HUMANIZAR EL MERCADO O MERCADEAR CON LA ESCUELA
En una sociedad en la que los poderes económicos hace tiempo que decidieron romper el contrato social hablar de valores humanistas no deja de ser otra forma de apelar al orden social desde bases menos gravosas que el tener que recurrir a las porras de la policía, pero es difícil hablar de valores humanistas en una sociedad que se deteriora por momentos, que institucionaliza la ignorancia, que se abisma en diferencias económicas escandalosamente injustas, que promociona la humillación y el estigma, y que criminaliza la pobreza que ella misma produce.¿Actuaría violentamente contra unos manifestantes pacíficos un policía ganado por la moral humanista, lo haría un funcionario del juzgado para desahuciar a una familia? La exigencia de la moral humanista nos obliga a renunciar a la disculpa de que uno es un mandado, hace imposible la disculpa de que no es nada personal, no tengo nada contra ti. Una moral humanista no deja resquicios para ello, es responsable de sus actos, valora sus efectos, no permite el trabajo en una fábrica de armamentos, rechaza el consumo de productos ecológicamente insostenibles o perjudiciales para la salud, reacciona contra la injusticia y el negocio de la explotación humana.
Frente al perro come perro y el sálvese
quien pueda de la moral utilitarista, la solidaridad, la ayuda mutua,
la generación de vínculos, la sobriedad y la sostenibilidad tejen la moral
humanista que aspira a alcanzar y armonizar el bienestar de los seres
sintientes con el del planeta que nos sirve de morada.
Está claro que los valores humanistas son una presa fácil en
un modelo social darwinista, como diría Marx, forman parte de las ilusiones de
esta época, de los fantasmas que así hacemos existir pero que no deben preocuparnos
porque no tienen sustancia alguna. Una presa fácil que además es constantemente
presentada como reclamo de una escuela que hace una utilización espuria de
ellos. Valdría más olvidarse que seguir utilizándolos desde una práctica
retórica, utilitarista y vacía; pero no es así, muy al contrario, los valores
se enuncian para que los alumnos sepan que existen pero en realidad lo que
ellos constatan que se pone en práctica por parte del sistema educativo y que
ellos mismos practican porque sí son valiosos para su vida social son los
contravalores del sistema económico y social capitalista
Competitividad, rentabilidad, individualismo,
segregacionismo, insolidaridad, autoritarismo o violencia no son solo
contravalores firmemente arraigados en el mundo de la empresa, son también los
elementos que conforman el currículo oculto del conocimiento escolar, están en
nuestros modos de enseñar y en nuestros principios y formas de evaluación y,
finalmente, son los que aseguran al alumno el éxito social tanto dentro como
fuera de ella. Estamos formando alumnos en la esquizofrenia.
Desde preadolescentes saben qué tienen que decir en relación
con los valores pero también saben qué tienen que hacer en realidad con ellos.
Este desdoblamiento de la conciencia y la conducta no es privativo de los
escolares y la institución escolar, en realidad está en la raíz de toda nuestra
existencia bajo el capitalismo, forma parte del desequilibrio emocional en el
que nos toca vivir, está en las formas alienadas y mercantilizadas con que nos
relacionamos con los demás y se hace necesario para vivir bajo el pragmatismo
del capital, aunque sea moralmente intolerable.
Los valores humanistas, en la medida que apuntan hacia el
bien común y lo inmaterial, no satisfacen las necesidades socialmente construidas
por la ideología dominante. Sus satisfactores son los contravalores ya
aludidos, los valores que sanciona el capitalismo y que el mercado enaltece.
Los valores humanistas hoy cotizan a la baja frente a la generalización de
conductas más pragmáticas, más materialistas, menos altruistas y menos
solidarias porque ellas sí se ajustan a la producción cultural y económica
dominantes. La empresa ha terminado teniendo la última palabra sobre qué es lo
que se debe enseñar en la escuela; más terrible aún, lo ha hecho llegar hasta
ella como conocimientos necesarios, neutrales, objetivos y factuales. Por su
parte, la escuela está legitimando hoy un modelo de producción y convivencia
insostenible y criminal.
