Detrás
de las gafas de Phil
Sang G. Yim hay
una mirada olímpica que vuela del origen del universo al infinito
cuántico en apenas dos frases. Tiene la vista entrenada para
observar con la mente. Desconfía de los ojos; podrían mentirle
porque solo ven lo que tienen enfrente. Y Yim no está para eso: es
orientador de futuro y especialista en crear escenarios que ayudan a
tomar mejores decisiones.
El
fundador de Philumen no busca el futuro en las tablas de un Excel ni
en las hojas más próximas del calendario. En estas líneas ve los
barrotes que ciñen la vista en lo inmediato: «Estamos
atascados en el corto
plazo. Diría
que llevamos 25 años estancados en diseñar estrategias a muy corto
plazo».
Está
convencido que mirar un proyecto desde tan cerca nubla las
entendederas: no hay visión, no hay proyección. El colaborador de
la empresa de innovación BIBA Venture Partners cree imposible llegar
a una decisión empresarial o política acertada si toda la atención
se pone en una minucia; hay que observar el todo, el contexto, las
tendencias.
Y para eso se sirve de varias teorías de interpretación
social: «Quien
aplica más modelos de análisis va a tomar mejores decisiones»,
dice, pero hay uno que le ayuda a encontrar muchas respuestas:
observar el humor social que hay en el mundo.
Esta
teoría, llamada Socionomics,
afirma que en cada momento hay un estado mental global que surge del
modo en que las personas se relacionan. Puede ser un social
mood positivo,
negativo, valiente, miedoso, progresista, reaccionario…, y ese
estado de ánimo predispone a los individuos a ciertas ideologías y
ciertos acontecimientos.
Es
común entender la historia como una colección de hechos provocados
por un único estadista o un asesino atroz; como si un solo individuo
pudiera arrastrar a millones de personas a su antojo. En el modelo de
Socionomics esto no tiene pies ni cabeza. La teoría le da la vuelta
al orden tradicional de explicar cómo actúan los humanos: un
hecho no provoca un estado de ánimo colectivo; es el humor
colectivo (su
confianza, su recelo…) el que produce unas ideas (demócratas,
autoritarias…) que conducen a unos hechos (libertad, dictadura…).
Un demente no puede arrastrar un país a invadir un territorio; es la
población del país la que tiene que estar dispuesta a armar una
guerra.
«Primero,
sentimos. Después, pensamos y a continuación se produce el shock»,
dice el coautor del libro Business
Model Generation.
«Hemos visto que cuando nos sentirnos mejor, somos más activos, más
creativos y ganamos más dinero».
Esta
teoría ve el motor de la historia en un inconsciente colectivo; en
una gran mente planetaria que va oscilando entre épocas de expansión
(positivas) y épocas de contracción (negativas). «El modelo
de social
mood no
puede predecir hechos concretos, pero indica
el tipo de acontecimientos políticos, económicos y culturales que
ocurrirán. Por
ejemplo: no sé qué película específica triunfará, pero puedo
hacer buenas apuestas. Este modelo ayuda a prevenir los efectos
adversos de una fase negativa y aprovechar las ventajas de los ciclos
positivos».
Dice Yim que
en épocas expansivas la bolsa tiende a subir, la economía va bien,
reeligen a los presidentes, hay más confianza para viajar, crece el
consumo de carne y azúcar, aumentan las actividades deportivas,
triunfan las películas y la música alegre, se acortan las faldas.
En los ciclos negativos ocurre lo contrario: el
miedo lleva al yo, a lo individual frente a lo comunitario, al
egoísmo; lleva
al aquí, a lo cercano, a endurecer las normas; y aferra a un ahora
sin expectativas de futuro.
El
ánimo positivo hace que la humanidad quiera dominar la naturaleza;
el negativo lleva a que unas personas quieran dominar a otras. Hasta
cambia el modo de danzar. «En los picos positivos la gente baila
rápido y a su aire. En los negativos, bailamos despacio y pegados a
nuestra pareja».
Este
modelo nació de las investigaciones del analista financiero Robert
R. Prechter en
los años setenta. Empezaron tomando datos bursátiles, cifras
económicas, resultados de elecciones políticas, argumentos de
películas, y a esto han ido añadiendo indicadores como el timbre de
la voz o el reconocimiento facial de millones de personas en tiempo
real para anticipar mejor qué se puede esperar del futuro.
El
origen del social
mood:
el universo
El
estado de ánimo colectivo parece moverse en un balancín. De aquí
allá, una y otra vez; aunque de un modo más sofisticado que un
simple ir y venir. El social
mood sigue
los ciclos del universo: expansión y contracción, progreso y
regresión, crecimiento y deflación, construcción y destrucción.
Los
defensores de este modelo entienden el cosmos de un modo más
circular que la explicación lineal que da la teoría del Big Bang.
No creen que aquella explosión que se originó hace unos 14.000
millones de años fuera ni el único petardazo ni el principio de una
línea de tiempo que llevará al universo hasta su destrucción
total.
Ven
más probable una teoría que los cosmólogos han empezado a tener en
cuenta: el Modelo
Cíclico (CM)
que proponen los físicos Neil Turok, de la Universidad de Cambridge,
y Paul Steinhardt, de la Universidad de Princeton. «El universo va
cambiando constantemente en una secuencia infinita de épocas
cósmicas. Se mueve en ciclos eternos de expansión y contracción.
Ha habido muchos big bangs y big crunches y habrá muchos más»,
explica en un artículo Ken
Olson, profesor emérito de Psicología en Fort Hays State
University.
Esta
naturaleza cíclica del cosmos se reproduce en las galaxias, en la
Tierra, en la conciencia colectiva y hasta en el último átomo del
último ser. La biología y la psique de los humanos están
relacionadas con fuerzas naturales mayores, dicen. «Cada partícula
de tu cuerpo viene de una estrella que explotó», afirma el físico
teórico Lawrence Krause. «Todos somos polvo de estrellas. Todos
nuestros cuerpos almacenan todo el arco de la historia cósmica».
Y
esto lleva a Olson a una conclusión: «Todo está conectado. Desde
una galaxia remota a una molécula perdida. Es totalmente concebible
que las fuerzas que afectan al progreso del universo puedan influir
también en los humanos». Algo así como el universo llevando el
humor del mundo, en oleadas de expansión y recogimiento, igual que
la Luna mueve los mares de aquí allá.
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