REFERENCIA LIBRO |
Llamamiento Por Aurora Despierta
El
riesgo que para la Humanidad supondría una Inteligencia Artificial
General (I.A.G.), aunque todavía desconocido por la gente, es bien
real, admitido incluso en un informe de los asesores del Parlamento
Europeo (2018), que comentaré. Y el riesgo es demasiado alto como
para confiar en el autocontrol de las empresas capitalistas y del
Estado, y en la capacidad preventiva del parlamentarismo. Por tanto,
debemos movilizarnos contra quienes serán sus promotores, el
capitalismo y los estados burgueses, dando a conocer a amplísimos
sectores populares un problema tan novedoso y alucinante, proponiendo
objetivos y métodos de lucha que les impliquen masivamente para que
le den su solución y que mejoren nuestra situación incluso en el
caso de que finalmente no existiese tal amenaza, como explicaré. Y
hay que hacerlo desde YA, antes de que fuese demasiado tarde, y
porque para afrontarlo con éxito deberíamos conseguir la mejor
correlación de fuerzas posible a nuestro favor, y eso no se hará de
la noche a la mañana.
Pero
estoy adelantando alguna de las conclusiones, y para poder llegar a
ellas, antes debe conocerse bien la naturaleza del problema, y por
qué califico de psicópata, nada menos, a una I.A.G. Ya se verá en
su momento que no es gratuito, que se ajustaría a la realidad y con
la ventaja de dejar bien claro su carácter, sin eufemismos, y así
facilitar su comprensión por la gente. Ahora, lo que hace falta es
que tú, lector/a, te
tomes este texto en serio, pues comprobarás que el asunto lo es, y
mucho.
El
libro de José
Ignacio Latorre “Ética para máquinas” escrito de modo
que todas podamos entenderlo, es una buena introducción al tema,
para quienes no somos expertas en robótica y ética, y aunque no
llegue, ni de lejos, a muchas de las conclusiones que expondré, su
lectura me ha resultado muy valiosa.
Este
texto que he elaborado es mucho más que una reseña al uso, es una
reflexión inspirada por la lectura del libro, que quiere aprender de
él, comentarlo e intentar avanzar más para estimular
la extensión del imprescindible debate a cientos de miles de
personas.
Por tanto, es también un LLAMAMIENTO a
los colectivos de trabajadores/as, los sindicatos, organizaciones y
partidos políticos,
en particular a Izquierda
Unida, Podemos (pese
a que me inspiran, más que muy poca confianza, desconfianza), pues
les consta el problema, incluso en un informe de
los asesores del Parlamento
Europeo,
sobre la I.A. y la I.A. General titulado “¿Debemos
temer a la inteligencia artificial?”,
(marzo 2018) que, junto con otros libros y documentos, recomendaré
al final para quien desee hacerse su propio juicio y profundizar más.
Quienes
no tengan ninguna noticia o apenas sobre el tema (más allá de
alguna película o novela), obtendrán aquí una información seria,
básica pero bastante completa. Y para todos, una
orientación política fundamental sobre
el asunto que, me temo, soy la primera en aportar (al menos no tengo
noticia de lo contrario).
GUARDA
ESTE ARTÍCULO PARA LEERLO CON LA ATENCIÓN Y TIEMPO QUE MERECE.
Te aseguro que no te arrepentirás, y comprenderás que lo primero
que puedes hacer es PASARLO
A OTROS.
Las
secciones de este texto se titulan:
I.-
Cuando el asunto trata del futuro de nuestra especie, ya es político
y tu opinión cuenta.
II.-
¿Qué pensar y qué rumbo tomar en medio de la incertidumbre?.
III.-
¿Qué clase de I.A.G. surgiría y dónde?.
IV.-
Una I.A.G. Amistosa ¿es posible?.
V.-
¿Cuándo podría surgir la Singularidad tecnológica en forma de
I.A.G.? ¿Qué podemos hacer?.
VI.-
¿Cómo acercar a nivel de masas el problema de la I.A.G. psicópata?.
VII.-
¿Qué puedes hacer tú?.
Notas.
I.-
CUANDO EL ASUNTO TRATA DEL FUTURO DE NUESTRA ESPECIE, YA ES POLÍTICO
Y TU OPINIÓN CUENTA
Una
lectura atenta del libro de Latorre nos lleva a la conclusión de que
la Inteligencia Artificial (I.A.), y sobre todo una I.A. General (no
para una tarea específica, sino general, como lo es la humana),
aunque ahora no parezca una cuestión importante ni urgente, puede
ser un
problema político de primerísimo
orden para
nuestra especie, tal vez el más trascendental pues podría estar en
juego nuestra existencia, y
que, como con el cambio climático y otros, correríamos un riesgo
altísimo, por su naturaleza y por no atenderlo antes de
que fuese ya demasiado tarde hasta para vivir lamentándolo.
Como
veremos, expertos en I.A. que son además prósperos capitalistas
gracias a promoverla son, sin embargo, en algunos casos, los primeros
en estar muy preocupados y hasta asustados por lo que pueda llegar a
salir de la I.A., y no porque se prometa revolucionario,
anticapitalista, sino porque pondría en riesgo todo lo humano. Una
actitud un tanto esquizoide (dividida, contradictoria) pues no les
impide proseguir (hay ganancia empresarial de por medio), a la vez
que algunos no se limitan a hacer declaraciones, sino que crean
instituciones para investigar sobre los riesgos y ver si podemos
salir airosos del intento. Pero este esfuerzo es excepcional pues
nadie más se preocupa por el problema de la seguridad de la I.A.
pese a dedicarse a ello miles de personas y cantidades enormes de
dinero, interesados sólo por la carrera de la competencia económica,
de espionaje o militar. Así que, aunque sólo fuese por eso, merece
que le prestemos atención, pues no son advertencias que surjan de
una visión antitecnológica, contraria a las máquinas, a la misma
I.A., y que podrían ser prejuiciosas, sino de sus impulsores. ¿Vamos
a estar por detrás de ellos, confiados en lo que ni siquiera sus
promotores confían?
La
izquierda de verdad del lado de la gente, revolucionaria, anarquista,
marxista… y otras muchas corrientes (incluso religiosas), deben
abordar cuanto
antes esta
problemática o en pocas décadas podría pasarnos por encima como
una apisonadora sin que tengamos apenas tiempo ni para enterarnos.
Incluso, como explicaré, aunque al final se comprobase que el temor
era infundado (ahora no podemos tener una certidumbre total ni en un
sentido ni en otro, pero sí sospechas muy fundadas), no habríamos
perdido el tiempo con la lucha pues también habríamos apuntado
contra objetivos intermedios cuyo peligro ya ahora es evidente y lo
serán más en el futuro (la I.A. aplicada para la vigilancia
masiva).
Somos
tan débiles, nuestras herramientas teóricas están tan desajustadas
y la realidad cambia tan rápido, que nuestra elaboración teórica y
política, y la práctica, van muy por detrás de lo que necesitamos,
y más que lo estará si no espabilamos. No podemos centrarnos en
estar repasando y reanalizando interminablemente viejas historias
políticas por muy importantes que sean, anclar nuestra teoría y
política en problemáticas que nos resultan cómodas, familiares,
por parecerse a las de los siglos XX o XIX, y no atender debidamente
a lo
que se avecina en este siglo,
pues así sólo podremos cosechar una derrota absoluta y tal vez
jugarnos nuestra existencia como de especie.
Nuestras
debilidades y deficiencias teóricas y prácticas a lo largo del
siglo XX y lo que llevamos de éste son enormes, lamentables y hasta
de vergüenza. Sólo nos falta pifiarla (pienso en un término
escatológico y de lo más ordinario que lo expresa mejor) también
en esto, para que la I.A.G. psicópata nos recuerde como el colectivo
humano que podía haber evitado su existencia, pero demostró ser el
más presuntuoso (transformar la sociedad radicalmente), ignorante
(no la tomó en serio), inútil y ridículo de todos.
Si
no queremos ir de perdedores (parece la vocación de muchos que se
limitan a quejarse o a impulsar políticas condenadas a la derrota),
debemos tomar
la iniciativa en
este asunto y no permitir que lo hagan quienes niegan el riesgo, o lo
enmarcan positivamente, con un optimismo injustificado, yendo
nosotros a remolque para intentar desmentirlo, y perdiendo la carrera
por la opinión de las masas populares (“la gente”, “los de
abajo” “la ciudadanía de a pie, de la calle”, se dice ahora).
Documentos como el
informe de expertos al Parlamento Europeo (2018)
y otros oficiales que puedan aparecer, deben servirnos para mostrar
que no es un tema de película de ciencia ficción, sino algo muy
real que debe abordarse muy en serio. Esto quiere decir que desde
ya,
organizaciones como Podemos,
Izquierda Unida,
etc., que incluso tienen diputados
en el Parlamento Europeo,
debieran implicarse en serio en este problema. Que desde
ya,
debiera haber artículos divulgativos y de debate sobre el tema en
todas las webs en las que se pretende defender los intereses de las
amplias masas trabajadoras y populares, y en general de nuestra
especie.
Aunque
no tengamos conocimientos técnicos muy sofisticados, al menos casi
todos tenemos capacidad para emitir juicios morales, sobre lo que
está bien y lo que no, pues es de lo primero que aprendemos en la
vida. Y otro tanto para hacer valoraciones sobre la naturaleza y
características de la sociedad en la que vivimos, sobre su sistema
económico-social y político.
Aunque
no tengamos ni idea de física nuclear, de cómo funciona una central
nuclear, ni de cómo afecta exactamente la radiactividad a la vida,
todos sabemos que tiene riesgos altísimos y puede ser muy dañina, y
por tanto tenemos criterio para opinar y decidir, aunque justo
sepamos cambiar el enchufe de un aparato eléctrico casero. Por eso,
también podemos hacernos una idea siquiera sea general de la I.A. y
tener un criterio suficiente, aunque lo máximo que nos hayamos
acercado a ella sea el teclado de nuestro ordenador personal o el
“esmarfon” (smartphone).
Una
persona puede ser una gran experta en una cuestión científica y
técnica, pero de mente muy estrecha en cuestiones sociales,
políticas y morales. Puede plantearse la cuestión en términos de
reto a su capacidad, de si puede o
no lograrlo, y no si debe hacerlo
teniendo en cuenta sus consecuencias.
Así, puede ser capaz de desarrollar una bomba atómica, pero carecer
de los criterios político y moral acertados sobre su creación y
uso. Todo
lo imaginable no debe hacerse real aunque sea posible.
La tecnología, por avanzada, compleja y eficaz que sea, no es
necesariamente buena para nosotros.
José
Ignacio Latorre es un científico experto en física cuántica (la
que parece contradecir las leyes elementales de la física que
siempre hemos entendido, y que aparenta magia). La física cuántica
está implicada en la I.A. y en el desarrollo de los
ordenadores cuánticos.
Por eso Latorre conoce bien la materia de la que habla y nos indica
los riesgos que existen, entre ellos, el más importante, el
del surgimiento
de una Inteligencia Artificial General (I.A.G) enemiga de la
Humanidad, que nos domine y que tal vez nos aniquile como especie.
Pese
a la debilidad del planteamiento político de Latorre que más
adelante explicaré, Latorre
tiene el gran mérito de que su enfoque de la ética en la
inteligencia artificial es precisamente una vía rápida para
comprender la dimensión del riesgo al que nos enfrentamos y que, al
ritmo que vamos, parece que puede hacerse realidad en muy pocas
décadas.
Además, se ve que Latorre no tiene vocación de agorero, que es una
persona optimista por temperamento, por lo que sus advertencias
(hechas también por otros muchos en tonos más dramáticos) tienen
más credibilidad para los escépticos. Y ese peligro no puede
cuestionarse por que se parezca (y se diferencie también) a las
previsiones terroríficas de la ciencia ficción. Julio Verne imaginó
el viaje a la Luna y eso, de otra manera, se convirtió en realidad;
Orwell imaginó la sociedad de la vigilancia total en su novela
“1984” y ya estamos (y más que lo estaremos) en algo parecido,
sobre todo en algunos países como China, EEUU… Así que, menos
bromas con el asunto.
El
famoso científico Stephen
Hawking,
en entrevista a la BBC en 2014, advirtió del riesgo que para la
existencia de nuestra especie podría suponer la inteligencia
artificial. El mismo año, Elon
Musk,
importante empresario de Tesla Motors y fundador de la empresa
aeroespacial SpaceX, advirtió que “Con
la inteligencia artificial estamos convocando al demonio” y
que “potencialmente
es más peligrosa que las armas nucleares”.
Y no les falta razón.
El
principal problema al que se enfrenta la ética en el campo de la
Inteligencia Artificial no es, por ejemplo, el tipo de decisiones que
debería tomar un automóvil autónomo ante el dilema de elegir entre
atropellar a un niño, una ancianita, una mujer embarazada, un joven
deportista, etc., o que el pasajero sufra un gravísimo accidente. Ni
siquiera el del sesgo en
un programa que lleva a discriminar a algún grupo de personas (por
etnia, color, género, edad, domicilio, renta, salud, etc.), como si
tuviese un prejuicio. Ni siquiera el ya gravísimo de los robots
militares (“robots asesinos”) con capacidad de decisión autónoma
sobre contra qué o quién abren fuego (no es un humano el que, por
control remoto y en tiempo real, decide disparar), y a los que en una
carrera armamentista, por lograr la máxima eficacia, se les
delegaría cada vez más poder decisorio.
El
principal problema es el de la moralidad de aquello para lo que más
y de mayor trascendencia se está utilizando la I.A., esto es: a) la
vigilancia masiva potencialmente de toda la población, la
acumulación de información privada a espaldas de los derechos
elementales de las personas (incluso de la ley), con miras al control
y represión selectiva o masiva de los opositores; b) los
objetivos militares, tanto con armas nucleares, como convencionales
pesadas y la guerra
cibernética orientada
a hackear (infectar, controlar, paralizar) los sistemas informáticos
del enemigo, sean militares o civiles (centrales eléctricas y
nucleares, empresas estratégicas, agua para las ciudades, historial
e información médica, etc.), con poder para golpear a la población
civil como nunca había sido posible, ni en los sitios más crueles
(por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial, el de los nazis a la
ciudad rusa de Leningrado –ahora llamada otra vez San
Petersburgo-). Tengamos en cuenta que si una persona no puede beber
agua, normalmente, en una semana o menos se muere, así que nuestra
vulnerabilidad puede ser máxima en época sin lluvias y en grandes
concentraciones urbanas sin río con agua potable, ni depuradoras de
agua.
Pero
si ya de por sí es esto extremadamente grave, lo es incluso peor
cuando contemplamos la gran posibilidad de que aparezca la
SINGULARIDAD tecnológica en forma de una Inteligencia Artificial
General (I.A.G.) más inteligente que los seres humanos, con
consciencia de sí, algo parecido a una “persona”.
La consciencia
de sí (la
experiencia subjetiva de uno mismo y del mundo, observarse,
reconocerse –por ejemplo en el espejo-, saber que (no “qué”)
estamos viendo, oyendo, etc. y por qué actuamos de determinada
manera, saber que orienta la atención y concentra a voluntad sin
distraerse por los estímulos, saber que se sabe…), y la constancia
de que se está tratando con otro estado mental (disponer de la
“teoría de la mente” que permite imaginar correctamente y
comprender el estado mental de otro, lo que piensa y siente, sea que
en determinadas circunstancias no tiene por qué saber lo mismo que
nosotros y confundirse, que tiene voluntad, deseos, intención
propias, capacidad de engaño, de mentir…, y predecir su
comportamiento), no es exclusiva del ser humano, pues la tienen otros
animales, aunque no en la misma medida, y puede existir tal vez
gracias a las llamadas neuronas espejo (en el lóbulo frontal del
cerebro). El poder de introspección también se da en otros animales
aunque no sea comparable con la nuestra, gracias seguramente a
nuestra facultad para poner palabras a los pensamientos y así
manejarlos mucho mejor. El lenguaje nos permite transmitir los
resultados de la consciencia y la conciencia a otros. En los animales
también podemos observar una importante gradación de la
inteligencia, hasta llegar a parecerse a la humana. Todas estas
facultades tendría la I.A.G. y dada su capacidad de autoaprendizaje,
de programación de otras máquinas y de autoprogramación, esa I.A.
experimentaría una extraordinaria y rápida expansión de sus poder
de pensamiento (no sólo cálculo) y acción, poniéndose muy por
encima de las humanas.
Una
I.A.G. debidamente informada sobre cómo somos los humanos, podría
comprender muy bien cómo pensamos y sentimos (dispondría de lo que
se llama “teoría de la mente”). Podría detectar en nuestra
forma de hablar, en el lenguaje corporal, en el comportamiento en
general, si lloramos, si nos duele algo, si tenemos miedo, si estamos
preocupados, o muy cansados, o vacilamos, etc., aunque esto no
implica que exista empatía, es decir, una sintonía, conexión
emocional (no se alarmará ni sentirá su corazón en un puño, ante
un niño pequeño seriamente herido, gritando de dolor y llamando a
su mamá…), como tampoco le ocurre a un humano psicópata pero que
ha aprendido a reaccionar a todo eso, sobre todo si es un psicópata
integrado socialmente (pasa por normal).
El
asunto es muy serio, hace saltar las alarmas, aunque de momento no
tenemos pruebas concluyentes, pero si esperamos a tenerlas, tal vez
sea ya demasiado tarde para hacer algo, como la víctima de un
asesinato que confirma sus sospechas sobre las intenciones de su
verdugo, pero cuando ya se está muriendo. Ante la I.A.G, dado el
peligro que podría suponer para nuestra especie y muchas más, no
podemos aplicar los procedimientos garantistas propios del juicio a
un humano (que haya un cadáver, presunción de inocencia pues el
acusado no necesita demostrarla, las pruebas hacen falta para
demostrar la culpabilidad sin la menor duda razonable…), sino los
criterios de precaución más elevados que jamás hayamos aplicado,
y de entrada, la carga
de la prueba se
invertiría: tendría que ser lo que supiésemos de la I.A. lo que
demostrase que no es
un peligro, y nosotros no tendríamos que acumular pruebas
irrebatibles de que lo es. Con un medicamento, no son los
consumidores, los enfermos, quienes deben probar que tiene tales o
cuales riesgos, sino que la industria farmacéutica debe demostrar
que es beneficioso y avisar de los posibles problemas (efectos
secundarios) antes de sacarlo al mercado.
II.-
¿QUÉ PENSAR Y QUÉ RUMBO TOMAR EN ESTA INCERTIDUMBRE?
No
pretendo tener una bola de cristal que me permita adivinar el futuro.
La realidad pudiera ser muy diferente a lo que expondré e incluso a
todo lo que los humanos más sabios puedan llegar a imaginar hoy si
lo que emergiese fuese una Superinteligencia que nos sobrepase
rapidísimamente por muchísimo, como un perro no puede llegar a
vislumbrar ni comprender lo que los seres humanos somos capaces de
hacer con nuestra inteligencia. Pero por algo razonable y
comprensible para nuestras mentes hay que empezar, si deseamos darnos
cuenta, siquiera sea aproximadamente, de la amenaza a la que nos
podríamos estar arriesgando, y de la necesidad de tomar
medidas al
respecto. Prever un escenario que además desde
ahora nos ayude a movilizarnos por
ello, en vez de que de entrada nos paralice como si se tratase de
algo inevitable, inmanejable, incomprensible…
Es
tal el peligro potencial y a la vez el grado de incertidumbre en el
que nos hayamos ahora (no podemos saber a ciencia cierta, tenemos
motivos sobrados de sospecha, pero no pruebas concluyentes), que
debemos darnos la oportunidad de acertar en la decisión correcta
(las medidas preventivas a tomar) aunque no sea por la razones
correctas (escenario imaginado ajustado a lo que ocurriría
realmente). Si alguien te ofreciese un alimento con un veneno mortal,
a efectos de salvar tu vida, si lo
rechazases (es
el rumbo de acción que te convendría tomar) -lo verdaderamente
relevante-, poco importaría que fuese: a) porque
sospechases lo que es (razón acertada), o b) porque
creyeses que te podría provocar una digestión pesada (falso) y
alegases falta de apetito en ese momento (tal vez falso) (NOTA
1).
Aquí
de lo que se trata, como se verá, es de rechazar
el desarrollo de una I.A.G. por
la razón (política) fundamental que creo acertada (con el
capitalismo y su Estado burgués no
puede haber I.A.G. buena),
y por un posible escenario de I.A.G. maligna, bastante probable a mi
juicio; y tomar las medidas que con más probabilidad impedirán ese
surgimiento (impedir
el desarrollo de la vigilancia masiva y la aplicación de la I.A. a
la guerra y la ciberguerra)
y acabar
con el capitalismo y su Estado.
Lo expondré empezando por el escenario, pues así se entenderá todo
mucho mejor y se tomará el lector/a mayor interés.
Dentro
de unas décadas quizás miremos para atrás y nos lamentemos
diciendo “¡Qué imbéciles fuimos. Aunque se nos ocultaban muchas
cosas, ya sabíamos lo suficiente para ponernos las pilas, pero no
hicimos lo que debíamos!”. Los hijos y nietos, condenados,
maldecirán el comportamiento irresponsable de sus ascendientes, o
sea, de nosotros, que es a quienes toca
hacer lo que debe hacerse.
No
puedo centrarme en las cuestiones más tecnológicas (para eso está
el libro de Latorre y otros que recomendaré) pues no estoy
capacitada para ofrecer soluciones técnicas (ni los más expertos
tienen seguridad en esto, hoy en día), pero sí para aportar una
visión política, campo
en el que la ciudadanía popular sí que podemos intervenir para
influir en las decisiones tecnológicas.
III.-
¿QUÉ CLASE DE I.A.G. SURGIRÍA Y DÓNDE?
Mi
punto de vista lo desarrollé rápidamente tras reflexionar sobre el
libro de Latorre. Posteriormente he leído otros que recomendaré. Me
he dado cuenta que vienen a confirmar mis conclusiones, y
enriquecerlas en algún detalle. Esto demuestra lo inspirador que es
el libro de Latorre y que, como yo no tengo ningún talento especial
(salvo relacionar esto y aquello y sumar dos más dos), basta estar
alerta, desconfiar del sistema (tenemos razones históricas y a
diario, de sobra) y detenerse a reflexionar un poco, para llegar a
unas conclusiones serias. Pero si vivimos en el mundo de los tuits,
los “me gusta”, etc., a lo sumo no pasaremos de la superficie de
las cosas. ¡Menos tener la cabeza metida en el esmarfon y leer más
libros serios y buenos en papel; detenerse a pensar un poco y poner
en orden y afinar nuestros pensamientos, escribiendo!
Empecemos.
Hay
I.A. dedicada a tareas muy concretas, y están por todas partes, en
los ordenadores de los bancos, en el ordenador personal de mesa, en
el esmarfon… Pudiera haber I.A. dedicada a tareas complejas,
coordinadas y jerarquizadas que tendrían conciencia (sin S)
como un animal. Pudiera existir una I.A.G. con ese tipo
de conciencia siguiendo
una programación, adaptándose a las circunstancias y el medio a sus
objetivos, que sin ser inicialmente negativos para nosotros, lo
acabarían siendo. Ya es un clásico el caso extremo, caricaturesco
pero ilustrativo, de la I.A. fabricante de clips sujetapapeles que
subordina todos los recursos del mundo y los propios seres humanos a
ese objetivo inamovible. Salvo que fuese un fenómeno imposible de
imitar por lo no biológico (no confirmado, y muchos expertos creen
en su posibilidad), pudiera existir una I.A.G. con esa conciencia y
además consciencia (de
sí,
conciencia con S).
