¿SOMOS INDIVIDUOS SEPARADOS?
Estamos en medio de
una crisis sistémica global, a la que sólo podremos responder adecuadamente si
logramos construir una cultura basada en la interdependencia, la reciprocidad y
el interser.
La mayoría de los humanos nos percibimos como individuos separados. Físicamente nos sentimos un saco de piel que nos delimita con el exterior y protege los órganos que nos mantienen con vida. Psíquicamente, nos sentimos una entidad con voluntad propia, que controla y dirige sus acciones, con sus propias emociones, sentimientos y pensamientos.
La memoria por su parte, juega un rol central en esta
percepción de separatividad, porque nos permite solidificar la identidad con la
construcción del hilo de nuestra historia, y en base a eso, proyectar hacia
adelante acciones que permitan resguardarnos física y mentalmente, y darnos una
idea de seguridad y control. Una idea de permanencia del yo.
Nuestro nombre, nuestra personalidad, nuestras pertenencias
(materiales, logros, vinculares) afianzan esa sensación de separación que
siempre va acompañada de miedo y la consecuente necesidad de protección tanto
psíquica como física.
¿Cómo llegamos a esta conclusión?
Por un lado nuestra realidad es la que percibimos con
nuestros limitados sentidos: la vista, el oído, el tacto, el sabor y el olor.
Como sabemos, los físicos han descubierto que la aparente
solidez de la materia es una ilusión producto de nuestros sentidos. Nuestro
cuerpo físico, por ejemplo, es 99,99% espacio vacío, esto es por el espacio
entre los átomos comparado con su tamaño, sin embargo nuestros sentidos nos lo
hacen percibir como sólidos.
Es cierto también que, esta sensación individual egoica
predominantemente mental, fue enfatizada por la cultura dominante occidental,
especialmente desde el Renacimiento. Con el abandono del teocentrismo medieval,
que ponía el sentido de la vida terrenal en dios y en lograr el paraíso
celestial, se fue afianzando la entronización de la individualidad humana como
medida de todas las cosas. Nuestra razón nos convertía en dioses, y el progreso
de la ciencia y la técnica convertirían la vida terrenal en el paraíso.
Paso a paso, a lo largo de estos últimos cinco siglos hemos
ido acentuando esa individualidad al mismo tiempo que nos liberábamos de los
lazos con todas las identidades colectivas (religión, nación, familia,
biología, naturaleza, tradición). Innegablemente, muchas de estas identidades
colectivas eran estructuras dogmáticas y rígidas que ahogaban al ser humano
pero que, en su ejercicio sano, son arquetipos inmemoriales y fundamentales de
lo humano.
Al mismo tiempo que se liberaba al ser humano de los lazos
comunales, se producía una inflación de la individualidad, un énfasis en la
satisfacción de las propias necesidades, una apuesta al ejercicio de las
libertades individuales y a la focalización en el propio bienestar material y
psíquico. Todo esto redundaría -aseguraban- no sólo en la plenitud del ser
humano, sino el desarrollo y progreso de toda la sociedad.
Y bajo estos supuestos fue armándose el entramado teórico de
las ciencias sociales y naturales, que influenciaron grandemente la forma de
organización de la civilización moderna.
Así, la economía,
ciencia que ejerce amplio dominio en esta etapa de la humanidad, postula entre
los supuestos fundamentales para sus modelos, que los seres humanos son
egoístas por naturaleza y maximizadores racionales del bienestar individual.
La biología
contemporánea por su parte, ha llevado la teoría de Darwin de la supervivencia
del más apto a nuevos extremos. Así, el neodarwinismo, con figuras como Richard Dawkins, ha
impuesto con éxito la idea de que somos máquinas impulsadas por genes egoístas,
y que esa es nuestra verdadera naturaleza.
La pregunta es ¿Qué
tipo de mundo puede surgir de esta cosmovisión del ser humano? Alguien
egoísta, competitivo, que lo único que le importa es su propio bienestar, que
el único sentido vital descansa en pasarlo lo mejor posible y traspasar sus
genes a la próxima generación. ¿Cómo es el mundo
en donde la fuerza que motiva el comportamiento humano es siempre la necesidad
de sobresalir, ser especial, tener el control, tener poder, tener más que los
demás? La respuesta la tenemos si observamos la situación del mundo actual, un mundo
lleno de injusticias, malestar, infelicidad, estrés y conflicto.
