En
todos los sectores económicos, desde la agricultura a la industria
predictiva, el comercio minorista e incluso el trabajo de cuidados
remunerado, el modelo de plataforma es ahora una capa esencial de la
infraestructura.
Cuatro
siglos después de que la Compañía Británica de las Indias
Orientales marcara las pautas para la extracción empresarial de
recursos, la mayor parte del mundo está bajo control del poder
corporativo desenfrenado. Pero el poder corporativo está en la
antesala de alcanzar la ‘supremacía cuántica’ que los
movimientos sociales en la era digital necesitan entender para
cambiar de marcha en sus luchas. El cambio cuántico aquí viene del
poder de los ‘datos en red’; los ingredientes que constituyen la
receta de la era digital del capitalismo.
El
capitalismo contemporáneo se caracteriza por la acumulación de
datos-como-capital. Las Big Tech, como se conoce colectivamente a las
empresas digitales, usan el modelo de negocio de ‘plataforma’, el
cual potencia la fuerza combinada de la conectividad de internet (ley
de Metcalfe, que el valor de una red viene del número de sus
conexiones) y la inteligencia algorítmica (a lo que IBM se refiere
como ley de Watson, la ventaja competitiva acumulada al superar el
conocimiento de todos los demás mediante la informática cognitiva).
El
modelo de plataforma proporciona un marco para las interacciones en
el mercado mediante la conexión de sus muchos ‘nodos’
—consumidores, anunciantes, proveedores de servicio, productores,
distribuidores e incluso objetos— que constituyen el ecosistema de
la plataforma, cosechando constantemente sus datos y usando
algoritmos para optimizar las interacciones entre ellos como un medio
de maximizar el beneficio.
El
modelo de plataforma surgió como una propuesta de negocios a
principios de los 2000 cuando las empresas de internet que ofrecían
servicios de comunicación digital comenzaron a extraer datos de
usuarios de las interacciones sociales en red para generar
información valiosa para la publicidad dirigida.
La
socialización de internet y la cada vez mayor naturaleza online de
las transacciones económicas llevaron a la globalización del modelo
de plataforma y su dinámica central de expandir de manera perpetua
la inteligencia basada en datos acerca de las actividades de una base
de usuarios en crecimiento perenne.
Se
estima que para 2025, más del 30% de la actividad económica global
estará mediada por empresas de plataforma, una indicación de la
creciente ‘plataformización’ de la economía real. En todos los
sectores económicos, desde la agricultura a la industria predictiva,
el comercio minorista e incluso el trabajo de cuidados remunerado, el
modelo de plataforma es ahora una capa esencial de la
infraestructura.
El
control sobre la inteligencia basada en datos da a los propietarios
de plataformas una posición estratégica única: el poder de dar
forma a la naturaleza de las interacciones entre nodos miembros.
Prácticas como las de Amazon de segmentación e hyper-targeting de
consumidores mediante la manipulación de precios, la de Uber de
disciplinamiento panóptico de sus conductores-socios, y el algoritmo
de popularidad de TripAdvisor de propiedades, restaurantes y hoteles
clasificados son todos ejemplos de cómo este tipo de plataformas
median las transacciones económicas.
La
acumulación de datos que alimenta la optimización de algoritmos
permite una extracción de datos más intensificada, en un ciclo
autopropulsado que culmina en el control totalizador de la plataforma
de ecosistemas económicos enteros.
La
ventaja de la inteligencia puede de este modo caracterizarse como una
‘prima de inteligencia’, más que como la ‘prima de innovación’
disfrutada por las empresas pioneras en la era predigital. En la
búsqueda por adquirir y retener esta ‘prima de inteligencia’,
las plataformas afirman de facto derechos de propiedad sobre los
datos de sus miembros, eliminando de forma constante a la competencia
y logrando en última instancia la integración vertical y
horizontal.
