CAPITALISMO VERDE
No (tampoco como Green New Deal), sino ecosocialismo (descalzo)
Si
fuésemos capaces de racionalidad colectiva…
La
Gran Aceleración en la segunda mitad del siglo XX condujo a la
extralimitación (overshoot ecológico
en el decenio de 1980, más o menos). Este choque de las sociedades
industriales contra los límites biofísicos del planeta, esta
extralimitación, es el
tema de nuestro tiempo.
“Es
el momento de parar”, nos dijo el visionario artista canario César
Manrique en 1985. Pero no paramos, al contrario: aceleramos todavía
más… En 1986 sostenía desde su isla que “Lanzarote está
tocando techo, desbordada en el número de automóviles y
turistas…”[1] Pero
desde entonces la población residente de la isla casi se triplicó
(pasando de 57.000 habitantes a 150.000) y el número de turistas
anuales se multiplicó por más de seis (pasando de 450.000 a más de
tres millones). E igual que en este microcosmos canario, en el mundo
del capitalismo globalizado en su conjunto. En vez de parar, o
ralentizar siquiera un poco, el capitalismo fosilista aceleró
todavía más.
La
respuesta racional frente a la crisis ecológico-social –si
fuésemos capaces de racionalidad colectiva– es la autocontención
a todos los niveles, el “mejor con menos”. Metamorfosis
y autoconstrucción decrecentista para
sortear el colapso hacia el que vamos fatalmente encaminados (o al
menos lo peor del mismo).
Se
puede decir así: en el pasado, cada gran transformación
(revolución) en el modo de producción –comenzando por la
Revolución neolítica– aumentó la cantidad y la densidad de la
energía usada por los seres humanos. Lo que necesitamos ahora –y
con extrema urgencia– es lo contrario: usar menos energía (y por
ello vivir en promedio con menos bienes y servicios, más localmente
y más despacio). Esto supone empobrecimiento, en un sentido
importante de la palabra “empobrecimiento” –aunque descendemos
desde tan alto, en los países sobredesarrollados, que podríamos
decrecer mucho y aun así vivir bien en términos materiales.[2]
El discurso del “decrecimiento feliz”
Insiste
desde hace años Albert Recio en que algo que se echa mucho en falta
en todos los movimientos críticos frente al capitalismo es “el
diseño tentativo (pero orientador y mínimamente creíble) de algún
proyecto de sociedad viable y deseable”.[3] Pero
¿no topamos aquí con una suerte de aporía? Si es viable, en el
mundo real del overshoot ecológico
que exigiría una respuesta de autocontención (cuyos aspectos menos
atractivos consisten en contracción y empobrecimiento), no es
deseable (para individuos socializados en el capitalismo como
nosotros); y si es deseable, no es viable (en términos de
sustentabilidad).
Hablamos
de “transformación verde” o de “transiciones ecológicas”, y
esto suena bien. Pero tendríamos que tener el valor de llamar a las
cosas por su nombre: si no nos hacemos trampas en el solitario, eso
significa empobrecimiento.
El
discurso del “decrecimiento feliz” no es que sea
engañoso,[4] pero
omite señalar algo importante: usar menos energía quiere decir
hacer menos cosas. Menos actividades de las que ahora apreciamos:
turismo y viajes, sin ir más lejos. Para sociedades enganchadas a
las satisfacciones consumistas compensatorias, esto supone un
problema grave. “Viviríamos mejor”, es cierto –pero sólo si
un cambio cultural concomitante nos permite una Umwertung
aller Werte (diríamos
con Nietzsche), una metamorfosis axiológica que sitúa la lentitud,
la sobriedad, la espiritualidad y el amor en el pináculo de nuestros
valores.