Y esta situación va a seguir deteriorándose si no revisamos
los supuestos que la fundan. Y estamos en ese momento, un momento de crisis
sistémica donde nada parece funcionar cómo nos lo dijeron.
Y más allá del tipo de mundo que derrama el supuesto de
individualidad, separatividad y egoísmo humano, la pregunta esencial es ¿qué
tan cierto es?
Una nueva mirada sobre quiénes somos
Por suerte esta visión del ser humano y de la naturaleza,
dominada por individuos separados que compiten en un sálvese quien pueda
planetario, está empezando a verse erosionada desde varios frentes: el
científico, el filosófico y el espiritual.
1 - Somos la vida metamorfoseándose
El filósofo italiano Emanuel Coccia nos explica en "Metamorfosis" la imposibilidad de la
individualidad y la presencia de la mezcla, como la realidad fundamental de lo
que somos.
Coccia retoma en su libro "La vieja hipótesis de una
única y misma vida que se despliega continuamente a través de las formas. En
esta hipótesis, el nacimiento, la alimentación y la muerte –es decir, el haber
nacido, el comer y ser comidos hasta por los gusanos mismos– son la experiencia
de pasar al cuerpo de otros, o de incorporar el cuerpo de los otros".
"En el comienzo éramos todos el mismo viviente. Hemos
compartido el mismo cuerpo y la misma experiencia. Las cosas no han cambiado
tanto desde entonces. Hemos multiplicado las formas y las maneras de existir,
pero todavía hoy somos la misma vida."
Y no es sólo compartir el cuerpo. Vivir es siempre vivir de
la vida de los otros, de los mundos que otros han sabido construir: del oxígeno
creado por las plantas, de los alimentos producidos por el suelo, la lluvia y
el sol, un suelo creado por miles de microorganismos que descomponen la materia
inerte y la transforman en vida, de los conocimientos que hemos acumulado desde
hace miles de años.
"Esta visión trastabilla toda identidad: el yo se
convierte en migrante, en un saber migrar de cuerpo en cuerpo, un dejar migrar
el yo descentrado, pluralizado, que llegó a nosotros desde otra parte y que irá
hacia otros destinos y formas de vida. Una nueva figura para nuestro estar en
el mundo, sin el hombre como centro organizador, y una nueva relación posible
de convivencia e intercambio con los otros vivientes y con la Tierra."
Nuestro cuerpo mezcla el polvo de las estrellas, nuestro
cerebro mezcla nuestro pasado evolutivo reptiliano, mamífero y el de los
primeros sapiens, nuestro ADN viene mezclándose de ancestro en ancestro y es similar
al de muchos otros seres vivos, nuestro pensamientos se hibrida de encuentro en
encuentro, la materia del mundo ya sea mineral, vegetal o animal constituye
nuestro tejido y nuestra energía. Nuestra mente mezcla ideas, pensamientos,
tradiciones, tecnologías.
En este mundo, todo
está en todo, somos todos una sola
vida, nos explica Coccia.
2 - Somos relaciones
Pero no sólo desde la filosofía se piensa así. La bióloga argentina Sandra
Díaz, al momento de recibir el premio Princesa de Asturias 2019, dijo:
"La naturaleza es fundamentalmente relaciones, es un
construir y moler y rehacer siempre con los mismos materiales. Todas las
personas que estamos aquí, y también los bacalaos, los tigres, las lombrices,
los tomates que languidecen en el supermercado y las levaduras que levantan el
pan, estamos hechos con los mismos átomos que se vienen tejiendo y destejiendo
y retejiendo desde hace millones de años. Estos átomos antiguos primero
formaron parte de esa persona que dibujó el bisonte en Altamira, luego se
reciclaron para formar a los murciélagos que dibujó Goya y para formar a Goya
mismo, luego Goya y sus murciélagos acabaron en el compost, entonces algunos de
los átomos fueron a formar los jazmines y las hormigas de García Lorca, y las cebollas
y las abejas de Miguel Hernández y otros átomos cruzaron el mar, algunos como
madera de un barco, otros como algunos de mis antepasados, que iban dentro del
barco; otros átomos más se hundieron en el mar y ahora son parte de los
bacalaos.