Amazon,
por ejemplo, ya no es una librería online, y quizás nunca tuvo la
intención de serlo. Con un conocimiento íntimo sobre cómo funciona
el mercado, Amazon es un líder de mercado en logística anticipada
(‘Realizado por Amazon’) y análisis de negocios (AWS). No sólo
ha desplazado a las estaciones de contenedores en las ciudades
portuarias, ¡cada vez parece más una empresa de transporte
La
dinámica de una economía de la inteligencia ha llevado a grandes
franjas de actividad económica a ser controladas por un puñado de
monopolios de plataforma. Los estudios sugieren que en cosa de un par
de décadas, los monopolios de plataforma han superado a las
corporaciones petroleras, automovilísticas y financieras en
capitalización de mercado. Hoy, los modelos de negocios basados en
plataformas contabilizan siete de las mayores ocho empresas del mundo
clasificadas según capitalización de mercado. La corporación de
plataforma pan-global, con su ADN de inteligencia basada en datos, ha
sustituido a la corporación industrial transnacional como el
Leviatán de nuestros tiempos.
Como
forma dominante de organización económica en el orden mundial
capitalista, la corporación siempre ha ejercido poder, no sólo en
el mercado sino también en el reino político y socio-cultural. El
ascenso de la ‘corporación inteligente’ definida por la economía
política del capital de los datos ha producido cambios cualitativos
en el ejercicio del poder corporativo, incluyendo los siguientes:
a)
De dominar el mercado a convertirse en el mercado
Como su predecesora, la corporación inteligente también busca el completo dominio del mercado. En el capitalismo basado en la plataforma, los modelos de negocio local basados en el íntimo conocimiento contextual son desplazados completamente por la intermediación basada en datos del mercado y las transacciones sociales.
Es
mediante la eliminación de estos compartimentos diferentes de
acumulación de capital como los dueños de plataformas maximizan sus
beneficios. Por ejemplo, el conocimiento del contexto de los barrios
que determinaba la ventaja competitiva y la distribución de
beneficios para los taxis tradicionales se vuelve irrelevante cuando
Uber, la corporación de transporte con sus algoritmos para rutas
inteligentes, entra en escena. El intrincado conocimiento de las
condiciones agrícolas locales y la intuición respecto a los
mercados locales ya no importan en la agregación liderada por las
plataformas farming-as-a-service.
La
corporación inteligente también va un paso más lejos, moviéndose
más allá de ‘dominar el mercado’ hasta ‘convertirse en el
mercado’. Integrándose a través de líneas de negocio, estas
empresas tanto operan una plataforma (esto es, dirigen el mercado y
sus reglas) y promocionan sus propios bienes y servicios en ella.
Esto las sitúa en competencia directa con los negocios que usan su
infraestructura, y crean un conflicto de interés.
Por
ejemplo, Amazon utiliza sus datos de producto para consolidar sus
marcas privadas, lanzando productos de alta demanda con precios que
debilitan a terceros vendedores. También se le conoce por utilizar
sus datos AWS para guiar decisiones sobre start-ups en
las que invertir, cuáles adquirir y cuáles simplemente eliminar.
De
forma similar, Google ha manipulado resultados de búsqueda para
priorizar sus propios servicios. En India, se ha informado de que las
plataformas de transporte Uber y Ola priorizan los taxis que poseen o
que han alquilado por encima de conductores asociados; las
plataformas de entrega de comida han sido acusadas de discriminación
injusta contra restaurantes asociados para priorizar sus propias
‘Cocinas en la Nube’.
Como
Lina Khan, especializada en legislación estadounidense sobre
competencia, ha observado, además de los riesgos tradicionales de
discriminación y exclusividad reconocidas en la academia legal sobre
la gobernanza de servicios esenciales, los negocios dependientes de
la infraestructura de plataforma también se enfrentan a la
apropiación. Esto es porque el dueño de la plataforma puede
cosechar inteligencia basada en datos sobre sus prácticas de negocio
y utilizarla contra ellos.
En
esta nueva estrategia para adquirir poder de mercado, se privilegia
la monopolización del mercado a largo plazo sobre la capacidad de
alcanzar el equilibrio a corto plazo. El ecosistema que una
plataforma busca capturar sólo tiene espacio para un ganador con los
recursos para renunciar a beneficios inmediatos e invertir en
integración de negocio (mediante la adquisición agresiva) y el
desarrollo sistemático de capas de datos. Los demás competidores
están destinados a quedarse en el camino.
Este
ethos de negocio está en perfecta sincronización con el mantra de
retorno de alto riesgo del capital riesgo, en el cual sólo una
minoría de inversiones da fruto. La confianza en el alto riesgo y
las demoras en ir a una oferta pública inicial (OPI) ha producido
una cosecha de unicornios (como se llama a las empresas tecnológicas
de miles de millones de dólares que comparten los atributos de
enorme tasación y fundadores situados, sin reservas, fuera de las
normas).