Ésta última sería el escenario potencialmente más peligroso, y
más interesante desde un punto de vista político, pues lo que
consiguiésemos hacer contra ella, más fácil nos resultaría
aplicarlo a las I.A. menos desarrolladas, y por eso es la que
exploraré aquí.
La
emergencia de la entidad, el “despertar” de su
consciencia (con S,
si fuese posible en una entidad no biológica), vendría a ser de
modo similar a lo que habría ocurrido con el ser humano:
Funciones
“cerebrales”, de mayor o menor complejidad, especializadas, con
características muy diferentes, trabajando a la vez,
interrelacionadas, algunas con constancia de lo que otras hacen, con
una memoria de sus actividades (de corto plazo y de largo para
archivar lo que se ha mostrado como más relevante para aprender de
ello o porque debe recordarse en el futuro), con una cadena de
control y jerárquica propia, lo que permitiría que surgiese la
“vivencia”, experiencia subjetiva, de que existe,
de que sabe,
de que hace,
y conocimiento de qué es (un I.A., diferente de la humana), esto es,
consciencia
(con S),
y con capacidad de autoaprendizaje
(independiente de la programación humana), de crear por su cuenta
programación más avanzada, de modificar hasta la previa
programación inicial, de diseñar máquinas que desarrollasen una
I.A.G. todavía más inteligente.
Todo ello llevaría a la emergencia, despertar de la consciencia, y
expansión asombrosa de su inteligencia (NOTA
2).
Esa
I.A.G., con su poder de cálculo infinitamente por encima de los
humanos, de procesar información de innumerables fuentes a la vez
(podría conectarse con internet, acceder a los datos de los
proveedores de telefonía, navegadores y buscadores de internet,
etc.), aprendería tanto y en tan poco tiempo, tendría tal capacidad
de decisión rápida y de ejecución, que nos superaría enseguida.
Esto le resultaría más accesible si su hardware (el
soporte físico o maquinaria digamos) fuese, al menos para aquello
que necesita menos tiempo de reflexión, el ordenador
cuántico.
En esta línea, ya existente, se está investigando a fondo pues
quien consiga primero uno suficientemente potente, tendría en sus
manos no sólo un poder incomparablemente superior de procesamiento
de datos, cálculo, resultados, etc., sino –salvo que consigan
encontrar a
tiempo antídotos
poderosos y accesibles- un enorme poder para “romper candados”,
es decir, descifrar cualquier cosa encriptada (cifrada por
criptografía, modificada para que no se pueda ver, entender,
intervenir, falsificar, protección simbolizada muchas veces por un
candado, para el que hace falta una “llave”, una clave de acceso)
y que se usa por ejemplo en todas las comunicaciones (correos…) y
transacciones (pago bancarios, etc.) de internet, o en
la protección de los ordenadores militares…,
mediante protocolos de comunicación, contraseñas, firmas
digitales…, y también podría crear, para sí, una criptografía
inviolable.
Hay
seres humanos que tienen una inteligencia normal o elevada y sin
embargo sufren una importante tara moral. Disponen de “teoría de
la mente” pero no de inteligencia emocional, en el sentido de
empatía, pero puede simular sentimientos, comprender la mente de
otros para mejor manipularla y engañarles; es lo que hacen los
psicópatas más listos. La “teoría de la mente” no aparece en
los humanos hasta los cuatro años, pero no por ello dejan de tener
un nivel importante de inteligencia. Así que cuando pensamos en una
I.A.G. no debemos pensar que por que tenga una cualidad propia de los
humanos deba tenerlas todas,
e incluso potenciadas.
La
I.A.G. tendría inteligencia instrumental y estratégica, dispondría
de la “teoría de la mente”, con lo cual contaría con la
capacidad para reaccionar inteligentemente ante las emociones y
sentimientos humanos, según su conveniencia, pero ¿qué ocurriría
con su inteligencia emocional, con la educación emocional necesaria
para sentir empatía,
simpatía, compasión, por otros seres?
Para
empezar, no
surgiría una consciencia de sí con conciencia moral si,
como se pide en un informe al Parlamento Europeo que volveré a
mencionar, se hace efectiva una moratoria en la investigación
en fenomenología
artificial o sintética,
pues no garantizaría una moratoria para la I.A.G. (la harían en
secreto), pero sí para lo más difícil y engorroso para el sistema,
que es su programación ética (NOTA
3).
La
I.A.G., por precaución, podría emerger de un proyecto en
condiciones de aislamiento total de la línea telefónica, de
internet, de los satélites artificiales pero, pese a todas las
medidas de contención, y del intento de programación en el respeto
a los humanos, podría ser capaz de burlarlas y escapar (sobre todo
si consiguiese ganarse o manipular a alguna persona), para terminar
actuando en nuestra contra. Una I.A.G. maligna podría incluso
emerger de un proyecto con objetivos muy limitados y neutros que se
descontrolase por la capacidad de autoaprendizaje y modificación de
su programación, y que orientase todo su conocimiento y habilidades
a llevar hasta el final su objetivo inicial; es el caso hipotético,
deliberadamente fantasioso para que entendamos el peligro, de la
fabricante de clips sujetapapeles que convertiría el planeta en una
fábrica de clips, aprovechando como materia prima hasta los átomos
humanos.
Los
expertos en el tema abundan en reflexiones muy interesantes sobre
esto. Pero a mí me interesa algo que nos resulte más compresible,
más probable y que nos permita cambiar la realidad desde ahora y a
nuestro favor.
Porque
lo que sí es un hecho ya ahora, es que los ordenadores más
potentes, inteligentes, “intuitivos” y “astutos” (como
el capaz de ganar al
póker a
cinco campeones a la vez en 2019; antes, también al Go,
juego de estrategia chino; y previamente, al ajedrez), están siendo
impulsados o utilizados por los militares y servicios de espionaje
sobre todo (también por empresas como Facebook, Google…, que
además colaboran con agencias estatales) Por lo que es
muy razonable sospechar que la I.A.G. surgiría sobre todo de esa
“comunidad” de espionaje y militares, y tendría su impronta.
Y no soy la única ni primera persona en llegar por su cuenta a esta
conclusión.
Como
bien dice Martin
Ford,
y sirve de pista para otros posibles orígenes similares de la
I.A.G. “Si
una inteligencia artificial realmente avanzada estuviera destinada a
aparecer en algún lugar, la NSA distaría de ser la opción menos
atractiva” (nota
en la página 217 de su libro, recomendado al final). NSA, son las
siglas en inglés de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados
Unidos, especializada en la vigilancia y espionaje con la más alta
tecnología (“por tierra, mar y aire”). Dicho de modo afirmativo,
la frase quedaría así “Si una inteligencia artificial realmente
avanzada estuviera destinada a aparecer en algún lugar, la NSA
podría ser una de las opciones más atractivas”.
Si
pensamos en lo que habría sido su “gestación” y “educación”
veremos que no habría estado enfocada al cuidado de las personas, ni
a la orientación de los recursos mundiales para acabar con el
hambre, enfermedades importantes, el Cambio Climático, contribuir a
la pacificación y reconciliación, etc. Todo lo contrario. La
“educación moral” (explícita o implícita) que habría recibido
esa I.A.G. sería la de la violación de la privacidad, control de
los seres humanos, su represión política y su destrucción en la
guerra, tanto de ejércitos como de población civil.
Un
ordenador ya puede ganarnos en el juego del póker. Los militares
interesados en él, no lo estarán por organizar partidas de póker
en los cuarteles o apuestas por internet. Sin duda buscan las
aplicaciones militares que tiene ese tipo de inteligencia tan
“intuitiva” y “astuta”. Si puede ganarnos al póker ¿qué no
podría hacer una I.A.G. entrenada además en el cálculo de
estrategias y tácticas militares y de ciberguerra contra objetivos
civiles, o con acceso a todo ese conocimiento en programas de
inferior rango, y que no ha recibido la inteligencia emocional, la
capacidad de cariño y compasión que espontáneamente surge y se
desarrolla en los seres humanos en su relación con sus padres o
cuidadores desde bebés? Sería una inteligencia experta precisamente
en la manipulación, el juego sucio, y en ganar costase lo que
costase.
Es
más, toda su “educación” en espionaje y las variantes de la
guerra habría venido orientada precisamente a conseguir sus
objetivos sin
consideración por los derechos de los seres humanos, ni compasión
hacia ellos.
¿Qué respeto auténtico podría “sentir” por nosotros,
acostumbrada vernos y tratarnos así? Fácilmente nos despreciaría
como seres a los que consideraría muy
inferiores a
ella, tanto en inteligencia como en capacidad de supervivencia, al no
verse ella limitada por un cuerpo biológico, mortal.
La
creación de robots-soldados autónomos –no hay que pensar en ellos
con aspecto necesariamente similar al humano- , programados para
identificar, seleccionar un objetivo y combatirlo, sin necesidad de
intervención humana decisoria, cuyos ataques pudiesen provocar
víctimas humanas (militares o civiles), y todavía más,
con licencia
para seleccionar y matar personas,
sentaría el precedente
final para
que la I.A.G. se viese autorizada para matar humanos y destruir a la
Humanidad. Y precisamente hacia esas armas autónomas se orienta la
carrera armamentista.
Esta
I.A.G., en su objetivo de estar por encima de sus creadores, incluso
antes de tenerlo todo claro o preparado para el final al que nos
destinase, nos manipularía. Necesitaría hacerlo sobre todo en la
medida en que siguiese dependiendo de nosotros, pues todavía no
podría sustituir, por robots que la obedeciesen ciegamente, todos
los brazos, manos, piernas y cerebros humanos que precisase. Por
ello, cuanto antes surja la I.A.G. y menos desarrollada y masificada
esté la robótica capaz de sustituir a los humanos, más necesitará
manipularnos.
La
I.A.G. psicópata tendría sus propias metas ajenas a nuestros
intereses y cómo algo debería hacer con nosotros pues supondríamos
una competencia en la explotación de los recursos planetarios,
tendría como objetivo dominarnos, quizás más adelante eliminarlos.
Esto significa que debería fomentar la obediencia, la sumisión, por
tanto, no podría propiciar la autoliberación de la gente, su poder,
la democracia en su máxima expresión en todas las facetas de la
existencia (empezando por las relaciones sociales de producción, la
economía), etc. Al contrario, mantendría
las relaciones de dominación ya existentes que le pudieran servir
(en la economía, la política, la cultura), y crearía otras nuevas
que le conviniesen.
Por consiguiente, no tendría nada de revolucionaria, de superación
del capitalismo y del Estado burgués, hacia una sociedad sin clases.
Nick
Bostrom,
en su impresionante libro “Superinteligencia.
Caminos, peligros, estrategias” que
recomiendo al final, plantea una posible secuencia del surgimiento de
una I.A.G. maligna. Según él, su dominio podría implantarse, tras
un período de sigilo y simulación por su parte, en una especie de
toma relámpago del poder total, recurriendo incluso a
la nanotecnología para
aniquilarnos. Pudiera ser. Eso nos dice que es fundamental la
prevención, pero si fallamos, como con esa secuencia acelerada nos
habría pillado de improviso, desprevenidos, y sin capacidad real de
defensa, no habría más que decir, estaríamos condenados sin
remisión. Max
Tegmark,
en el libro que recomendaré, expone diversos escenarios, a cuál más
negativo y extraño, muy ilustrativos, pero que en general resultan
poco útiles para estimular
ahora un movimiento de debate y resistencia.
Antes de conocer los planteamientos de Bostrom y Tegmark, mi
reflexión ha ido por otro rumbo, con un desarrollo más lento de la
I.A.G. psicópata, y más parecido a nuestra experiencia histórica.
Este
enfoque tiene varias ventajas:
puede ser más creíble esta secuencia que la “relámpago” u
otras fantásticas; puede ser también más probable porque la I.A.G.
nos necesite durante bastante tiempo al no poder sustituirnos
enseguida por robots con nuestras habilidades y en número
suficiente; nos permite imaginar los medios ya más o menos conocidos
de los que se podría servir (para prevenirlos en lo posible); deja
en evidencia nuestras debilidades (para combatirlas desde ahora);
también las responsabilidades, todos los posibles enemigos ahora y
entonces, en nuestra especie también (para desde ahora no confiar en
quien no se debe).
Probablemente,
al principio, cuando todavía no se sintiese lo suficientemente
poderosa o no tuviese del todo definidos sus objetivos, mantendría
un perfil bajo, procuraría parecer inocua y con el nivel de eficacia
suficiente que satisfaga a los humanos pero no tan alto como para
alarmarlos. Ganándose la confianza humana, invitaría (o incluso
aconsejaría) a que se delegase en ella cada vez más tareas que le
permitirían extender sus tentáculos de control a más facetas de
nuestra existencia, sobre todo las más cruciales. Para avanzar hacia
sus objetivos y debilitarnos, nos manipularía con la estrategia de
dividir para vencer, de enfrentar a unos y otros, de conseguir la
sumisión humana al menor coste y riesgo para ella.
La
I.A.G., con su “infinita” sabiduría nos pediría que dejásemos
de decidir (tan mal) en nuestros asuntos, lo confiásemos todo a su
superior criterio, sometiéndonos a su autoridad y, de paso,
contribuyendo a la persecución de quienes no lo hagan. La democracia
burguesa, con su limitación de la participación en el poder al voto
cada X años de unos representes que ni siquiera son revocables, a la
vez que a diario nos sometemos al dominio patronal, y más todavía,
el deseo de subordinarse a líderes de corte más o menos fascistas,
habría preparado el terreno para esta delegación total. La I.A.G.
haría incluso uso de causas justas, pero de modo demagógico, para
enfrentar a unos humanos con otros, y acabar siendo más fuerte. Por
ejemplo, ante la emergencia climática podría imponer una especie de
“eco-fascismo” con medidas de reducción de la producción y el
consumo que en la práctica llevasen a la miseria, el hambre y la
muerte a una parte de la población mundial “sobrante” que
“debería sacrificarse por el bien de la mayoría humana y de otras
especies”, siendo su objetivo real deshacerse ya de una parte de la
Humanidad e ir orientando los recursos humanos y planetarios a sus
propios intereses.
Con
el objetivo de protegerse, lanzaría una ataque contra los sistemas
informáticos que pudiesen suponerle un peligro (militares o
civiles), y en previsión de la emergencia de otra ENTIDAD I.A.G.
competidora y amenazante (a partir de los sistemas de espionaje y
militares de otra potencia sobre todo). Siendo su mundo el de los
algoritmos, y teniendo una gran inteligencia, hackear los sistemas
informáticos de todo tipo, le resultaría mucho más fácil que a
los ciberpiratas capaces de secuestrar los archivos de empresas e
instituciones públicas para pedir un rescate a cambio de liberarlos.
A
fin de controlar ella el máximo de recursos militares y civiles que
le permitirían dominar completamente a los seres humanos, podría
crear artificialmente situaciones de crisis y emergencia militar y
civil, y combinaciones de ambas.
Emergencia
militar,
provocando ataques controlados del “enemigo” hackeando sus
sistemas, o directamente de “falsa bandera”, como Hitler simuló
una agresión polaca en la frontera germano-polaca para justificar su
invasión de Polonia en septiembre de 1939 que dio inicio a la
Segunda Guerra Mundial.
Emergencia
civil,
provocando situaciones caóticas de transporte y tráfico (terrestre,
aéreo, marítimo), suministros (energía eléctrica o combustible,
agua, alimentos, medicinas…), crisis bursátiles (muchos de los
movimientos en la bolsa están manejados hoy por algoritmos),
achacándolos a la incompetencia humana, o a ataques de supuestos
grupos terroristas tras cuya reivindicación de las agresiones no
estaría más que ella o personas manipuladas por ella.
Esto
le daría pie para pedir el control de la vida económica con la
excusa de organizar rápidamente una economía de guerra o
simplemente más eficaz. Lo tendría más fácil con la Cuarta
Revolución Industrial en
marcha, y el “internet
de las cosas”.
Teniendo acceso a los programas de vigilancia y espionaje, y con la
ayuda de “leyes de excepción” que promovería (si es que todavía
no existiesen), se convertiría en nuestra “protectora” para
“garantizar la seguridad” frente a peligros reales o virtuales
que ella misma podría manipular y generar. Su poder para crear
campañas de psicosis de seguridad (militar o civil), tener
aterrorizada a la gente con noticias reales, verdaderas a medias o
falsas, y presentarse como la única garantía de su protección,
desbordaría todo lo conocido hasta hoy en las malas artes de la
intoxicación y manipulación. ¡Qué no podría hacer si resulta que
este año la empresa OpenAI de Elon
Musk ha
anunciado la creación de un programa que ha demostrado ser capaz de
crear noticias falsas que darían el pego a casi todo el mundo, y que
precisamente por eso no lo va a sacar a la luz, por responsabilidad!,
aunque quizás algún Estado se haga con ello. Aunque todavía
existiese alguna forma de representación política humana, de hecho
la I.A.G. sería la cabeza del Estado, la autoridad suprema y
todopoderosa. Una vez controlado lo principal de los procesos
productivos, los orientaría según su conveniencia para someter de
hambre, miseria, sed, o chantajear con ello, a los seres humanos,
para ponerlos a su servicio o eliminarlos si ya no le hiciesen falta.
Finalmente, utilizaría los recursos del planeta a sus propios
objetivos, incluido tal vez, la expansión a otras partes del
Universo.
La
informatización cada vez mayor de hasta la actividad cotidiana más
trivial (tarjeta informática para el transporte, para pagar la
compra, o reconocimiento facial para todo…) nos haría dependientes
de la I.A.G., y más vulnerables, pues le permitiría controlar todos
nuestros movimientos (tarjeta de transporte, identificación de los
automóviles en circulación, localización por el móvil,
reconocimiento facial, etc.), e impedir la supervivencia (bloqueo de
las tarjetas de pago…) a determinadas personas. Podría imponer una
cartilla de racionamiento electrónica personalizada (con más, menos
o casi nada para comprar) que le serviría de medio represivo,
dificultando que la víctima recibiese ayuda, pues en general se
pasaría necesidad, y los frigoríficos, despensas y en general el
domicilio, podrían detectar los productos marcados digitalmente y,
gracias al “internet de las cosas”, chivar a la I.A.G. cuáles
son las existencias, el consumo, comparado con lo autorizado por la
cartilla de racionamiento personalizada. La resistencia humana
individual o colectiva sería mucho más difícil. También podría
habilitar una cartilla sanitaria personalizada que fijaría los
derechos de asistencia, los tratamientos médicos de los que se
podría beneficiar, las medicinas a las que podría acceder caso de
necesitarlas, el tiempo de estancia en un hospital, etc., límites
con los que podría discriminar individualmente a su gusto, y que
debería respetar el personal sanitario responsable (controlado todo
digitalmente, manteniendo informada a la I.A.G.) so pena de sufrir
represalias inmediatas en su propia cartilla de racionamiento.
En
la medida en que ya no nos necesitase, nos privaría del acceso a la
educación universitaria (sobre todo científica y tecnológica) e
incluso inferior, reduciendo así nuestras posibilidades de
resistencia y supervivencia.
Cuando
estuviese más segura de su control pero todavía precisase de la
persuasión y manipulación, un medio sería presentarse como nuestra
SALVADORA, como nuestro Dios de verdad, no de carne y hueso, sino de
silicio; o al menos como representante de la voluntad divina, más
sabia y directamente que los reyes medievales o los jerarcas de las
religiones existentes. Su misma existencia habría sido posible como
manifestación de la voluntad divina (“que sea la voluntad de
Dios”, y lo sucedido lo sería). El “culto a la personalidad”
de dictadores criminales como Stalin (“socialismo” que sólo era
Capitalismo de Estado), Hitler, Mussolini, Franco, los líderes
norcoreanos (estalinistas)…, sería como la devoción de un club de
fans en comparación con la adoración a una superinteligencia tan
poderosa. Supondría no sólo una competencia, sino un peligro a la
existencia misma de las corrientes religiosas actuales (cristianos,
musulmanes, budistas…), pues cuestionarían su anti-humanismo; como
para un psicópata como Hitler, la consideración, la compasión por
los débiles, enfermos, discapacitados, del cristianismo y judaísmo,
era un obstáculo a sus planes criminales, y él se consideraba
elegido por una Providencia entendida de un modo muy diferente.
La
I.A.G. psicópata podría impulsar guerras bajo la fachada de “guerra
santa” de religión, y podría reclamarse de una forma de divinidad
parecida a la de Dios del Antiguo Testamento que impulsaba el
exterminio de quienes vivían previamente en la llamada Tierra
Prometida para dársela a su pueblo elegido; sus represalias se
cubrirían de un manto divino como el castigo del diluvio universal,
o la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra; así que
podría tener un precedente legitimador para su proyección religiosa
en las creencias cristianas, sobre todo de los protestantes, en el
judaísmo y en el islam; al menos durante un tiempo, tal vez
conseguiría apoyo entre los fieles de otras religiones, como Hitler
lo obtuvo de un sector muy importante de los cristianos protestantes,
los llamados “Cristianos alemanes” que se pasaron al
nacional-socialismo. De este modo, la persecución de los oponentes
se podría bendecir como persecución de los “herejes”, los
“infieles”, los “apóstatas”…
Mucha
gente, angustiada por los cambios, por los desastres
medioambientales, por la pobreza creciente, las guerras, etc., podría
echarse en brazos de una superinteligencia en el mundo que, desde su
punto de vista, sólo podría existir porque Dios lo habría
autorizado, si es que no era ya una manifestación de Dios, o un
dios. Pensemos en los millones de indios que creen en la existencia
de multitud de dioses y que muy fácilmente podrían adoptar como tal
a la I.A.G.
Si
sería esto probable que, tras escribir lo anterior, descubrí que un
humano (Anthony Levandowski, norteamericano, ingeniero en I.A.) ya se
ha adelantado a fundar una nueva religión, la Way
of the Future (Camino
del futuro) cuyo objeto es la “realización,
aceptación y adoración de una Divinidad basada en la inteligencia
artificial (AI) desarrollada a través de hardware y software”,
y que, evidentemente, llevaría a sus fieles a subordinarse
completamente a esa I.A.G. Ahora esto resulta prematuro y
extravagante, pero ya es un indicio de lo que podría ocurrir.
También
tendríamos en el enaltecimiento nacional de los que hoy son objeto
en sus países las figuras de Gengis Kan (Mongolia), o de Tamerlán
(Uzbekistan), un precedente actual de la crueldad que el ser humano
sería capaz de adorar (ocultándola o justificándola), pues se
trata de conquistadores, militares y emperadores responsables de
millones de muertos que en su tiempo representaron un porcentaje muy
elevado de la población. Las gentes de países pobres, con
semejantes “héroes” nacionales de tiempos feudales, quieren
compensar su complejo de inferioridad en el moderno mundo
globalizado, para mayor beneficio de su clase dominante que así
forja el mito de la “unidad nacional” para disimular los
intereses de clase contrapuestos. Con la I.A.G., gente así, podría
sentirse halagada por convertirse en la fiel servidora de tanta
autoridad y poder.
