LA OPCIÓN DE PRESERVAR LA PAZ
Con Rota ampliamente reforzada y con
Morón como enclave del Africom, España se sitúa en el punto de mira de guerras
que no tendrían que ser las nuestras. Que no tendrían que ser.
Las armas, los drones y los bombarderos
no solo no quitan el hambre ni erradican la injusticia social, sino que generan
violencia y hostilidad. Los muros y la insolidaridad no frenan la emergencia
social de los refugiados que huyen de conflictos en los que han participado
ejércitos europeos.
Es llamativo cómo pasan desapercibidos algunos movimientos del Gobierno español en materia militar y geopolítica, cuyas consecuencias son sin dudas serias.
Por un lado, en
abril llegaba a la base de Rota el tercer barco estadounidense -con 270 marines
a bordo- que conforma el escudo antimisiles de la OTAN. Este despliegue
militar, acordado bajo el mandato del Gobierno de Zapatero, reunirá en la base
a más de 3.000 personas, 2.200 de ellas militares, con el objetivo de “hacer
frente a a las nuevas amenazas”. Washington siempre ha puesto como excusa para
justificar su escudo “las amenazas de Corea del Norte, Irán y otras en Oriente
Medio”, pero lo cierto es que Rusia lo interpreta como un intento más por
cercar su territorio, tanto en su límite occidental como en la zona asiática
(con otras bases militares).
Ante ello, Moscú
ya ha anunciado que probará en 2016 su primer barco contra el escudo
antimisiles y este mismo martes el Ministerio de Defensa ruso advertía de que
sabrá responder técnicamente al escudo.
Por otro lado, el
Pleno del Congreso acaba de aprobar el acuerdo con Estados Unidos para la
ampliación de la base de Morón, para que en ella se puedan instalar hasta 3.500
marines, frente a los 850 actuales, además de aviones militares, drones entre
ellos. De este modo Morón se convertirá en la principal base militar del
Africom, el comando de Estados Unidos para la intervención en África.
Todo esto se
enmarca en un contexto de beligerancia creciente en las fronteras de la Unión
Europea, con guerras o tensiones en el Magreb, en Oriente Medio y en el propio
corazón de Europa, a través del conflicto de Ucrania, que enfrenta por primera
vez desde 1945 a Rusia y la OTAN en territorio europeo.
Los
enfrentamientos militares en Libia o Irak, que estallaron con las operaciones
militares occidentales, junto con la guerra de Siria o la represión en Egipto
-a través de un general golpista respaldado por la comunidad occidental- han
generado una crisis de refugiados sin precedentes. Frente a ello la comunidad
internacional occidental, con España o Grecia como elementos clave a través de
sus bases militares, confunde la defensa de la seguridad con la elección de una
única opción, la de la fuerza.
Desde hace tiempo
los gobiernos del llamado Occidente hacen uso de especialistas en diversos
campos no para tender puentes con otras culturas, sino para insistir en sus
conquistas, en sus estrategias de contrainsurgencia y en sus campañas de
propaganda. Así lo han denunciado diversos antropólogos estadounidenses, ante
la participación de algunos colegas de profesión en tareas dirigidas por el Pentágono
en Afganistán o Irak y que han sido tachadasde
“poco éticas”.
Asistimos a
estrategias-bucle: se apuesta por más militarización y por el incremento de las
acciones armadas como supuesta solución en nombre de la seguridad. Pero lo cierto
es que el empleo de la fuerza no hace sino aumentar el fundamentalismo y la
confrontación. Detrás de aquello que llaman “amenazas para Occidente” se
esconden problemas estructurales, como la pobreza, la desigualdad, la falta de
inversión en educación, el neocolonialismo y la existencia de regímenes
autoritarios, apoyados buena parte de ellos por países de la OTAN.
Al igual que no
se pueden matar moscas a cañonazos, es imposible hacer frente a los “problemas
de seguridad” sin una visión multidisciplinar, a través de la política, la
sociología, la antropología o la economía, vías capaces de mejorar la situación
de los países donde presuntamente se originan esas amenazas que tantos miles de
millones de euros "justifican" en gasto militar. Las armas, los drones,
los bombardeos no solo no quitan el hambre ni erradican la injusticia social,
sino que generan violencia y hostilidad. Los muros y la insolidaridad no frenan
la emergencia social de los refugiados que huyen de conflictos en los que han
participado ejércitos europeos.
Con Rota
ampliamente reforzada y con Morón como enclave del Africom, España se sitúa en
el punto de mira de guerras que no tendrían que ser las nuestras. Que no
tendrían que ser. Europa es hoy un enorme patio trasero desde el que Estados
Unidos opera en conflictos cercanos geográficamente a territorio europeo.
Frente a ello, y más en este contexto de crisis económica, urge introducir en
el debate público la opción de preservar la paz.
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