23/6/20

Cada vez más gente se da cuenta, que lo que hace puede interesarle a mucha gente.

CONVERTIRNOS EN PURAS MARCAS

Hay personas para las que el confinamiento fue una fuente de estrés y ansiedad. Y hay personas que consiguieron parar, reflexionar y disfrutar de la pausa. Frankie Pizá, parte de la dirección creativa en Vampire Studio y Primavera Sound y experto en medios y nuevos formatos de comunicación, es de los segundos. «Ha sido mes y medio de poder tranquilizarme, de saber dónde estoy y hacia dónde me quiero dirigir», asegura. Y en ese pararse y pensar, retomó su Instagram, en el que ya reflexionaba sobre medios y nuevos formatos, y lo amplió con un blog en Medium en el que trata el tema con más profundidad. Todo, texto e ilustraciones, lo hace desde su móvil.

Él nota dos revoluciones, potenciadas por la pandemia, que son un poco la misma: la de los que crean y la de los que no crean. Ambos grupos han descubierto que pueden ganar dinero simplemente poniendo un precio a lo que comparten en el mundo digital. El blog, el podcast, la newsletter eran gratis, ahora son de pago; hago streaming de mi vida, quien pague podrá ver más.


La tendencia a ir capitalizando de forma directa lo que se crea ya existía, pero ahora que muchos creadores se encuentran sin empleo o con menos trabajo son cada vez más los que han dado el paso. ¿Crees que se puede sostener con el tiempo?

Lo que yo veo es que cada vez más gente se está dando cuenta, como una forma nueva de autoestima, de que lo que hace puede interesarle a mucha gente. Y por esa regla de tres puede capitalizar una audiencia. Pero si esto no se regula bien, podemos llegar a un cuello de botella en el que haya una crisis de opinión, en la que todo el mundo tenga que pagar algo para ver mi opinión. Ya no van a ser nichos endogámicos, sino otra cosa que no entendemos todavía. Comunidades muy pequeñas en las que habrá, me imagino, incluso un mercado negro en el que la gente trafica con lo que yo estoy haciendo solo para mi comunidad. Si esto no lo gestionamos bien, ¿qué va a pasar con la opinión pública? Se va a debilitar. Yo no puedo permitirme pagar cinco euros por cada persona a la que sigo, no está a la altura de nuestro poder adquisitivo.

Estableces, también, un paralelismo con el paywall de los medios de comunicación, aunque justo ahora muchos están haciendo lo contrario. Para garantizar el derecho a la información, algunos medios ofrecen la información sobre el coronavirus de forma gratuita.

Es una forma de normalizar esto que va a haber, un aumento clarísimo de gente que va a querer capitalizar su opinión. Pero, como están haciendo los medios, va a haber que racionar qué cosas servimos en público y qué cosas en privado, y los niveles de acceso. Es decir, si tú pagas 200 euros por mí, tienes un acceso total a mi vida. Pero si tú pagas 10, tienes acceso solo a lo que vierto públicamente y a alguna cosita más. Hay influencers que ya están haciendo esto.

Y habrá quien descubra que nadie quiere pagar por lo que comparte.

Exacto. Es un trabajo como el de cualquier marca que tiene que producir su imagen y cambiarla para hacerla cada vez más atractiva. Si yo me encuentro con que no tengo la expectación que creía que iba a tener, tengo que trabajar mis contenidos para lograr esa expectación. 

¿Se perderá algo de autenticidad si estamos intentando vender esos contenidos?

Sí. Llega un momento en el que deja de ser natural porque hay una estrategia. Que es lo que ya hacemos todos en nuestras redes sociales; compartimos lo que sabemos que va a gustar más. Pero ahora, si hay una conversión económica, todavía más. Estamos dando el paso para convertirnos en puras marcas, en empresas.

¿Qué significa todo esto para la audiencia, para quien consume el contenido?

La gente va a tener que pensar bien en quién deposita su confianza. Esas restricciones también van a crear una fidelización más fuerte con las opiniones. ¿Eso puede llevar a otros mundos en los que haya, incluso, más radicalización, más polarización? Quién sabe. Te identificas más con el mensaje de alguien, te lo crees más, puedes convertirte en un fanático. Ideológicamente no sé adónde nos puede llevar.

¿Dónde quedan, entonces, los medios de comunicación, los intermediarios tradicionales?

Va a tener que haber una remodelación. Los autores son los que van a tener el poder de capitalizarse a ellos mismos cada vez más, así que los medios de comunicación van a tener que convertirse en congregadores de esos autores más que entidades que mandan un mensaje. Ya se está viendo con los influencers. Cada vez más medios hacen series de podcasts de un autor. Se está dando más importancia a los autores individuales dentro de los medios.

Y luego están los que no crean. Los que conectan su webcam y retransmiten cualquier cosa en plataformas como Twitch.