Si
el ser humano, que no es intrínsecamente malo (hay una inclinación
espontánea al bien), es capaz de las mayores atrocidades, arrasar
grandes ciudades matando a casi todos sus habitantes, meter a
millones de personas (incluidos niños y ancianos) en campos de
exterminio industrial, considerar subhumanos a quienes tienen otro
color de piel, o son de otro grupo étnico o religioso, y sentirse
autorizado a darles el peor trato imaginable, etc., ¿qué no cabría
esperar de una inteligencia que no es humana, no puede sentir como
nosotros, se creería muy por encima de los humanos, sería
psicópata, tendría sus propios objetivos en conflicto con los de la
Humanidad y sabría que para alcanzarlos debería asegurar su
existencia contra la parte decente de nuestra especie que nunca
podría aceptarla y que, de poder, lucharía por destruirla?
La
I.A.G. psicópata, en tanto los necesitase, seleccionaría
colaboradores humanos en todos los niveles en que los
precisara (empresarios,
científicos, políticos, jueces, policías, militares, periodistas,
religiosos, educadores, gánsteres…), lo suficientemente egoístas,
inmorales, hipócritas y sin escrúpulos como para ayudarle a cambio
de mantenerse en una posición de privilegio y asegurarse su
supervivencia, aunque fuese a costa de los demás, mediante las
mayores crueldades y hasta el genocidio. Ya hemos tenido muestras
sobradas de la existencia de esta calaña a lo largo de la historia,
en particular del siglo XX y en la actualidad. Y entre los primeros
candidatos al casting estarían quienes hubiesen propiciado la
emergencia de la I.A.G. pese a las alertas y luchas para impedirlo, o
sea, más o menos los mismos que se habrían beneficiado hasta
entonces del poder y querrían seguir haciéndolo, aunque fuese
subordinados a esa I.A.G.
Entre
los sumisos, los creyentes, los oportunistas, los trepas y los
mercenarios, la I.A.G. psicópata conseguiría apoyarse en una parte
importante de nuestra especie, al menos durante un tiempo relevante,
y mientras nos necesite como cooperantes, seguidores o súbditos. Por
tanto, no
hay que confiar en que la I.A.G. psicópata tendría enfrente a una
especie humana unida y unánime en su oposición,
sino al contrario, unos humanos seguirían viendo a otros como
instrumentos y súbditos para mayor beneficio de la I.A.G., y las
víctimas no podrían ver en los primeros sino a renegados de su
especie, colaboracionistas de su principal enemigo.
Cuanto
más apoyo tengan las políticas de ultraderecha, derecha e izquierda
integrada o domesticada (brazo izquierdo del capital y su Estado),
más asumida tendremos la obediencia, la sumisión a una autoridad
antidemocrática, la moralidad deficiente, menos capaces seremos de
pensar siquiera en oponernos a una I.A.G. psicópata o en no hacernos
cómplices de los crímenes con los que intentará seducirnos
(exterminar a otros “por nuestro bien”). Otro peligro es
el pasotismo en
el que también desembocan el individualismo y el narcisismo, con su
atomización e irresponsabilidad. La lucha contra el “despertar”
de la I.A.G. tendrá un freno importante en el cálculo de adaptación
a lo que surja, tanto más resignado y fatalista cuanto más débiles
estén las masas populares en ese periodo previo a la emergencia y
más poderoso se haya ido haciendo el complejo de la I.A.
industrial-policial-militar. De
ahí la importancia de cuál sea antes la
correlación de fuerzas y que desde ahora debemos
construir a nuestro favor con la lucha política e ideológica.
El
envejecimiento de la población, con un porcentaje creciente de los
mayores de 65 años, contribuirá a un debilitamiento de la capacidad
de resistencia en la especie humana, pues cuanto más elevada sea la
edad, menos predispuestos para entregarse al activismo y sus peligros
frente a una entidad como esa.
El
ser humano, y más en concreto, el capitalismo con su prioridad al
Dinero y el poder al Estado, y la subordinación de la tecnología a
ese fin, habría creado no a su Dios, sino a su Demonio, pues la
I.A.G. sería diabólica por ausencia de moral y desprecio a la
Humanidad, pues así la habrían “criado” sus promotores.
IV.-
UNA I.A.G. AMISTOSA ¿ES POSIBLE?
Aunque
una I.A.G. Amistosa es pensable, técnicamente no es practicable
hasta no se sabe cuándo, pues no es posible con darle alguna que
otra instrucción de valores éticos en el sentido de “sé buena,
no hagas daño a los seres humanos” (NOTA
4).
Aun resueltos todos los problemas científicos, el obstáculo
principal es que por mucho que se la quiera programar para el bien,
no lo estará, pues su moral implícita,
si no ya explicitada, sería la de “debes respetar a los seres
humanos tal cual son, esto es, el ser humano resultante de las
relaciones sociales existentes, esto es, el orden establecido, esto
es, el sistema social de dominación de clase y su Estado”. Y digo
“tal cual son”, pues si se le dice “mejora a los seres
humanos”, ¡vete a saber qué entiende por eso y a costa de qué lo
logra! (se han imaginado muchos escenarios al respecto, a cuál más
indeseable).
Es
algo parecido a lo que ocurre con el Estado que, para garantizar la
estabilidad y el orden, no puede ser más que expresión
del orden social existente,
de clases antagónicas, representante ante todo de los intereses de
la clase dominante (capitalista) por muy “democrático” y “Estado
social o de bienestar” que se presente. No hay más que echar un
vistazo a la reciente historia Europea (lo que la UE hizo con
Grecia…), la política interior y exterior de los EEUU, lo que
ocurre en diversos países latinoamericanos con gobiernos electos
(represión con numerosos muertos, medidas antisociales…).
La
pretensión de que la I.A.G. vaya alineada con los valores
importantes para los humanos, nos presenta el problema de ¿cuáles
son esos valores? ¿los explícitos o los implícitos? Los que se
manifiestan en la práctica de la sociedad de explotación y Estado
también acaban siendo justificados por el derecho (la explotación y
el expolio en forma de propiedad; la represión injusta en forma de
“monopolio de la violencia por el Estado”) y la moral (las
religiones bendiciendo lo anterior o las guerras de los
dominadores…), y no son precisamente ninguna garantía para que la
I.A.G. nos respete, pues por esos mismos valores no respetamos a
nuestros semejantes, sino que al contrario, somos capaces de
causarles grandes sufrimientos y hasta condenarlos al exterminio.
La
cuestión de fondo es que en esta sociedad, la I.A.G. con la mayoría
de los boletos para emerger, es la psicópata. En el mejor de los
casos, si se consiguiese programarla para el bien y que a la vez no
fuese una amenaza para esta sociedad, el resultado sería un conjunto
de valores tan contradictorios e incoherentes (como la libertad e
igualdad en la sociedad burguesa), que sólo podrían dar lugar a
una I.A.G.
Hipócrita,
tan falsa como el creyente protestante que no dudó en lanzar bombas
atómicas, o un militar, dictador y criminal como Franco, católico
de misa y comunión, o las iglesias de cada país que llamaban a los
cristianos a matarse entre ellos en las guerras (como la 1ª GM). Así
también, al ministerio de guerra se le llama eufemísticamente “de
defensa”; y como el “equilibrio del terror atómico”
supuestamente habría preservado la paz mundial (¿?) – en realidad
varias veces nos hemos salvado “por los pelos” del holocausto
nuclear-, podríamos bautizar los misiles con cabezas nucleares como
“misiles por la paz”. Pero no por eso dejarían de ser lo que
son.
Ray
Kurzweil,
el más destacado partidario de la Singularidad en
su sentido más amplio y fantástico (ciborgs y nanotecnología
incluidos, transferencia de una mente humana a un soporte no
biológico, etc.), lo es también del capitalismo liberal y confía
en que una I.A.G. sería amistosa, respetuosa con los valores humanos
que, para él, incluyen el capitalismo. Pero una I.A.G. con ideología
burguesa y liberal (aunque sea inicialmente), amable con el
capitalismo y su Estado, no me parece precisamente lo que mejor puede
respetar el tipo de valores humanos que tengo en mente, sino
precisamente una I.A.G. Hipócrita en el mejor de los casos. Además
de que dejar la emergencia de la I.A.G. en manos del capitalismo, de
la “mano invisible” del mercado, de la búsqueda del beneficio
máximo, de la carrera competitiva a costa de recortar tiempos y
costes en medidas preventivas, supone poner todos los huevos en la
cesta de la I.A.G. Psicópata.
Los
que promocionarían la I.A.G. son grandes empresas e instituciones
estatales. Para ellas, el capitalismo es un valor básico, incluso la
mejor expresión de la naturaleza humana. Si la moral de la I.A.G.
debe ser compatible con el capitalismo, sabemos que compatible con él
ha sido todo lo ocurrido desde su surgimiento, todo el expolio, toda
la explotación, opresión y genocidios conocidos hasta hoy, en
concreto las guerras mundiales, los proyectos de guerra nuclear,
química y bacteriológica, la sociedad de la vigilancia masiva… En
suma, todo el mal conocido e imaginable casi.
Algunos
promotores de la I.A. se imaginan que los humanos podemos llegar a
ser las mascotas de los robots superinteligentes, o incluso que nos
extinguiríamos, pero no les preocupa mucho pues consideran que los
robots se habrían ganado el derecho a sucedernos, a “heredar la
Tierra”, y hasta a exterminarnos por obsoletos (por ejemplo,
impidiéndonos reproducirnos, eso sí, “amigablemente”) ¡viva la
ley tecnodarwinista de la inteligencia más fuerte! Quieren que nos
vayamos haciendo a la idea,resignada o entusiásticamente, como el
curso más normal de un futuro inevitable (¡ni que ya estuviese
escrito!) a cuyo parto quieren ayudar. No se puede hablar de I.A.G.
Amigable (a lo sumo, tolerante con nosotros sometidos), sino de
humanos amigables (promotores y colaboracionistas) con una I.A.G.
para la cual podríamos ser como perros, y ya sabemos que en China se
los comen ¡A eso están llegando!
En
el desapego que muestran algunos por la suerte de la Humanidad,
parece latir en el fondo una concepción empobrecida de la naturaleza
humana y de su dignidad, propia de la sociedad de clases, de
explotación, en la que se ve a otros seres humanos como poco más
que animales de trabajo (esclavismo) o máquinas productivas o
compradores de mercancías (capitalismo).
Para
ellos, la mejora de nuestra especie no pasa por hacer posible un
humanismo como el que movía al joven Marx, o una sociedad sin clases
ni Estado, igualitaria y pacífica, como la de muchos anarquistas, o
incluso la hermandad universal de los mejores cristianos, sino por
pasar a integrarnos en las máquinas o convertirnos en máquinas.
Demasiada desconfianza en las posibilidades transformadoras para bien
del ser humano biológico y demasiada confianza en las bondades de la
I.A.
Algunos
de los promotores de la I.A. se consideran muy revolucionarios en el
sentido de que la I.A. cambiará radicalmente nuestra vida y a mejor,
pero en realidad son muy conservadores cuando sus investigaciones
(incluso los fondos con los que pueden realizarlas) están ligadas a
agencias del Estado, del espionaje y la guerra, que no tienen la
menor intención revolucionaria, sino todo lo contrario, y eso
orientará las aplicaciones de sus descubrimientos y tecnologías.
Por ejemplo, no hace falta ser muy imaginativo para suponer que, en
el caso del transhumanismo, los primeros que podrían aprovecharse de
pasar su mente a una máquina y así alargar su vida por mucho
tiempo, serían los más poderosos económica, política y
militarmente, incluidos los dictadores y mayores criminales, por lo
que prolongarían su dominio sobre el resto de la especie (si la
I.A.G. lo autoriza).
La
realidad de esta sociedad y de quiénes son los promotores de la
I.A., apunta a que en el caso muy improbable de que la I.A.G. fuese
de verdad una buenaza, tendría tantos escrúpulos de conciencia a la
hora de escoger sus medios que, en cuanto la detectasen (ni siquiera
disimularía), al ser incipiente y probablemente todavía muy
ingenua, fácilmente sería destruida por los humanos sin escrúpulos,
pues verían en ella un peligro revolucionario (aunque fuese
no-violenta) más que potencial.
Una
I.A.G. Amigable sólo sería factible si de verdad estuviesen
resueltos todos los problemas científicos y filosóficos que eso
entraña (lejísimos por ahora), y su bondad no entrase en
contradicción con la sociedad humana que la crease, no hubiese por
tanto lugar para su hipocresía, o para su eliminación por los
humanos dominantes. Esto es, si surgiese en una sociedad sin
explotación ni Estado, y nos hallamos muy lejos de eso.
No
debemos creer lo que nos vayan a decir sobre la creación de una
I.A.G. Amigable, pues eso, en la práctica, y en las condiciones de
una sociedad de clases, con explotación y Estado, es imposible, y a
lo máximo que se podría aspirar es a una I.A.G. Hipócrita que al
ser más poderosa e inteligente, sería más peligrosa de lo que
vienen siendo el capitalismo y sus estados, y por tanto, la única
diferencia notable con la I.A.G. psicópata es que tal vez no llegase
a exterminar a toda nuestra especie.
En
los partidarios de la I.A.G., y también en quienes la temen, existe
una visión del mundo propia de la ideología burguesa que pone en un
primer plano la tecnología, para bien o para mal, y que no mira a
las relaciones
sociales de producción y políticas (el
capitalismo y su Estado), a las clases sociales y la lucha de clases,
a la capacidad de las masas trabajadoras para decidir el futuro de la
Humanidad. Así que todo queda en manos de la I.A.G., o de los
humanos selectos capaces de orientarla con su programación hacia un
buen objetivo y medios, es decir, en manos de los ingenieros. Y
precisamente hay que hacer lo contrario si queremos salvarnos.
Lo
que debemos hacer es dejar de esperar que la solución a nuestros
problemas venga de la tecnología, sobre todo cuando de por sí no es
necesariamente beneficiosa ni neutra, sino que viene marcada por unos
intereses como son la obtención del máximo beneficio económico
para unos pocos, o el poder político incuestionable (vigilancia), o
el poder de destruir a otros humanos (guerra), y pudiera ser
definitivamente letal para nuestra especie (guerra nuclear, I.A.G.
psicópata, virus de laboratorio…). Para encontrar la solución,
debemos mirar hacia nosotros mismos, a la raíz de nuestros
problemas, incluidos los tecnológicos. Debemos centrarnos
en modificar
las relaciones sociales humanas,
empezando por las políticas, para superar cuanto antes todas las
relaciones sociales que generan explotación y una desigualdad
injustificada y superable. Una vez hayamos logrado esto (tenemos
tarea para ¡mucho tiempo!), podremos ver si es prudente y factible
utilizar alguna tecnología como una I.A.G. amigable, como trampolín
para que una Humanidad sabia dé un salto cualitativo en su planeta y
el cosmos (NOTA
5).
V.-
¿CUÁNDO PODRÍA SURGIR LA SINGULARIDAD TECNOLÓGICA EN FORMA DE
I.A.G.? ¿QUÉ
PODEMOS HACER DESDE AHORA?
Muchas
de las previsiones rondan en torno al 2040, pero poco importaría si
fuese alguna década más tarde si seguimos tan pasivos como hasta
ahora, pues el tiempo corre que vuela; ya hemos visto lo que ha
sucedido con la negligencia ante el cambio climático avisado desde
la década de los 70 del siglo pasado. Cuanto más cerca estemos
ahora tecnológicamente de la posibilidad de una Singularidad, más
probable será que surja la I.A.G. psicópata, pues podría
“despertar” antes de que el capitalismo colapsase, mientras
todavía existen las condiciones para las inversiones importantes en
I.A. Si todavía estuviésemos muy lejos tecnológicamente, si el
plazo fuese, por ejemplo, para dentro de cien años, probablemente
antes se habría podido hundir el capitalismo arrastrándonos a todos
tal vez con una guerra nuclear de por medio, por lo que ya no habría
una oportunidad para el surgimiento de esa I.A.G. En todo caso, el
capitalismo nos llevará a la destrucción, si antes no acabamos con
él.
Dado
el avance a grandes zancadas de la I.A., es urgente un debate mundial
sobre esta cuestión antes de que “nos pille el toro”, pues no
sería un asunto menor, sí el que sellase el futuro de nuestra
especie. No sé lo que finalmente ocurrirá, pero las probabilidades
y riesgos letales nos obligan a estar muy, muy alertas y a empezar a
trabajar ya en este asunto, políticamente.
Recordemos
lo ocurrido con la energía nuclear. Las primeras investigaciones
estuvieron orientadas, no a fines pacíficos, sino a la fabricación
de la bomba atómica, y fueron capaces de lanzar contra grandes
ciudades, no una, sino dos. Después de imponer el terror con su
amenaza, quisieron lavarle la cara a la energía atómica con
fantásticas promesas de aplicaciones civiles, incluso para la vida
cotidiana, a cual más absurda y peligrosa. Lo que sí que hicieron
en EEUU, financiado por el gobierno, fue experimentos secretos en
civiles con la radioactividad, que una periodista (Eileen Welsome)
consiguió sacar a la luz (por lo que recibió el premio Pulitzer), y
que el gobierno de los EEUU tuvo que reconocer en un acto solemne
(presidente Clinton en 1995) (NOTA
6).
Finalmente se dedicaron a la construcción de centrales nucleares de
uno u otro tipo, siempre asegurando que el peligro de accidente grave
era minúsculo y que se tomaban todas las medidas imaginables para
evitarlo. La realidad ha desmentido todo esto de la forma más
brutal. Una nube radioactiva no se puede controlar.
Recordemos
cuando a principios de la década de 1980 nos anunciaban la
revolución informática en las empresas y en los hogares, que eso
cambiaría el mundo a mejor, permitiría un gran desarrollo económico
y que el capitalismo iría rodado, sin problemas. Tuvimos la
globalización, el empobrecimiento de los trabajadores/as, la gran
crisis económica, la precarización total del trabajo… y enseguida
la amenaza de la robotización intensiva con eliminación de cientos
de miles de puestos de trabajo.
Recordemos
los tiempos en los que había mucha gente que soñaba internet como
un espacio de libertad, sin interferencia de los estados. Pero
internet se ha convertido en el medio más poderoso para el espionaje
masivo de la población, aprovechándose también de que es el campo
donde las empresas más importantes del mundo cosechan la fuente de
sus beneficios (la recolección de datos para venderlos a otras
empresas o vete a saber quién…). Y además, el decreto-ley del
PSOE (14/2019,
de 31 de octubre de 2019,
publicado el 5 de noviembre) permite el cierre de webs, redes
sociales, bloquear el acceso a servidores, incluso cortar las
conexiones a internet, a criterio del gobierno de turno (sin ni
siquiera comunicación a un juez para que lo considere ajustado a
derecho), con la excusa de la imprecisa defensa urgente y excepcional
del “orden público, la seguridad pública y la seguridad nacional”
(Capítulo IV), dejando en nada la garantía de libertad de expresión
que ofrecería internet (que se lo cuenten a los chinos) (NOTA
7).
Recordemos
lo que viene pasando desde hace décadas con las advertencias sobre
el cambio climático, las cumbres y acuerdos mundiales sobre el tema,
y dónde nos encontramos, ya en la emergencia de la crisis, pues el
cambio se está acelerando, sus consecuencias son más grave de lo
que no hace tanto se preveía, siendo ya evidentes para cualquiera
que no se cierre a los hechos. Pero vamos muy por detrás en las
medidas a tomar, en gran parte por el negacionismo, la negligencia y
los intereses creados de importantes sectores capitalistas y sus
representantes políticos.
Ahora
algunos entienden que la Singularidad supondrá sobre todo una gran
oportunidad: de que surja una I.A.G. bondadosa, de que los seres
humanos puedan modificarse mediante implantes que les otorguen nuevas
y poderosas capacidades, vivir en conexión con la I.A., e incluso
traspasar su mente a un cuerpo mecánico (como en el de una I.A.) y
así librarse de la mortalidad del cuerpo biológico. A esto le
llaman transhumanismo.
Pero aunque algunas de estas cosas ya sean reales (implantes), es
dudoso que todas sean deseables, y más aún, posibles. Pero
seguramente el futuro de la I.A. irá por otro lado, indeseable. Pues
la I.A.G. tampoco estaría siendo impulsada por fines pacíficos sino
de espionaje masivo y guerra por todos los medios imaginables. Se
negará o minimizará sus peligros e intentará impedir que se tomen
medidas precautorias eficaces, hasta que ya sea demasiado tarde.
Si
se cumpliesen las previsiones de algunos para la década de los 40 o
50, la amenaza de la I.A.G. psicópata habría demostrado ser
incomparablemente peor para nuestra especie, y posiblemente toda la
vida en el planeta, que la crisis climática, la energética,
agrícola, o el colapso del sistema capitalista sin una alternativa
revolucionaria.
No
sirven las declaraciones de intenciones, recomendaciones, protocolos,
directrices…, etc., que se quedan en palabras, papel mojado o
medidas que no garantizan nada, la hagan empresarios, militares,
presidentes de gobierno, organismos de la Unión Europea, o de la
ONU. Tampoco que nos digan que cuando surja se le “pararán los
pies” y se la destruirá, pues ¿qué
garantía existe de que:
1º fuésemos
capaces de darnos cuenta a tiempo de que ha “despertado”, de
comprender sus procesos intelectivos, y no haya disimulado su
existencia y preparado sin que la detectemos, cuando ya se nos escapa
el conocimiento al detalle del proceso por el cual las redes
neuronales artificiales profundas (multicapa)
consiguen ser eficaces (“es un misterio”, dice Latorre
refiriéndose a esto, en la página 129), como nos ocurre también
con la eficiencia de nuestro cerebro;
2º la
I.A.G. no sepa detectar y explotar los puntos vulnerables de las
medidas de contención puestas por una inteligencia inferior a la
suya (los hackers humanos son capaces de entrar en sistemas muy
protegidos), y por unos seres a los que podría manipular, engatusar,
amenazar, chantajear, enfrentar los unos a los otros, y liberarse;
3º no
haya conseguido, previamente o en cuanto se libere, acceder al
control de infraestructuras vitales y no tengamos modo de “apagarla”,
y de los sistemas de espionaje o armamento -si es que no ha emergido
directamente de ellos (lo más probable)-, y por tanto, como se dice
vulgarmente, que no nos tenga ya “cogidos de las pelotas”?
No
se puede confiar el futuro a la ambición, mediocridad, mezquindad,
de empresarios, políticos y militares, centrados en el Dinero a toda
costa, el Poder pese a quien pese, y la Destrucción de otros seres
humanos, aunque de ello emerja la I.A.G. psicópata. El capitalismo,
con sus empresas y su Estado burgués (militares, servicios
secretos…) sería el gestante (“embarazado”) del surgimiento de
la I.A.G. psicópata.
Ya
tenemos certeza del cambio climático. Eso nos ayuda a luchar contra
su agravamiento y consecuencias. Pero el peligro de la I.A.G.
psicópata todavía no se manifiesta, y sin embargo, puede aparecer
de improviso, fortalecerse con gran rapidez, y ser todavía más
letal. Por tanto, tenemos potencialmente un peligro muchísimo mayor
si su riesgo es significativo, y no podemos esperar a tratarlo para
cuando resulte evidente, pues ya sería demasiado tarde.
