Introducción: Hallar senderos pluriversales
Pluriverso es
un ambicioso diccionario
del posdesarrollo que
recoge ciento ocho ensayos elaborados por más de ciento veinte
coautores. En la estela de otro libro imprescindible,
aquel Diccionario
del desarrollo que
coordinó Wolfgang Sachs (prologuista de este nuevo proyecto) hace
más de un cuarto de siglo, la obra está coordinada de manera muy
solvente por Ashish Kothari, ambientalista indio; Ariel Salleh,
socióloga australiana; Arturo Escobar, antropólogo colombiano;
Federico Demaria, investigador italiano en ecología política y
economía ecológica; y Alberto Acosta, economista y político
ecuatoriano. Publicado primero en la India (ya esto manifiesta un
deseo de romper la dinámica centro-periferia), Pluriverso ha
sido rápidamente traducido a varios idiomas.
La
coordinadora y los cuatro coordinadores exponen que la crisis
“sistémica, múltiple y asimétrica” (p. 35) que afecta a todo
el mundo es el fruto de una sociedad capitalista que ha construido su
noción de progreso a
partir del crecimiento cuantitativo basado en la métrica del PIB, la
acumulación de riqueza, el individualismo y el consumismo
desregulado, lo cual nos ha llevado a un neoliberalismo
tecnocrático.
Como alternativa, los autores proponen avanzar hacia un pluriverso,
definido al modo neozapatista como “un mundo en el que caben muchos
mundos” (p. 42) y conformado por dos objetivos principales. El
primero se refiere a la construcción de “un mundo ecológicamente
sabio y socialmente justo” (p. 44), que pretende cuestionar los
actuales discursos continuistas o reformistas, superar estructuras de
opresión y desigualdad como el racismo o el patriarcado y hallar una
nueva forma de relacionarnos con la naturaleza. El segundo objetivo
busca eliminar dicotomías integrando a los colectivos discriminados
históricamente y promoviendo el cambio desde el universalismo
impuesto por Occidente hacia una “pluriversalidad”.
La obra se divide
en tres partes. La primera de ellas (“El desarrollo y sus crisis”)
plantea un análisis de la situación ecológica, política,
económica y social de cada continente. En la segunda (“Universalizar
la Tierra”) se exponen distintas propuestas ya planteadas en el
panorama moderno cuyo fin era hallar la solución a los conflictos
ambientales, pero que en realidad han resultado ser ineficientes o
insuficientes, e incluso algunas de ellas han sido configuradas como
una tapadera a la verdadera problemática, agravando así el
conflicto. Finalmente, el último apartado (“Un pluriverso de los
pueblos”) hace hincapié en aquellas alternativas realmente
transformadoras, que desplazan el desarrollo como principio
organizador de la vida social hacia otro enfoque.
El
desarrollo y sus crisis: experiencias globales
La noción
moderna de desarrollo (cuya acta de nacimiento cabe fijar en el
discurso que el presidente estadounidense Truman pronunció el 20 de
enero de 1949), asociada a dinámicas de neocolonialismo,
imperialismo y neoliberalismo, es duramente criticada debido a la
falta de responsabilidad que supone hacia las personas y el medio
ambiente. Los movimientos eco-socio-territoriales y la
ambientalización de las luchas cuestionan los modelos
monoculturales, patriarcales, instrumentales, antropocéntricos y
jerárquicos, que han permitido la acumulación de reservas y
beneficios en los países “sobredesarrollados”, acaparando
recursos estratégicos en beneficio propio (reduciendo a los países
“subdesarrollados” a posibles clientes comerciales). Además, el
consumo generalizado por parte de una minoría privilegiada ha
acentuado las asimetrías entre el centro y la periferia.
En el ámbito
social, natural y humano se denuncia la ausencia de compromiso a
nivel global con los límites ecológicos y con valores como la
justicia o la equidad, la degradación de los ecosistemas isleños en
Oceanía debido a la venta de sus gobiernos a las grandes empresas
extranjeras, la explotación masiva de pueblos y el acaparamiento de
tierras de tribus indígenas en el Sur global, la colonización y
dominación occidental sobre África, el uso devastador de recursos
naturales en América del Sur ligado al alto consumo por parte de los
países más ricos, y el sistema patriarcal que no condena la
desigualdad en Asia y que provoca violentas y crueles guerras.
Además, también se ofrece la visión acerca de Europa: la idea de
desarrollo se presenta como fallida, dirigiendo al continente a la
vía del “maldesarrollo” como consecuencia del capitalismo (p. 75
y ss.).