El pensamiento crítico, cimentado sobre una conciencia
cívica sensible a las necesidades sociales y ecológicas, poco amigo de dejarse
fascinar por los brillos de la mercancía, ajeno a la especulación y al lucro, y
remiso a la obediencia ciega de líderes televisivos, tiene hoy escaso
predicamento en una sociedad ganada por el seguidismo, lo espectacular masivo y
el subdesarrollo emocional y reflexivo en el que el sistema capitalista ha
constreñido a los ciudadanos. La escuela gobernada ya por la ideología
empresarial renuncia a la distribución general de contenidos humanistas, dimite
de un pensar crítico para favorecer la extensión de conductas y valores
relacionados con la maximización de la producción y la justificación de un
orden desigual.
Y en todo esto, ¿cuál es el papel de la familia? pues
pensamos que la familia aunque sigue siendo el último reducto a batir por el
capital, ya que en ella se siguen dando relaciones sociales de producción y
reproducción comunitarias y no mercantilizadas, actualmente se tambalea en su
antigua función de continuar siendo un elemento de la estructura social que, en
su condición de comunidad social estable desempeñaba un papel rector en la
actividad vital y en la transmisión de valores humanos.
Unas relaciones socioeconómicas basadas en la incertidumbre,
la inseguridad, la precariedad laboral, el paro y la ausencia de perspectivas
de realización personal no sólo afectan los valores sino que evidentemente,
trabajan contra ellos, ahondando aún más el fenómeno personal de la doble moral
adulta y reflejando hacia los niños dos perspectivas insoportables para su
crecimiento personal y moral: la desafección amorosa y la falta de seguridad.
No deja de ser significativo que hoy más que nunca, los
padres, acosados por todas estas inclemencias que desata el sistema
mercantilista busquen en la escuela el refugio que ellos no pueden darles a sus
hijos, como si la escuela pudiera solucionar unos problemas socioeconómicos
que, desde luego, no se originaron en ella.
Es incorrecto absolutizar el papel de la escuela o el
maestro en la formación de valores, pues estos se forman en el individuo en su
interacción con las diferentes esferas de la vida: familia, comunidad, trabajo
y herramientas o tecnología, destacando, por su poder, los medios de
comunicación.
Si desde esas esferas no se apela y se pone en práctica y
cuanto antes otro modelo de vida que ponga fin a la crisis política, económica
y ecológica que vivimos, fundamentado en la responsabilidad, la sencillez, la
sobriedad y el respeto al planeta poco podrá hacer la escuela por él. Los centros
penitenciarios para menores donde contener el malestar social y los institutos
de formación de cuadros técnicos y profesionales donde formar emprendedores y
mano de obra cualificada sin coste alguno para el capital y a él rendida, serán
el futuro de la educación.
Hoy más que nunca urge saber qué queremos: o bien mercadear
con la escuela, es decir, reducir la educación a la preparación y selección de
personas para que así concurran al mercado sobre la base de una formación
segregada que satisfaga desiguales expectativas socioprofesionales, y una
homogénea conducta que hayan interiorizado normativamente; o bien escolarizar
la economía, humanizarla, invocar y practicar valores colectivistas, que
busquen el bien común y den satisfacción a nuestras necesidades inmateriales.
La disyuntiva parece fácil. ¿Quién, en su sano juicio,
osaría oponerse a la libertad, a la justicia redistributiva, a la extensión
universal de unos satisfactores mínimos para vivir con dignidad en un mundo
solidario? La respuesta, visto el efecto que este deseo suscita en la sociedad
no puede ser otra: casi todos nosotros. ¿Entonces, por qué la escuela, que es
un reflejo de esa sociedad que dice no a los derechos
primarios de las personas iba a decir que sí? De hecho no lo dice.
¿Qué es la escuela sino otro poderoso agente de la reproducción ideológica,
económica y cultural de las relaciones de clase de una sociedad estratificada
como la nuestra?
