DEL TABÚ DEL
IMPAGO A LA IMPOSIBILIDAD DEL PAGO: Alternativas a la deudocracia
Cuando el pago de la
deuda sea insostenible y suponga una amenaza a los derechos económicos,
sociales y culturales, incluso a los derechos políticos o los derechos humanos,
el plantear no pagar no sólo debería ser una posibilidad, sino una obligación
moral, incluso jurídica.
Las deudas siempre se pagan, pacta sunt servanda, los
contratos están para ser cumplidos. El simple planteamiento de romper con los
contratos que nos atan a bancos, inversores y mercados financieros, a través de
la deuda, pública o privada, es inconcebible para muchos. Los que niegan la
posibilidad de un impago, total o parcial, lo hacen argumentando que, por
encima de todo, debe prevalecer la seguridad jurídica. La sacrosanta seguridad
jurídica. Una prevalencia de lo firmado que no defienden con el mismo
entusiasmo cuando se trata de respetar los derechos humanos o los derechos
económicos, sociales y culturales.
Ante la simple mención de la posibilidad de un impago
promovido por el deudor, los defensores de la prevalencia de la ley, despliegan
una serie de amenazas y panoramas catastróficos para aquél que ose desobedecer.
El cierre de los mercados financieros (quién prestará a aquél que desafíe a los
acreedores), el aislamiento económico y comercial (quién se fiará de aquél que
se crea por encima de las leyes de los mercados), y la subsecuente escasez de
recursos energéticos u otros suministros estratégicos (quién venderá a aquél
que no tenga quien le fíe). Nos llaman irresponsables i demagogas, nos tildan
de radicales de extrema izquierda que no saben de lo que hablan.
Pero lo sabemos perfectamente. Sabemos perfectamente que el
tabú del impago de la deuda es una cuestión mucho más política que económica o
técnica. En el caso de Grecia, el simple planteo de la necesidad de una
reestructuración con quita de la deuda desató las iras del eurogrupo, las
amenazas de expulsión y ostracismo. Una estrategia política desplegada contra
la democracia y para mantener al deudor en vereda - no sólo a Grecia, no se le
ocurra al resto de la periferia Europea votar a la loca izquierda que plantea
la imposibilidad de seguir pagando.
Sabemos también que el impago de la deuda, si es ordenado y
acompañado de una serie de medidas financieras, fiscales, productivas y
políticas, es posible. Lo sabemos por que además la historia es testigo de
algunos casos en los que la amenaza no ha pasado de eso, de amenaza. El propio
premio Nobel de economía Joseph Stiglitz afirma
que “tanto la teoría como la práctica sugieren que la amenaza del cierre del
grifo del crédito probablemente haya sido exagerada”. Lo cierto es que, a lo
largo de la historia, la más lejana y la más reciente, existen múltiples
precedentes de impagos, totales o parciales, de cancelación o quitas. Entre
1946 y 2008 se han dado hasta 169 casos de impago o suspensión de pagos de la
deuda pública en el mundo. De estos ejemplos, a pesar de que no sean totalmente
trasladables a nuestra realidad, podemos aprender mucho. Pero el principal
aprendizaje de la historia debe ser que sí es posible plantear un impago de
deuda.
La imposibilidad
del pago
Ante la aparente imposibilidad del impago de la deuda,
especialmente cuando este surge de una decisión soberana y unilateral del
deudor, debemos plantear la imposibilidad social, incluso financiera, de seguir
pagando. Cuando el pago de la deuda sea insostenible y suponga una amenaza a
los derechos económicos, sociales y culturales, incluso a los derechos
políticos o los derechos humanos, el plantear no pagar no sólo debería ser una
posibilidad, sino una obligación moral, incluso jurídica.
Resulta evidente que la prioridad del pago de la deuda se
impone en Europa a costa de derechos sociales. Pero también lo es que en un
mundo dominado por el capitalismo financiero no tienen el mismo peso el derecho
comercial y los derechos humanos. Ante tal asimetría cabe recordar a Thomas Sankara,
quien ya en 1986 denunciaba ante la Unión Africana: “La deuda no puede ser
reembolsada porque, en primer lugar, si no pagamos, los prestamistas no se van
a morir. Estemos seguros de esto. En cambio, si pagamos, somos nosotros los que
vamos a morir”. No asumir la imposibilidad de seguir pagando, desde un punto de
vista social y económico, es tomar la decisión de no respetar los derechos de
la población que el Estado debería proteger.
Pero de la teoría
de la justicia social y económica a la realidad del ruedo político y financiero
europeo hay un trecho. Todo es cuestión, cómo hemos visto en Grecia y en tantos
otros países antes, de hacia dónde se inclina la balanza del poder. En este
marco es necesario que las izquierdas europeas, actores sociales y movimientos
ciudadanos profundicen en las estrategias para un proyecto común en Europa que
deje atrás la deudocracia y le dé un vuelco a la Europa del capital y la
guerra. En ello están un grupo de representantes políticos, académicos y
activistas que se han unido alrededor de una serie de conferencias permanentes
bajo el título de “Plan B para Europa”.
En el marco de
esta iniciativa, y con la intención de balancearla hacia posiciones más
favorables a la posibilidad del impago de la deuda, se realizan en Barcelona
esta semana las jornadas “Un Proyecto
Común de Deuda para Europa”. Se analizaran, de forma rigurosa, sin
demagogias ni aspavientos, pero sin arrugarnos ante las amenazas del capital,
las posibilidades del impago de la deuda, herramientas como las auditorías
ciudadanas o experiencias de gestión alternativa de la deuda en otros países.
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