Aporía
Aporía:
las políticas posibles intramuros de la ciudad humana (el Green
New Deal de
Alexandria Ocasio-Cortez al que se suman Emilio Santiago Muíño y
Héctor Tejero con su libro ¿Qué
hacer en caso de incendio?,[5] o
la transición energética de Joaquim Sempere en Las
cenizas de Prometeo,[6] o
las propuestas de “crecimiento verde” de Robert Pollin:[7] todas
son variantes del mismo “100% renovables” de alta tecnología a
toda máquina) no entrañan la acelerada reducción de emisiones de
GEI que necesitamos, ni permiten dejar bajo tierra la mayor parte de
los combustibles fósiles aún existentes. No conducen a atenuar la
tragedia climática ni a ralentizar la Sexta Gran Extinción. Para la
“transición 100% renovables” en el marco de la “prosperidad”
capitalista (esto es, sin aceptar un empobrecimiento ecosocialista),
“necesitaríamos décadas de inversiones y todo el petróleo que
podamos obtener (…) por el simple hecho de que construir los
sistemas alternativos necesarios exige un gran gasto de energía”.[8]
Y
las políticas necesarias desde el punto de vista de Gaia (pero
también desde el interés general humano más allá del presente
inmediato que desemboca en colapso), es decir, las que propugnan los
movimientos decrecentistas[9] o
mi ecosocialismo descalzo, implican un deliberado empobrecimiento
colectivo igualitario… que las hace aparentemente imposibles en la
ciudad humana.
Lo
ecológicamente necesario es cultural y políticamente imposible. Y
lo políticamente posible no sale de la trayectoria mortal en la que
nos hallamos: ecocidio más genocidio. Lo que tiene potencial de
mayorías no nos saca del atolladero ecológico. (Es el modelo del
borracho buscando las llaves bajo la farola, en el chiste).[10] Y
lo que nos sacaría del atolladero ecológico no tiene potencial de
mayorías…
Y
para completar la aporía: de todas formas, el empobrecimiento
colectivo es inevitable (por el agotamiento de los combustibles
fósiles), pero todo indica que caeremos en él de la forma peor: en
el mundo hobbesiano que ya se prefigura hoy.
Empobrecimiento voluntario o barbarie
Vamos
a empobrecernos colectivamente. La
senda de descenso energético en que nos hallamos, garantizada por
las leyes de la termodinámica, lleva a ese resultado. Según el
físico Antonio Turiel, uno de los mayores expertos en energía en
nuestro país, una
estimación realista del potencial máximo que pueden proporcionar
las energías renovables estaría entre un 30 y un 40% del consumo
total mundial actual[11]
Argumenta
que una transición energética a las renovables implica forzosamente
dejar de crecer y, por tanto, ir hacia economías de “estado
estacionario”, incompatibles con el sistema socioeconómico actual.
Además, insiste Turiel, dicha transición requeriría al menos tres
decenios años de un esfuerzo equiparable a una “economía de
guerra”, que eliminase toda actividad superflua y concentrase todos
los recursos económicos en dicha transición.[12]
Así,
cabe conjeturar que una transición al “100% renovable” sólo
saldría bien si fuese al mismo tiempo una salida igualitaria del
capitalismo y una contracción de emergencia, reduciendo
drásticamente nuestro uso de energía –condiciones que, por
desgracia, no parecen estar a nuestro alcance…
Hoy,
en un solo día, consumimos unos siete mil años de la acumulación
fotosintética que llevó a la formación de los combustibles
fósiles.[13] A
medida que va agotándose el inmenso tesoro fósil que ha
posibilitado dos siglos de crecimiento económico acelerado, las
ilusiones se disipan. Al mismo tiempo que los efectos climáticos de
esa desacumulación de carbono fósil amenazan con llevarse por
delante a la especie humana y tornar el planeta inhabitable para la
mayor parte de las otras especies con las que hoy lo compartimos.
Termodinámica
básica, ecología, y un planeta lleno de realimentaciones: nos
empobreceremos colectivamente, o por las buenas o por las malas. Y
“por las buenas” (de manera deliberada, racional e igualitaria,
vale decir: con ecosocialismo y ecofeminismo) resulta casi
inimaginable hoy.
También
cualquier política seria para hacer frente al calentamiento global
implica empobrecimiento material, por dos vías: dejar bajo tierra la
mayor parte de los combustibles fósiles hoy aún existentes, y
desviar recursos enormes de inversión hacia la nueva infraestructura
energética renovable, que no puede permitirnos usar demasiada
energía.
Como
ya señalé antes, en un segundo momento, atendiendo a los maestros
de tantas culturas (epicúreos, estoicos, cristianos, budistas,
taoístas, etc), podemos insistir en que vivir con menos materiales y
energía (con menos riqueza
exergética)
no implica necesariamente vivir peor, si somos capaces de actuar
racionalmente sobre nuestros deseos, fines y prioridades (el programa
de reforma
intelectual y moral).
Pero de ese bucle de realimentación decisiva (autocontención
racional)
¿seremos capaces colectivamente? La sociedad no quiere ni oír
hablar de las perspectivas sombrías, vale decir, de las que se hacen
cargo de la realidad, de nuestra situación tal y como es hoy. De
manera que, ya en el final del segundo decenio del Siglo de la Gran
Prueba, parece imposible construir mayorías sociales diciendo la
verdad.
Penúltima estación: de nuevo la tragedia del calentamiento global
Pensemos,
para simplificar las cosas, sólo en la tragedia del calentamiento
global (el síntoma mayor de todo lo que está funcionando mal en
nuestros sistemas socioeconómicos). “La probabilidad de que quede
algo de hielo permanente en el Ártico después de 2022 esencialmente
es cero”, dice James Anderson, uno de los climatólogos más
importantes del mundo.[14] Quienes
entienden algo de las realimentaciones positivas del sistema
climático y la liberación de metano y dióxido de carbono asociada
con el deshielo del permafrost saben lo que eso significa:
destrucción y muerte a escala masiva. Se podrían alcanzar los 3ºC
de incremento (sobre las temperaturas preindustriales) ya hacia 2050
si no se mitigan vigorosamente las emisiones de GEI.[15] La
profesora Manola Brunet (presidenta de la Comisión de Climatología
de la Organización Meteorológica Mundial) estima que es bastante
probable que alcancemos los 2ºC en 2035-2040 (también señala que,
según varios investigadores, el calor ya almacenado en los océanos
como efecto de las emisiones de GEI basta para saltarnos las dos
próximas glaciaciones).[16]
Y
ese umbral de los 2ºC establecido en los Acuerdos de París de 2015
(COP 21) probablemente “es un punto sin retorno en relación con
los tipping
points”
o puntos de vuelco.[17] Pero
incluso cumpliendo el objetivo de 1’5ºC o 2ºC de aumento de
temperatura sobre los niveles preindustriales, no cabe excluir el
riesgo de que una cascada de retroalimentaciones (colapso de la selva
amazónica, descongelación del permafrost, descomposición de los
hidratos de metano en el Ártico, aumento de la respiración
bacteriana marina, pérdida de las capas de hielo polares o cambios
en la circulación oceánica) pueda empujar al sistema Tierra hacia
un estado de “Tierra cocedero” inhabitable (hothouse
Earth).[18]
Sólo
un cambio sociotécnico y económico revolucionario en
un lustro,
piensan investigadores como James Anderson, podría evitar el
desenlace catastrófico (y él añade: usando geoingeniería,
además). Pero nuestras sociedades básicamente miran hacia otro
lado, y las elites político-económicas son nihilistas en un grado
difícil de asimilar. El cálculo de alguna gente muy prominente en
Silicon Valley es el siguiente: habrá ecocidio más genocidio –lo
dan ya por descontado–, pero unos pocos superhombres sobrevivirán
en la Tierra devastada, y yo que soy superrico estaré entre
ellos.[19]
Y
en realidad hay que conjeturar que las elites al mando, en todo el
mundo, se orientan según esa perspectiva. (Elites que, como sabemos,
han incrementado obscenamente su riqueza durante los últimos
decenios, esa fase del capitalismo que para abreviar solemos llamar
neoliberal: hoy sólo 62 personas tienen la misma riqueza que la
mitad de la población mundial, unos 3.800 millones, con cifras de
2016.) Como viene señalando Bruno Latour estos últimos años, el
fascismo de los años 1930 “tenía una ideología y un proyecto
explícito de transformación, pero nada de ello hay tras las
consignas del gran adalid del negacionismo, el ideólogo de Trump,
Steve Bannon, que es un intelectual de cuarta categoría. La gran
diferencia entre las políticas reaccionarias de entonces y de ahora
es que éstas son solo un movimiento de escape para liberar a las
élites de cualquier constricción en su camino hacia la
hipermodernidad”. Estas elites nihilistas han construido un plan
que da por supuesto el exterminio de la mayor parte de la especie
humana y buscan una separación (“velocidad de escape”, diríamos
con una potente imagen de la astronáutica y la ciencia-ficción) que
sea “mezcla de biotecnología, inteligencia artificial, híper
modernismo y prospección espacial. Un lugar poshumano donde
esconderse sin ser despedazados por los pobres”.[20]
Sólo
sociópatas nihilistas pueden no ver en esto una horrorosa distopía.