Como
señala irónicamente Derek Thompson, redactor en The
Atlantic, “si
te despiertas en un colchón Casper, haces ejercicio con Peloton
antes de desayunar, vas en Uber a tu despacho en un WeWork, pides
DoorDash para comer, coges un Lyft hasta casa, y te llega la cena por
Postmates, has interactuado con siete empresas que perderán
colectivamente cerca de 14.000 millones de dólares este año”. El
espectacular derrumbamiento de WeWork en su OPI puede ser una señal
de lo que viene, pero la carrera para vencer a la competencia está
intensificándose.
b)
De la mano de obra barata a la libertad respecto a la mano de obra
En la economía capitalista, la contradicción clave es entre capital y trabajo. El capital está en una búsqueda perenne de libertad respecto a la mano de obra mediante avances tecnológicos que sustituyen el trabajo y territorios para desplazar la producción para reducir los costes laborales. En la economía de la inteligencia, el capital parece haberse acercado mucho a completar su búsqueda primordial.
Utilizando
vigilancia de 360º, la corporación inteligente crea un ecosistema
que se optimiza a sí mismo, manipulando cada nodo, expandiendo su
red cautiva, acumulando capital de datos, y consolidando su dominio.
Es capaz de lograr una huella operativa global con pocos activos y
una minúscula base de empleados.
Pensemos
en Uber. Los conductores de Uber no son considerados empleados en la
mayoría de lugares donde la empresa dirige su negocio. Con una
visión omnipotente de la ciudad y sus carreteras, los clientes y el
conductor, Uber toma el control del transporte urbano, a menudo sin
poseer un solo taxi. Pasando la responsabilidad al conductor, que
debe pedir un crédito de alto interés para adquirir un vehículo y
convertirse en el codiciado ‘socio’ de Uber, la corporación
extrae del conductor más que simple tiempo de trabajo.
La
demanda general de mano de obra parece estar reduciéndose en la
economía de la inteligencia. Como subraya The
Economist, “en
1990, los tres mayores fabricantes de coches en Detroit tenían entre
ellos ingresos de 250.000 millones de dólares, una capitalización
de mercado de 36.000 millones y 1,2 millones de empleados. En 2014,
las tres mayores empresas de Silicon Valley tenían ingresos de
247.000 millones y una capitalización de mercado de más de un
billón, pero sólo 137.000 empleados”.
En
el trabajo a demanda y el microtrabajo, el modelo de negocios de la
plataforma y sus algoritmos auxiliares crean competencia perpetua
entre trabajadores individuales, fragmentándoles e impidiendo que se
organicen colectivamente o se sindicalicen por sus derechos. En los
sectores de servicios e industriales intensivos en mano de obra
tradicionales, el capital de los datos está efectuando de forma
lenta pero segura una transformación de alto alcance.
Las
proyecciones muestran que la automatización basada en la
inteligencia artificial (IA) eventualmente sustituirá a la mano de
obra. Se estima que más del 40% de la fuerza de trabajo global
perderá sus empleos por la alteración de la industria por la IA
durante los próximos 15-25 años.
Un
limitado número de empleos de alta remuneración pueden abrirse para
individuos con habilidades avanzadas en el desarrollo de datos y
tecnologías de IA. Pero la mayoría de la fuerza de trabajo global
acabará en trabajo de servicios mal pagado y personalizado. Para los
países del Sur Global, el desafío será especialmente pernicioso. A
medida que los salarios en crecimiento erosionan la ventaja
comparativa de la mano de obra en estas economías, el cambio a la
tecnología IA probablemente desencadenará una tendencia a la
relocalización, en la que las fábricas sean reubicadas en países
más ricos que ofrezcan apoyo de infraestructuras más sofisticado
para el despliegue de los sistemas de IA.
