EL ENFOQUE BASADO EN LOS DERECHOS HUMANOS ES INHERENTE A LA ECONOMIA SOLIDARIA
Prólogo de la publicación "Economía
Solidaria y Derechos Humanos"
Vincular la economía
solidaria con un enfoque del desarrollo basado en los derechos
humanos, tal como se propone este trabajo, es una tarea importante
para la propia economía solidaria, en una coyuntura de fuertes
oportunidades para crecer como la que está viviendo.
El enfoque basado en
los derechos humanos es inherente a la economía solidaria, pero
hacer emerger lo implícito contribuirá a dotar de mayor coherencia,
aun, a sus prácticas y a mejorar su capacidad de influencia en la
sociedad y en las políticas públicas.
El enfoque de derechos
cuestiona radicalmente la desigualdad entre las personas, bien sea
por su clase, por su género o por su etnia, por citar tres de las
principales fuentes de desigualdad en la distribución de los
trabajos y de los recursos económicos y políticos en nuestras
sociedades. Promover dicho enfoque supone reivindicar el papel de las
políticas públicas para garantizar que todas las personas puedan
ejercer sus derechos, unas políticas que, además, deben ser
diseñadas y ejecutadas, no sobre los sujetos, sino con ellos.
Por consiguiente, el
enfoque de derechos consiste en orientar la acción pública hacia
cubrir las necesidades de todas las personas (alimentación,
vivienda, sanidad, educación y movilidad, pero también
participación, comunidad y ocio), y consiste también en promover la
implicación de los mismos sujetos en dichos procesos para que se
apropien de sus derechos y, en el proceso, aprendan, se empoderen y
se vuelvan mejores personas.
Pues bien, de todo eso
trata también la economía solidaria, o la economía social y
solidaria, como prefiero adjetivarla. Porque la economía social y
solidaria es, precisamente, autoorganización de la ciudadanía para
resolver sus necesidades mediante iniciativas económicas regidas por
los valores de cooperación, democracia, igualdad, solidaridad y
sostenibilidad; unas iniciativas que se construyen combinando los
diversos principios económicos: el mercado, la reciprocidad, la
redistribución, la planificación y la autarquía o autosuficiencia.
Hoy en día, la
economía social y solidaria se ha ido consolidando en todas las
regiones del mundo, desde que, en su versión actual, empezara a
desarrollarse en las décadas de los ochenta y noventa del siglo
pasado como una reacción a la fase actual del capitalismo que
padecemos, la neoliberal.
Para ceñirnos a las
prácticas de economía social y solidaria que se asientan en los
distintos pueblos que conforman hoy el Estado español, podemos
afirmar que ya existen multitud de iniciativas de este género que
abarcan todas las fases del ciclo económico. Tenemos prácticas de
economía social y solidaria en la producción agraria, industrial y
de servicios, en la comercialización, en el consumo, en el crédito,
en la moneda, en la distribución del excedente, en la gestión de
los recursos; son las miles de iniciativas de trabajo cooperativo,
comercialización justa, consumo responsable, finanzas éticas,
monedas comunitarias, distribución solidaria o de los comunes.
Especialmente en estos
años de crisis, desde 2008, la economía social y solidaria está
siendo una gran fuente de innovación. No es casualidad, sus propias
características la llevan a innovar. Porque la economía solidaria
surge del contacto directo con las necesidades de la gente y es obra
de la misma gente; porque la economía solidaria es voluntad de
crear, iniciativa, participación y cooperación, cuatro ingredientes
imprescindibles para que nazca la innovación.
Es por ello que, en
estos últimos años, asistimos a una expansión de los espacios de
economía social y solidaria. Ya no son sólo las cooperativas de
trabajo, las empresas de inserción o las finanzas éticas, sino que
se les añaden, por ejemplo, los bancos de tiempo, las monedas
sociales y los huertos comunitarios.
La economía social y
solidaria está aportando nuevas soluciones en educación con los
grupos de crianza compartida y las escuelas libres; en agricultura
con los huertos comunitarios urbanos y las empresas de agricultura
social; en el mundo rural con los bancos de tierras y la recuperación
de pueblos abandonados; en alimentación saludable con las
innumerables variedades de cooperativas y grupos de consumo
agroecológico; en sectores estratégicos como la energía con Som
Energia y Goiener, como las telecomunicaciones, con Eticom, o como
los medios de comunicación con La Marea, Alternativas Económicas o
Crític; en los canales de distribución y sensibilización con las
ferias de economía solidaria y los mapas de consumo responsable y de
economía solidaria como el Pam a Pam; o en la recuperación de
equipamientos culturales como el Teatro de Barrio en Madrid o los
cines Zoco en Majadahonda y Cineciutat en Palma de Mallorca.
Esta extraordinaria
riqueza aparece en el estudio que presentamos, tanto cuando se habla
de la presencia de la economía social y solidaria en los distintos
sectores económicos, como cuando se repasa el panorama de ésta en
los distintos territorios.
La economía social y
solidaria vive un período de ebullición. Ya no es algo marginal, ni
tampoco simple economía de supervivencia. Empieza a acumular la
suficiente experiencia y masa crítica para ensayar cómo cambiar de
escala y pasar del nivel micro (el emprendimiento solidario) al nivel
meso (su articulación municipal o comarcal), para presionar sobre
los gobiernos a fin de que implanten políticas públicas que la
desarrollen, para movilizarse por otras reglas de juego junto con los
demás movimientos sociales emancipadores, para entrar en diálogo
fecundo con las otras economías críticas (feminista, ecologista,
humanista, marxista, libertaria) y construir entre todas un nuevo
imaginario, un nuevo paradigma económico alternativo al
patriarcal-capitalista-productivista.
Sin duda, esa
acumulación de experiencias y de masa crítica la necesitará, la
necesitaremos, para enfrentarnos con éxito al aumento de las
privatizaciones y las desregulaciones, es decir, al robo y la
desposesión ejercidas sin tregua por las élites económicas y
financieras, armadas con las políticas neoliberales de la troika y,
si no lo evitamos, muy pronto también con el TTIP; pero también
para afrontar las amenazas cada día más visibles del cambio
climático y el fin de los recursos fósiles.
Quienes dirigen, más o
menos, esa máquina de dolor y destrucción que llamamos, por
simplificar, capitalismo siguen envalentonados, la codicia les ciega
y eso les hace todavía más peligrosos. Las mujeres y los hombres
que encarnamos la economía social y solidaria debemos unir nuestros
esfuerzos con el resto de personas conscientes para pararlos y parar
la máquina, al mismo tiempo que vamos construyendo ya desde abajo el
mundo distinto que anhelamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario