prójimo, con quienes construir la alternativa. En la versión de Iván,
el buen samaritano se encuentra con un romano herido, explica Illich, para
hacernos entender todo el potencial de esta mirada, como si hoy en día que
atestiguamos el genocidio palestino por el Estado Israelí, un palestino se
encontrara con un judío herido y decidiera curarlo y hacerse cargo de los
gastos de hospedaje. Se trata de una acción radical y transgresora, se trata de
recuperar la libertad de elegir quién es nuestro prójimo, a pesar de lo que el
contexto nos marque.
Al final de su vida, Iván dedicó sus años al estudio del
origen de las certezas modernas y a cultivar la amistad. Señaló a esta, como el
lugar en el que es posible generar otras relaciones, conviviales. Una empresa
que en realidad lleva consigo un gran compromiso. El amor por las personas
compañeras de vida, amigos, familia, pareja, compañeros, lleva la semilla del
mundo nuevo. Esos amigos con los que se puede compartir desde una mesa hasta la
generación colectiva de nuevas formas de vida, es el lugar illichiano de la
esperanza, el espacio idóneo para salir poco a poco del capitalismo, como dicen
los zapatistas, cada quién a su modo, construyendo un mundo donde quepan muchos
mundos.
La conversación es también un espacio privilegiado y un arte
defendido por Iván. Ya que todo empieza en nuestras mentes, compartir lo
aprendido, cuestionarnos, idear colectivamente es un tesoro que debemos
aprovechar. Es urgente poner en práctica nuestros propios proyectos conviviales
hacia una salida no violenta del capitalismo, pero no poniendo la otra mejilla
como a veces se malinterpreta desde el pacifismo, sino con acciones colectivas
que generen alternativas justas, locales y sostenibles, que al mismo tiempo,
desarticulen y bloqueen la inercia del sistema.
El poder se empeña en hacernos creer que no hay alternativa,
pero el futuro no está labrado en piedra. El mensaje de Iván lleva consigo esa
esperanza, difundamos su mensaje en las conversaciones con nuestros amigos,
pongamos en práctica sus ideas, cuestionémoslas, levantemos la casa de todos.
Carlos Soledad
https://www.elsaltodiario.com/mapas/salir-del-capitalismo-ivan-illich
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