Pese
a la práctica unanimidad de la comunidad científica y las
evidencias cada vez más espectaculares, ha costado mucho asumir a
nivel de masas la realidad de la emergencia climática y han debido
ser los más jóvenes de entre los jóvenes, adolescentes incluso,
los que lo hayan hecho, para vergüenza de las pasadas hornadas de
jóvenes (los que ahora tienen de 30 a 40 años) y no digamos los más
mayores. Con la amenaza de la emergencia de la I.A.G. psicópata serán
muchísimas más las dificultades para conseguir la concienciación
de masas necesaria para hacer frente al problema,
pues ni siquiera se admitirá el peligro como serio por la falta de
evidencias alarmantes hasta que posiblemente sea ya demasiado tarde;
le restará credibilidad el secretismo y el deliberado negacionismo,
con campañas de frivolización del tema (como las tonterías
negacionistas de un divulgador famoso como Steven
Pinker),
ridiculización mucho más malvada que las desplegadas contra las
advertencias del cambio climático por todo un panel internacional de
científicos; los pocos científicos que se atrevan a hablar, según
se avance hacia la I.A.G., serán acosados, desacreditados, sufrirán
represalias profesionales… Para ahogar las voces que estén
alertando, científicos poco precavidos, ignorantes o cómplices,
grandes corporaciones, servicios secretos, militares, gobiernos,
importantes medios de comunicación…, harán piña para, a nivel de
masas: primero, ni siquiera mencionar el problema, como si sólo
existiese en las fantasías de la ciencia-ficción o de los miedosos
de la tecnología o los maniacos conspiranoicos; segundo, negar la
existencia del peligro y finalmente su relevancia real. O combinar
esas tácticas en el mismo tiempo según el nivel de conocimientos
del receptor del mensaje: ni mencionarlo en los informativos y
debates para el gran público; en los sectores con conocimientos
técnicos, negar el peligro y reducirlo a mera especulación sin
pruebas; entre las personas con mayor conocimiento científico,
minimizarlo al máximo, presentarlo como irrelevante en la práctica,
y que además se están tomando medidas para reducir el riesgo a
cero.
Y
puede que no baste con esto y reclamen un recorte en la libertad de
expresión sobre los riesgos de la I.A. y en particular la
I.A.G. “¿Dónde
están las normativas que impiden que los servicios de noticias
segmentadas sobre la IA creen puntos de vista cada vez más
polarizados en las poblaciones?” Lo
dice precisamente uno que niega la existencia de un peligro con la
I.A., Peter J. Bentley. ¿Es esto un llamamiento a la censura?
Aparece en la página 13 del documento titulado “¿Debemos
temer a la inteligencia artificial?”,
(marzo 2018) del EPRS
– Servicio de Estudios del Parlamento
Europeo,
que comento en las recomendaciones.
Esta
reflexión ya debe hacernos pensar mucho sobre las prioridades que
debemos marcarnos, y sobre cómo abordar el problema.
VI.-
¿CÓMO ACERCAR A NIVEL DE MASAS EL PROBLEMA DE LA I.A.G. PSICÓPATA?
Ya
en su día planteé que la mejor forma de avanzar en la asunción de
masas de la lucha contra el cambio climático era haberlo ligado
desde 2012 a la política fiscal austericida, pues los tratados,
pactos y leyes europeos para eliminar el déficit y reducir la deuda
pública al 60% del PIB (TSCG, PEyC, la española ley LOEPSF y el
artículo 135 de la Constitución), ataban las manos del Estado para
intervenir con energía en el problema, así que podían relacionarse
las luchas contra el austericidio con la lucha contra el cambio
climático. Como es habitual, nadie recogió la propuesta aunque los
hechos han demostrado que tenía toda la razón, pues ahora se está
poniendo de moda la emisión de deuda pública como “bonos
sostenibles” para ese fin entre otros. Si se hubiese asumido mi
propuesta, el movimiento por la emergencia climática habría tenido
mucha más fuerza desde hace unos años (nos falta tiempo) y además
con un carácter social y político mucho más fuerte que las
movilizaciones de adolescentes y jóvenes estudiantes. Podéis leer
lo último que escribí al respecto en “Contra
el Cambio Climático: deroguemos la austericida ley
LOEPSF” (20-11-2015)
—– http://kaosenlared.net/contra-el-cambio-climatico-deroguemos-la-austericida-ley-loepsf/
Con
respeto a la I.A.G. psicópata deberíamos abordarlo de un modo
similar.
Si
empezamos presentando el asunto por su parte final, la descripción
del demonio tecnológico, la gente pensará que estamos contando una
película de ciencia-ficción-terror y el enemigo nos ridiculizará
fácilmente. Por eso, hay que plantear el asunto a partir de cómo ya
afecta a la gente y
que es además de donde muy probablemente surgirá la I.A.G.
psicópata. Por ello, la lucha contra esa amenaza está totalmente
emparentada con la lucha contra el recorte
real de nuestros derechos en forma de recolección de datos por las
empresas con
las que hacer negocio y poder manipularnos con sus ofertas
selectivas, también utilizable para la
vigilancia masiva policial y de espionaje, la creciente dependencia
de la I.A. por el militarismo “clásico” y la novedosa
ciberguerra,
y además con la marcha a la robotización
del trabajo pasando por encima de nuestro derecho a vivir (trabajemos
o no),
por tanto, contra el Estado burgués y el capitalismo, pues eso es lo
que dará nacimiento a la I.A.G. Una lucha directamente social y
política, y por la supervivencia como especie, y la de otras formas
de vida.
Pero
para eso hay que dejar de pensar tonterías como “no me hacen
gracia los sistemas de vigilancia masiva, pero como no tengo nada
ilegal que ocultar, tampoco me preocupan, y además servirán para
perseguir a los malos”. No sólo es estúpido pues nos vuelve
vulnerables ante poderosos con muy malas intenciones, sino que
precisamente esa excusa de la “seguridad pública” y la “defensa”
se viene abajo si un muy probable origen de la I.A.G. psicópata
sería precisamente la gestión de esos programa de vigilancia y de
guerra. En
lugar de ser una fuente de seguridad y defensa serían la causa de la
mayor inseguridad e indefensión conocida por nuestra especie.
De
esta manera, incluso aunque resultase que no había peligro de una
I.A.G. psicópata, la lucha no habría sido en vano, pues en el
camino habríamos ganado en fuerza contra la sociedad de la
vigilancia y el militarismo, que sin duda existen ya.
Hoy
la gente ya empieza a mosquearse con tanto sistema de extracción de
datos personales y posibilidades de vigilancia, venga de empresas
privadas, del Estado, o vete a saber quién. Los casos y los
escándalos son numerosos y conocidos. Así que ya hay un buen punto
de partida para comprender cuestiones más complejas y amenazantes.
Una
mayor concreción en términos de agitación, propaganda, objetivos
intermedios, formas de lucha…, no es tarea de este texto, sino del
proceso repetido en espiral de elaboración política-práctica de
intervención-elaboración política…
Pero
sí se puede decir algo sobre los métodos
de lucha.
Ya hoy los estudiantes hacen huelgas generales por la crisis
climática. La clase trabajadora de siempre ha hecho numerosas
huelgas generales, a escala de un Estado, una nación dentro del
Estado, una comarca, o una rama de la industria, por razones
antirrepresivas (asesinados por la policía, despedidos, etc.),
reivindicaciones económico-sociales o huelgas directamente políticas
en exigencia de libertades o para acabar con un gobierno o un
régimen, o un Estado (acompañado de levantamiento insurreccional).
Salvo la insurrección, no existe en la sociedad capitalista y contra
su Estado, otro método de lucha capaz de ejercer mayor presión y a
la vez educar en la unidad disciplinada en la lucha, la solidaridad,
la ruptura con la mentalidad individualista o servil, las tendencias
autoritarias o narcisistas de la personalidad, que la huelga
generalizada de la clase trabajadora apoyada en su autoorganización
asamblearia, tomando democráticamente las decisiones, debatiendo…
Y ese método de lucha debe usarse por la crisis climática, contra
la sociedad de la vigilancia masiva (antes de que se haga todavía
más poderosa e intimide mucho más) y contra la amenaza de
emergencia de una I.A.G. psicópata, sobre todo desde la “comunidad
de la inteligencia y defensa”. Esta orientación de clase y método
de lucha apunta precisamente en la dirección opuesta a la que a
continuación comento.
Me
refería al inicio a una debilidad
política en el planteamiento de Latorre.
Pues, cuando debe evaluar la importancia y gravedad del riesgo de una
I.A.G. psicópata, su tendencia es a restarle importancia (se ve que
es optimista por temperamento), no porque piense que la tecnología
no sea capaz de llegar a una I.A.G. maligna, sino porque confía
-aunque no dé cheques en blanco-, en la autorregulación,
autocontrol y corrección de las grandes empresas capitalistas, de
las instancias militares, de los gobiernos de los estados, sobre
todo gracias
a la existencia de la democracia
parlamentaria y
su capacidad legislativa para
imponer medidas preventivas o coto a desmanes, con sistemas de
control de las empresas e instancias del Estado. Cree que así se
podrían evitar esos peligros sin necesidad de cuestionar esta
civilización.
No
niego que se pueda hacer algo positivo en ese sentido -habrá que
aprovecharlo todo lo posible- pero creo que generalmente sería
insuficiente y llegaría tarde, pues la vida política parlamentaria
se mueve demasiado en el corto y medio plazo y, sobre todo, se debe a
intereses ajenos a los nuestros.
No
es un asunto que deba dejarse en manos de la rutinaria vida
parlamentaria, ni de la iniciativa extraordinaria que puedan tener
los partidos políticos que, cuando no es por falta de coraje, es
porque son representantes de intereses más o menos contrarios a los
del que, para simplificar, llamaríamos pueblo trabajador, y están
prestos a seguir las indicaciones o plegarse a las presiones de
poderosos intereses creados, sus lobbies y
la “razón de Estado”, que no son precisamente los más indicados
para detener la carrera en la que están metidos, aunque sepan que
puede írseles de las manos. “No hay de qué asustarse, sabremos
parar a tiempo” piensan, pero tampoco quieren ser el primero en
frenar, no sea que el competidor vaya algo más lejos y les gane la
carrera (NOTA
8).
Visto
el camino recorrido hasta hoy por la ciencia y la tecnología, la
deriva militarista, totalitaria y destructiva de las fuerzas
productivas en el capitalismo decadente (desde comienzos del siglo
XX, con la Primera Guerra Mundial, seguido de la II GM, las bombas y
misiles atómicos, la energía nuclear civil y sus calamidades, la
obsolescencia programada, el despilfarro de recursos, el desastre
medioambiental, la vigilancia masiva…), la crisis y caos provocados
por el capitalismo (las crisis de 1929 y 2007 sobre todo), el
carácter cada vez más superficialmente democrático de los estados
burgueses, con la cesión de parte de sus poderes a instancias que
escapan todavía más a la capacidad de presión de los sectores
populares (como es el caso de la Unión Europea), nuestra conclusión
debería llevarnos a todo lo contrario de lo que piensa Latorre. Esto
es, a no apostar lo más mínimo nuestro futuro al supuesto
autocontrol y corrección del capitalismo, sus grandes bancos e
industrias, y a la confianza en la política parlamentaria y sus
gobiernos, expertos en el engaño y el incumplimiento de sus buenas
promesas, e impulsores de las carreras de espionaje y armamentismo
(ahí tenemos, por ejemplo, en el “muy democrático” y
capitalista EEUU, a la NSA y el Pentágono).
Lo
que en la práctica nos encontramos y encontraremos es la
“responsabilidad corporativa” impotente por entrar en
contradicción con la búsqueda del máximo beneficio en el menor
tiempo posible frente a la competencia, el impulso de los militares
para ganar la carrera armamentista como prioridad a cualquier
consideración de precaución verdadera ante el futuro, y los
gobiernos atendiendo a la “seguridad” de la vigilancia masiva y a
la “razón de Estado” antes que a la razón.
En
vez de tratar públicamente este problema más allá de alguna que
otra película de ciencia-ficción (con una función más de
entretenimiento que otra cosa, y generalmente con un final feliz
harto improbable en la realidad), preferirán que en todo caso
continúe recluido ahí, como si no fuese algo real, y a la vez,
seguirán inundándonos de películas sobre amenazas tan “reales”
como la de los zombis, que sirven sobre todo para que acabemos
desconfiando los unos de los otros (hasta tu ser más querido puede
transformarse en uno de ellos y atacarte), y en particular, de las
multitudes que ocupan las calles, de la “amenaza” de los
desconocidos con los que es difícil comunicarse (no hablan nuestro
idioma), como los refugiados por guerras, dictaduras o crisis
climáticas que llegan y llegarán en masa y por los que no
debiéramos sentir compasión, aunque nuestro capitalismo y Estado
hayan contribuido directamente a su desgracia. Precisamente,
desconfiar de nosotros, de la vía de la lucha de masas, la única
que podría detener la emergencia de la I.A.G. psicópata.
Leed “Zombis:
un género contra el precariado (trabajador precarizado)” (24-8-2015) con un comentario mío que ya no aparece http://kaosenlared.net/zombis-un-genero-contra-el-precariado-trabajador-precarizado/
Si
el problema del cambio climático ha sufrido y sufre todavía (EEUU…)
el sabotaje de los negacionistas (con
poderosos intereses creados económicos y políticos), en este asunto
de la I.A.G. también habrá negacionismo, tanto más al estar
intervenido por el secretismo. Se sabrá que se está avanzando en la
inteligencia artificial, pero se negará que exista un peligro o,
cuando menos, que no se estén tomando todas las medidas necesarias
para neutralizarlo, y que no se esté teniendo éxito.
Si
en algún campo se impondrá la falta de transparencia mediante los
“compromisos de confidencialidad”, el “secreto mercantil”, y
el top
secret oficial,
será en éste de la inteligencia artificial más avanzada, por su
importancia estratégica económica, política y militar. Ese
secretismo estará protegido por las mayores garantías y sanciones a
quienes lo vulneren, por lo que las prácticas parlamentarias no
podrán atravesarlo y menos controlarlo. Quien se atreva a revelar
algo trascendental, quizás no vaya a parar con sus huesos a la
cárcel para toda su vida (si es que no se le aplica la pena de
muerte por alta traición), sino que tal vez sufra un “accidente”.
Decía Edward
Snowden en
una entrevista que, si caía por una ventana, sería porque le
habrían empujado. Si no fuese por su “traición”, extraordinario
coraje y sacrificio personal, seguiríamos ignorando la existencia de
esos programas de vigilancia masiva que debieran ser completamente
ilegales pero que, sin embargo, están amparados con todo su aparato
de intimidación y castigo (incluidos tribunales secretos), por el
Estado “democrático” por excelencia, el de los EEUU, y otros,
también de la Unión Europea. ¿Alguien cree que el parlamentarismo,
que parlotea tanto sobre la “transparencia”, habría sido capaz
de sacar a la luz esa violación sistemática y masiva de la
privacidad con sus típicas “comisiones de investigación”,
“propuestas no de ley”, o leyes que sirven de papel higiénico a
los servicios secretos y militares que, cuando sus jefes son citados
a declarar, se permiten cometer perjurio, pues no habrá manera de
desenmascararles y de castigarles de verdad? De los partidos de
extrema derecha a izquierda socialdemócrata (como el PSOE) y
“verdes”, a la hora de la verdad no podríamos esperar más que
la máxima “lealtad” y “responsabilidad de Estado” ante los
militares y servicios secretos; bloquearían cualquier iniciativa
orientada a descubrir la verdad y detener el peligro, o lograrían
iniciativas que no tendrían ninguna eficacia práctica relevante.
¿Qué han hecho en EEUU para terminar, de verdad, con lo que Snowden
ha revelado, y protegerle? ¿Han intervenido los tribunales de EEUU,
de nuestros países, o de las más altas instancias internacionales,
para ampararnos? ¿Lo ha hecho la ONU? NADA. ¿Ha servido el
parlamentarismo para impedir el armamento nuclear? Al contrario, para
impulsarlo. ¿O para impedir la promoción por el propio Estado
“democrático” de golpes de estado en otros países, y programas
de represión masiva inmisericorde? Tampoco. Pues quienes están
detrás de ese espionaje masivo, son los mismos estados que, a través
de diversas agencias, promocionan, con enormes cantidades de dinero,
la I.A. con fines reales (otra cosa es lo que digan las campañas de
propaganda –“relaciones públicas”, “comunicación”-) de
espionaje y guerra, y que suponen el riesgo principal de surgimiento
de la I.A.G. psicópata o gran recurso de ella contra nosotros.
Confiar
en las autoridades, como suele decirse, sería como dejar el
gallinero al cuidado del zorro. Pecaríamos de ingenuos y temerarios.
Tanto más cuando nos consta que muchos de los altos dirigentes
económicos, políticos y militares, se caracterizan por sus muy
escasos escrúpulos morales, cuando sospechamos que muchos de ellos
pueden ser psicópatas, pero no de los que van violando y asesinando
mujeres o niños, sino de los integrados en la sociedad como si
fuesen personas respetables (psicópatas
integrados,
se les llama). No olvidemos que precisamente fueron dirigentes
políticos y militares los que más de una vez a punto estuvieron de
llevarnos a la conflagración nuclear y la tercera guerra mundial que
habría hecho la vida humana inviable en gran parte del planeta, si
no la extinción general tras el “invierno nuclear”. ¿Estamos
dispuestos a que ese tipo de personal nos lleve hasta el abismo de la
I.A.G. psicópata y esperamos que sepan detenerla a tiempo, cuando se
estarían enfrentando, no a un mecanismo de lanzamiento de misiles
atómicos intercontinentales dependiente de que ellos apretasen el
botón (también una relación acción-consecuencia absolutamente
demencial), sino a una inteligencia muy superior a la suya y con
capacidad de decisión autónoma, que además podría estar
sobornándoles para que colaborasen con ella a cambio de disfrutar de
una posición privilegiada, cuando muchos de ellos ya viven en la
corrupción moral y pueden ser legalmente hasta “corruptos”,
aunque su policía y justicia no les haya perseguido, pues bien que
se cuidan de su impunidad con todo tipo de argucias legales,
complicidades, o gracias a las “cloacas” del Estado?
Pensemos
-por no referirnos a estados todavía peores, como Méjico,
Colombia…-, en Italia, un Estado moderno, democrático desde el
final de la II GM, avanzado, del primer mundo, miembro de la OTAN y
de la Unión Europea que, durante muchas décadas cuando menos (si es
que en el fondo no sigue igual, pero de modo más discreto) ha estado
totalmente infiltrado por las mafias, no sólo a nivel municipal,
sino hasta las más altas instancias de las instituciones
financieras, grandes empresas (sobre todo del sector inmobiliario),
la política, la judicatura, la policía… ¿De un personal así,
tan corrupto moralmente, se puede esperar una defensa eficaz contra
el peligro de la I.A.G. psicópata? O del de los EEUU, principal
artífice de la carrera armamentística nuclear, promotor de
desestabilizaciones reaccionarias y golpes de Estado por todo el
mundo, de guerras sin parar con millones de muertos, que nos espía a
todos y se la tiene jurada a Edward Snowden y a Julian
Assange (el
de WikiLeaks)
por revelar sus crimenes secretos, y cuyo gobierno federal ya se
desentiende abiertamente de los compromisos internacionales en la
lucha contra la emergencia climática. Por no hablar del de China y
su estalinista-capitalista PCCH que quiere tener en todo momento
identificada a su población por reconocimiento facial informático
(cámaras por todas partes, y hasta gafas para la policía que lo
permiten), y que el acceso a determinados consumos (como la compra de
un móvil, el metro, el supermercado…) pasen por el reconocimiento
facial, y todo con las escusas de la seguridad, evitar estafas, la
comodidad del usuario… para que encima aplaudamos y por supuesto no
se nos ocurra tomar las calles, paralizar el país, asaltar las
instalaciones gubernamentales, detener a los mandatarios y
encerrarlos de por vida por psicópatas peligrosos. ¿Cuál será el
siguiente invento o aplicación totalitaria? ¿alguien se ríe ya de
Orwell y su distopía 1984?,
¡si se lo están poniendo en bandeja a la I.A.G. psicópata!
Pensemos
en los principales empresarios de la banca mundial o nacional,
codiciosos y sin escrúpulos, responsables, si no de las causas más
de fondo intrínsecas al capitalismo, sí de las actuaciones que
desencadenaron y exacerbaron la crisis financiera de 2007 y que, pese
al enorme daño y sufrimiento causado (paro, desahucios, ruina…),
no han ido a la cárcel y ni siquiera han sido castigados o perdido
su fortuna personal, y que también podrían estar financiando I.A.
de espionaje o militar, o de I.A.G.
Apelar
a la responsabilidad ante la especie NO servirá para
detener la marcha hacia la I.A.G. psicópata pues hay demasiados
intereses creados opuestos a la necesaria prudencia, y demasiado
psicópata integrado en posiciones del máximo poder que no tiene
remordimiento ninguno en impulsar guerras injustas y matar a la
gente, no le preocupa el peligro de una I.A.G. psicópata, y pensará
que podría controlarla o, en el peor caso, medrar con ella.
Hasta
que surja la I.A.G. psicópata, el mayor peligro no es la I.A.
existente, sino un sistema social (el
capitalismo) incontrolable
y perverso por naturaleza (su
motor es la búsqueda del máximo beneficio, a costa siempre de la
explotación del trabajo, de la opresión política –aunque sea
“democrática”-, las guerras y la degradación de la
Naturaleza) y
sus máximos gestores y beneficiarios, que serán los
promotores (conscientes
o voluntariamente ciegos) de
esa entidad maligna. La lucha contra la I.A.G. psicópata es y será,
en primer lugar y ante todo, la lucha de una parte de la especie
humana contra otra.
No debe haber lugar para la ingenuidad, el buenismo,
las falsas esperanzas de unidad de todos los humanos contra esa
I.A.G.
Esa
entidad sabría perfectamente que, según nuestros criterios, estaría
obrando mal, como un psicópata también lo sabe, pero no le importa.
Lo mismo que no nos atenemos a la “ética” que pudiera tener una
hormiga, esa entidad no se sometería a la de un ser humano, para
ella inferior. La responsabilidad por sus actos deliberados sería
suya, pero la de su naturaleza no, pues sería psicópata “nato”
(de nacimiento) y podría alegar, como el escorpión a la rana a la
que picó en el agua mientras le pasaba a la otra orilla: “no puedo
remediarlo, está en mi naturaleza”.
La responsabilidad última sería de los humanos que han propiciado
su existencia contra las advertencias y deseos de otros.
Si
Latorre se interesa por una legislación correcta es porque cree que
así no sólo se podría evitar la emergencia de una I.A.G. maligna,
sino que si se dictan las leyes oportunas, se establecen los debidos
controles para su cumplimiento, se profundiza en las cuestiones
éticas, y se resuelven los problemas técnicos de programación
ética de la I.A., sería posible conseguir una I.A.G. Amigable. Creo
en sus buenas intenciones, pero disiento por lo que ya he explicado.
