Era una cuestión que implicaba a toda la comunidad
"La
gente debe conocer sus derechos y las opciones que tiene".
Caitlin
Doughty es una activista estadounidense del mundo funerario. Con 23
años, una licenciatura en historia medieval bajo el brazo y cierta
atracción por el mundo gótico, tomó una decisión: entrar a
trabajar en un crematorio. De esto hace poco más de una década y,
en este tiempo, ha fundado una empresa funeraria sin ánimo de lucro,
Undertaking LA, ha impulsado el movimiento The Order of the
Good Death, se ha convertido en una videobloguera famosa y ha
publicado dos libros.
El
motor de toda esta actividad son las enseñanzas que aprendió a
pie de horno crematorio: mirar de frente a la muerte es la mejor
forma de prepararnos para morir. Pero para ello es necesario luchar
contra todas las barreras que en las sociedades occidentales se han
ido levantando para ocultar la evidencia: la muerte existe y no
podemos rehuirla.
En
sus dos libros, Hasta
las cenizas y De
aquí a la eternidad,
Doughty nos revela lo que ha aprendido a lo largo de estos años:
desde los detalles de un proceso de embalsamamiento a los distintos
ritos funerarios. En la webserie Ask a mortician, aparece rompiendo
tópicos con muchas dosis de humor y un punto de crudeza, pero sin
olvidar la sensibilidad.
¿Cuándo
empezaste a pensar en la muerte?
CD Tuve
una experiencia negativa con la muerte cuando tenía unos ocho años.
Estaba en un centro comercial y vi como una niña pequeña se caía
desde el segundo piso. Chocó contra el suelo y yo automáticamente
asumí que había muerto. Realmente esta experiencia me impactó
mucho e hizo que le tuviera más miedo a la muerte. Me preocupaba que
mis padres pudieran morirse, o yo, o mis abuelos, o mi perro… Tomé
conciencia de la muerte y de mi condición de mortal. Entonces yo
tenía miedo de hablar de ello, y mis padres tampoco querían
hacerlo… pero, ¿no hablar de ello es más sano para los niños?
Creo que especialmente los niños y las niñas necesitan hablar de la
muerte, hacer preguntas y recibir respuestas honestas y sinceras, ya
que todo el mundo se merece respuestas honestas sobre la muerte.
A
los 23 años empezaste a trabajar en un crematorio. Después de casi
una década trabajando con difuntos, ¿qué aprendizaje has extraído,
a nivel personal?
CD Diría
que una de las cosas que he aprendido es que los muertos no dan miedo
ni son peligrosos y que estar cerca de ellos hace que aprecies mucho
más la vida. En nuestra cultura vemos la muerte en películas, en
programas y series de televisión, en los dibujos animados, en los
videojuegos, etc. Pero, ¿nos hemos planteado alguna vez con qué
frecuencia nos sentamos al lado de un difunto y nos enfrentamos a la
realidad? En los Estados Unidos de América, por ejemplo, cuando
alguien fallece nadie ve el cuerpo. Esta persona muerta, simplemente,
¡puf!, desaparece. Creo que una de las cosas que más me impactó
cuando estuve trabajando en el crematorio fue que, muy a menudo,
estaba yo sola, quemando aquellos cuerpos. Y tenía 23 años y no
sabía nada de toda aquella gente, no eran ni mi padre, ni mi abuelo…
Pero, en cambio, estaba ejecutando esta especie de ritual secreto,
¡introduciéndolos al fuego para que fueran incinerados! Era una
simple chica de 23 años y la pregunta que me repetía siempre era:
“¿Dónde está, la familia? ¿Por qué la gente no se implica más
en la muerte?”.
Años
más tarde, fundaste The Order of the Good Death. ¿Podrías
explicarnos algunos de los proyectos en los que estáis trabajando?
CD Ése
trata de una organización sin ánimo de lucro en la que trabajamos
casi setenta personas, además de otras personas que son miembros,
gente de todo el mundo. Nos gusta trabajar en proyectos concretos
para que la gente se sienta mejor con su propia muerte. Uno de los
proyectos en los que estamos trabajando ahora es un programa de
información dirigido a los inmigrantes que mueren en los Estados
Unidos de América y a sus familias. En especial, trabajamos con
personas que provienen de México y América Latina, ya que tienen
menos recursos. Les explicamos cómo conseguir documentación legal,
cómo repatriar el cuerpo, les informamos de si el resto de
familiares están en riesgo en caso de que no tengan documentación
en regla en el país…
Desarrollamos
proyectos para ayudar a la gente y para empoderarla para que tomen
las decisiones que consideren, cuando sufren la muerte de alguien
cercano. También hacemos difusión de opciones más sostenibles,
organizamos campañas para visibilizar la muerte y el negocio que hay
detrás y emprendemos acciones para que la gente tenga más
conocimiento y se involucre más.
¿Es
difícil para vosotros hacer entender a la gente que la muerte es un
tema que deberíamos tratar de una manera más positiva?
CD¡Esto
es un gran reto de este largo viaje! En mi opinión, creo que debemos
tratar el tema de manera divertida y respetuosa, si no la gente no
quiere saber nada de ello. Nadie quiere ver un vídeo o leer un
artículo o un libro que hable de experiencias traumáticas y tristes
sobre la muerte, ni que diga que “la muerte de mi madre fue la
experiencia más triste de mi vida”, porque duele y cuesta de
digerir. Si queremos que la gente, especialmente los jóvenes, hablen
de la muerte sin miedo, debemos utilizar las redes sociales y el
humor. Pero al mismo tiempo no podemos ser ofensivos. No puedo
compartir según qué imágenes, ni bromear sobre la muerte de
alguien. No puedo hacer nada de esto, porque es cruel y de falta de
educación y entendería que cuestionaran mi profesionalidad.
