Una de las partes más enigmáticas de la película V
de Vendetta es aquella en la cual la joven Evey es torturada y
encerrada durante días, sin más comunicación que las cartas que intercambia con
un desconocido por un agujero en el muro de su celda. Cuando ella, ya sin
esperanza de salir con vida de aquella prisión, pregunta sobre ello al
desconocido, éste le responde: sal cuando quieras, la puerta está
abierta, ha estado siempre abierta. Evey se acerca a la puerta, la empuja,
y, simplemente, sale por su propio pie.
En estos extraños meses de pandemia, todas las distopías de la literatura parecen cobrar vida y a mí me llega con frecuencia a la cabeza esta escena de V de Vendetta. ¿Y si este interminable encierro del Covid-19 que nos está haciendo tocar todos los límites de nuestra resistencia colectiva fuera como la prisión de Evey: una celda con una puerta que nunca ha estado cerrada?
Quienes siguen mi actividad en Twitter conocen que últimamente
comparto abundantes noticias relacionadas con un tema se ha convertido en mi
obsesión particular: la ivermectina, ese medicamento barato y conocido desde
hace décadas que, según algunos, es enormemente efectivo para el tratamiento y
la profilaxis del Covid-19.
Las noticias que llegan de la ivermectina son demasiado buenas.
Básicamente dicen que es la llave que nos permitiría salir de toda esta
tortuosa cadena de estados de alarma, distanciamientos, vacunas, saturación de
hospitales, nuevas cepas, más vacunas, más restricciones… que amenazan con
durar meses ¡años incluso! Porque dicen que tiene unos resultados excelentes
que permitirían domesticar la enfermedad y hacer que las tasas de contagios y
fallecimientos fueran cien veces menores de las que tenemos actualmente en
Europa (como, aseguran, está sucediendo en algunos estados que la aplican).
Pero es poco creíble que estas noticias tan esperanzadoras sean
ciertas. Pocos las creen. Sólo algunos despistados compartimos esta
información. Despistados que no nos damos cuenta de que el mundo no es así, de
que no hay soluciones fáciles y mucho menos a esta pandemia, de que si algo tan
bueno existiera estaría ya en las primeras páginas de todos los periódicos, de
que la ivermectina no es sino una teoría de la conspiración más que sirve para
hacernos sentir un poco menos impotentes frente a la adversidad. Gente, como
yo, que nos metemos en temas que no conocemos en lugar de confiar en las autoridades
sanitarias, que ya están muy bien informadas de todo y no necesitan que
pringados como nosotros, sin título de medicina, les enseñemos nada…
Las prisiones son lúgubres y oscuras, pero tienen una
ventaja. Una vez que nos acomodamos a ellas y hacemos del sufrimiento
nuestra costumbre, resultan cómodas. La esperanza tiene sus riesgos. Hay
pocas cosas más dolorosas que una esperanza defraudada. Además, cuanto más
tiempo pasa, más cuesta salir de la prisión, porque el ego lleva muy mal eso de
reconocer que ha estado encerrado en una celda cuyos barrotes sólo estaban
hechos de ideas.
Pero… ¿y si la ivermectina funciona? ¿Y si los pringados son
todos los que nos miran condescendientemente? ¿Y si pueden volver, fácilmente,
los encuentros, las reuniones, la vida, los abrazos… esas cosas tan importantes
que ya, casi casi, nos hemos resignado a perder igual que Evey esperaba morir
en prisión?
¿Y si la puerta lleva desde marzo abierta?
¿Alguien se va a molestar en levantarse y, simplemente,
probar a empujarla…aunque sólo sea por si acaso?
Marga Mediavilla
https://contadashabas.wordpress.com/2021/01/11/y-si-la-puerta-esta-abierta/
No hay comentarios:
Publicar un comentario