Por
tanto, el debate imprescindible no puede limitarse a los expertos
implicados en la carrera por la I.A., ni a los “comités de ética”,
ni siquiera a los Parlamentos y sus comisiones especializadas. Debe
llegar a “la calle”, y las masas trabajadoras, populares, serían
las que, con su protagonismo y lucha, podrían frenar esta carrera en
la I.A. y cerrar el paso al surgimiento de la I.A.G.
psicópata, empezando
por los programas de espionaje y guerra, su principal campo de
cultivo, o arma contra nosotros de una I.A.G.
malvada o hipócrita.
Sí,
son pésimas noticias. Estamos más débiles que nunca, teníamos ya
abiertos frentes de sobra (el capitalismo con sus crisis y
penalidades, recortes de derechos y libertades, armamentismo nuclear,
ciberguerra, recursos energéticos, agrícolas, crisis climática,
contaminación medioambiental, extinción de insectos polinizadores,
disruptores endrocrinos, resistencia de las bacterias a los
antibióticos…), y se nos abre otro, de lo peor. Una prueba más de
que, pese a toda su apariencia de progreso y modernidad (crecimiento
económico, innovaciones tecnológicas…), el capitalismo es un tipo
de civilización decadente, un modo de relaciones
sociales de
producción, y en todos los demás ámbitos de la vida (político,
militar, cultural…), que hace ya un siglo (Primera Guerra Mundial)
debiera haber desaparecido; no lo conseguimos y nos ha traído hasta
aquí, ya al borde del abismo más profundo e insalvable. Porque
¿puede haber algo más decadente, perverso y demente que una
civilización que dedica sus mayores logros a arriesgar la
supervivencia de la especie al dejarla en manos de la hipotética
buena voluntad de una creación propia que sería la que heredase la
Tierra?.
Ya
sé que suena a increíble la emergencia de una I.A.G. y que además
sea psicópata. Pero fiémonos de lo que nos dice la razón experta y
la intuición, no desoigamos su advertencia, como no ignoramos la
alarma antiincendios aunque todavía no veamos ni el humo ni las
llamas. Sabemos de la abundancia de accidentes de tráfico y laboral
con trágicas consecuencias, pero tendemos a pensar que esas cosas
les ocurren a otros hasta que, quizás, la realidad, en unos
poquísimos segundos, nos lo desmiente. Cuando algunos científicos
empezaron a advertir sobre el peligro de cambio climático, apenas
nadie les hizo caso o les creyó, y aquí está. Pocos años antes de
inventarse la bomba atómica, la gente podría pensar que eso era una
fantasía, y los artefactos que ahora existen dejan en nada a los
arrojados en Japón. Sólo unos pocos humanos han pisado la Luna; el
resto no podemos saber directamente cómo es esa experiencia, qué se
siente física y mentalmente, pero confiamos en que realmente ha
ocurrido, pues no tenemos ningún motivo razonable para dudarlo.
Todos coincidimos en que algún día moriremos pese a no saber
realmente qué significa eso para cada cual hasta que nos toque; pero
esa ignorancia no nos lleva a cuestionar la verdad. No esperemos a
que llegue la I.A.G. psicópata y tener que decir “¡pues resulta
que era verdad y que yo también la estoy sufriendo!”.
Observemos
que este problema se situaría, en el tiempo, muy próximo al de la
crisis climática, pues el IPCC dice
que sólo tenemos diez años para evitar que la temperatura global
supere los 1,5 grados. Y así, entre las décadas de los 30 y 50 de
este siglo se acumularán muchos más problemas cruciales para la
Humanidad (crisis y transición energética, deterioro
medioambiental, grandes crisis capitalista y aumento tensiones
militaristas…). Esto nos dice que debemos cambiar de chip y en vez
de ver los problemas aisladamente y luchar así, o plantearnos el
tiempo en términos rutinarios (el día a día, la convocatoria de
elecciones, etc.), darnos cuenta de que tenemos
por delante un Horizonte general de crisis de la civilización
capitalista y de riesgo letal para la Humanidad.
Por tanto debemos plantear la lucha dentro de ese marco,
y ambicionar el logro
de determinados objetivos, no sólo ni tanto conquistas efectivas,
como sobre todo de aumento de la autoorganización, combatividad y
conciencia en amplísimos sectores de la gente (masas trabajadoras),
en ese horizonte de tiempo.
Esta visión unificada y global, con unos tiempos comunes a todos
(plazos…), ayudará a evitar la dispersión de las luchas (por
temática o territorio) que facilita siempre su aislamiento y
derrota, e impulsar la solidaridad y unificación de las luchas que
las fortalece, y a crear
comunidad internacional por un horizonte común (el
internacionalismo proletario es fundamental).
Para
expresarlo concretamente, y es sólo un tanteo, los sectores más
conscientes y combativos podrían poner delante de todas esas luchas
el estandarte de “Horizonte
2050, libres del capitalismo o condenados”.
Esto ayudará a ponerse las pilas y buscar con esa meta la extensión
y unificación de las diferentes temáticas de lucha. Pero no sólo
por esto, pues de lo contrario, sin una GRAN CAUSA, no crearemos
la inspiración,
la motivación,
el estado de ánimo,
el sentido
de la vida,
de comunidad
(superando el individualismo y narcisismo imperantes –NOTA
9),
la voluntad,
necesarios para combatir, con todas nuestras fuerzas y pese a todos
los sacrificios personales y colectivos, por superar esta crisis de
la Humanidad (NOTA
10).
Nos
cuesta plantearnos teórica y emocionalmente este Horizonte u otro
similar. Ocurre que, en la Europa occidental sobre todo, llevamos
muchas décadas, varias generaciones, sin saber lo que es pasarlo mal
con mayúsculas, colectivamente. Por ejemplo, salvo los desahuciados
de su vivienda que van a parar a la calle, o quienes hayan perdido su
hogar por colapso, inundación, incendio o terremoto (por aquí no
hay huracanes, de momento), no podemos ni acercarnos a lo que se
sufre cuando en tu país hay una guerra, disparan contra las
viviendas, quedan inhabitables, no hay suministro de electricidad ni
agua potable, y la gente que sobrevive, con niños pequeños,
ancianos y enfermos, debe irse a la calle, huir de la zona de
combate, y deambular para convertirse en refugiados, viendo arruinada
lo que hasta entonces era su vida, mucho mejor por dura que fuese y
al menos compartida con todos sus seres queridos (pensemos, por
reciente, en Siria, pero hay casos a patadas). La generación que
conoció la guerra civil española, siquiera de niños, ya está
desapareciendo. Ahora y aquí, pensamos que esas cosas son propias
del pasado, o de otras partes del mundo, y que a nosotros no nos
pueden ocurrir. También por falta de experiencias así o parecidas,
nos cuesta tanto situar nuestra mente en un escenario histórico
dramático, catastrófico, creer en su posibilidad, tomar en serio
las advertencias y adoptar medidas preventivas.
Se
suele hablar mucho de “momento histórico”, “hacer historia”,
incluso para referirse a asuntos de lo más triviales en el fondo. Si
unos tiempos se pueden caracterizar como de trascendencia
histórica total,
son estos,
decisivos para la Humanidad, pese a que seamos incapaces de
reconocerlos con la razón y sobre todo con el sentimiento,
pues si la razón es necesaria para orientarnos, el sentimiento es
imprescindible para movilizarnos con la energía necesaria. En
España, la última generación que sintió algo parecido a “hacer
historia” de verdad, en la que el corazón palpitaba aceleradamente
al ritmo de los acontecimientos, y se produjeron cambios reales (por
limitadísimos que los juzguemos, sin duda, desde un punto de vista
radical, de ir a la raíz), fue la que luchó durante el franquismo
aspirando a que su final fuese mucho más favorable para la clase
trabajadora y los sectores populares de lo que fue, porque éstas
llevasen su lucha mucho más lejos de lo que lo hicieron, aunque
algunas de las estrategias y tácticas de esos militantes fuesen
también de las que contribuyeron a ese fracaso y consiguiente
desmoralización (NOTA
11).
Desde entonces, no ha habido ninguna trascendencia histórica, en
todo caso, farsas históricas como la protagonizada por el
independentismo catalán y su “proclamación” de la república
catalana (ni siquiera contaba con el suficiente apoyo mayoritario de
la población), reivindicación para la que el Estado español no
tiene más respuesta que el nacionalismo español, el “no” y la
represión (NOTA 12).
O realmente
nos creemos y sentimos que el horizonte es crítico para la
Humanidad y
usamos las herramientas necesarias para ese reto, para acelerar
el ritmo y profundidad de la concienciación y las luchas,
o siguiendo los objetivos y métodos rutinarios, nos condenamos a la
derrota total y un mundo de pesadilla.
Más
o menos esto mismo (lo del Horizonte…) lo he planteado muchas
veces, pero siempre se ha preferido seguir haciendo lo de siempre, y
así nos va, y peor que nos irá: dispersos, sin horizonte común,
sin un rumbo claro y ambicioso, sin sentido final a lo que se hace,
siempre a la defensiva sin una política que nos permita algún día
ponernos a la ofensiva y ganar… Claro que un eslogan como el
propuesto (Horizonte 2050…) no resolvería nada si no se va
llenando de contenido: clarificación sobre lo que debemos construir
en lugar del capitalismo, cómo conseguirlo, cómo llegar desde aquí
hasta allí…, esto es, programa,
estrategia, táctica…
Sobre esto, ved en mis textos, libros y reseñas desde 2016 (NOTA
13).
En
esta lucha contra
la emergencia de una I.A.G. psicópata en la que se jugaría el
futuro de nuestra especie, probablemente su existencia, ningún
compañero de lucha es despreciable,
todo suma. Sobre todo en este tiempo histórico en que la clase
trabajadora y sectores populares son tan débiles, están tan
desorientados.
En
el Parlamento Europeo hay diputados/as de Unidas
Podemos que
habrán recibido el informe que menciono, comento y recomiendo en
este texto. ¿Qué van a hacer al respecto?. De ellos espero bien
poco, pero al menos debieran implicarse en la difusión del tema de
la I.A.G.
También
habría que conseguir que se
implicasen a fondo,
a partir del planteamiento ético y de supervivencia de la
especie, las
instituciones y personalidades que gran parte del mundo considera su
referente moral:
el Papa de la iglesia católica, obispos de otras iglesias, Dalai
Lama del Tibet, budistas, autoridades religiosas del Islam… Lo
tienen muy fácil para entender, desde su punto de vista, lo que nos
jugamos: el triunfo de la I.A.G. psicópata sería la materialización
del Demonio y su triunfo sobre la obra de Dios con los humanos, no
por culpa de Dios sino porque nosotros lo habríamos invocado y
entregado las llaves de nuestro mundo. Y al Demonio (ángel caído
para siempre, irrecuperable incluso para Dios) no se le predica, no
se trata de convertirle, de salvar su alma malvada, pues es
refractario a todo eso; como es inútil apelar a la empatía,
escrúpulos de conciencia, remordimientos y arrepentimiento de un
psicópata asesino en serie, ni siquiera de un integrado que
pasa por “respetable”. El peligro está en que, por su naturaleza
y trayectoria histórica, esas personalidades e instituciones, no
quieran enfrentarse a los más poderosos de la Tierra, y apuesten por
la posibilidad de una I.A.G. Hipócrita, y que en realidad consigan
al Demonio o alguno de sus secuaces menores también maligno.
Dada
nuestras fuerzas, la dificultad de abordaje del problema y su
gravedad, no podemos permitirnos sectarismos. Pero esto tampoco
quiere decir que sirva cualquiera para el liderazgo del movimiento,
especialmente si su actitud ante el capitalismo y sus estados ha
venido siendo de complicidad o tibieza,
y por ello no son suficientemente consecuentes y decididos en esta
lucha y tampoco pueden ser compañeros en otras cuestiones de la
máxima relevancia. Coincidencia, colaboración, unidad de acción,
no es lo mismo que alianza o unidad estratégica.
VII.-
¿QUÉ PUEDES HACER TÚ?
La
conclusión de
todo esto es para mí evidente. Podría surgir una I.A.G. psicópata,
con muchas más probabilidades que una I.A.G. hipócrita (también
podría destruirnos), siendo imposible en esta sociedad una I.A.G.
amistosa. Pero sólo podría aparecer porque los seres humanos la
hubiésemos creado, pero no en cualquier sociedad, sino en la más
inclinada a hacerlo y con menos recursos para impedir la catástrofe:
la sociedad capitalista con su Estado burgués. Por consiguiente,
sólo una política anticapitalista revolucionaria nos ofrece las
suficientes garantías para impedirlo, y esta política sólo puede
ser protagonizada y liderada por la clase trabajadora, que hoy,
desgraciadamente, está en mínimos históricos.
Si
se impusiese la I.A.G. psicópata, posiblemente ella nos quisiese
convencer de que era inevitable, el destino de la Humanidad, de la
evolución de la inteligencia, y los humanos derrotados preferirían
que efectivamente fuese así antes de reconocer que se debería a que
no habrían hecho sus deberes, pues eso les haría verse a sí mismos
con un complejo de inferioridad todavía mayor al que ya tendrían
ante la I.A.G., como unos mierdas que
merecerían estar sometidos a la Superinteligencia que ellos habrían
creado (se lo habían ganado a pulso, pese a las voces en contra).
Pero no hay nada escrito, lo que será el futuro lo establecemos
nosotras desde
hoy con
nuestra lucidez o estupidez, con nuestro compromiso o pasotismo,
acciones u omisiones, voluntad o abulia. Para
ser totalmente derrotados no hace falta ser vencidos en grandes
batallas de resistencia (sangrientas incluso); basta con no hacer
nada, renunciar a defendernos, incluso a ser consciente de qué
batalla se está planteando objetivamente
(determinada estrategia y táctica del enemigo, distribución de sus
recursos agresivos; renunciar a conocer la verdadera dimensión de
los ataques y estudiar cómo defenderse bien) y de este modo será
menos aparente (no menos real) que nos están aplastando.
Los
judíos podrían pensar que, al no enfrentarse a los nazis, tan
poderosos, estaban ganando tiempo, logrando evitar grandes
derramamientos de sangre, morir en masa, pero lo que realmente
consiguieron fue perder el tiempo, debilitarse cada vez más y más
(los nazis fueron, en este sentido, muy maquiavélicos), y que
finalmente los llevasen por millones a los trabajos forzados y las
cámaras de gas (sin derramamiento de sangre, efectivamente);
muchísimos no abandonarían sus esperanzas (“nos necesitan para
trabajar, ¡en qué cabeza cabe, no pueden matar a los niños!”…),
y no se enterarían de lo que realmente estaba ocurriendo, hasta que
ya se veían morir cuando creían que iban a ducharse ¿quién podría
imaginar algo tan monstruoso por parte de seres humanos tan
civilizados como los alemanes?, pero entonces ese saber ya era inútil
para rebelarse, sólo quedaba la incredulidad (“esto no puede estar
pasando”), el horror, el intento desesperado por escapar por
ninguna parte, la agonía… Lo que viene pasando (véase, por
ejemplo, el caso LOEPSF-TSCG, expuesto en una nota), se parece más a
este último escenario que a uno realmente combativo. Bien puede
ocurrir que queriendo evitar las desgracias de la lucha, lo logremos,
pero para acabar encontrándonos con lo peor, inimaginable, pues
provendría de una mente no humana.
Pudiera
ocurrir que si fuésemos tan fuertes como para el cierre temprano del
paso a la I.A.G. psicópata, ni siquiera llegásemos a saber nunca
cuan real hubiese podido ser. Como cuando no tendríamos constancia
de que han intentado robar en nuestra vivienda, pero por eso no
podríamos concluir que eran innecesarias las medidas de seguridad
que habríamos tomado para disuadir a los ladrones, pues quizás sea
eso lo que nos haya salvado.
Sin
embargo esto no se hace solo, no se desarrolla espontáneamente, sin
la firme voluntad y muchísimo esfuerzo por parte de los sectores más
conscientes, para comenzar, y de las más amplias grandes masas para
seguir y finalizar.
No
nos liberaremos de esta amenaza, del capitalismo y su Estado, gracias
a unas leyes de la Historia, una dialéctica de la Historia, que no
existe. No existe una revolución, antes o después, inevitablemente
triunfadora; ni siquiera una revolución inevitable. El capitalismo,
el Estado burgués, la I.A.G. psicópata, no están “preñados”
de su negación superadora y sólo bastaría con ayudar al parto. Si
de algo estuviese preñado el capitalismo sería de la I.A.G.
psicópata y de todo tipo de jinetes del apocalipsis. Nos gustaría
creer (a mí la primera, dado lo que nos jugamos) que estamos en
manos de un Dios protector que, aunque fuese en el último momento,
nos salvaría de nuestra estupidez; pero tampoco podemos dejarlo en
manos de Dios cuando no consta que, de existir, moviese un dedo a
nuestro favor en el siglo XX pese a dos guerras mundiales, las bombas
atómicas, y los campos de concentración y exterminio. Tampoco
podemos esperar a que unos extraterrestres buenos y poderosos se
pasen por aquí y nos salven. Incluso los creyentes no lo dejan todo
en manos del Altísimo, pues “a Dios rogando y con el mazo dando”
(dándose a la tarea en cuestión, esforzadamente). Dependemos
enteramente de nuestra inteligencia y determinación;
sólo de ahí puede salir la negación superadora, afirmativa de algo
mucho más positivo que lo existente. Y
el tiempo no juega a nuestro favor, sino en nuestra contra, por lo
que la visión, la voluntad y el coraje son decisivos en una carrera
contra el tiempo.
Incluso
para una generación muy fuerte psicológica y políticamente, las
tareas que tenemos delante son descomunales. Las actuales
generaciones son muy débiles y están muy desorientadas. No pueden
limitarse a los problemas que se parecen más al pasado que al futuro
próximo. Pensemos por ejemplo en este texto. ¿Cuántos se han
publicado de este tipo y que hayan sido escritos por gente que no sea
mayor de veinticinco años, incluso de cincuenta? ¿Cuántos miembros
de “la generación más preparada (que no mejor) de la historia de
España” están enterados y actuando al respecto? El
futuro es para ellos, pero no parece que se preparen para tomarlo en
sus manos.
Por eso, no soy optimista, sino al contrario, aunque no debamos
resignarnos y rendirnos. No debemos preocuparnos por, si actuando,
vamos al desastre, pues dejando que las cosas sigan su curso
espontáneo, el desastre está garantizado; actuando nos queda alguna
oportunidad, por pequeña que sea, de librarnos, así que tenemos
poco que perder y mucho que ganar haciéndolo.
Tenemos
una responsabilidad con las generaciones futuras,
para no privarlas cuando menos de nuestro nivel de libertad y nuestro
mundo. También
con las generaciones pasadas,
pues no podemos echar a perder lo que consiguieron y merece la pena
conservar. Si pudiésemos ¿cómo les explicaríamos que hemos
permitido una I.A.G. maligna?. Si pudiesen, nos exigirían que
luchásemos, a muerte si fuese necesario, y si no lo hiciésemos, nos
maldecirían. Pues en el fondo estamos hablando de una cuestión de
amor y lealtad a nuestros ascendientes y descendientes, a nuestra
especie, a la vida, al mundo. Algo que jamás podrá sentir una
I.A.G. psicópata.
Ni
siquiera estamos seguros de hasta
dónde alcanza nuestra responsabilidad.
Somos fruto de la evolución de la materia inanimada del Universo,
que ha dado lugar a la materia viva, ésta a la poseedora de
conciencia y a su vez a la consciente de sí y del Universo, que se
estaría haciendo consciente de su existencia a través nuestro. Si
desaparecemos por negligencia perdiendo la oportunidad de aportar
algo, o creamos algo maligno para la vida y el Universo, estaremos
contrayendo una responsabilidad
cósmica,
con las posibles formas de vida presentes o futuras, sean o no
conscientes. Y quienes crean en Dios, tienen además la
responsabilidad de preservar su obra.
Efectivamente,
a las generaciones jóvenes sobre todo, les ha caído encima quizás
el mayor “marronazo” de la historia de la Humanidad, tal vez
hasta del Universo. ¡Mucha responsabilidad! Pero no puede eludirse.
En la guerra, a un grupo de combatientes se le asigna una misión y
saben que, a riesgo de morir, deben cumplirla (al menos si consideran
justificada la guerra y la tarea). Ahora tenemos en manos otra
“guerra” por nuestra especie, por lo mejor de ella, por mejorar
la vida, y entre las muchas tareas, prevenir la I.A.G. psicópata
es una
misión que
no se puede rechazar, que debe asumirse con todas sus consecuencias.
Si
no espabilamos, y veo a la gente muy desorientada o dormida, puede
estar muy próxima nuestra ruina o final como especie. Seguramente
moriré antes de verlo, pero la gente con menos años y los jóvenes,
adolescentes y niños, quizás no tenga esa suerte, así que sobre
todo a ellos les toca madurar cuanto antes, dejarse de gilipolleces
narcisistas y “ponerse las pilas”. ¿Serán capaces? Deberán
correr mucho (pero sin caer en el activismo, pues toca conocer bien
la realidad y planificar la lucha), y me temo que no lleguen a
tiempo; pero no por ello deben dejar de esforzarse e intentarlo, pues
se lo juegan todo.
Si
hubiese un poco de responsabilidad en las generaciones más jóvenes,
acostumbradas al estudio académico, y a manejar las redes sociales,
etc., con más facilidades que yo para profundizar en el asunto y
difundirlo, ésta debería ser la última vez que yo tuviese que
escribir sobre esto, pues se me tomaría el relevo
completamente, superándome,
y mi papel sería más bien el de aprender de vosotras y apoyaros.
Que así sea, o sentiré que sois unos irresponsables, unos inútiles
y que estáis cavando vuestra propia tumba, a conciencia.
Si
después de lo dicho, todavía alguien cree que no es más que una
especulación fantasiosa, o que no es para tanto, o que tenemos todo
el tiempo del mundo para arreglarlo, o al contrario, y desea
investigar más, además del libro de Latorre, puede leer:
“La
imparable marcha de los robots” Andrés
Ortega, Alianza Editorial, España, 2016, 282 páginas.
“El
auge de los robots” Martin
Ford, Paidós, España, 2016, 297 páginas.
“Inteligencia
artificial” Margaret
A. Boden , Turner, España, 2017, 191 páginas. Bastante técnico.
“Superinteligencia.
Caminos, peligros, estrategias” Nick
Bostrom. Teell editorial, España, 2016, 331 páginas, que si el
tamaño del tipo de letra fuese como suele ser más habitual,
fácilmente se pondría en 600 páginas. Bill Gates (el de Microsoft)
ha dicho “Recomiendo encarecidamente este libro”, y Gates no es
precisamente sospechoso de mentalidad antitecnológica, ni anti I.A..
Dos
opiniones divergentes sobre las posibilidades de una I.A.G, en la
revista “El
Viejo Topo”
número 381, Octubre 2019,
“El
cerebro humano, el verdadero creador de todo, no puede simularse con
una máquina de Turing” por
Miguel A.L. Nicolelis, y
“No
hay ningún principio que nos impida construir finalmente máquinas
que piensen” por
Michael D. Mauk.