Pero convertimos a esos sociópatas nihilistas en héroes culturales…
¿Aún
no es tarde?
Hoy
se extiende un gran debate entre quienes sostienen que “se acaba el
tiempo” (pero “aún no es tarde”) y quienes pensamos que para
muchas cuestiones decisivas “se nos acabó el tiempo”.[21] Para
no deprimir y desmovilizar a los activistas, después de dar las
malas (y peores) noticias los primeros insisten en que aún
no es tarde (título
de un valioso libro de Andreu Escrivà sobre calentamiento
climático). Así por ejemplo Héctor Tejero, después de informar
sobre novedades desastrosas en el deshielo de Groenlandia: “No, aún
no es demasiado tarde para evitar las peores consecuencias del cambio
climático, pero debemos seguir resistiendo y empujando, cada uno
desde su trinchera, en la defensa de la transición ecológica contra
la crisis climática”.[22]
Pero
en un proceso que empeora constantemente, y sobre el que se supone
tenemos algún control, “aún no es tarde para evitar lo peor” es
mero truismo. Parece una frase informativa, pero no es así: siempre
será trivialmente cierta (siempre habrá un estado aún peor que
creeremos poder evitar, al menos hasta la total extinción de la
especie humana). La cuestión, para mí, es que habrá umbrales
traspasados los cuales vivir no tenga ya ningún sentido (aunque uno
sólo pueda enunciar una frase así en primera persona).
Ojalá
las cosas fuesen más sencillas. Mas, por todo lo anterior, creo que
hoy no sería ya el momento de pensar en transiciones (ordenadas y
graduales), de acuerdo con el paradigma del desarrollo sostenible
(los ODS de NN.UU.) o el Green
New Deal…
Las alternativas son más bien SOCIALISMO O BARBARIE, REVOLUCIÓN O
COLAPSO.[23] Lo
que necesitamos es una
contracción económica de emergencia, junto con una renaturalización
masiva del planeta Tierra:
lo he defendido en Ecosocialismo
descalzo.[24]
Las verdades insoportables
Las
“verdades incómodas” se nos han convertido en verdades
insoportables –y no las soportamos.
¿Y
entonces, nos cruzamos de brazos? No, pero hay que pensar en otras
formas de acción (y de contemplación)… Quizá algo como
una política
de lo imposible,
y una ética
de lo imposible (con
todo el lastre que supone algo así: soy bien consciente de ello).
Más en la línea de lo que Extinction
Rebellion (en
nuestro país, Rebelión contra la Extinción) está intentando: una
estrategia de desobediencia civil masiva, que probablemente fracasará
(porque, como ha señalado Emilio Santiago Muíño en más de una
ocasión, “no hay Gran Tarde ecosocialista ni Día Cero ni
conversión cultural instantánea”), pero que al menos sí que está
en línea con lo que habría que hacer.
La
mente moral humana esencialmente es una mente tribal, como nos
muestra la psicología moral evolucionista.[25] La
frase más terrible de La
mente de los justos,
el importante libro de Jonathan Haidt, es ésta: “Sería genial
pensar que los humanos estamos diseñados para amar a todos
incondicionalmente. Maravilloso, pero bastante improbable desde una
perspectiva evolutiva. Lo más que podemos lograr es el amor
parroquial –el amor dentro de los grupos–, amplificado por la
similitud, un sentido de destino compartido y la supresión de los
polizones [free-riders]”.[26] Si
ésa fuese la última palabra, si no pudiésemos aspirar más que al
amor dentro del endogrupo (y a la competición destructiva con los
demás grupos), realmente estaríamos perdidos: en la era de las
armas de destrucción masiva y la tragedia climática, seguir
adelante con las luchas competitivas entre Estados-nación y
megacorporaciones nos lleva con seguridad al desastre total.