Twitch es un mundo increíble. Sobre todo el chino, Douyu; es una cosa descerebrada (en el buen sentido). Ves a adolescentes que conectan la cámara constantemente. Están en un camping con alguien, con sus amigos, y conectan la cámara un rato. Hay una chica que, cada vez que cocina, conecta y pide consejo. Es como darle la mayor interacción posible a la audiencia para que altere tu propio contenido.  

Es una forma de telerrealidad en la que tú te das cuenta de que las cosas que creías que no tenían interés sí lo tienen. Lo veo cada vez más: un panadero que está haciendo pan y conecta, un mecánico que está arreglando ruedas y conecta. Uno de los mejores formatos que he visto es un repartidor de Uber que se conecta cada día por la mañana y por la tarde, y simplemente va en la moto y charla contigo. Y lo ven 2.000 o 3.000 personas cada día.

Dices que, en lo de compartir, lo que a priori no tiene interés tiene también un componente generacional.

Yo creo que sí. Yo tengo 35 años y estoy empeñado en que todo lo que hago tenga una coherencia. Si diseño algo, tiene que ser todo igual; si escojo esta tipografía la escojo hasta la muerte… Todo tiene que parecer que lo he hecho yo. A ellos les da exactamente igual. Hay una fluidez y una promiscuidad de este tipo que es un poco la representación de la fluidez identitaria que tienen.

¿Habría que reconceptualizar qué es crear? Porque los milenials o de más edad distinguimos entre los que crean y los que no crean, pero a lo mejor ellos, los más jóvenes, no lo hacen.

Esta es una de las grandes preguntas más abstractas para la que no sé si hay respuesta. Yo me puedo poner aquí a hablar contigo y estoy creando algo; creamos cosas constantemente. Pero retransmitir esto no es creativo. Sin embargo, yo creo que para ellos no existe esta cuestión que yo me estoy planteando. Ellos lo entienden como una forma de expresarse. Quieren hablar con sus amigos, quieren conocer a más amigos, ampliar su nicho, y simplemente se muestra y se expone. Es así de fácil.

¿Cómo afecta la pandemia a estas tendencias? ¿Se han acelerado?

Creo que mucha gente ha tenido tiempo para reflexionar. Han tenido tiempo para pensar qué estaban haciendo y por qué. El streaming ya estaba consolidado en sectores como el de la música o el audiovisual, pero creo que no había habido ese clic de la audiencia de decir «¡Ah, que lo puedo hacer yo desde mi casa!». No es que la pandemia lo haya acelerado, sino que ha motivado que la gente pueda crear sus contenidos.

¿Y seremos capaces de salir de la rueda en la que estamos metidos, la de que al final nuestros datos no son nuestros?

Es uno de los temas más interesantes. En otro artículo hablo de Database of Me. Una chica americana hizo un proyecto especulativo en el que ella se convertía legalmente en una empresa y todos sus recursos —la orina, la sangre…— se capitalizaban. Con ello daba a entender que, por vivir en el mundo digital y estar compartiendo datos con según qué compañías, a ella le tenían que devolver algo. Creo que va a haber una transición en la que nos daremos cuenta de que llevamos muchos años sirviendo datos a empresas como Facebook o Google y que no nos han dado nada a cambio. Esos datos se usan y se convierten y se transforman en cosas. Nos daremos cuenta de que deberíamos recibir algo.

Y, sin embargo, siempre pensamos que las generaciones más jóvenes, los Z, no se dan cuenta.

Yo creo que los más jóvenes tienen mucho ese punto nihilista que se ve normalmente en TikTok, un poco ese «nos entregaron un mundo que estaba hecho una mierda, sin ningún tipo de futuro, y es que nos da igual». Ese darles igual, el no tener ningún tipo de filtro, esa fluidez identitaria e ideológica, yo creo que está dando como resultado una nueva forma de ver la política. Todo esto tendrá mucho que ver con qué actitud se toman los datos y la privacidad. Van mucho más rápido que nosotros y les importa todo mucho menos. Que no quiere decir que no tengan ética, pero nosotros somos más de autocensurarnos.

¿Hacia dónde ves que avanza todo esto?, ¿dónde estaremos después de la pandemia?

En el sector profesional en el que me muevo (marcas, empresas), están todas pensando en lo mismo: digitalización. A nivel de usuario, creo que va a haber más y más contenido. Pero no creo que vaya a ser algo utópico. No creo que, de pronto, vayamos a ser una sociedad superdigitalizada en la que la cultura se va a poder expandir a nivel digital estemos donde estemos. Creo que vamos a llegar a un punto intermedio. Pero va a haber más autoestima sobre lo que somos capaces de hacer y capitalizar en el mundo digital, y eso es algo positivo.

Ana Bulnes          

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