Según
el Banco Mundial, probablemente más de dos tercios de la fuerza de
trabajo en los países en vías de desarrollo perderán puestos de
trabajo. No está claro cómo estos cambios cambiarán la
segmentación de género y las jerarquías en los mercados de
trabajo. Sin embargo, si atendemos a las tendencias actuales, las
mujeres parecen ser las primeras en perder sus trabajos en esta
transición, con un retroceso de los avances tanto en cuanto a paga
como a estatus.
c)
De la acumulación por desposesión al cercamiento del tiempo-espacio
a escala planetaria
Capturar el tiempo y lugar previamente no mercantilizado siempre ha sido una estrategia central de la expansión capitalista. En la economía de la inteligencia, estamos siendo testigos de una nueva fase de esta ‘acumulación primitiva’ —mediante ‘la desposesión de datos’. La expropiación de datos desde los intercambios sociales cotidianos a través del modelo de negocio de plataforma es comparable a la expropiación de recursos naturales para la producción capitalista en una época anterior.
La
extracción de datos generalizada por las empresas de plataforma ha
transformado la interacción social de la que se extraen datos en un
factor de producción, un recurso tan inestimable como la tierra para
la creación de bienes y servicios. La centralización de riqueza y
poder hoy deriva de una calidad y escala de desposesión sin
precedentes.
La
dinámica de desposesión de datos se autoimpulsa. Ahora se comprende
bien que las plataformas buscan agresivamente una estrategia de
encerrar a los usuarios, ofreciendo gratificación instantánea a
cambio de datos y de volverles costoso abandonar una plataforma. Las
‘súper-plataformas’ chinas WeChat y Meituan-Dianping combinan
noticias, entretenimiento, críticas de restaurante, entrega de
comida y transporte, junto a aplicaciones transversales como sistemas
de pago y billeteras digitales, demostrando una ‘adherencia’ que
es casi adictiva.
La
incesante minería de datos no sólo transforma las interacciones
sociales mediante su mercantilización. Los ecosistemas de datos-red
‘inteligentes’ van un paso más allá. Crean el cerebro que
permite la captura integral de todo el proceso de producción. La
granja basada en blockchain de Alibaba conecta a productores en Nueva
Zelanda con consumidores en Beijing, creando una cadena de suministro
continua. De igual forma, el Cerebro Agrícola ET de Alibaba afianza
los cultivos agrícolas corporativizados en Asia, adquiriendo tierras
agrícolas y actividades basadas en la agricultura por control remoto
mediante tecnologías IA para supervisión en tiempo real.
El
capital es así capaz de combinar las dimensiones del tiempo y el
espacio, para crear un nuevo marco mercantilizado para las cadenas de
valor de la agricultura con consecuencias a largo plazo
potencialmente adversas. Como observa GRAIN, una organización que
trabaja para apoyar a pequeños granjeros y la biodiversidad, esta
consolidación transfronteriza del campo a la mesa por las grandes
tecnológicas no sólo debilita los modos de vida tradicionales, sino
que también podría eliminar las economías agrícolas locales en
Asia.
Cuando
la participación en la plataforma bajo los términos del propietario
de la plataforma se vuelve de facto la única opción para los
actores económicos, el extractivismo de datos se normaliza.
Similares a las prácticas predatorias del colonialismo histórico,
las tácticas de plataforma de la corporación inteligente funcionan
como un proyecto neocolonial. La diferencia es que esta vez, más que
empresas europeas, las empresas de plataforma estadounidenses y
chinas están al mando.
Facebook
Zero, so pretexto de proporcionar conexión subvencionada a internet
a grupos marginados, se ha centrado esencialmente en abrir mercados
de datos sin explotar en el Sur Global. La Plataforma de Comercio
Mundial electrónica, una iniciativa de Alibaba, es un esfuerzo de
extraer inteligencia respecto a mercados previamente inexplorados en
países africanos mediante la construcción de capacidades digitales
y de datos de pequeñas y medianas empresas.
La
plataforma Digifarm, conducida en Kenia por el operador de
telecomunicaciones líder, Safaricom (lanzado por Vodafone), es de
hecho un intento de asegurarse datos valiosos sobre prácticas
agrícolas y comportamiento de crédito de hogares agrícolas
minifundistas para construir servicios financieros alrededor de su
sistema de dinero móvil ‘M-PESA’.
Una
explotación profundamente insostenible del mundo natural acompaña
las rápidas incursiones de la corporación inteligente. Tomemos el
ejemplo de la enorme huella ecológica del sector de entrega de
comida online. Según un estudio de 2018 publicado en la revista
científica Resources, Conservation and Recycling, la entrega de
comida rápida puerta a puerta en China supuso un aumento de casi
ocho veces en los residuos de envases en sólo dos años, de 0,2
millones de toneladas (2015) a 1,5 millones de toneladas (2017).