En
cierto importante sentido la ética comienza precisamente más allá
de nuestros grupos primarios, y la tarea esencial (desde el Tiempo
Axial, el Achsenzeit de
Karl Jaspers) es la superación de la moralidad tribal. Como he
señalado en numerosas ocasiones, el paso difícil no es “del yo al
nosotros”, sino del nosotros reducido (los grupos primarios) al
nosotros ampliado, más allá del tribalismo.[27] ¿Imposible?
A eso nos convoca la parábola del buen samaritano, magistralmente
interpretada por Iván Illich.[28]
¿Somos capaces de autocontención?
Cambiar
las reglas económicas, las prácticas sociopolíticas, los valores
éticos. Sí, sabemos que deberíamos hacerlo, pues las sociedades
industriales de hoy son absolutamente inviables. Pero ¿cuánta gente
sabe esto? Y ¿cuánta gente se cree lo que sabe? (Pues, como
sociedad, no nos creemos lo que sabemos.) Y finalmente ¿cuánta está
de verdad dispuesta a volver del revés el calcetín de la
insustentabilidad?
La
gran pregunta acerca de la civilización humana reza: ¿somos capaces
de autocontención? Ésa es la pregunta ético-política básica.
“Susto
o muerte”, conminan los niños en esa fiesta estadounidense
importada que usted ya sabe. No necesito que nadie me recuerde que es
una alternativa poco apetecible. Pero cualquier sociedad con un
mínimo de racionalidad colectiva preferiría el susto (a pesar del
mal trago inicial) a la muerte.[29]
Notas:
[2]
No se trata sólo –es obvio– de decrecimiento y vivir bien con
menos. Reparemos en cómo la palabra power,
en inglés, significa tanto “energía” como “poder”. La
disponibilidad de energía puede incrementar nuestros
poderes-capacidades (y lo ha hecho históricamente), pero también el
poder de dominación. Vivir con menos energía, en sociedades tan
jerárquicas y brutalmente desiguales como las nuestras, significa
también un incremento de los conflictos sociopolíticos. La
transición energética no implicaría sólo ajustarse a los límites
biofísicos del planeta Tierra, sino que pone de inmediato sobre la
mesa, con crudeza, las luchas contra la dominación y por la
emancipación humana.
[3]
Albert Recio: “Marxismo para el siglo XXI: algunas reflexiones y
tesis revisionistas”, Revista
de Economía Crítica 26,
segundo semestre de 2018, p. 91.
[4]
Por ejemplo, Yorgos Kallis: el decrecimiento no es crecimiento
negativo o recesión, sino “un proceso organizado de
desaceleración, con la liberación del tiempo para pasarlo con la
familia y los amigos. Menos trabajo, menos producción y menos
consumo, más tiempo para las cosas que realmente importan y nos
hacen felices. Nuestras vidas serán mejores. (…) [Tener menos
ingresos] no debería ser un problema si el Estado garantiza con el
Estado de Bienestar, un nivel básico de servicios en educación,
salud o vivienda. El dinero no es importante en sí mismo, no es un
fin, sino un medio. Lo que ganamos ahora con dinero, lo podríamos
obtener en un futuro con mucho menos dinero, y en muchos casos, mucho
mejor sin dinero. El dinero no te hará amar, el dinero no te dará
un amigo, el dinero no te hará reír. Seguramente, el dinero es
necesario para asegurarte que tengas suficiente para comer o un techo
bajo el que dormir. Para asegurar estas necesidades básicas, en
nuestro conjunto tenemos dinero más que suficiente –nuestras
economías son 2 o 3 veces más grandes de lo que eran solo unas
décadas atrás–.” Entrevista de Alba Huerga a Yorgos Kallis, “La
única forma de frenar el cambio climático es el decrecimiento
económico”, Zeo,
13 de junio de
2019; https://plataformazeo.com/es/giorgos-kallis-frenar-cambio-climatico-decrecimiento-economico/
[5]
El Green
New Deal plantea
aumentar el aprovechamiento energético mediante fuentes renovables y
una electrificación masiva de nuestro sistema socioeconómico,
generando toda una serie de puestos de trabajo (green
jobs)
que permitan mantener más o menos nuestra estructura socioeconómica
y el crecimiento indispensable para el mantenimiento del capitalismo.