Y en este maravilloso entremezclarse, el alquimista
supremo son las plantas. Lo damos por sentado, pero cada día las plantas verdes
llevan a cabo el increíble acto de transformar las moléculas inanimadas del
aire, el agua y el suelo en vida para todo el planeta y también en alimento,
cobijo e historias, para los seres humanos
Por eso esta idea de que la naturaleza está afuera, de que
no tiene que ver con nosotros es, en todo el sentido de la palabra, una
postverdad."
Fritjof Capra señala que la identidad psíquica, lo que nos
define, es en realidad un patrón de relaciones, ya sea con nosotros mismos o
con nuestro entorno. "Si me hubieran pedido que me presentara, habría
dicho que soy científico y escritor, que soy filósofo, pero también podría haber
dicho que soy padre, tenista o aficionado al jazz, y todo eso me describe, y
todo es una descripción en términos de relaciones. Relaciones con otros seres
vivos, relaciones con el entorno y también, por supuesto, relaciones históricas
y genéticas con nuestros antepasados".
3 - Somos simbióticos
Pero la biología también viene desmontando la idea
darwiniana que somos individuos que sólo evolucionamos a través de la
competencia y del egoísmo. La reconocida bióloga Lynn
Margulis postulaba la cooperación
-en vez de la supervivencia del más apto- como uno de los
principales motores de la evolución.
Según la teoría de
Margulis, ampliamente aceptada, la rica
diversidad de la vida en la Tierra surgió, no por el egoísmo de los genes, sino
porque los distintos organismos aprendieron a cooperar entre sí en una red
asombrosamente compleja de simbiosis mutuamente beneficiosa.
Descubrió que en una de las etapas más tempranas y fundamentales de la historia
terrestre, cuando se produjo el salto evolutivo de la célula procariota -sin núcleo- a la eucariota -con núcleo- iniciándose
la reproducción sexual, se originó por fusión simbiótica de una arquea
(microorganismo procariota) y una bacteria espiroqueta. Afirma que el mecanismo principal de la evolución no es la mutación sino
la simbiogénesis, en la que surgen nuevas especies a través de la relación
simbiótica entre dos o más tipos de organismos. "Todos los organismos
visibles son producto de la simbiogénesis, sin excepción".
La teoría clásica de
la evolución propone una historia de la vida donde la acción de la selección
natural consiste en eliminar. En esta historia quedan atrás los genes y
organismos menos eficientes, y los que sobreviven son las formas de vida que
han sido capaces de suplantar a otras mediante innovaciones que han resultado
ser armas letales. Pero la biología evolutiva actual ha dejado de ser
una ciencia dedicada a establecer la divergencia de los linajes, y ha comenzado
a ser una ciencia de redes dinámicas, buscando las interacciones entre
componentes. Este modelo permite reconocer
cómo nos ha afectado el entrelazamiento de las especies, especialmente con los
microbios. Y también a pensar en cómo esas conexiones nos afectan hoy, y
nos afectarán mañana.
Por otro lado, cuando vemos la evolución de nuestra especie,
podemos reconocer que la cooperación fue una característica definitoria. El
homo sapiens, al igual que los
primates, desarrollamos emociones como la compasión, la vergüenza y el sentido
de justicia que hicieron que nuestra identidad se expandiera más allá de los
individuos e integrara a todo nuestro grupo.
Esta visión del ser humano también está siendo confirmada por
investigaciones en diversos campos que apuntan a una visión más equilibrada y
positiva de nuestra naturaleza. No todo es crueldad y egoísmo -que también
existen y que son los que ampliamente se muestran en las noticias- pero también
hay una tendencia natural de ayudar al otro, de preocuparse y de tener empatía
por el que sufre. Como dice el psicólogo Steve Taylor, "El consenso de los antropólogos es que,
durante la mayor parte del tiempo que hemos habitado este planeta, las
sociedades humanas han sido igualitarias y pacíficas. Esto cuestiona la
idea neodarwinista de que la vida humana siempre ha sido una lucha competitiva
por la supervivencia, lo que nos ha condicionado a ser egoístas e
individualistas."