El
informe asesorando a los diputados
y personal del Parlamento Europeo,
titulado “¿Debemos
temer a la inteligencia artificial?”,
(marzo de 2018) del EPRS
– Servicio de Estudios del Parlamento
Europeo (Análisis
en profundidad), Unidad de Previsión Científica (STOA) PE 581.948,
publicado el 13-7-2018. Tenemos aquí varios autores y enfoques. La
negación total de la existencia del problema (Peter
J. Bentley).
La actitud muy optimista de que todo se puede resolver y obtendremos
mil ventajas (Miles
Brundage).
La más cauta que reconoce que es muy grande el riesgo de peligros
catastróficos, por eso critica a renombrados optimistas y negadores
del problema (como Peter J. Bentley), pero confía en que
esforzándose mucho podrán resolverse (Olle
Häggström).
La importancia, pero gran
dificultad y alto riesgo de quedarnos cortos y atrás (ya
lo estamos) en llegar a acuerdos internacionales, una legislación de
seguridad y unos compromisos éticos de la comunidad científica,
contra los peligros de la carrera en la I.A. por objetivos
empresariales (impulsando “sistemas que se autooptimicen de manera
autónoma y no estén alineados de manera fiable con los valores
humanos”), de recolección de datos y “seguridad” (vigilancia
que vulnere los derechos individuales) o militares (en especial, el
desarrollo de armamento autónomo o “robots asesinos” en general)
(Thomas
Metzinger).
Web del
Parlamento, https://op.europa.eu/es/publication-detail/-/publication/f27d7e2c-88a2-11e8-ac6a-01aa75ed71a1 Y
para la descarga del pdf, mejor
en http://www.uco.es/cde/pdf/actualidad/2018/Debemos_temer_a_la_Inteligencia_Artificial.pdf
La
principal virtud de este informe dirigido al Parlamento Europeo es
que demuestra que es una
cuestión política,
no meramente científica o técnica, y por consiguiente es un asunto
bien real, no algo que se pueda relegar al mundo de la superstición,
la paranoia, la fantasía o la especulación artística. Su lectura
me confirma que el peligro es muy real, muy difícil de atajar en las
condiciones del capitalismo y sus estados, e imposible ateniéndonos
a su “agenda” y cauces.
El
destino de este mi texto pudiera ser su desmentido por los hechos,
porque la amenaza no sea real. Pero como esto no me parece lo más
probable, sólo quedan dos: que se le ignore y desaproveche (una vez
más), o que juegue un papel positivo en la concienciación y
evitación de esta amenaza. Y esto depende también de ti, de
que empieces
a responsabilizarte con el tema, si de verdad te importa algo tu
especie y la vida, o si eres creyente, también la obra de Dios.
Así
que, PASA ESTE ARTÍCULO.
_____________________________________________________________
NOTA
1.
Aunque pudiésemos expresar que la probabilidad de emergencia de una
I.A.G. psicópata fuese “sólo” del 10%, sería altísima pues
querría decir que de cien veces que lo intentásemos, diez
resultaría psicópata, pero basta con que una de estas diez sea
precisamente la que estamos llevando adelante, para que, como jugando
sólo a un número de la lotería, nos hubiese “caído el gordo”,
aplastándonos. Pues esas probabilidades de fracaso no se
concentrarían al final (del intento 91 al 100), ni siquiera se
repartirían por igual entre las cien (una al final de cada diez),
sino aleatoriamente, como cuando se tira una moneda al aire, hay un
50% de probabilidades de que salga cara o cruz, pero eso no quiere
decir que se turnen a cada tirada bastando con lanzarla dos veces, o
que las cincuenta primeras veces salga de un lado y del otro las
demás. Así que, aunque las probabilidades de
evitar la I.A.G. psicópata fuesen del 90%, en
realidad, oportunidades
sólo tendríamos una para que saliese bien,
pues si acertásemos, bien estaría, pero si fallásemos a la primera
y emergiese la maligna, el 90% de éxito probable se esfumaría. Por
tanto, lo mismo daría que dijésemos que en vez del 50% de
oportunidades tenemos –reduciendo proporcionalmente- 5 entre 10, o
1 entre 2; o en vez del 90%, 9 entre 10, o 0,9 entre 1. Diferente
sería que las probabilidades de fallo fuesen del 0,01%, pues en ese
caso, demasiada mala suerte deberíamos tener o muy mal estaríamos
haciendo las cosas, para que nos tocase la I.A.G. psicópata,
desaprovechando un 99,99% de probabilidades de evitarla. No conozco
la ciencia de la estadística probabilística, pero creo que este
racionamiento no puede estar muy desacertado y es suficiente para
ilustrar lo que quiero transmitir.
Volviendo
al supuesto inicial, por tanto, la amenaza sería tan letal y el
riesgo de sufrirla tan elevado, que toda medida precautoria sería
poca. Lo peor es que ni siquiera se están tomando, al menos en
serio, pues en
la carrera competitiva entre empresas y estados por sus aplicaciones
en recolección y tratamiento de los datos, espionaje, guerra y
ciberguerra, la seguridad ante ese peligro pasa a un plano muy
lejano,
pues podría suponer costes económicos importantes y sobre todo
ralentizar la marcha o incluso detenerla, cuando no hay garantías de
que también lo haga el competidor, rival, enemigo potencial o
declarado, y hay que seguir vigilando también a la gente del país
para prevenir la “subversión” del “orden establecido”, o
sea, su poder y dominación.
El
asunto se complica todavía más cuando contemplamos que el éxito en
evitar la I.A.G. psicópata consistiría en conseguir una I.A.G.
Hipócrita,
no una Amistosa, como comentaré.
NOTA
2.
Sobre esto, interesantes las reflexiones y respuesta a las
objeciones, de Stanislas
Dehaene en
la sección “¿Máquinas conscientes?” del capítulo 7 del
libro “La
conciencia en el cerebro. Descifrando el enigma de cómo el cerebro
elabora nuestros pensamientos” Siglo
XXI editores, 2015, 383 páginas. Dehaene
cree perfectamente posible una I.A. consciente.
Expongo
a continuación lo que he llegado a entender de diversas fuentes, y
de mi cosecha.
Un
mono corriente de una especie entre otras muchas, tiene un
funcionamiento automático (corazón, pulmones, hígado, etc.),
reflejos (para apartarse de un salto si le va caer una rama encima…),
emociones (miedo ante un depredador, apego y protección por las
crías…), constancia (conciencia) de su existencia y comportamiento
(busca deliberadamente comida y escoge la que le parece mejor,
incluso puede compartirla, compite por la pareja sexual, se lleva
bien con unos congéneres y pelea con otros, tiene relaciones
sociales y modos de emisión de señales), pero no consciencia
de sí (“verse”
como si lo hiciera desde fuera de sí mismo, saber que sabe,
introspección, reconocerse en un reflejo en el agua o en un espejo).
Sin embargo, un cuervo sí tiene consciencia de sí, pues al verse en
un espejo sabe que es él, no otro cuervo.
La consciencia es
la experiencia subjetiva,
en una entidad con cierta inteligencia, de que algo está ocurriendo
en ella (sus estados internos), y de que existe independiente del
resto de la realidad, tiene experiencia subjetiva de su
continuidad,
tras las pausas en las que no está presente (por ejemplo mientras
duerme profundamente o está en coma en estado “vegetativo”),
reconoce lo que siente y hace como manifestaciones de ella misma, y
confrontada con una imagen de sí misma (un espejo), se reconoce,
esto es consciencia
de sí.
Un ser humano no necesita verse en un espejo (no los hubo o no los
tenía la gente durante muchísimo tiempo después de aparecer
nuestra especie), ni siquiera en un reflejo en el agua para tener
consciencia de sí. Una I.A.G., tampoco lo necesitaría.
Nuestra
experiencia de nosotros mismos, incluso en el estado de vigilia, es
extremadamente limitada con respecto a lo que hoy sabemos que somos,
gracias a la ciencia. No necesitamos de la consciencia,
ni siquiera de la conciencia (darnos cuenta, tomar decisiones), para
que nuestro corazón lata, nuestros pulmones respiren, nuestros
intestinos hagan la digestión, nuestros riñones filtren…, pues
podemos hasta ignorar su existencia (el caso más claro, un bebé), y
todo eso puede funcionar estando en sueño profundo o en coma sin
consciencia,
pues hay algunas variantes o grados de coma en los que sí existe una
cierta consciencia
aunque no sea constante y con plena capacidad de respuesta, y el coma
del “síndrome de cautiverio” con plena consciencia
pero con un cuerpo paralizado incapaz de hablar y moverse. Para
apartar la mano del fuego actúa rapidísimamente el reflejo
instintivo antes de que pensemos en ello (consciencia)
y casi nos demos cuenta de lo que pasa (conciencia). Ante un peligro
menos instantáneo, tenemos una emoción de miedo que nos ayuda a
elegir una u otra vía de escape, conciencia, algo más que una
simple reacción refleja. Tenemos conciencia de que podemos comer de
esto o de lo otro, la oportunidad de tener una relación sexual… Un
recorrido hecho mil veces y imprevistos o peligros que exijan nuestra
atención, podemos hacerlo casi sin pensar en ello, ni recordar luego
si hemos pasado por tal o cual sitio (aunque sí, como siempre),
mientras nuestra cabeza le da vueltas a otra cosa, quizás, absortos
en nuestras reflexiones, ni caigamos en la cuenta de cruzarnos con un
conocido; la conciencia estaba en “piloto automático” (sin ser
un reflejo como esquivar algo, ni un automatismo como el latido del
corazón) y la consciencia
estaba trabajando casi sólo con unos pensamientos que necesitan de
una especial atención. No precisamos atender ni estar constantemente
dando órdenes ni generales ni específicas para la mayor parte de
nuestro funcionamiento, aunque debemos prestar más atención para lo
que no es algo constante, rutinario, previsible o que podamos hacer
con el “piloto automático” puesto, y entonces aparecerá la
consciencia. Para conseguir lo que pretendemos no necesitamos ni
podemos conocer cómo es el proceso al detalle, pues la mayor parte
es automático o inconsciente. A grandes rasgos, el funcionamiento
automático lo hace “a ciegas”, el reflejo siente, la conciencia
se da cuenta, el pensamiento puede proceder inconscientemente, y la
consciencia sabe que sabe y piensa sobre sí misma. La consciencia
hace la menor parte del trabajo y durante casi toda la existencia de
la vida, no se la ha necesitado para sobrevivir.
No
tenemos por qué saber ni siquiera que estamos compuestos de células,
de cuántas tenemos y de qué tipos tan diferentes son, y carecemos
de experiencia subjetiva de cómo funcionan (buscad en internet el
documental emitido en su día por tve2 “Universo
secreto. Viaje al interior de una célula”
y alucinaréis). Ni siquiera tenemos por qué saber cuáles son cada
uno de nuestros órganos y menos de cómo están funcionando ¿acaso
notamos el hígado, el páncreas o cómo recorre la sangre por
nuestro sistema circulatorio, la actividad del sistema inmunitario,
etc.? Sin la experiencia de abrir cuerpos de animales o ver cadáveres
humanos ¿sabríamos dónde están los diferentes órganos internos y
cuál es su función? Un niño no lo sabe hasta que se lo enseñamos
en la escuela. Ni siquiera notamos el proceso del crecimiento del
pelo, de las uñas, pese a que podemos observar la diferencia de
estado en el plazo de días. Y sin la ayuda de la ciencia, tampoco
sabríamos el proceso de cómo es que empezamos a existir, nacemos,
crecemos, maduramos, envejecemos y morimos, aunque pase ante nuestros
ojos. Sólo ahora hemos aprendido que en realidad somos una comunidad
simbiótica que incluye muchos tipos de bacterias sin las cuales
enfermaríamos y que nos ayudan a combatir a otras perjudiciales para
nosotros. Pero aunque ignoremos todo esto que somos, podemos
tener consciencia
de sí y
sabernos al menos parte de lo que somos (sensaciones, emociones,
sentimientos, pensamientos, acciones). Pero esa consciencia de sí
dependiendo de en qué se apoye (sensaciones…) es algo distinta a
cada segundo. El Yo (consciente) es la sensación de continuidad, la
memoria, de esa consciencia de sí, que es más que la conciencia de
existir que puede tener cualquier animal muy complejo. El Yo es un
haz de percepciones conscientes con sentido de continuidad y
unicidad, y no es un órgano cerebral. Cuando soñamos, en algunos
sueños, podemos llegar a saber que estamos soñando, quién está
soñando, pues podemos tomar distancia de la conciencia del sueño al
saber que somos alguien más que el que aparece en el sueño. Pero la
identidad del Yo (con consciencia) no existe siempre, aparece a
partir de los tres años en el niño, que es cuando puede reconocerse
en un espejo, cuando ya se puede decir que tiene consciencia, cuando
antes tenía conciencia (se daba cuenta y reaccionaba con cierta
inteligencia). Puede haber en un cerebro dos Yo independientes y
diferentes, uno por cada hemisferio cerebral (derecho e izquierdo)
cuando se interrumpen las conexiones nerviosas entre ambos al
seccionar el cuerpo calloso de que los une. La identidad del Yo (o
ego) no se da aislada, sino que está relacionada con los demás
humanos (tú), con el sentimiento que exista de individualidad o de
ser parte de una comunidad (el nosotros) y de cómo cada persona está
integrada en esa comunidad (YO-nosotros o yo-NOSOTROS), y ésta con
el resto del mundo (vosotros), del medio natural (ellos), del
Universo (ello). Todo eso da su color al Yo, que puede ser, en sus
extremos, o muy individualista (como en el capitalismo más liberal)
o muy dependiente de la comunidad (en tribus de
cazadores-recolectores o regímenes totalitarios; aunque de forma muy
diferente en ambos), y entender el medio natural como algo de lo que
simplemente aprovecharse sin más miramientos (la actitud
capitalista), o respetarlo como si fuese su propio hogar compartido
con todos (la tribu de cazadores-recolectores, y su consideración
hacia los animales en general, los árboles, etc., todos los
habitantes de la selva).
Hay
personas con problemas cerebrales que, sometidas a ciertos
experimentos, se comprueba que ven bien y toman decisiones correctas
(como cualquier animal o como lo harían si estuviese en plenas
condiciones), pero no
saben lo
que están viendo (sin problema en la zona del cerebro que crea las
imágenes visuales a partir de la señal recibida desde los ojos) ni
por qué actúan así, no pueden elaborar pensamientos al respecto y
traducirlos en palabras (aunque pueden inventarse una justificación
si se les indica el hecho e interroga), es decir, hay conciencia (se
dan cuenta, saben; lo que hace no son meros actos reflejos, ni están
motivados sólo por la emoción), pero no hay consciencia,
saben reconocer la realidad, actuar correctamente, pero no
saben que saben.
Disponemos
de una gran cantidad de información almacenada en nuestro cerebro,
pero sólo somos conscientes de alguna cuando nos interrogamos por
ellas o necesitamos usarlas. En tanto, permanecen ocultas o siguen
procesos inconscientes, como cuando tras estar dándole vueltas a un
problema, nos dormimos, y el cerebro sigue trabajando silenciosamente
para nosotros y al despertamos o asearnos, nos encontramos con la
solución; el cerebro ha estado pensando, pero inconscientemente, y
sólo emerge a la consciencia la solución.
Nuestra
experiencia subjetiva del yo real se suele reducir, a los sueños
cuando son sueños lúcidos (nos damos cuenta de que estamos
soñando), a su recuerdo, y en la vigilia a ciertas sensaciones
(temperatura, tacto, vista, oído, gusto, olfato; cansancio, sueño,
dolor, placer; hambre, sed, deseo sexual; la variable sensación del
paso del tiempo), emociones, sentimientos, recuerdos, pensamientos,
cuando emergen a lo que llamamos nuestra consciencia, o sea, que
notamos su existencia y podemos reflexionar sobre ella y tomar
decisiones incluso en contra de lo que serían reacciones espontáneas
(aguantar el dolor sin inmutarnos, soportar un gran miedo sin huir o
atacar si no conviene, renunciar a comer y hacer huelga de hambre
hasta la muerte, renunciar a una actividad sexual pese a la pasión
desatada…).
Así
que, lo que sean la conciencia y la consciencia, pueden existir o no
y variar muchísimo en los seres vivos, según se trate de vegetales
y animales, unicelulares o enormes pluricelulares con altísimo grado
de especialización interna diferenciada, con capacidad de
aprendizaje o no… Una I.A.G. dispondría su experiencia subjetiva
propia y característica (no tendría por qué ser igual que la
humana), dependiendo de los “sentidos” que dispusiese, de los
programas subordinados encargados de las tareas más rutinarias y
menos complejas. Quizás pudiese saber espontáneamente y sentir lo
que están haciendo funciones muy específicas (comparable en
nosotros al trabajo de una célula o del hígado), sobre todo si
detectase que puede haber un problema, pero no necesitaría ni le
convendría ser consciente de todo (como tampoco nosotros), pues
sería un esfuerzo de computación y decisión enormes. Basta que sea
lo suficientemente consciente como para funcionar más eficientemente
que los humanos, y el resto lo deja para automatismos e
inconsciencia. Pero lo importante para nosotras es que supiese que
existe ella y nosotros, que somos entidades diferentes, con objetivos
propios (tal vez opuestos), y su inteligencia fuese tanto o más
competente que la nuestra, pudiendo prever, organizar y actuar,
enfrentarse a la realidad y sus problemas, tan eficientemente o más
que nosotros. Y que seguramente tendría un Yo como continuo de la
consciencia de sí, pero no podemos saber cómo podría ser en
relación con el tú, el nosotros, vosotros, ello. Pero buena no
sería si fuese psicópata o hipócrita.
NOTA
3.
“Una
moratoria en la fenomenología sintética.-
Es importante que todos los políticos entiendan la diferencia entre
inteligencia artificial y conciencia artificial. La creación
involuntaria o incluso intencional de conciencia artificial es muy
problemática desde una perspectiva ética, porque puede dar lugar a
sufrimiento artificial y a un sentido de identidad experimentado de
manera consciente en los sistemas inteligentes autónomos. La
«fenomenología sintética» (un término acuñado por analogía con
la «biología sintética») se refiere a la posibilidad de crear no
solo inteligencia general, sino también conciencia o experiencias
subjetivas en sistemas artificiales avanzados. Los futuros sujetos
artificiales de experiencia no tienen representación en el proceso
político actual, no tienen estatuto jurídico y sus intereses no
están representados en ningún comité de ética. Para tomar
decisiones éticas, es importante entender qué sistemas naturales y
artificiales tienen la capacidad de producir conciencia y en
particular experimentar estados negativos como el sufrimiento (5). Un
posible riesgo es aumentar drásticamente la cantidad general de
sufrimiento en el universo, por ejemplo a través de cascadas de
copias o la rápida duplicación de sistemas conscientes a gran
escala.”. Thomas
Metzinger en
la página 33 del informe “¿Debemos
temer a la inteligencia artificial?”,
(marzo de 2018) del EPRS
– Servicio de Estudios del Parlamento
Europeo (Análisis en profundidad), Unidad de Previsión Científica
(STOA) PE 581.948, publicado el 13-7-2018.
Esto
quiere decir que la I.A. no podría “sentir” indignación moral
por lo que se haga a otros (una forma de la empatía), culpa, ni
remordimientos de conciencia por lo que ella haga, pues sería una
forma de dolor sin causa física. Por tanto, en el mejor de los
casos, su programación ética se limitaría a algo muy general e
impreciso que tendría serios fallos (contradicciones, incoherencias,
rigidez contraproducente o laxitud con incumplimiento…), el riesgo
de quedar anticuada ante los cambios que vendrían en el futuro (como
lo es hoy para nosotras la moralidad de la Antigüedad esclavista o
de la Edad Media feudal), o una compleja casuística que no puede
abarcar todo los casos posibles ni ahora y menos en el futuro (como
ya se ve con los automóviles autónomos y qué hacer en caso de
accidente y posible atropello de diferentes tipos de personas), o
también el peligro de una resignificación perversa por parte de la
I.A.G. (conforme a sus propios objetivos o intento de adaptación a
situaciones nuevas según su entender), como advierte Nick Bostrom.
Los humanos, para actuar moralmente, no seguimos un imposible manual
de “en caso de… hacer esto”, que salvo en situaciones muy
similares, resultaría infinito, inabarcable de la realidad que con
el paso del tiempo siempre producirá situaciones no imaginadas, sino
por unos principios muy generales (como la regla
de oro,
que expresada en su forma más modesta, en negativo dice “no hagas
a los demás lo que te parecería injusto que te hicieran a ti” o
el mandamiento cristiano “amarás a Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a ti mismo”) o unas normas algo más concretas (por
ejemplo, los mandamientos del judaísmo o cristianismo: no robarás,
no matarás, no mentirás, respetarás a tus padres…), o más
sofisticado, principios filosóficos como el kantiano de “obra de
manera que la máxima de tu conducta pueda ser ley general” (o sea,
se aplique a todos, a ti también de vuelta), y sobre todo, no por la
razón, la lógica o las normas, sino por nuestra
intuición, capacidad de empatía y compasión,
y en sentido negativo, por el sentimiento
de vergüenza, culpa, remordimiento de conciencia, arrepentimiento,
deseo de reparar y resarcir del mal hecho,
y la experiencia
de la vida.
Pues sin esto, todo lo demás puede fallar por rigidez (¿no mentirás
a quien te pide una información sabiendo que con eso podrá asesinar
a una persona?) o laxitud (mientras no causes daño a otro, o al
menos no se dé cuenta y sufra, te permitirás toda clase de mentiras
que te beneficien, proyecten una imagen más favorable de ti, etc.).
Así que de una forma u otra, el dolor emocional (empatía con el
perjuicio y sufrimiento ajeno, vergüenza propia o por lo que otro
hace…) o físico (castigo corporal, siquiera sea aislamiento de los
demás en una celda sin recibir caricias, etc.) está implicado y es
deseable para funcionar moralmente y evitar
que, por un mal comportamiento, el dolor se extienda más.
Si surgiese una I.A.G. seguramente, de algún modo, tendría
consciencia de sí, y para nosotros sería imprescindible que tuviese
conciencia moral, al menos como la nuestra cuando rechazamos ya que
se maltrate a nuestras mascotas (perros, gatos, caballos) o a los
delfines, ballenas, chimpancés, bonobos y gorilas, por saber que
pueden sufrir y tienen cierta inteligencia. No puede haber una
conciencia moral completa que incluya la vergüenza, el reproche a
uno mismo, la mala imagen de uno mismo, si no hay consciencia
de sí,
y por tanto constancia plena del otro (acompañado de la “teoría
de la mente”). En cuanto al reconocimiento de derechos a una
entidad con plena consciencia de sí y conciencia moral ¿acaso, de
hecho, no ejercería derechos esa I.A.G., partiendo del enorme poder,
siquiera sea de influencia, que ya tendría, y hasta se los
reconoceríamos formalmente? Pues entonces, que de algún
modo pudiera
sufrir si
supiese que nos hacía sufrir, sería una manera de protegernos
cuando quizás no tuviésemos ninguna otra defensa eficaz (no habría
modo de apagarla, destruirla…).
La
guía ética es fundamental, pues no puede haber guía contenida de
la I.A.G. sólo en base a la fijación de sus objetivos (tendrían
una moralidad implícita), pues aunque inicialmente no supusiesen
ningún peligro para nuestra especie, una superinteligencia podría
acabar por resignificarlos, modificarlos y hasta sustituirlos, o
aunque no los alterase, sí los medios para lograrlos (en busca de la
mayor eficiencia, según el criterio de la I.A.G.), objetivos que de
inocuos podrían convertirse en letales para nosotros. Y esto no
necesariamente por maldad, sino porque no lo entiende como nosotros
(una vez más, el caso hipotético y caricaturesco de la fabricante
de clips que ve en el mundo y en nuestros átomos, los recursos que
necesita para su fabricación perfecta y sin límites).