[6]
Joaquim Sempere, Las
cenizas de Prometeo: transición energética y socialismo,
Pasado & Presente, Barcelona 2018.
[7]
Robert Pollin, “Decrecimiento vs. Nuevo New Deal verde”, New
Left Review 112
(en español), septiembre-octubre de
2018; https://newleftreview.es/issues/112/articles/robert-pollin-decrecimiento-vs-nuevo-em-new-deal-em-verde.pdf
[8]
Jane King y Malcolm Slesser, No
sólo de dinero…,
Icaria, Barcelona 2006, p. 26. Y sin embargo, habría que matizar en
el sentido que propone Daniel Tanuro:
“Es imperativo, para permanecer dentro de los parámetros ecológicos, reducir masivamente las emisiones de GEI, y por tanto la extracción, el transporte y la transformación de materiales, con el consumo de energía que implican. Por consiguiente, la transición socioeconómica debe enmarcarse en indicadores físicos. Por otro lado, y sobre todo, son precisamente las gigantescas inversiones necesarias para la transformación de los sistemas productivos, en particular del sistema energético, las que hacen que el decrecimiento en cuestión sea indispensable. La transición, en efecto, no consiste en decir que un sistema B podría funcionar como alternativa al sistema A, sino en indicar el camino que lleva de A a B. El sistema energético fósil no es adaptable a las fuentes renovables. Por tanto, hay que llevarlo al desguace lo antes posible y construir un sistema nuevo. La tarea es inmensa y requiere inevitablemente grandes cantidades de energía. Hoy, globalmente, esta energía es fósil en un 80%, es decir, fuente de emisiones de CO2. En otras palabras: si todo lo demás se mantiene igual, la propia transición será la causa de emisiones suplementarias.
Ahora bien, estas deben empezar a disminuir de inmediato, y muy radicalmente (…). En el marco de la lógica capitalista de acumulación, el problema es rigurosamente insoluble. Si dejamos de lado el negacionismo climático de Trump y Bolsonaro, la única respuesta del sistema consiste en desarrollar tecnologías insuficientes, inciertas y peligrosas, como la energía nuclear y la bioenergía con captura y secuestro del carbono (BECCS). En vez de hacer todo lo posible para no sobrepasar el umbral de peligrosidad de 1’5 °C, se opta por sobrepasar este umbral con la esperanza de que estas tecnologías permitirán enfriar la Tierra posteriormente. Es una locura integral, un sinsentido absoluto.
Sin embargo, el capitalismo verde se orienta hoy hacia estas soluciones de aprendiz de brujo. ¿Por qué? Porque la única manera racional de equilibrar la ecuación climática es intolerable para él. ¿En qué consistiría? Habría que decretar una movilización general, establecer un inventario de todas las producciones inútiles o peligrosas, de todos los transportes inútiles, y suprimirlos lisa y llanamente –sin indemnizar a los accionistas– hasta alcanzar la necesaria reducción de las emisiones. Ni que decir tiene que esta operación requiere medidas draconianas, en particular la socialización de los sectores de la energía y del crédito, la reducción masiva del tiempo de trabajo sin pérdida salarial, la reconversión del personal en las actividades útiles con garantía de renta y el desarrollo de servicios públicos democráticos.” Daniel Tanuro, “Colapsología: todas las derivas ideológicas son posibles” (entrevista con la revista Ballast), Viento Sur, 2 de julio de 2019; https://vientosur.info/spip.php?article14953 . Entrevista original en https://www.revue-ballast.fr/daniel-tanuro-collapsologie-toutes-les-derives-ideologiques-sont-possibles/
“Es imperativo, para permanecer dentro de los parámetros ecológicos, reducir masivamente las emisiones de GEI, y por tanto la extracción, el transporte y la transformación de materiales, con el consumo de energía que implican. Por consiguiente, la transición socioeconómica debe enmarcarse en indicadores físicos. Por otro lado, y sobre todo, son precisamente las gigantescas inversiones necesarias para la transformación de los sistemas productivos, en particular del sistema energético, las que hacen que el decrecimiento en cuestión sea indispensable. La transición, en efecto, no consiste en decir que un sistema B podría funcionar como alternativa al sistema A, sino en indicar el camino que lleva de A a B. El sistema energético fósil no es adaptable a las fuentes renovables. Por tanto, hay que llevarlo al desguace lo antes posible y construir un sistema nuevo. La tarea es inmensa y requiere inevitablemente grandes cantidades de energía. Hoy, globalmente, esta energía es fósil en un 80%, es decir, fuente de emisiones de CO2. En otras palabras: si todo lo demás se mantiene igual, la propia transición será la causa de emisiones suplementarias.