Esto
ha coincidido con el crecimiento exponencial del sector en el país,
donde el número de clientes que usan plataformas de entrega de
comida ha ido desde cero en 2009 (cuando apareció la primera app de
entrega, Ele.me) hasta 406 millones para finales de 2018.
La
economía de la inteligencia es una auténtica devoradora de
recursos, de cuyos servicios de datos en red se espera que consuman
cerca de una quinta parte de la electricidad global para 2030, sólo
para mantener el ritmo.
La
pérdida de autodeterminación para los individuos y comunidades en
estos nuevos modos de producción basados en la inteligencia refleja
una asimetría en el poder que era previamente imposible. Esta es la
ruta por la cual la flamante nueva corporación coloniza los cuerpos
y la naturaleza, toma el control de la producción y la reproducción
social, e intensifica la acumulación a escala global.
Igual
que la acumulación de capital imperialista empobrecía a las
colonias, los territorios de los que son extraídos datos por las
empresas de plataforma globales chinas y estadounidenses se
encuentran atrapados en las partes de bajo valor del nuevo orden
económico.
Como
destaca la edición de 2019 del Informe sobre Economía Digital de la
UNCTAD, el valor de capitalización de mercado de las 70 mayores
plataformas digitales del mundo, aquellas de Estados Unidos y China
tienen una cuota combinada del 90%, comparado con un mero 1% de
África y América Latina.
d)
La ‘corporación profunda’ y la muerte del contrato social
No es un secreto que en la era digital, el Estado profundo ha tenido un cambio de imagen. Las revelaciones de Edward Snowden y las declaraciones de testigos de Xinjiang, la región china de mayoría uigur, han expuesto los trabajos oscuros del complejo militar-industrial contemporáneo, el nexo impío entre las grandes tecnológicas y el Estado. Los activistas por la justicia comercial han señalado constantemente hacia la ‘mano oculta’ de Silicon Valley y las corporaciones chinas en utilizar a sus gobiernos para que ayuden a sus intereses, reduciendo las decisiones políticas a decretos ejecutivos para consolidar su poder.
Pero
lo que sólo recientemente está saliendo a la luz es el ascenso de
la ‘corporación profunda’ –la extensión de los tentáculos de
tipo kraken de
las corporaciones inteligentes en el corazón de la vida pública. La
subsunción de la vida social por el capitalismo de plataforma ha
distorsionado el espacio político gracias a las cámaras de
resonancia de la esfera pública automatizada.
El
contagio de la propaganda malintencionada y la guerra informativa a
las campañas políticas se ha vuelto imposible de contener en una
esfera pública determinada por filtros algorítmicos. En este
escenario, la misma democracia deliberativa está bajo amenaza de
extinción.
Las
asociaciones público-privadas en los sistemas de asistencia social
digitalizados suponen una seria amenaza para el contrato social. En
2012, la Agencia de Seguridad Social de Sudáfrica entró en una
asociación con una empresa que desarrollaba soluciones de pagos
digitales para gestionar su distribución de prestaciones sociales.
Explotando su acceso a los detalles bancarios de los receptores de
las prestaciones, la empresa empezó a hacer deducciones no
autorizadas de las cuentas beneficiarias hacia créditos y servicios
financieros de sus empresas hermanas. El Estado se vio con severas
restricciones para castigar a la empresa, ¡que amenazó con
marcharse con toda la base de datos si se rescindía el contrato!
El
sistema de crédito social desarrollado en China en asociación con
ocho empresas tecnológicas lleva la ‘corporatización’ del
gobierno a un nivel totalmente nuevo. El acceso a las prestaciones y
a los derechos garantizados de los ciudadanos se basan ahora en la
calificación de comportamiento en función del historial de compra
online, transacciones financieras, y las conexiones en las redes
sociales de las plataformas asociadas.
Con
el arquetípico ‘buen consumidor’ convirtiéndose en el ciudadano
merecedor, la ciudadanía es así separada de reclamaciones
políticas. La ‘corporación profunda’ adquiere la autoridad
formal para mediar el contrato social.
VIVIR CON LA CORPORACIÓN INTELIGENTE
Estamos
viviendo en una fase del capitalismo marcada por la extrema
concentración de mercado, la desigualdad sin precedentes en la
riqueza y la participación en declive del trabajo en la renta
global; un estado de cosas que ha llevado incluso al FMI a expresar
precaución. No es coincidencia que este periodo de injusticia
económica intensificada haya coincidido con el auge del capitalismo
de plataforma y su vehículo en tiempo real, la corporación
inteligente.