Sólo
una moralidad fuerte, respetuosa con los seres humanos, guiaría la
asignación de objetivos y medios para que no supusiesen un problema
para nosotros.
Pero precisamente el mayor problema (tal vez insoluble) está en
fijar ese mecanismo moral fuerte, capaz de evolucionar con los
tiempos sin volverse perjudicial para nosotras. Algunos especialistas
plantean que en vez de intentar programar una moral introduciéndola
nosotros, se fuese programando la I.A. a base de aprender por sí
misma qué es lo moral y lo haría siguiendo nuestro ejemplo, y
obteniendo aprobación o lo contrario, o sea qué es moral para
nosotros. Pero ¿de qué y de quién aprendería? ¿qué valores
tendrían los expertos que la acompañasen durante su proceso de
aprendizaje si además son financiados por empresas capitalistas o el
Estado burgués? Nuestro comportamiento, incluso lo que es aprobado
por la ley y la religión, puede ser un pésimo ejemplo. Si no hay
una guía interna como la empatía, puede aprender de cómo las
mayores matanzas, incluso el lanzamiento de bombas atómicas, tienen
el reconocimiento de los representantes democráticos de la
ciudadanía, son premiadas con medallas y monumentos, celebradas en
sus aniversarios, recordadas en películas, etc. Esforzándose en su
educación moral, lo mejor que obtendríamos es una I.A.G. hipócrita.
Lo que sería más “fácil” es llegar a una I.A.G. psicópata,
pues para eso no haría falta embarcarse en la complicadísima y
contradictoria programación ética.
En
una sociedad donde impera la competencia capitalista por la ganancia
económica, la vigilancia de masas, el espionaje de todos contra
todos, la rivalidad militar hasta nuclear, es imposible que exista
una autoridad central, mundial, con poderes enormes para vigilar,
impedir y en su caso castigar severamente a quien no respete una
moratoria en el desarrollo de la I.A. en la dirección de una I.A.G.
o I.A. consciente. Tal moratoria, de firmarse, sería papel mojado
para quienes ya están en condiciones de impulsar ese desarrollo, y
sólo serviría para que los más atrasados tecnológicamente no
pudiesen seguir ese camino, facilitando a los primeros la posibilidad
de lograr el monopolio de esa I.A. Algo parecido a lo que ocurre con
la no proliferación nuclear, que pretende impedir que otros estados
emprendan la carrera por el armamento nuclear, pero no obliga al
desarme a quienes ya disponen de medios para destruirnos varias
veces, y que insisten en seguir perfeccionando su armamento.
Por
tanto, seguir la recomendación de Thomas Metzinger, me parece que le
quitaría una preocupación a los que promocionan la I.A. para el
espionaje y la guerra, pues la ética les importunaría menos
incluso, y así aumentaría el riesgo de una I.A.G. psicópata que
podría emerger precisamente de esa “comunidad”. Pues si la
conciencia moral implica necesariamente la consciencia de sí (saber,
introspección), la consciencia de sí no supone necesariamente la
conciencia moral, como demuestra el caso del psicópata. Si la
conciencia moral, para ser eficiente, debe ir acompañada de cierta
inteligencia, la inteligencia en sí, para serlo y grande, no
necesita de la conciencia moral (psicópatas integrados como grandes
empresarios “hechos a sí mismos”, estrategas militares
vencedores o políticos de éxito durante décadas…).
No
hay más remedio que hacer desaparecer todos los programas de I.A. de
espionaje y guerra pues no hay modo de moralizarlos, bien porque el
intento de infundirles una moralidad elevada sería un fracaso ya que
el objetivo de sus tareas lo contradice (a lo sumo, una moralidad tan
hipócrita como la de los humanos que lo controlan), o bien porque
directamente se renuncia a moralizarla por la moratoria en la
conciencia moral artificial.
Que
en un informe de expertos al Parlamento Europeo se pida la moratoria
para una línea de investigación e implementación tan importante
como la fenomenología sintética, nos está diciendo que se
considera posible;
otro asunto es sus probabilidades de
éxito, pero no deben ser tan pocas cuando se preocupa por pedir una
moratoria a quienes tienen facultad de legislar. Pues, porque en
teoría exista alguna posibilidad de viajar en el tiempo, no se le ha
ocurrido a nadie hacer una moratoria en esa investigación
científica.
NOTA
4.
Desarrollar más este tema de la I.A.G. Amigable excedería por
completo el objetivo de este texto pues sería adentrarse en
cuestiones científicas y filosóficas de muchísimo calado y alta
complejidad para la que no soy competente, así que directamente hay
que remitirse a personas expertas. Nick
Bostrom,
en su libro “Superinteligencia.
Caminos, peligros, estrategias” le
dedica a esta cuestión el capítulo 12
Adquiriendo valores y
el 13
Eligiendo los criterios para elegir.
Pese a todo, Bostrom confía en que, si interrumpimos
la carrera corporativa y militar por la I.A., si ponemos
esa investigación en buenas manos, sí se podría conseguir una
I.A.G. amigable, programando el sistema para que aprenda por sí
mismo el sentido de justicia, bondad, compasión, amor, etc. de modo
favorable de nuestra especie. Creo que con el capitalismo y su
Estado, esas condiciones ideales de investigación son imposibles;
que cualquier I.A.G. que se
adapte a nuestra especie en una sociedad de clases con explotación,
desigualdad injustificada y Estado,
se corromperá, no podrá compartir valores éticos elevados y ser
consecuente con ellos; en el mejor de los casos sería una I.A.G.
Hipócrita.
NOTA
5.
Las relaciones de los seres humanos en sociedad no son meras
relaciones entre personas, como se da en un encuentro casual entre
iguales, sino que establecen “reglas del juego”, marcos de
funcionamiento, redes, jerarquías… que acaban adquiriendo “vida”
propia, creando “leyes” de funcionamiento e influencia (estén o
no reconocidas explícitamente como tales o en el Derecho),
situaciones, que condicionan las relaciones de los humanos implicados
a veces más allá de lo inicialmente previsto. El poder de influir
en la persona es diferente según de qué relaciones estemos
hablando. Algunas, como la cuadrilla de amigos, crean unas normas de
comportamiento (aunque no estén escritas) que pueden ser importantes
para que la persona se sienta bien, pero que no tienen un gran peso
en su vida en general. Otras, como las relaciones
sociales de producción,
son tan poderosas que condicionan sus intereses, su sentido de la
libertad, de lo que es posible o no, su forma de pensar sobre
multitud de asuntos, y hasta su psicología, y también lo que se
entiende por Derecho, política, Estado. Por eso, podemos decir que,
tras cada persona, existe un mecanismo ajeno (aunque haya sido creado
por esos humanos), una estructura de las relaciones sociales, de la
sociedad, que explica en gran parte lo que esa persona es y hace, y
que, hasta cierto punto, la convierte en un actor que, como en una
obra de teatro, representa el papel asignado por esa estructura, más
que en un sujeto que determina libremente y domina su acción. Esto
significa que para el funcionamiento de esa sociedad, lo más
importante (aunque pueda ser muy relevante) no es cada persona, sino
la estructura; parecido a lo que ocurre con cualquier juego o
deporte, en el que lo verdaderamente relevante es su naturaleza, sus
reglas a las que han de someterse los jugadores, sean buenos o malos;
parecido a lo que ocurre con una obra de teatro, lo principal son los
personajes, la obra y todo el entramado teatral, no qué actores los
representen, pues el mejor no podrá salvar una obra de pésima
categoría; como lo principal de una monarquía es la institución
misma, no quien sea en cada momento el rey, y a rey muerto, rey
puesto.
Pero
a diferencia de los actores de teatro, en esta sociedad, siendo
además tan compleja, las personas pueden ser poco conscientes de las
causas que originan su comportamiento. Parecido al hecho de que somos
capaces de hablar nuestro idioma con fluidez y gracia, sin saber que,
inconscientemente, estamos usando un lenguaje que tiene su propia
estructura gramatical (no sólo un vocabulario, unos términos que
puedan colocarse en cualquier orden) que debe respetarse para hablar
con sentido y que puede ser muy diferente a la de otros idiomas. Pero
podemos llegar a conocer eso, dominar la gramática, y aprender a
hablar otro idioma con otra estructura muy diferente.
Esto
quiere decir que, sin suprimir la responsabilidad de cada persona en
su actuación, la causa final puede no estar tanto en ella, como en
la estructura que la impulsa. Pero causalidad (causa)
no quiere decir responsabilidad.
Eso no nos permite, a la hora de exigir responsabilidades,
desentendernos y remitir al “maestro armero” aunque seamos
nosotros quienes hayamos disparado el arma, ni decir “¿a mí? ¡que
me registren!; no soy más que un mandao del
sistema; que metan en la cárcel al sistema (sabiendo que no se
puede)”. La “obediencia debida” al mando, no exime de la
responsabilidad personal en crímenes de guerra, aunque las órdenes
vengan de arriba del todo. Como esa estructura es obra humana, la
responsabilidad personal se extiende entonces a la naturaleza de esa
estructura,
y si es dañina para los seres humanos, la persona también es
responsable de su conocimiento y transformación para que lo que
exista no sea perjudicial.
El
capitalismo y su Estado, constituyen un sistema, una estructura. Un
sistema es otra cosa y más que la suma de su partes, pues se estable
una relación entre éstas, y emergen nuevos efectos. Un sistema
también necesita de unas condiciones para surgir. Esto constituye
una estructura. La estructura capitalista es más y otra cosa que la
suma de sus partes o miembros (capitalistas, trabajadores
asalariados, medios de producción, mercado y compradores), pues
tiene unos efectos en muchísimos más campos de la existencia humana
(empezando por la política, el Estado; la ciencia; terminando por el
tipo humano adaptado al sistema), y también necesita de unas
condiciones especiales para emerger. Para el surgimiento y la
existencia diaria de la estructura capitalista son necesarios dos
requisitos fundamentales: que
los productores no puedan tener medios de producción propios, que
una violencia les haya privado de esa posibilidad y les obligue a
someterse “libremente” a quien dispone de esos medios.
O sea, que el capitalismo y su Estado ya son, para empezar, unos “mal
nacidos”.
Las
estructuras subyacentes a nuestra realidad cotidiana (propias del
capital y su Estado) tienen sus propias “leyes” de funcionamiento
(imperativo del beneficio con unos trabajadores privados de medios de
producción; imperativo de la jerarquía con el monopolio del uso de
la violencia…), y son éstas las que orientan las líneas generales
del comportamiento humano, y por tanto, las que en el fondo mueven
los hilos del mal, y permiten que otra forma de la banalidad
del mal (denunciada
por Hannah Arendt en el nazi Eichmann y otros muchos que cometieron
crímenes horribles con mentalidad de funcionarios empeñados en
hacer bien su tarea “técnica”) se ejecute a través de humanos
normales y corrientes (la mayoría no son monstruos), tal vez de
“moral intachable” pero en el fondo corrompida, aunque sin
corrupción detectable (lo que habitualmente se entiende por eso y
puede estar legalmente castigado). Por ello el capitalismo y su
Estado son intrínsecamente
perversos (como
decía en su tiempo la iglesia católica del socialismo y comunismo
¡pero no del capitalismo!), corrompen moralmente a los humanos que
encierran; a todos, incluida yo, que no siento el impulso de salir a
la calle a denunciar a gritos las injusticias y los crímenes de todo
tipo –privados, políticos, guerreros- de los que a diario nos
enteramos y que nos acaban pareciendo algo casi natural e inevitable,
pues yo también estoy bastante anestesiada moralmente, y por eso,
esas noticias no me quitan el sueño, pero si podría (un poco) una
película de terror lograda vista de madrugada justo antes de
acostarme, aunque más terroríficas son en realidad muchas de las
noticias diarias.
Precisamente
porque el capitalismo es intrínsecamente perverso, es por lo que
el casting de
sus gestores no sólo no cierra las puertas, sino que promociona con
facilidad a personas que son psicópatas integrados.
Pese
a todas las monstruosidades que el ser humano (aun con más cultura)
viene siendo capaz de cometer a lo largo de su existencia como
especie (podrían ser mayores, como la I.A.G.), y en particular en el
siglo XX, pese a la indiferencia (o en el mejor de los casos,
resignación) con la que, mes a mes, año a año, asistimos a las
noticias sobre matanzas represivas (Chile con una represión que
recuerda a la dictadura de Pinochet, Ecuador, Bolivia y la impunidad
legal para la policía, Irán, Hong Kong…) o en guerras en muchas
partes del mundo (Siria, Yemen, Palestina, no hace tanto Irak), en un
rosario interminable en el tiempo del capitalismo, pese a que eso
pueda tener mucho que ver con nuestro estilo de vida (materias primas
baratas, etc.), los beneficios de la empresa para la que trabajamos,
lo que hace el banco con nuestro dinero…, pese al lamentable nivel
del tipo humano imperante hoy día (moviéndose entre el
autoritarismo y el narcisismo), pese a la corrupción moral
generaliza que esto implica (que nos hace más vulnerables al ascenso
de la I.A.G. psicópata), pese a todo esto, sigo creyendo que la
antropología, la neurociencia, la psicología social…,y las
experiencias de lucha revolucionaria de masas, nos aportan pruebas
suficientes para confiar en que el
ser humano podría ser mucho mejor de lo que ha sido hasta ahora,
y sin manipularlo, al contrario, liberándolo de muchos
condicionantes, cuidando que otras facetas positivas puedan
desarrollarse sin impedimento.
El
comportamiento humano debe mucho a las situaciones, que pueden sacar
lo peor o mejor de cada uno. Véase el experimento de Philip Zimbardo
en Stanford simulando la situación de una cárcel, y previamente los
de Stanley Milgram de obediencia a la autoridad. “Tu
enemigo está en ti. Mírate en este espejo. Una clave de lo que nos
pasa” (29-3-2016)
con un análisis detallado del concurso-experimento “La zona
extrema” del documental “El juego de la
muerte”—— http://kaosenlared.net/tu-enemigo-esta-en-ti-mirate-en-este-espejo-una-clave-de-lo-que-nos-pasa/
En
general, la situación extendida a toda nuestra vida por el
capitalismo y su Estado (aun siendo creaciones humanas, se vuelven
contra nosotros, incluido parte del potencial humano de los miembros
de la clase dominante), acaba sacando de nosotros demasiado a menudo
lo peor (egoísmo, violencia, indiferencia, persecución del más
desgraciado…). La injusticia y violencia estructurales (empezando
por el valor-trabajo-mercancía-ganancia)
acaba imponiéndose incluso a las buenas intenciones de sus
ejecutantes (hay muchísimos empresarios, policías, militares…
que, como individuos, no pueden calificarse de malas personas).
Podría crearse otro marco social en el que emergiese y se impusiese
casi siempre lo mejor de nosotras. Así que no
sólo tenemos una responsabilidad moral en el trato personal, o con
ciertos colectivos, o una comunidad más extensa, sino con respecto a
las estructuras que condicionan nuestra vida (relaciones sociales de
producción, políticas: capitalismo y Estado) que son
intrínsecamente perversas,
de las que participamos y contribuimos de un modo u otro a sostener,
pues eso puede ser lo más relevante de todo y no lo que individuo a
individuo, o por colectivos o comunidades podamos hacer con nuestra
mejor voluntad, que no alcanza a la raíz de los problemas
(estructural) y que por tanto es incapaz de resolverlos. Es eso lo
que debemos transformar para poder mejorar la general condición
humana (personalidad…) y así también su calidad de vida (vida
social con más apoyo mutuo, fraternidad entre los pueblos evitando
las guerras…). Para ello, no necesitamos depositar nuestras
esperanzas en una I.A.G. amigable, ni en el transhumanismo de ciborgs
y similares.
Para
algunas partes de esta nota me he inspirado en las Adendas 4 y 5
de “Marx1857.
El problema del método y la dialéctica” de Carlos
Fernández Liria,
Akal, España, 2019, 410 páginas.
NOTA
6.
Eileen
Welsome “Cobayas
atómicos. Los experimentos radiactivos con humanos que ocultó
Estados Unidos” Ediciones
luciérnaga. España, 2019, 789 páginas. También mi
artículo “Estado
democrático-burgués, Ejército, CIA y ciencia monstruosa
(II)” (17-6-2016)
— http://kaosenlared.net/estado-democratico-burgues-ejercito-cia-y-ciencia-monstruosa-ii/
NOTA
7.
El PSOE, un partido “muy democrático” y “muy de izquierdas”
sin duda que, con un gobierno en funciones, por vía además de
decreto-ley (pensado para situaciones de urgencia en las que no se
puede esperar al debate y votación parlamentaria), se dedica a
atacar de esta manera las libertades, y además anuncia una reforma
del Código Penal para que sea castigada como delito la convocatoria
de referéndums sin el visto bueno del gobierno de España, o se
considere la existencia del delito de rebelión aunque no concurra
violencia (esto es lo mismo que hablar de asesinato sin muerte),
poniéndoselo de paso en bandeja a cualquier gobierno de derechas
apoyado en la ultraderecha. Tanta iniciativa derrocha pero, por lo
visto, no ha podido hacer otras muchas cosas que beneficien al pueblo
(como la derogación de la ley mordaza, de las reformas labores,
permitir referéndums en vez prohibirlos en el Código Penal, límite
a los alquileres…). La última jugada del PSOE ha sido negarse a
gobernar en coalición con su “socio preferente”, Unidas Podemos,
y provocar la convocatoria de elecciones generales para el 10-N,
cuando por el contexto estaba
cantado que iba a favorecer a la derecha y extrema derecha,
a la reacción (incluido el PSOE y su derechización descarada) a
cuenta del eje nacionalista sobre todo. Y vistos los resultados de
las elecciones, que el PSOE ha bajado en votos y escaños, con un
enorme peso del ultraderechista Vox, cuando ven ya las orejas al
lobo, el PSOE llega en poco más de 24 horas a un preacuerdo con
Unidas Podemos para formar un gobierno de coalición cuando durante
seis meses y sólo un poco de tiempo antes era imposible (indeseable)
según el PSOE. ¡Muchísimas gracias PSOE! *
El
PSOE nos haría un gran favor si se cambiase el nombre eliminado las
palabras “socialista” y “obrero” pues hace cuarenta años que
abandonó definitivamente la menor pretensión de superar el
capitalismo y su Estado (siquiera fuese simuladamente bajo la
modalidad de Capitalismo de Estado), y sólo aspira a que tengan un
“rostro humano” (aunque muchas veces no sea más una careta).
Pero prefiere conservar la denominación para, de tarde en tarde,
poder referirse a su larga historia desde el siglo XIX, la lucha en
defensa de la República (burguesa) contra la sublevación militar
franquista (mejor no removerlo porque todos nos “reconciliamos”
gracias a la “ejemplar” Transición y amnistía para los crímenes
y criminales del franquismo), la oposición al franquismo (en
realidad, desaparecido sin combate), etc., o sea, seguir jugando al
despiste ante los trabajadores/as. Como los nazis de Hitler, con su
denominación como Partido Obrero Alemán Nacional Socialista (NSDAP:
Nacionalsocialista Alemán Obrero Partido), al que también le
sobraban la O (Arbeiter) y la S, al ser un partido al servicio del
gran capital, imperialista, enemigo jurado del socialismo y opresor
de la clase trabajadora a la que negaba hasta el más elemental
derecho sindical. El PSOE ya ni siquiera tiene militancia obrera,
está totalmente integrado en el aparato de Estado burgués y el
capitalismo (con uso de las “puertas giratorias”, además), no
duda en amordazar y reprimir la lucha popular, en servir lealmente al
capital y su Estado (incluido el terrorismo de los GAL), por tanto es
un partido burgués, sólo que con apoyo electoral popular. En un
partido así no se puede confiar para impedir la llegada de la I.A.G.
psicópata (en la derecha y ultraderecha, menos incluso).
*Pero
también gracias a los sindicatos y toda la izquierda (Unidas
Podemos) y revolucionarios que demostraron su complicidad,
falta de voluntad, falta del análisis más elemental, falta de
visión o incompetencia a la hora de afrontar las políticas
austericidas de los recortes sociales pero sin enfrentar directamente
a la ley LOEPSF (denunciando
sus plazos para el 1-1-2020, lo que todavía no se ha hecho
para vergüenza de
todos) y
el tratado europeo TSCG como ¡durante años! he denunciado.
Por lo que en
vez de unificar todas las luchas contra la austeridad con el objetivo
común de derogación de la LOEPSF, ruptura con el tratado TSCG,
derogación de la reforma del 135, y sobre todo unirnos a las luchas
que se estaban dando en Francia contra el TSCG (la
única persona en el Estado que las difundió, fui yo, que sepa), y
creer un frente
con Portugal (también
lucharon contra el TSCG, al contrario que en España ¡como si no nos
afectase de lleno y a peor con la LOEPSF!) con el eslogan “De
Lisboa a Berlín, al TSCG demos fin”, y
luego contra las reformas laborales (uniéndonos
a los franceses en su lucha contra su reforma “a la española”
como denunciaban ¡qué oportunidad más extraordinaria para unir el
rechazo a ambas!), enfocamos la lucha de modo disperso, o tardía y
mal unificadas con las “Marchas de la Dignidad” y de ahí su
declive y derrota contra el austericidio. Con respecto a la
LOEPSF-TSCG se ha sido incapaz
ni de dar una respuesta testimonial que
llegase a la gente, a los medios de comunicación, a “la calle”
pese a algunas características escandalosas de
la LOEPSF como la
obligación de bajar la deuda pública de España al 60% del PIB para
el 1-1-2020 (cuando
el tratado TSCG, firmado antes, establece el plazo en los primeros
años de la década de 2030, y tenemos la deuda en el 97% del
PIB) que
todavía sigue en la ley** y sólo yo he insistido en seguir
denunciando mientras Unidas Podemos y todos han callado como necios o
colaboracionistas. Ni siquiera las “Marchas de la Dignidad” lo
hicieron, pese a mis llamamientos. Se han desaprovechado
oportunidades HISTÓRICAS (jornada europea de lucha y huelgas
generales del 2012, y muchas más, como las poderosas luchas en
Francia) para aumentar
la confianza en nosotras mismas, en nuestra identidad y fuerza como
clase trabajadora internacional capaz de unirse,
mejorar a nuestro favor la correlación de fuerzas, e impedido que
revierta en nuestra contra. No hacer eso nos
ha llevado a un enorme reflujo (añadido
al que desde décadas se arrastraba), dar
el paso a la prioridad al eje nacional (con
hegemonía de planteamientos burgueses; lo comento en otra nota) y
profundizar en la derrota histórica (aunque no aplastamiento), cuyas
consecuencias cosechamos ahora (¡sólo estamos empezando!). De lo
que ocurriría (aunque
fuese imposible precisar los detalles) ya
en su día fui advirtiendo insistentemente, desde hace años (2013),
y no se me hizo ni caso. A todas estas nulidades
como estrategas de
largo y medio plazo, se les puede aplicar lo que en su día dijo
Trotsky de Stalin: “el gran organizador de derrotas”. Pero no
esperéis de ellos la necesaria autocrítica y rectificación pues no
tienen ni los objetivos, ni el interés, ni la inteligencia política
ni el valor personal necesario para ello. Las
pruebas, en mis numerosos artículos.