Ahora bien, estas deben empezar a disminuir de inmediato, y muy radicalmente (…). En el marco de la lógica capitalista de acumulación, el problema es rigurosamente insoluble. Si dejamos de lado el negacionismo climático de Trump y Bolsonaro, la única respuesta del sistema consiste en desarrollar tecnologías insuficientes, inciertas y peligrosas, como la energía nuclear y la bioenergía con captura y secuestro del carbono (BECCS). En vez de hacer todo lo posible para no sobrepasar el umbral de peligrosidad de 1’5 °C, se opta por sobrepasar este umbral con la esperanza de que estas tecnologías permitirán enfriar la Tierra posteriormente. Es una locura integral, un sinsentido absoluto.
Sin embargo, el capitalismo verde se orienta hoy hacia estas soluciones de aprendiz de brujo. ¿Por qué? Porque la única manera racional de equilibrar la ecuación climática es intolerable para él. ¿En qué consistiría? Habría que decretar una movilización general, establecer un inventario de todas las producciones inútiles o peligrosas, de todos los transportes inútiles, y suprimirlos lisa y llanamente –sin indemnizar a los accionistas– hasta alcanzar la necesaria reducción de las emisiones. Ni que decir tiene que esta operación requiere medidas draconianas, en particular la socialización de los sectores de la energía y del crédito, la reducción masiva del tiempo de trabajo sin pérdida salarial, la reconversión del personal en las actividades útiles con garantía de renta y el desarrollo de servicios públicos democráticos.” Daniel Tanuro, “Colapsología: todas las derivas ideológicas son posibles” (entrevista con la revista Ballast), Viento Sur, 2 de julio de 2019; https://vientosur.info/spip.php?article14953 . Entrevista original en https://www.revue-ballast.fr/daniel-tanuro-collapsologie-toutes-les-derives-ideologiques-sont-possibles/
[9]
Véase por ejemplo Mark Burton y Peter Somerville, “Decrecimiento:
una defensa”, New
Left Review 115
(en español), marzo-abril de 2019. En nuestro país, como se sabe,
fue pionero Carlos Taibo (En
defensa del decrecimiento,
Los Libros de la Catarata, Madrid 2009).
[10]
El borracho está buscando su llave debajo de un farol, aunque se le
ha caído en un lugar oscuro veinte metros más allá, porque debajo
del farol hay más luz.
[11]
Antonio Turiel, “El ocaso del petróleo”, conferencia en el
Centro Cultural Villa de Móstoles, Móstoles (Madrid), 5 de junio de
2017.
[12]
Antonio Turiel, entrevista realizada por Gema Castellano
(Informativos.net),
publicada el 10 de diciembre de
2018; https://www.youtube.com/watch?v=jPUddlj8et4 .
Véase
también https://ultimallamadamanifiesto.wordpress.com/2018/12/11/turiel-la-transicion-a-las-energias-renovables-implica-el-fin-del-crecimiento-y-por-tanto-el-fin-del-capitalismo/
[14]
Jeff McMahon, “We have five years to sabe ourselves from climate
change, Harvard scientist says”, Forbes,
15 de enero de
2018; https://www.forbes.com/sites/jeffmcmahon/2018/01/15/carbon-pollution-has-shoved-the-climate-backward-at-least-12-million-years-harvard-scientist-says/#b658a88963eb
[15]
Daniel J. Rowlands y otros: “Broad range of 2050 warming from an
observationally constrained large climate model ensemble”, Nature
Geoscience 5/
2012; https://www.nature.com/articles/ngeo1430
[16]
Comunicación personal en el curso el curso “Ante el Antrocpoceno.