En un mundo indiferente, marcado por la hipocresía, el
crimen y la codicia no podemos renunciar a la utopía. Tenemos que desmitificar
el capitalismo, llamando la atención sobre su otra cara, la que en forma de
miseria, insalubridad, incultura, injusticia, saqueo y muerte nos es constante
escamoteada, y para ello, es necesario extender la pedagogía libertaria, para
romper con una educación entendida como asimilación de la sociedad capitalista,
de sus valores y comportamientos, porque las sociedades y sus modelos de
funcionamiento dependen de la educación para perpetuarse en el tiempo, creando
personas dependientes, autócratas y competitivas que asumen las injusticias del
sistema como algo natural a la humanidad, integrándonos en un sistema
insolidario y que mantiene desigualdades, violencia, enfrentamientos y
explotación.
Si buscamos una transformación global de la sociedad debemos
cambiar no sólo los valores de la sociedad actual, no solo la escuela, sino
sobre todo debemos cambiar de forma de vivir.
Dicho esto volvemos a plantear la disyuntiva de su
funcionamiento y de los valores que transmite la escuela. O bien podemos
Humanizar la Educación, convertirla en un agente productor de elementos de
transformación social dinamizadores de una sociedad basada en los vínculos, la
paz, la dignidad, la responsabilidad, el apoyo mutuo, la solidaridad, la
autogestión, la lealtad, la cooperación, la sostenibilidad, la libertad y la
democracia directa y asamblearia o podemos seguir, como hasta ahora,
sosteniendo una escuela a mitad de camino entre el aparcamiento de problemas
sociales y la fábrica de producción de cuadros, trabajadores y ejército de
reserva al servicio del capital.
Si esta escuela que reivindicamos aún nos queda lejos en
nuestro horizonte social, al menos sí deberíamos dar los primeros pasos en
convertir a los alumnos en sujetos de la educación y no en
objetos de la misma, y para ello tenemos que aprender a convivir en
compañerismo y colaboración, tanto entre los alumnos como entre alumnos y
docente, favorecer sus actitudes críticas, sus reflexiones y sus
investigaciones. Hay que fomentar el respeto y cuando se merezca, la alabanza.
Hay que construir conocimientos mediante el intercambio de experiencias y de
saberes, interrogando constantemente a la realidad y permitiendo un aprendizaje
activo y motivador de lo auténticamente irrenunciable para una cultura
humanista: la sensibilidad ante las víctimas, los desnutridos, los muertos de
hambre, los explotados laboral o sexualmente, los que sufren.
Hay que trabajar sobre lo autopoiético y lo sustentable.
Hacer de la ecología el eje de un compromiso personal y colectivo (ético,
social y económico) para vivir en armonía con la Madre Tierra y en una sociedad
más saludable, menos contaminante y contaminada, sobria y atenta a las
necesidades de trascendencia de los seres humanos.
Hay que hacer evidente nuestra vida en la incertidumbre pero
también en el goce, en el entusiasmo de sentirnos vivos, de compartir la
creatividad y generar respuestas originales, divertirse, jugar y gozar tanto de
los recursos materiales como del encuentro humano. Tener presentes al
juego y el diálogo como accesos para el saber, porque desde ellos es más fácil
desarrollar la solidaridad y el trabajo colectivo, la socialización y el
ambiente positivo, alegre y sincero.
Tenemos que sentirnos, igualmente, protagonistas de todas y
cada una de las actividades, todos y cada uno de los conceptos, todos y cada
uno de los proyectos de investigación y de conocimiento deben emprenderse en
tanto que significan algo para la vida.
La educación debe ser una forma de funcionamiento continua
en nuestras vidas, porque la educación no funciona si se constriñe a la
escuela, hay que entenderla unida a todo un movimiento social guiado por el
principio de la libertad y autonomía individual, pero teniendo en cuenta a los
demás, las obligaciones propias y la responsabilidad de vivir en colectividad.
https://www.15-15-15.org/webzine/2023/05/22/humanizar-el-mercado-o-mercadear-con-la-escuela/
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