En
materia económica, el enfoque de la economía de libre comercio, la
cual merma la producción de proximidad, centra el foco en el fuerte
neoextractivismo en América del Sur, la implantación de
monocultivos en África destinados a la exportación que beneficia a
las empresas transnacionales, una imposición industrial a los
agricultores de Asia que les genera una dependencia de la compra de
productos químicos de síntesis, el afán de acumulación de
beneficio a corto plazo y crecimiento perpetuo y la tendencia egoísta
dentro de la lógica de
los mercados competitivos y especulativos, orientando el mundo hacia
el colapso y la destrucción. También cabe destacar que el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial han sido utilizados en
América del Norte para prestar ayuda a los países más pobres,
generando así más subordinación y sometimiento.
Dentro
de este capítulo encontramos, por un lado, una serie de medidas
populares que gozan de una amplia legitimación y aceptación, ya que
están arraigadas en la conciencia ciudadana y son muy promovidas por
distintas instituciones. Entre ellas se encuentra el desarrollo
sostenible,
que pretende compatibilizar el desarrollo económico con la
conservación del medio ambiente a través de un crecimiento global
continuo, hecho que resulta un oxímoron ya que en ningún momento el
desarrollo, entendido como crecimiento económico, puede ser
sostenible. En la misma línea se encuentra la economía
verde,
que pretende superar el problema ambiental poniendo precio a la
naturaleza, lo cual, además de no acabar con el problema, agrava los
conflictos en los países “en desarrollo” que no disponen de
leyes ambientales, provocando un comercio de la contaminación. La
economía circular, con su eslogan conocido de las
tres R,
es criticada por la vaga aplicación que tiene en la práctica, donde
por ejemplo solo un 6% de los materiales extraídos son reciclados.
Por
otro lado, encontramos propuestas con menos reconocimiento global
camufladas bajo la apariencia de soluciones eficaces, como serían
las reformas implementadas en los países “en desarrollo” como
los BRICS,
las cuales parecían ser una vía de escape al orden económico
mundial pero que sin embargo han terminado inmersas en el sistema
capitalista, propiciando la explotación laboral y ambiental. Junto
con ello, encontramos las ayudas al desarrollo, que bajo la imagen de
solidaridad entre países esconden la perpetuación del colonialismo
y la sumisión bajo las grandes potencias, pudiendo desembocar en el
caso extremo de la ética
del bote salvavidas (aquel
invento de Garrett Hardin), que acusa a los países “en desarrollo”
de ser culpables de la situación actual.
Finalmente,
existen distintas corrientes que proponen la tecnología como
solución a todos los problemas. Algunas de ellas son el
ecomodernismo, que dibuja un “desacoplamiento” de la naturaleza;
y la geoingeniería, que tiene fe absoluta en la tecnología,
defendiendo aspectos como la manipulación del clima y la alteración
de los ecosistemas. Además, encontramos casos más macabros como la
ingeniería reproductiva y el transhumanismo, partidarios de la
búsqueda de la perfección humana mediante la clonación y la
alteración genética.
Como ya se ha
comentado, este apartado presenta un amplio abanico de corrientes que
rompen con el sistema actual y buscan la forma de convivir como
sociedad en armonía con la naturaleza.
Encontramos una
serie de propuestas legales que pretenden institucionalizar la
naturaleza y abogar por sus derechos, no asignando una cuantía
monetaria, sino reconociendo su valor y su riqueza en sí misma. Un
ejemplo de ello sería la reivindicación del Tribunal por los
Derechos de la Naturaleza que, mediante la celebración de juicios no
vinculantes, lucha por dar voz a esta misma.
Por otro lado,
también se exponen diversas corrientes religiosas que han entendido
que se trata de luchas afines a sus prácticas (aunque sus propias
escrituras sagradas no incluyan esta problemática), por lo que han
extendido la aplicación de sus doctrinas a los seres no humanos y a
formas de organización social más horizontales. Este sería el caso
del ibadismo, o lo que es lo mismo, el islam opuesto a la tiranía y
a la dominación basado en un estilo de vida comunitario con la
igualdad como valor principal. Otro caso destacable es el uso del
hinduismo como institución poderosa para concienciar a sus adeptos
sobre la importancia de conservar la riqueza ambiental de los lugares
sagrados y extenderlo a todos los parajes naturales; maniobra
utilizada también por el budismo, que pretende combatir el problema
desde la sabiduría.