Cuando la humanidad desborda los límites biofísicos del planeta”,
Fundación César Manrique (Lanzarote), 25 a 28 de junio de 2019.
[17]
Carlos Montes, conferencia “Una aproximación sistémica a los
grandes desafíos socioecológicos de la humanidad en el
Antropoceno”, curso “Ante el Antropoceno Cuando la humanidad
desborda los límites biofísicos del planeta”, Fundación César
Manrique, Arrecife (Lanzarote), 25 a 28 de junio de 2019.
[18]
Will Steffen y otros: “Trajectories of the Earth System in the
Anthropocene”, PNAS vol.
115 num. 33, 14 de agosto de
2018; https://www.pnas.org/content/pnas/115/33/8252.full.pdf .
Los autores indican con toda claridad que los cambios lineales
incrementales en el sistema socioeconómico actual no son suficientes
para estabilizar el sistema Tierra: se requieren cambios profundos en
comportamientos, tecnologías, innovación, gobernanza y valores…
Vale decir, una rápida salida del capitalismo. Un escenario de
“Tierra estabilizada” requeriría dejar de emitir GEI, protección
y mejora de los sumideros de carbono de la biosfera, eliminación
artificial de CO2 de la atmósfera, manejo de la radiación
solar y adaptación a los impactos del cambio climático ya
inevitables.
[19]
Raúl Zibechi, “Ellos se preparan, nosotros…”, La
Jornada,
7 de diciembre de
2018; http://www.jornada.com.mx/2018/12/07/opinion/016a2pol .
El artículo original de Rushkoff (del verano de 2018)
en https://ctxt.es/es/20180801/Politica/21062/tecnologia-futuro-ricos-pobres-economia-Douglas-Rushkoff.htm
[20]
Bruno Latour, “La modernidad está acabada” (entrevista), El
Mundo, 19 de febrero de
2019; https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/02/19/5c653bb6fc6c8374038b45dc.html .
Latour desarrolla su planteamiento en dos libros muy notables de
filosofía gaiana: Cara
a cara con el planeta,
Siglo XXI, Buenos Aires 2017 (atención, la traducción desvirtúa el
título: el original dice Face
à Gaïa);
y Dónde
aterrizar,
Taurus, Madrid 2019.
[21]
Una discusión esclarecedora para esta cuestión, en relación con el
calentamiento global,
en https://www.theguardian.com/environment/climate-consensus-97-per-cent/2018/mar/28/climate-scientists-debate-a-flaw-in-the-paris-climate-agreement
[23]
Sobre todas estas cuestiones he discurrido en Jorge
Riechmann, Autoconstrucción,
Catarata, Madrid 2015, especialmente el cap. 1.
[24]
Jorge Riechmann, Ecosocialismo
descalzo. Tentativas (con
contribuciones de Adrián Almazán, Carmen Madorrán y Emilio
Santiago Muíño), Icaria, Barcelona 2018.
[25]
Jonathan Haidt, La
mente de los justos,
Deusto, Barcelona 2019, capítulo 9. Es un libro importante para
quienes creemos en la necesidad de aquella “izquierda darwiniana”
conjurada por Peter Singer. (Atención, “darwiniana” quiere decir
“sensible a la biología”, no “entrampada en neodarwinismo
dogmático”.) Haidt tiene un problemilla: incomprensión básica
del capitalismo (y ello lastra mucho el capítulo 12). Pero aun así
es un texto muy valioso para el “pueblo de izquierdas”, que sabrá
compensar esa carencia.
[27]
Véase el capítulo 6 de mi libro Ética
extramuros (“De
una moral de proximidad a una moral de larga distancia”), Eds. UAM,
Madrid 2016, p. 191-254.
[28]
David Cayley e Iván Illich, Últimas
conversaciones con Iván Illich,
El Pez Volador, Pamplona 2019.
[29]
Eso sugiere también Carmen Valor de Economistas sin Fronteras:
“Susto o muerte”, eldiario.es,
20 de diciembre de
2018; https://www.eldiario.es/zonacritica/Susto-muerte_6_846275381.html
(Publicado
previamente en la revista Nuestra
Bandera,
nº 244.)
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