¿Qué
significa vivir con la corporación inteligente?
En primer lugar, como este ensayo ha mostrado, lo que es nuevo sobre esta fase del capitalismo que ha generado la economía de la inteligencia es un cambio profundamente cualitativo. La ‘datacización’ y el capital de los datos transforman la forma en que ocurre la ‘acumulación por desposesión’ capitalista. La ‘inteligentificación’ hace plausibles una colonización y mercantilización a escala planetaria de la vida cotidiana por la nueva corporación de formas previamente imposibles. Tanto la naturaleza como los cuerpos están atrapados en un cercamiento planetario en la medida en que todo y todos pueden ser convertidos en datos.
En
segundo lugar, la ‘inteligentificación’ alimenta y envalentona
el aparato de financiarización que dirige la economía neoliberal.
Mediante la confluencia perversa de datos y finanzas, la corporación
inteligente universaliza y naturaliza su autoridad, destruyendo el
mercado de cosas e ideas.
En
tercer lugar, mediante el extractivismo de datos, la corporación
inteligente devasta la sociabilidad, llevando el proyecto ideológico
del neoliberalismo de camino a la expropiación de lo político. Esto
es una profunda invasión, una ‘usurpación ontológica’ de la
subjetividad humana.
¿Dónde
nos deja todo esto?
Como ha destacado la UNCTAD, el ritmo de concentración de poder de mercado es extremadamente preocupante. Consideremos esto: la ratio de beneficios por ventas de Amazon aumentaron del 10% en 2005 hasta el 23% en 2015, mientras que la de Alibaba aumentó en sólo cuatro años desde el 10% en 2011 hasta el 32% en 2015.
Los
responsables políticos de todo el mundo están teniendo problemas
para reformar sus leyes para frenar a la corporación inteligente.
Incluso los Gobiernos domésticos de las poderosas corporaciones de
plataforma de EEUU y China están teniendo problemas para contener
sus excesos.
La
Comisión Federal de Comercio (FTC, por sus siglas en inglés) de
EEUU está investigando actualmente a Amazon y Facebook por abuso de
dominio de mercado mientras que el Departamento de Justicia de EE UU
está investigando a Google. El Estado de California se está
enfrentado a una gran resistencia de Uber y Lyft a su nueva
regulación de los derechos laborales de los ‘gig workers’, con
las dos empresas actualmente liderando una iniciativa de votación de
60.000 millones de dólares para zafarse de la responsabilidad como
empleadores.
En
noviembre de 2019, la administración estatal para la regulación del
mercado en China tuvo que celebrar una reunión con Alibaba y otras
plataformas minoristas online respecto a su abuso hacia terceros
proveedores, en violación de las normas existentes para restringir
la conducta anticompetitiva.
En
países donde la economía de plataforma doméstica está en ciernes,
la situación es incluso peor. A menudo, los marcos
legales-institucionales para gobernar a las plataformas corporativas
están completamente ausentes. Por ejemplo, Nigeria no ofrece
protección legal adecuada a las pymes y a los consumidores en su
emergente mercado de comercio digital. De igual forma, los
trabajadores de plataformas del trabajo doméstico en Filipinas, del
turismo en Indonesia, y del transporte en Sudáfrica no están
cubiertos bajo las leyes laborales existentes.
Los
críticos de la corporación transnacional (TNC, por sus siglas en
inglés) industrial han mostrado desde hace mucho tiempo cómo la
desterritorialización y desnacionalización de sus operaciones de
negocio crea una crisis de gobierno corporativo. La naturaleza
virtual u online y global de la corporación inteligente ha
exacerbado este problema. Las lagunas de la tributación predigital
basadas en una presencia física en un país dado han sido explotadas
de forma efectiva por las empresas de plataforma para escaparse de la
responsabilidad fiscal, mediante al cambio de los beneficios a
jurisdicciones de bajos impuestos.
De
igual forma, cuando se enfrentan a la responsabilidad por prácticas
de mercado injustas en mercados extranjeros, es muy fácil para las
empresas de plataforma cambiar la responsabilidad a su empresa madre
fuera de la jurisdicción. Por ejemplo, Uber en Sudáfrica recurrió
a la defensa de que sus conductores socios eran empleados de la
empresa madre con sede en Países Bajos y no de la subsidiaria
sudafricana, para evadir sus responsabilidades bajo las leyes
laborales existentes.
