UNA CIVILIZACIÓN PROFUNDAMENTE ANTINATURAL
No hay nada natural en lo que estamos viviendo. En cómo
están las cosas. En la forma en que vivimos. Si esto fuera la forma natural y saludable de existir de la humanidad, no
necesitaría montañas de propaganda para mantenerse.
Sin las copiosas cantidades de narrativas mentales con las que nos alimenta el poder, nunca a nadie se le ocurriría que es una buena idea o normal, alimentar guerras en el otro lado del planeta, o apoyar genocidios, o militarizar el globo con cientos de puestos militares o fomentar sistemas que permiten a unas pocas personas tener demasiado mientras que otros no tienen nada, o destruir la biosfera de la que dependemos para la supervivencia en aras de los beneficios de los accionistas. Nunca se nos ocurriría aceptar estas cosas si no viviéramos nuestras vidas saturados de un bombardeo incesante de narrativas que nos explican que debemos aceptarlas.
Vivimos así toda nuestra vida. A través de la manipulación
psicológica a gran escala, nuestras mentes se retuercen en formas antinaturales
para garantizar que pensemos, hablemos, actuemos, trabajemos, gastemos y
votemos de manera que de otro modo nunca lo haríamos, todo para mantener las
ruedas de esta distopía extraña y antinatural girando. Si los poderosos no controlaran las
narrativas dominantes de esta civilización, viviríamos en un mundo muy
diferente al actual.
Las narrativas son
las que nos meten en problemas. Son las que nos llevan a odiar, dañar y matar a
nuestros semejantes. Son las que nos llevan a un estado de ansiedad, incluso en
momentos en los que nuestros cuerpos están completamente a salvo y todas
nuestras necesidades materiales están cubiertas. Son las que han convencido a
los humanos para marchar y luchar en guerras y cometer atrocidades a lo largo
de los tiempos. La mayor parte del sufrimiento humano surge, en última
instancia, de las historias en que creemos.
Pero las historias
que nos contamos en nuestra mente son las que dan forma a esta civilización. La
única razón por la que el poder existe donde existe, por la que las naciones y
sus fronteras existen como existen, por la que el dinero funciona como
funciona, por la que las leyes se escriben y se obedecen, es porque todos hemos
acordado creer un montón de relatos inventados que dicen que estas cosas son
verdad. Mañana todos los estadounidenses podrían estar de acuerdo
en que Taylor Swift es la Dictadora Suprema de los Estados Unidos y que los
peniques de cobre son la única forma de dinero con valor, y si suficientes
personas creyeran esas narrativas, esas narrativas se convertirían en realidad.
Ese es el poder de
la narrativa, y por eso la gente poderosa dedica tanta energía a aprovecharlo.
A través del poder de la narrativa, se nos puede convencer de consentir cosas
tan absurdas como que fabricantes de armas utilicen su riqueza para hacer lobby
a favor de guerras y militarismo, lo que les proporciona más riqueza que luego
pueden gastar en más grupos de presión. O trabajar cuarenta horas a la semana para que nuestro jefe gane mucho
más dinero del que nosotros cobramos en una empresa que está acabando con
nuestro ecosistema, sólo para darle nuestro sueldo al dueño de la casa que
alquilamos en un edificio de un planeta moribundo en el que nacimos, únicamente
porque el jefe y el casero tuvieron la suerte de ser los dueños de la empresa y
del edificio. O líderes mundiales blandiendo armas del armagedón unos contra
otros.
Esta civilización
retrógrada y demente sólo nos parece normal porque ha sido deliberadamente
normalizada a lo largo de nuestras vidas mediante un cuidadoso control
narrativo por parte de las personas que se benefician de ella. La narrativa
gobierna nuestras vidas.
Sin ninguna narrativa creída por tu mente, sólo hay paz con
lo que Es, y un cuerpo atendiendo a sus pocas necesidades animales-humanas. Si añadimos un montón de narrativa creída, de
repente tenemos un yo, deseos, agendas, enemigos, posición social, objetivos,
inadecuación, estrés, un pasado doloroso y un futuro aterrador.
Es posible para el
organismo humano vivir sin narrativas, con el cambio de percepción comúnmente
conocido como iluminación espiritual, y es posible para los humanos en su
conjunto, abandonar las narrativas que nos imponen los poderosos de la misma
manera. Y al igual que la iluminación trae consigo la comprensión de que la
antigua forma de percibir era en realidad una forma antinatural de operar,
despertar de las narrativas dominantes de nuestros días nos permitirá pasar a
una forma mucho más natural de existir entre nosotros y con nuestro ecosistema
en este planeta.
Puedes llamarlo un
objetivo elevado e inalcanzable si quieres, pero para mí es la única adaptación
que tiene alguna posibilidad de alejar a nuestra especie de la aniquilación.
Todas las especies llegan en algún momento de su existencia a una coyuntura de
adaptación o extinción, y nosotros estamos llegando a la nuestra ahora mismo.
O superamos nuestra
malsana relación con la narrativa, o...
Caitlin Johnstone - 4 julio 2024
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