Dentro del campo
de la política, se defiende la autoorganización de los pueblos, su
derecho a decidir mediante democracia directa, la supresión de las
jerarquías de poder y la aproximación de la política al ámbito
local donde todos los seres, humanos y no humanos, pueden ser
escuchados y tenidos en cuenta. Todos ellos abogan por la revolución
sin promover el desarrollo, es decir, llevando por bandera un
pacifismo real, puesto que hasta el momento la lectura que se ha
hecho del desarrollo como “el nuevo nombre de la paz” (p. 373) ha
dado lugar a una realidad más desigual e insostenible. La teoría
más promovida es el ecosocialismo, que plantea “una política
económica alternativa y radical basada en criterios no monetarios:
en las necesidades sociales y el equilibrio ecológico” (p. 278), y
que apuesta, entre otras medidas, por una reducción de la jornada de
trabajo con el fin de tener más tiempo libre para destinarlo a la
participación en el debate político y económico y lograr una mejor
gestión de la sociedad. Un buen ejemplo de comunidades organizadas
con tal sistema serían los caracoles del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional en Chiapas.
En el ámbito
económico, existe unanimidad respecto a la necesidad de promover un
nuevo paradigma centrado en “el decrecimiento como matriz de
alternativas” (p. 206). La producción y los mercados locales deben
pasar a ser los ejes organizadores del sistema, “debemos regresar a
una economía con una brújula moral” (p. 272) y abandonar la
concepción de ésta como esfera autónoma y dominante. Además, se
da una fuerte oposición a utilizar el PIB como indicador único y
determinante del nivel de desarrollo de una comunidad. Una de las
sociedades que ha apostado de forma clara por este sistema es la
kurda, planteando una economía no acumuladora que asienta la
solidaridad como valor central, promueve la cooperación entre seres
humanos y fomenta la desmercantilización de la naturaleza.
Para concluir, el
libro nos presenta una infinidad de movimientos sociales y estilos de
vida basados en muchos de los factores destacados previamente, es
decir, una política sin intermediarios y asamblearia; una economía
que abandona el crecimiento como único objetivo, se centra en el
bienestar de los individuos y es consciente de las necesidades
ambientales; y la maestría espiritual como organizadora de las
relaciones sociales. Reivindica el papel fundamental de las
comunidades indígenas como promotoras del Buen Vivir y del
cuestionamiento de la Modernidad. Podemos navegar desde el Pacífico,
donde nos encontramos con la isla de Pongso no Tao, que alberga seis
comunidades tribales independientes con un calendario ecológico
propio y un cuidado intergeneracional de la naturaleza, hasta Bután
y su noción de la Felicidad Nacional Bruta, “un indicador
holístico que debería reemplazar al PIB para orientar las políticas
de desarrollo” (p. 291) y que cuenta con un umbral de suficiencia
para cada parámetro con el fin de medir el bienestar de manera
integral.
A lo largo de
toda la obra nos encontramos con una visión cercana a las diferentes
ideas o movimientos que se exponen, puesto que las personas que los
relatan han vivido en primera persona dichas experiencias o han
dedicado gran parte de su vida académica a entenderlas desde dentro.
Además, no sólo se critica el modelo occidental de manera
explícita, sino que los autores también evidencian cierta falta de
corrientes transformadoras en el Norte global con respecto del resto
de territorios, debido al pequeño porcentaje que representan las
primeras en proporción a las segundas. El modelo expuesto como
alternativo atribuye un valor especial a las comunidades indígenas,
alabando sus modos de vida austeros y autosuficientes basados en el
respeto hacia la naturaleza, sus vínculos dentro de la comunidad e
intercomunitarios, y una organización política, económica y social
que empodera el ámbito local.
Cabe destacar la
redacción en clave optimista que evoluciona a lo largo del libro. A
pesar de empezar con una visión crítica acerca de la realidad
actual, se exponen más de ochenta ensayos que abordan soluciones y
nuevos modelos que apuestan por un cambio radical en el paradigma
actual, ofreciendo una bocanada de aire fresco para las generaciones
futuras. Cabría preguntarse si no se produce cierta idealización de
lo lejano, sugiriendo que experiencias e iniciativas practicadas en
regiones remotas funcionan sin ningún defecto cuando la realidad
suele ser mucho más compleja. Pero, en cualquier caso, se trata de
una obra altamente enriquecedora y estimulante, de cuya traducción
al castellano no podemos sino felicitarnos.
Ashish
Kothari, Ariel Salleh, Arturo Escobar, Federico Demaria y Alberto
Acosta (coords.):
Pluriverso:
un diccionario del posdesarrollo.
Icaria Editorial (Colección Antrazyt), Barcelona 2019.
Traducción
de Angello Ponziano. 479 páginas. PVP 29,50€
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