La
falta de regulaciones internacionales vinculantes que gobiernen los
flujos de datos transfronterizos también ha ayudado al extractivismo
de datos rampante, igual que el vacío en la fijación de normas
sobre las obligaciones de derechos humanos para las TNC.
El
enorme peso político de las corporaciones inteligentes ha alcanzado
proporciones letales para la democracia y la política. En Estados
Unidos, por ejemplo, cuando Amazon estaba buscando un lugar para
albergar su nueva sede, los gobiernos locales se pusieron de los
nervios, poniéndose de rodillas desesperadamente en el proceso de
puja, ya que ponían sus esperanzas en que Amazon HQ2 reviviera sus
moribundas economías locales. ¡Una ciudad incluso ofreció a Jeff
Bezos [director ejecutivo de Amazon] una alcaldía permanente!
La
corporación inteligente ha tenido incluso mayor éxito que la
corporación industrial en lanzar la red invisible del poder
discursivo para distraer a los detractores. Esto se debe en parte al
poder persuasivo de la ideología californiana. Los fundadores
libertarianos en la temprana era tecnológica fueron capaces de
empaquetar como libertad respecto a la regulación un inquebrantable
compromiso con la libertad personal y económica.
Los
fundadores y CEO de Silicon Valley se han proyectado como anárquicos
defensores de las libertades individuales, manteniendo valores
tecno-libertarianos, apoyando el filantro-capitalismo y defendiendo
un descarado tecno-solucionismo para solventar problemas
socioestructurales. También han tenido éxito en promover la ficción
del ‘emprendimiento’ como un nuevo golpe contra las políticas
públicas inadecuadas.
Incluso
las empresas tecnológicas chinas, con una genealogía diferente de
un capitalismo respaldado por el Estado e hipernacionalista, han
desplegado una versión reducida de esta visión económica
neoliberal en sus llamamientos a las audiencias globales. Por
ejemplo, en su intervención plenaria en el Foro Público de 2018 de
la Organización Mundial del Comercio (OMC), Jack Ma, fundador del
grupo Alibaba y de la iniciativa Plataforma Electrónica de Comercio
Mundial, observó que impulsar la oportunidad digital para pequeños
negocios, mujeres y jóvenes, especialmente aquellos de países en
vías de desarrollo, significaba menos normas y comercio digital más
libre.
Aunque
las incursiones del capitalismo en la filantropía del desarrollo no
son nuevas en absoluto, el alcance global y la destreza ideológica
llevan la despolitización del desarrollo a nuevos niveles.
Más
recientemente, tras las demandas judiciales por malas prácticas
presentadas contra las grandes tecnológicas por sus propios
empleados, las revelaciones sobre CEO fundadores que han disfrutado
de un estatus divino, y el desencanto público con múltiples
revelaciones de minería de datos clandestina y manipulación de
algoritmos, el anterior brillo parece estar desluciéndose.
Alphabet
(la empresa madre de Google) ya no puede usar su eslogan ‘Do the
right thing’ (Haz lo correcto) sin ironía. Facebook ha sido
obligado a pasar desde la frase ‘protector y defensor de las
libertades de la comunidad global’ a la defensa de ‘demasiado
grande para caer’. Quizá Alibaba no pueda proclamar su compromiso
con el desarrollo de pymes en África durante mucho más tiempo.
La
fachada se ha desmoronado. Y esta ruptura en la hegemonía discursiva
de la corporación inteligente en la que estamos actualmente situados
es el momento correcto para construir un desafío colectivo.
Así
que debemos resistir, para que la riqueza de los datos y redes pueda
ser apropiada y utilizada para crear una sociedad justa y humana.
Esto significa agarrar a la corporación inteligente por los cuernos,
y forjar un movimiento que sea capaz de lidiar con los límites
ético-políticos de la inteligencia digital.