4 - Somos Holobiontes
Cuando las relaciones y la simbiosis se juntan, tenemos a
los holobiontes. Esta palabra es el
nuevo término usado para mostrar que biológicamente no somos un individuo
separado y aislado, sino que estamos compuestos por multitud de bacterias,
gérmenes, hongos y virus. ¡Es decir somos un ecosistema! No sólo los humanos
sino la mayoría de los organismos vivientes.
Implica que organismos de distintas especies mantienen una
interacción de la que dependen y que les permite coexistir plenamente. Un holobionte es un organismo compuesto por un huésped y una
variedad de especies que cohabitan en él (no necesariamente en su interior sino
también sobre él).
Uno de los ejemplos más importante se encuentra en la
microbiota intestinal de los animales, que es un punto de encuentro de muchos
microorganismos que son imprescindibles en la digestión. Por ejemplo las vacas
puedan digerir el pasto gracias a una enzima que producen algunas bacterias que
habitan en su estómago.
El ser humano es,
quizás, el mejor ejemplo de lo que es un holobionte. Tenemos en nuestro interior
más cantidad de microorganismos (bacterias, hongos y virus) que células. En una
persona con un peso de 70 kilos, el 3.5%, es decir 2 kilos, son células de
microorganismos. Y no podríamos existir sin ellos: intervienen no sólo en los
procesos digestivos, si no que intervienen en nuestro sistema inmune (hasta el
70% del sistema inmunológico depende de la microbiota); es una barrera
protectora contra microorganismos patógenos, sustancias carcinógenas, metales y
químicos tóxicos; regula nuestro metabolismo, produce vitaminas y regula la
secreción de neurotransmisores fundamentales.
Como vemos la naturaleza es poco dada a respetar las
categorías cerradas.
5 - Intersomos
Aunque esta
interconexión omnipresente puede parecer sorprendente para el pensamiento
moderno, es muy común en otras tradiciones no occidentales.
«Interser» es un término creado por el monje vietnamita Thích Nhất Hạnh. Y para que lo podamos
entender, vamos a transcribir un texto suyo acerca de las interconexiones que
tiene una simple hoja de libro:
"Contemplemos de nuevo la página con más intensidad
y podremos ver la luz del sol en ella. Sin la luz solar, los bosques no crecen.
En realidad, sin la luz solar no crece nada, así que también podemos afirmar
que ella está en esta página. La página y la luz solar interson.
Si seguimos mirándola podemos ver al leñador que taló el
árbol y lo llevó a la factoría para que lo transformaran en papel. Y veremos el
trigo. El leñador subsiste gracias al pan de cada día, y por lo tanto, el trigo
que más tarde será su pan también está en la cuartilla.
A su vez están el padre y la madre del leñador. Mirémosla
bien y comprenderemos que sin todas estas cosas la página no existiría. Si
contemplamos aún con mayor profundidad, incluso podemos vernos a nosotros
mismos en esta página. No resulta un proceso muy difícil porque mientras que la
miramos, forma parte de nuestra percepción. Vuestra mente y la mía, están ahí.
No falta nada, están el tiempo, el espacio, la tierra, la
lluvia, los minerales y el suelo, la luz solar, las nubes, los ríos, el calor.
Todo coexiste en esta página. Por eso considero que la palabra «interser»
debería figurar en el diccionario. «Ser» es «interser». Sencillamente, es imposible que «seamos» de forma aislada si no
«intersomos». Debemos interser con el resto de las cosas. Esta página es
porque, a su vez, todas las demás cosas son.
Supongamos que intentamos devolver un elemento a su
origen. Así, imaginemos que devolvemos al sol la luz solar, ¿sería posible la
existencia de esta página? No, nada es posible sin la luz solar. Tampoco
tendremos página si devolvemos el leñador a su madre. La existencia de esta
página implica la de todo el universo."
Y el mismo ejercicio podríamos hacer con cada uno de
nosotros.
Es lo mismo que pasa cuando miramos un árbol, sólo vemos lo
que sucede de la tierra hacia arriba, pero para que el árbol pueda existir, un
mundo complejo de raíces, rizomas, hongos, microorganismos se teje en el suelo.