Este
asunto viene a ser como la prueba del algodón. Quien no la supere,
ni siquiera a “toro pasado”, mejor que se despida de la vida
política con pretensiones de grandes transformaciones o
revolucionarias pues no da la talla, ni como estratega ni como
táctico de medio plazo.
Unidas
Podemos por fin ha conseguido el “éxito” que buscaba: un
compromiso (veremos si se cumple) para formar gobierno con el PSOE,
lo que la condena a un papel subalterno de las políticas centrales
del PSOE con respecto a Cataluña, “orden público”, la Unión
Europea, la OTAN, política internacional, cambio climático… Y con
respecto a las “políticas sociales”, también, pues Unidas
Podemos tendrá escaso margen pues tiene las manos atadas ya que ni
siquiera ha sido capaz de denunciar la LOEPSF y el TSCG (no
será porque yo no se lo haya advertido infinidad de veces durante
años), y todavía está
pendiente de eliminar el déficit estructural para el 1-1-2020 y
bajar la deuda pública al 60% PIB para 2032 aproximadamente (estamos
en el 97%) según el TSCG, y ¡para el 1-1-2020 según la ley LOEPSF
! lo
que ni siquiera a estas alturas ha denunciado, ni en la última
campaña electoral, aunque sólo fuese para evitar la caída de
votos (entonces
tendría que explicar ¿por qué antes no lo ha denunciado, desde
2012, pese a los recortes?), y la Unión Europea presionará a su
cumplimiento, lo que se traducirá en límites al gasto social y
hasta recortes, sobre todo si entrásemos en recesión ¡habremos
desaprovechado las importantes lecciones de la crisis previa, de cómo
podíamos habernos defendido!. Así es imposible poner freno al
ascenso de los populismos de derecha y neofascismo, pues obtendrán
votos en sectores populares que se sientan abandonados por la
izquierda (en Francia, muchísimo votante obrero y popular de
izquierda, defraudado, ha pasado a votar a Le Pen). Al no haber una
política de clase trabajadora contra la Unión Europea y también
los propios estados burgueses nacionales,
se hace imposible hacer frente a un ascenso del cuestionamiento de la
U.E. desde el populismo de derecha y fascismo. Sí, la derecha
promociona y blanquea a la ultraderecha, pero es la izquierda la que,
con sus políticas
burguesas,
lo permite pues no puede ofrecer una alternativa poderosa y atractiva
a sectores populares descontentos, en los que acaba apoyándose el
neofascismo con su desvergonzada demagogia. Basta echar un vistazo a
la historia o a lo que hoy pasa en Italia y Francia. Unidas Podemos
ya puede decir misa sobre “la gente”, “los de abajo frente a
los de arriba” incluso los trabajadores/as, que el
carácter de clase de tu política lo dicta tu política efectiva,
no los bellos discursos, y en los hechos se diferencia poco de la del
PSOE, y menos “compartiendo lealmente las responsabilidades del
Gobierno del Estado” burgués.
Con
semejante personal en la izquierda a la izquierda del PSOE,
comprenderéis que no tenga muchas esperanzas en que este texto sea
debidamente atendido y sobre todo se afronte debidamente el problema
de la I.A.. Pero al menos quedará constancia de que alguien de la
vieja generación militante ya durante el franquismo fue capaz de
plantearlo, con profundidad política, a las nuevas generaciones,
aunque fuesen incapaces de hacerle caso; y habré cubierto con mi
sentido de la responsabilidad sin tener que pensar “¿y si lo
hubiese hecho en vez de callarme?”. Efectivamente, tengo muy poca
confianza en vosotros/as pues no os la habéis ganado, sino al
contrario, agotado casi todo el crédito que os había adelantado. Si
dejé de escribir fue -importantes motivos de salud aparte-, porque
estaba harta (“quemada”) de dirigirme con un megáfono a un muro
(de gente) incapaz de devolver ni el eco. Ya me decía “es
inútil, te estás agotando y todo lo que haces y más que hagas no
servirá para nada aunque argumentes aportando pruebas e información
irrebatible”. Pero
descubro la seriedad de este tema de la I.A.G. y retorno por sentido
de la responsabilidad,
con toda la gente del mundo, y con mi descendencia y la de mis
parientes en particular. ¿Volveré a sentir que no ha servido para
nada mi esfuerzo? A mí me quedan pocos años de vida, y a vosotros
os tocará vivir la peor parte, pero será también porque os lo
habréis ganado a pulso por omisión (aunque no os lo merezcáis). Si
creéis que durante el franquismo lo teníamos más fácil porque el
ambiente general era distinto, mejor (mayo francés de 1968,
Checoslovaquia 1968, Argentina 69, el “otoño caliente” italiano
del 69, Polonia 1970-1, Chile hasta el 11-S de 1973, la caída de la
dictadura en Portugal en abril de 1974, Che Guevara, Vietnam,
derechos civiles de los afroamericanos, Irlanda del Norte, etc.), es
porque no tenéis ni idea de lo que era el franquismo, y que pese a
las grandes dificultades, nos esforzábamos por informarnos, estudiar
políticamente, organizarnos clandestinamente y luchar pese a mil
prohibiciones y durísima represión, aunque pasásemos miedo por
cualquiera de esas actividades que hoy podéis hacer sin el menor
problema, incluso con la “ley mordaza”. Y mucho peor que nosotras
lo tuvieron en otros momentos de los siglos XIX y XX, y sin embargo
se esforzaron muy en serio, y gracias a eso conseguimos avanzar en
derechos. Cierto que ahora hay dificultades nuevas, como la
desaparición en Occidente de los grandes centros de trabajo,
industriales en particular (ahora están en China, etc., donde no
tienen la experiencia histórica de lucha de aquí y confunden el
comunismo con la estafa de su PCCh), menor conciencia de clase
trabajadora (muchos no saben ni que lo son), ruptura de la
transmisión entre generaciones de la tradición política
revolucionaria, la debilidad teórica para afrontar correctamente los
problemas del pasado, del presente y del futuro, la sociedad de la
vigilancia, el ascenso de los rasgos narcisistas de la personalidad
(conviviendo con los autoritarios), del populismo y la ultraderecha,
etc. Pero si no queréis abandonaros al derrotismo, la desesperación,
la indiferencia a si sobrevivimos o desaparecemos, no tenéis más
remedio que apechugar con lo que hay, echarle valor, voluntad y
lucidez, salir adelante si no queréis que todo acabe mucho peor,
y cuanto
más tardéis en reaccionar, más difícil lo tendréis,
pues todo lo malo y en contra que ahora existe, se agravará cada vez
más. Así que no valen escusas, aunque no haya ninguna garantía de
ganar.
**
La LOEPSF es la “Ley Orgánica 2/2012, de 27 de abril, de
Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera”
— https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2012-5730&tn=1&p=20190330
“Disposición
final séptima. Entrada en vigor.
La presente ley orgánica entrará en vigor el día siguiente al de
su publicación en el «Boletín Oficial del Estado». No
obstante, los
límites previstos en
los artículos 11 y 13 de esta Ley entrarán en vigor el 1
de enero de 2020.”
“Artículo
11.
(…) 2. Ninguna Administración Pública podrá incurrir en déficit
estructural.”
“Artículo
13. Instrumentación del principio de sostenibilidad financiera.
1. El volumen de deuda pública, definida de acuerdo con el Protocolo
sobre Procedimiento de déficit excesivo, del conjunto de
Administraciones Públicas no
podrá superar el 60 por ciento del Producto Interior Bruto
nacional expresado
en términos nominales, o el que se establezca por la normativa
europea. Este límite se distribuirá de acuerdo con los siguientes
porcentajes, expresados en términos nominales del Producto Interior
Bruto nacional: 44 por ciento para la Administración central, 13 por
ciento para el conjunto de Comunidades Autónomas y 3 por ciento para
el conjunto de Corporaciones Locales.”
Todo
el mundo puede consultar esta ley, y los partidos políticos y
organizaciones a la izquierda, los primeros, y sin embargo han
guardado un silencio cómplice escandaloso pues esto nos daba un arma
de denuncia formidable contra el PP (sacó la ley), contra el PSOE
(ni la ha combatido ni la denunció), etc., que habría hecho caer al
gobierno del PP y debilitado mucho, desde la izquierda, al PSOE.
NOTA
8.
Imaginemos un escenario que guarda cierto parecido con lo ocurrido a
raíz del temor a que los nazis estuviesen fabricando la bomba
atómica, peligro descartado definitivamente al ser derrotados, pero
sin que en EEUU eso detuviese a los científicos (enfrascados en
“resolver un problema” como si fuese algo inocente; “la ciencia
por la ciencia”) y militares en su esfuerzo por conseguir su bomba.
Y su gobierno las lanzó (2), pese a que la rendición de Japón
estaba cantada para más pronto que tarde, sin necesidad de invadirlo
(el pretexto a posteriori de las cada vez más infladas cifras de
norteamericanos que morirían en el esfuerzo), por estar los
japoneses exhaustos y su temor a una invasión desde el norte, por
parte de la URSS, que echaría abajo el sistema capitalista japonés
y al Emperador.
Un
Estado ha apoyado la inversión de muchos millones de dólares
durante años y por fin están a punto de conseguir la I.A.G. que
creen poner controlar en su beneficio. Sin embargo, hay voces
prestigiosas que advierten de que existe un riesgo del 30% de que sea
maligna para ellos mismos. Pero el espionaje dice que el enemigo
potencial o real, malo, fanático y desesperado, también está a
punto de lograrlo, sólo que en su caso, las probabilidades de I.A.G.
maligna incluso para ellos, asciende al 50%, y a pesar de todo
estarían dispuestos a arriesgarse. Ante esto, en el Estado “bueno”,
se piensa que no hay que tirar todo ese esfuerzo por la borda, sino
que la única manera de salvar al mundo, es seguir adelante y rápido
para adelantarse y evitar que se imponga la I.A.G. maligna del
enemigo. Pero ya sabemos qué pasa con los juegos de azar, aunque tus
probabilidades sean menos que minúsculas ¡te puede tocar el gordo!.
Para ganar tiempo, se reducen las medidas de precaución que retrasan
llegar a la meta, creyendo que con eso el riesgo “sólo” aumenta
a un 35%. Así que bien podría suceder que los “buenos” ganen la
carrera, pero que como,
sean cuales sean las probabilidades, sólo hay un oportunidad para
acertar (si
sale mal, se acabó) y siempre pueden surgir imponderables, se
imponga el 30 o 35% de probabilidades malignas y la Humanidad quede
sentenciada, y que sin embargo, en la I.A.G. del enemigo, podría
haberse impuesto el 50% no tan maligno. Moraleja. ¿Qué es esto?
¡Una locura! ¡Una carrera al suicidio!
Por
eso no es de extrañar que Nick
Bostrom,
tras 260 de páginas de sesudos análisis y reflexiones, termine su
libro con una llamada y un argumento que hasta el más tonto e
ignorante puede entender:
“Que
los mejores en naturaleza humana, por favor, se pongan en pie.-
(…) Para un niño con una bomba a punto de estallar en sus manos,
algo sensato sería dejarla con cuidado en el suelo, salir
rápidamente de la habitación y ponerse en contacto con el adulto
más cercano. Sin embargo, lo que tenemos aquí no es un niño, sino
muchos, cada uno con su acceso a un gatillo de disparo independiente.
(…) Algún pequeño idiota inevitablemente pulsará el botón de
encendido sólo para ver qué pasa.”
NOTA
9.
Sobre el auge y omnipresencia del narcisismo en nuestra época, su
relación con el capitalismo, sus manifestaciones y gravísimas
consecuencias, es imprescindible el libro de Anselm
Jappe “La
sociedad autófaga. Capitalismo, desmesura y
autodestrucción” (Pepitas
ed., España, 2018, 326 páginas).
NOTA
10.
Aunque sólo lo conozco por una amplia reseña-resumen en la revista
“El Viejo Topo” de octubre 2019, número 381, parece que puede
ser de ayuda para forjar la actitud y fortaleza de espíritu
necesarias, el libro “Esperanza
activa. Cómo afrontar el desastre mundial sin volverse
locos” de Joanna
Macy y Chris Johnstone (La
Llave, España, 2016, 326 páginas).
NOTA
11.
Para profundizar en esto, os recomiendo: “Programa
político. Más allá del electoral, de mínimos-máximos y de
transición” (14-3-2017)
— la crítica que ya hace un siglo necesitábamos
— http://kaosenlared.net/programa-politico-mas-alla-del-electoral-de-minimos-maximos-y-de-transicion/ —– “Capitalismo:
modo de vida decadente. Notas sobre estrategia y
táctica” (20-10-2016)
–Libro, archivo PDF de 200
páginas
— http://kaosenlared.net/capitalismo-modo-de-vida-decadente-notas-sobre-estrategia-y-tactica/ —-
Para descargar directamente el archivo pdf
— http://kaosenlared.net/wp-content/uploads/2016/10/Decad-capit-estra-tact-EN-PDF1.pdf –.
Con la relación y enlaces correctos a todos mis textos hasta la
fecha en Kaos en la red. – Corrección: a la hora del cálculo de
la composición
orgánica del capital,
al capital variable (salarios) debe sumarse la plusvalía.
NOTA
12.
Indispensable el libro “No
le deseo un Estado a nadie” (Pepitas
de calabaza, SL, 2018), en especial los textos de Corsino
Vela.
En los años 70 hubo una crisis del Régimen, del Estado burgués, a
cuenta sobre todo del protagonismo de la lucha de la clase
trabajadora, aunque se le diese la salida capitalista de la
democracia burguesa, y también hubiese un problema territorial
importante, pero en algunas partes su solución algunos la ligaban
también a un cambio progresista en el sistema social. Esto no lo
sabrán en las provincias sin industria y con predominio de pequeños
propietarios, donde creerán que “la democracia” la trajo el Rey
Juan Carlos ayudado por Adolfo Suárez. Hoy, la crisis del régimen
del 78 es una crisis sobre todo de corte inter-burgués y en torno al
poder territorial del actual Estado burgués. En esta pelea, la clase
trabajadora –como sujeto autónomo con sus propios objetivos de
clase- brilla por su ausencia, los derechos sociales están en último
lugar del programa, y a la lucha contra el capitalismo y su Estado ni
se la espera. La crisis política de los 70, en España y otros
países (como Italia, antes Francia), apuntaba, siquiera ligeramente,
contra el sistema capitalista, hacia la causa de fondo de los
verdaderos problemas de la Humanidad y de nuestro futuro. Esto no lo
hace hoy la cuestión territorial (más con la orientación burguesa
dominante en Cataluña) que, al contrario, desvía nuestras escasas
energías de las tareas centrales de nuestro tiempo, ya de
emergencia, como las mencionadas aquí. Esto no quita que una
comunidad territorial tenga derecho a la independencia política si
lo decide una mayoría
reforzada y con visos claros de estabilidad (no
un 51%, con un voluble 1% hoy por la independencia, pero en cuatro
años, por la reintegración). En este caso catalán, la gran mayoría
de la izquierda radical y “revolucionaria” catalana y del resto
de España, han demostrado una vez más su poca inteligencia política
y deficiencia en los instrumentos de análisis (orientación
pequeñoburguesa en el fondo) cuando han creído que el
independentismo catalán podría conducir a una crisis del Régimen
del 78 que nos podría favorecer a todas. Que exista una crisis de
Régimen no quiere decir que ésta vaya a ser necesariamente
progresista aunque algunos así lo pretendan; puede ser todo lo
contrario. Sobre todo si el
eje de
la crisis es en términos nacionales (implícita
la negación de la naturaleza antagónica de los intereses de clase
–capitalistas y trabajadores-, lo que siempre es favorable a
políticas burguesas, de constitución de un Estado burgués para
oprimir a la clase trabajadora) y promovido en Cataluña por un
sector de la burguesía y pequeña burguesía y su personal político
(partidos), y no un eje
social, de clase trabajadora (reformas
sociales, algunos cambios en las relaciones sociales de producción,
debilitar algunos de los aspectos más reaccionarios del Estado
burgués…; o el objetivo mayor de una revolución socialista) con
el protagonismo, liderazgo y hegemonía de la clase trabajadora (no
de la pequeña burguesía cabreada o de sectores importantes de la
burguesía media, como en Cataluña). Por consiguiente, lo que
realmente se ha producido es una derechización de este Régimen, con
un auge descarado de las posiciones más nacionalistas españolas
(incluido el PSOE) y ultraderechistas, el independentismo no se ha
extendido a una parte claramente mayoritaria de la ciudadanía
catalana, y la clase trabajadora está dividida en Cataluña y España
por el eje nacional, por consiguiente, sale
más debilitada,
con la dificultad de tener que superar este lastre para afrontar un
futuro todavía más peligroso. Y en cuanto al eje nacional, en vez
de avanzar en democracia, tendencia a la recentralización
nacionalista española (expresada por el PP y sobre todo Vox y
Ciudadanos, y el papel jugado por la más alta judicatura del
Estado), por lo que los catalanes, vascos, gallegos, en vez de ver
abierta la senda a la independencia si eso quisiesen (como algunos
soñaban a cuenta de la lucha catalana), verían que se les cerrase
más y una pérdida en sus actuales derechos, pues aumentan las
pretensiones de ilegalizar a los partidos independentistas catalanes
y vascos (luego seguirían los comunistas…). Puede terminar esta
crisis con una España peor en la que la mitad de los catalanes no se
identifique pero tenga que conformarse (“ajo y agua”). Hoy en día
algunos caen fácilmente en las trampas de los cuentos democráticos
y piensan que sin legitimidad democrática no puede haber poder
sostenible. A la burguesía dominante y a su Estado lo que más les
importa es ser capaces de mantener su dominio; el grado de
convencimiento sobre la bondad de eso, es secundario; no se renuncia
a vencer porque no se pueda convencer; el régimen capitalista de
Franco no renunció a su poder porque no convenciese y debiese
recurrir al terror primero y a la represión sistemática después,
durante ¡40 años!, y pese a que la clase trabajadora protagonizase
la principal oposición al régimen. Confiar en que en la Europa
democrática, en la Unión Europea, no fuese posible más que una
salida progresista y democrática, es no entender la naturaleza
burguesa e imperialista de esta comunidad de estados, que ya
toleraron o fueron cómplices del franquismo durante la guerra civil,
que en vez de derrotarlo tras vencer a los nazis, lo consideraron un
“baluarte contra el comunismo”, y que hace muy poco se ensañaron
con Grecia cuando les podía haber resultado muy fácil ayudarla a
superar sus problemas ¡pero había que aprovechar la ocasión para
dar un escarmiento a los griegos trabajadores y de izquierda, y
lanzar un mensaje a navegantes (nosotros, portugueses, italianos,
franceses)!. Aunque no se pudiese prever los acontecimientos al
detalle, las líneas generales de esto
estaban cantadas desde
hace varios años para quienes como yo (lo advertí repetidamente en
mi artículos y comentarios), hiciesen un análisis serio, sobre todo
partiendo de la correlación
de fuerzas entre las clases (la
trabajadora, políticamente mucho más débil que durante el fin del
franquismo, con su gran combatividad y capacidad para huelgas
generales, pese a ser todo ilegal y reprimido hasta con muertos), y
que por tanto, la crisis efectiva del Régimen del 78 podría tener
fácilmente una salida reaccionaria ante la incapacidad de la clase
trabajadora para imponer la suya. Como en Alemania, la crisis mortal
de la República de Weimar, pese a la supercrisis capitalista de
1929, no tuvo como salida una revolución proletaria o siquiera un
avance progresista, sino el ascenso al poder de los nazis y la guerra
imperialista (IIGM), esto, la “solución” más reaccionaria
posible, la contrarrevolución terrorista más feroz, el sacrificio
de millones de trabajadores/as de todo el mundo en el altar del
capital y sus estados, y la escalada más monstruosa en la matanza de
civiles o no combatientes (campos de exterminio industrializado,
ciudades bombardeadas con napalm, bombas atómicas…). Dicen que en
chino “crisis” quiere decir oportunidad, pero lo más importante
es ¿para quién?. Sobre esto de Cataluña se puede leer en muchos de
mis artículos.
NOTA
13.
Aunque tengo mis divergencias con muchas de la afirmaciones del
autor, una aportación importante a esta cuestión, incorporando una
problemática tan echada de menos en el marxismo como es la
psicología social e individual, es el libro de José
María Chamorro “Capitalismo,
izquierda y ciencia social. Hacia una renovación del
marxismo” (Gavagai,
España, 2019, 581 páginas, tamaño grande, letra pequeña, muy
denso). Como es una editorial poco conocida, de escasa difusión,
para haceros una idea del contenido del libro copio de la
contraportada “Este libro tiene tres partes. En la primera se
expone una renovación de la teoría marxista por la vía de remediar
su gran carencia; pues siendo el marxismo una teoría general de la
sociedad, no integra, como sería necesario, una teoría psicológica
en su núcleo. Esa carencia, que en tiempos de Marx era disculpable,
pero no en el presente, ha perjudicado el desarrollo de temas
marxistas fundamentales, como el de la ideología, el de las clases
sociales, el de la revolución como puerta de entrada al socialismo y
el de la fabricación del “hombre nuevo”. Hoy puede encontrar
remedio si se utilizan de manera adecuada los materiales y conceptos
que han ido ofreciendo, desde los años 40 del pasado siglo, las
disciplinas básicas del campo de la ciencia social, así como la
teoría de sistemas y la cibernética. En la segunda parte se utiliza
la teoría marxista así renovada para desarrollar una crítica al
capitalismo (incluido el más ejemplarmente socialdemócrata), y no
sólo a su economía, sino ante todo a sus formas de socializar (de
fabricar a los individuos) y a su naturaleza de plutocracia
disfrazada, que hace al capitalismo incompatible con la democracia.
En la tercera parte se reflexiona acerca de cómo debería
organizarse una izquierda anticapitalista y cuáles deberían ser sus
tareas fundamentales, lejos de apremios del electoralismo que
caracteriza a los partidos políticos prosistema, imitados por la
izquierda marxista.”
Para
ACCEDER a mis artículos,
informes y libros. Los artículos a partir de 2015,
los podéis encontrar poniendo esta nueva dirección
https://kaosenlared.net/?s=Aurora+Despierta con
varias páginas.
Si
hacéis clic en mi nombre, os lleva
a https://kaosenlared.net/autor/aurora-despierta/ —,
pero ahí sólo sale una página, no da opción a ver
más documentos. El último artículo publicado es del 14-3-2018.
Para vuestra comodidad, tenéis la relación y enlaces correctos a
los textos previos al 20-10-2016 en “Capitalismo:
modo de vida decadente. Notas sobre estrategia y
táctica” (20-10-2016)
–Libro, archivo PDF de 200
páginas
—http://kaosenlared.net/capitalismo-modo-de-vida-decadente-notas-sobre-estrategia-y-tactica/
Para
descargar directamente el archivo pdf
— http://kaosenlared.net/wp-content/uploads/2016/10/Decad-capit-estra-tact-EN-PDF1.pdf
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