AMANSAR AL LEVIATÁN Y RECLAMAR EL PLANETA
Dada
la enorme influencia económica y política de la corporación
moderna en la era de los datos, liberar a la gente y al planeta del
poder corporativo es una tarea urgente. Las luchas contra la extrema
injusticia del régimen de comercio global y de propiedad intelectual
por movimientos sociales transnacionales han mostrado la necesaria
conexión entre la agenda por la justicia en el desarrollo y el
desmantelamiento del poder corporativo. Construir alianzas entre
movimientos se ha vuelto una estrategia vital para detener el
inexorable expolio de las TNC.
El
movimiento por la justicia en el comercio contra la globalización
corporativa, la búsqueda del desarrollo sostenible del movimiento
medioambiental, las luchas feministas para reclamar del capital el
cuerpo y la esfera de la reproducción social, y la lucha de los
trabajadores contra la presión intensificada sobre la mano de obra y
el desmantelamiento de la protección social en la globalización
neoliberal son ejemplos inspiradores a este respecto.
La
sociedad civil transnacional ha construido minuciosamente alianzas y
solidaridades entre estos movimientos para revelar los excesos
corporativos, poniendo presión sobre la ONU a favor de un tratado
vinculante global sobre las obligaciones de derechos humanos de las
TNC frente a probabilidades casi insalvables.
En
la era digital, a medida que el poder corporativo asume proporciones
indomables —con los CEO de las tecnológicas forjando dominios de
datos sobre los que mandan— puede que los actuales marcos de
análisis de poder y acción no vayan muy lejos. Se necesita
urgentemente una estrategia concertada y coherente para permitir una
distribución más equitativa de los beneficios de la inteligencia
basada en datos.
El
Manifiesto por la Justicia Digital lanzado en noviembre de 2019 por
la Just Net Coalition —mediante un proceso de diálogo estratégico
y sostenido entre grupos y activistas de derechos digitales, justicia
comercial, feministas, ecologistas, laborales y de derechos humanos—
esboza tal hoja de ruta.
Como subraya el Manifiesto, necesitamos
acción inmediata en tres frentes amplios para reclamar poder digital
de la corporación inteligente:
(a)
recuperar la propiedad de nuestros datos e inteligencia personales y
colectivos instituyendo un marco de derechos económicos para los
recursos de datos.
(b)
recuperar las infraestructuras de plataforma críticas de manos
privadas y haciendo funcionar infraestructuras de plataforma críticas
como servicios públicos.
(c)
llevar a cabo un modelo de gobierno de lo local a lo global para la
infraestructura digital y de datos que apoye las economías locales y
la autodeterminación democrática de las colectividades, impidiendo
el cercamiento de todo el mercado y los ecosistemas sociales por una
inteligencia centralizada.
En
otras palabras, el gobierno de la infraestructura tecnológica debe
permitir el florecimiento de economías locales dispares y abrir
espacio para que funcionen modelos de plataforma múltiples
(cooperativas, empresas sociales, públicas, etc.), desafiando el
ímpetu totalizador del capitalismo de inteligencia global.
La
globalización y financiarización neoliberales han llevado a
sociedades profundamente desiguales. La impunidad de la TNC ha sido
central para esta dinámica.
Los
movimientos sociales han realizado varias propuestas creativas para
contrarrestar esto: obligar a la renovación de los contratos cada
cinco años, revocando el principio de la perpetua existencia legal
de las corporaciones; gravar el comercio de acciones sobre la base
del período de tenencia para contener la especulación financiera;
poner un límite a los bienes individuales de los fundadores/CEO,
etc.
La
‘inteligentificación’ demanda una nueva frontera para la
resistencia. El poder de la corporación inteligente debe contenerse
mediante tácticas pequeñas y grandes en los terrenos políticos y
culturales. Debe explorarse una nueva sabiduría sobre el gobierno de
los datos, hacia un futuro verdaderamente emancipatorio para todos.
Anita
Gurumurthy es miembro fundador y directora ejecutiva de IT for
Change. Anita trabaja en los temas de economía digital y sociedad,
con un enfoque sobre la economía política del desarrollo. Escribe
regularmente sobre la conexión digital con la justicia social y de
género.
Nandini
Chami es subdirector de IT for Change. Está relacionado con la
investigación y defensa de políticas en las intersecciones de
política digital, justicia en el desarrollo e igualdad de género.
Sus intereses en la investigación son la justicia en los datos, las
economías de plataforma inclusivas, y la justicia de género y
digital.
Artículo
original: The intelligent Corporation, publicado por el Transnational
Institute. Traducido
para El Salto por Eduardo Pérez.
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