Nuestras vidas podríamos pensarlas de la misma manera, y figurarnos todas las
interconexiones que sucedieron y suceden para que estemos aquí, vivos.
Como dice Coccia
"Cada uno de nosotros no es más que una transformación y condensación del
cielo y de la tierra, de su materia, de su vida.
Dice Eckhart Tolle en su libro La Nueva Tierrra que "Los átomos que componen nuestro
cuerpo se forjaron en algún momento dentro de las estrellas y las causas del
suceso más insignificante son virtualmente infinitas y están conectadas con el
todo de manera que escapa a toda comprensión. Si quisiéramos encontrar la causa
de cualquier suceso, tendríamos que remontarnos hasta el comienzo de la
creación. El cosmos no es caótico. La palabra cosmos significa orden. Pero un
orden no comprensible para la mente humana, aunque sí es posible vislumbrarlo a
veces".
6 - Somos Uno
La mística (y varios representantes de la física cuántica) lleva el
concepto de la no separatividad más allá y nos dice que todos compartimos la
misma "yoidad", la misma esencia, que somos Uno.
La misma conciencia informe, capaz de observar nuestras
emociones y pensamientos, y ser testigo de la vida que se desenvuelve a través
nuestro, habita en cada uno de los seres sintientes y no sintientes.
En el hinduismo el Namasté, que suele usarse como un
"hola", tiene un significado mucho más profundo: señala el
reconocimiento de esa unidad que somos, la chispa divina que compartimos:
Namasté
Honro el lugar en ti que es igual en mí,
Honro el lugar en ti donde el universo entero reside,
Honro el lugar en ti, de amor, de luz, de paz y de
verdad.
Honro el lugar en ti que es el mismo en mí.
No hay más que UN Namasté.
Hay varios escritos de los fundadores de la física cuántica
y de la relatividad que van en el mismo sentido, como Heisenberg, Schrodinger,
Einstein, Jeans, Planck, Pauli, Eddington. Schrödinger, por ejemplo, escribió
algo muy bello en ¿En que consiste mi yo?
Albert Einstein expresó que «Un ser humano es una parte
del todo llamado por nosotros universo, una parte limitada en el tiempo y en el
espacio. Se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos como algo
separado del resto, una especie de engaño óptico de su conciencia. Esta ilusión
es una especie de prisión para nosotros, que nos restringe a nuestros deseos
personales y al afecto por unas pocas personas cercanas a nosotros. Nuestra
tarea debe ser liberarnos de esta prisión ampliando nuestro círculo de
compasión para abarcar a todas las criaturas vivas y a toda la naturaleza en su
belleza.»
Hacia el futuro
El viejo paradigma de la modernidad -la racionalidad, el
mecanicismo, el reduccionismo, la cuantificación y el materialismo- nos trajo a
un callejón sin salida, una forma de pensar y analizar muy cortoplacista porque
es ciego a las relaciones sistémicas. Pero justamente, estamos hoy frente a una
crisis sistémica que amenaza las mismas bases de la civilización que hemos
creado, que no puede resolverse con esa cosmovisión.
Es imposible cambiar el rumbo pensando de la misma manera
que nos trajo hasta aquí, desde la división en partes, la competencia, el
egoísmo, la búsqueda del tener y el poder.
Solo cuando seamos capaces de percibir espontáneamente las
interconexiones entre todas las cosas y darnos cuenta que la separación es una
ilusión, podremos resolver los problemas creados por el viejo paradigma. Reconocer
la interconexión implica entender que lo que hacemos "a lo demás" o
"a los demás", nos lo hacemos a nosotros mismos. Reconocer la
interconexión es aprender la lección básica de cómo funciona la vida.
Y con esto habremos dado un paso a un yo ampliado, un yo
hecho de tejidos. Un yo que ya no es una entidad aislada y egoísta, sola en un
universo absurdo, sino que es un nodo de conexiones e interdependencias.
Sólo desde ese estado mental podremos construir una
contracultura en la que la compasión y la reverencia por el ser humano y por la
vida sean la norma y así cocrear una nueva forma de habitar la tierra, una
nueva forma de relacionarnos con nosotros mismos y con el mundo.
Carolina Flynn
https://www.climaterra.org/post/somos-individuos-separados
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