Para mí, el equilibrio perfecto es la combinación entre el humor y
el respeto.
Hemos
pasado de ser los familiares y conocidos del fallecido los que
gestionan el funeral, a delegarlo a empresas que sacan un gran
beneficio económico. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
CD La
gente se muere en los hospitales, ya no se muere en casa; tenemos
tanatorios, de modo que ya no es necesario que las familias se
encarguen del difunto. Algunas sociedades han cambiado, los modelos
económicos también y, por tanto, la muerte también se ha visto
afectada por estos cambios.
¿Por
qué crees que los mourners (los amigos y familiares que asisten al
funeral) deberían implicarse de una forma más activa en la
ceremonia de despedida?
CD Hemos
formado parte del ritual de la muerte de las personas de nuestro
entorno durante miles de años. Los rituales son necesarios para que
se produzca la transición de un lugar a otro. Y cuando hablo de
rituales no estoy hablando de religión, ya que no necesariamente
deben estar vinculados con ninguna religión. Incluso aunque no se
crea en ninguna deidad es sano poder decir “ayer mi padre estaba
vivo pero ahora ya no; ha fallecido”. Algo se rompe dentro de ti,
cambia… Por lo tanto, pienso que, solo por el hecho de estar con el
cuerpo del difunto, cerca de él, ya tomas conciencia de que esta
persona se ha ido, ya no está. También te hace pensar en tu propia
condición de mortal y te da el tiempo para estar triste, para sentir
diferentes emociones.
Si
en general habláramos más de la muerte, ¿crees que los índices de
suicidios disminuirían?
CD Sí,
seguro. Uno de los grandes mitos sobre el suicidio es que si hablas
con alguien sobre el tema, esta persona será más propensa a
suicidarse. No es cierto. Tenemos tendencia a silenciar demasiado la
muerte y esto provoca que la gente le tenga miedo. Si alguien es
profundamente infeliz y siente la necesidad de poner fin a su vida,
la última cosa que deberíamos hacer es decirle “¡eh!, no me
hables de eso. Es horrible, me estremece, no quiero oír nada más,
de todo eso que piensas”; es despreciarlo y demostrarle que nos
interesa muy poco lo que piense o sienta. Lo que deberíamos hacer es
justamente lo contrario, mostrar nuestra voluntad y actitud de
escucha.
Tu
segundo libro, De
aquí a la eternidad,
es una muestra de los diferentes rituales de la muerte en varios
países y culturas del mundo. ¿Cuál es el ritual funerario más
bonito que hayas visto?
CD No
creo que ninguna cultura tenga un ritual más bonito que otra y no me
gustaría entrar en comparaciones, pero si debo elegir el que más me
ha impactado, escojo el de la antigua Indonesia, donde mantienen los
cuerpos difuntos en las casas durante años. Estuve alojada en una
cabaña, junto a una mujer que hacía dos semanas que había
fallecido y la intención era que permaneciera allí meses e incluso
años. La familia le llevaba ofrendas de comida, ropa, objetos
personales, le hablaban… Era muy bonito. Y lo que me gustaba era
que, de donde yo soy, en Estados Unidos, si alguien se muere en casa,
enseguida se percibe y se gestiona como una emergencia: el cuerpo no
puede permanecer mucho tiempo en casa, enseguida llamamos a la
funeraria y activamos todo el engranaje. En cambio, en Indonesia se
lo toman de otra manera. ¡Es increíble como los humanos podemos
tener ideas y pensamientos tan diferentes sobre la muerte y los
difuntos! Es precisamente por eso que creo que es importante ver y
saber qué hacen en otros países.
¿Has
conocido algún ritual para muertes perinatales?
CD Sí,
hay uno precioso en Japón que se llama Jizo.
Consiste en esculpir pequeñas estatuas vestidas con un sombrero rojo
que representan un pequeño Buda que, al mismo tiempo, creen que
protege a los bebés. Cuando un bebé muere antes de nacer o poco
después, colocan una estatuilla de estas, con el gorro rojo, en un
espacio que la familia decide: en un camino, en la calle, en algún
templo, en la montaña, etc. Son figuras bonitas y a la vez
protectoras de sus pequeñas almas.
¿Un
cadáver puede infectarnos, contagiarnos alguna enfermedad?
CD A
menos que la persona tuviera alguna enfermedad infecciosa, como el
ébola o alguna otra, los cadáveres son completamente inofensivos,
de modo que no es nada peligroso estar cerca de ellos. Las bacterias
de un cuerpo en descomposición son diferentes de las bacterias que
pueden causar una enfermedad. Alguien que se muere de cáncer, o de
un ataque al corazón, o en un accidente, no nos puede contagiar
nada.
¿Qué
opinas sobre maquillar a los difuntos o sobre embalsamarlos?
CD Cada
familia tiene que escoger qué hacer con su querido difunto. Lo que
pasa es que la mayoría de familias no saben en qué consiste
exactamente eso de embalsamar. No saben que se trata de un conjunto
de procesos químicos para extraer toda la sangre, fluidos y gases
del cuerpo y reemplazarlo todo por productos químicos. Yo,
personalmente, no soy fan de embalsamar o maquillar, porque un cuerpo
muerto se merece ser lo que es: un cuerpo muerto. Debemos darle la
opción de descomponerse de forma natural y de regresar a la tierra,
que es de donde proviene. Es por eso que creo que debería ser una
decisión de cada uno, porque las familias van al funeral sin saber
qué le han hecho a esa persona querida. En realidad, embalsamar no
deja de ser un mecanismo para facilitar el control de este cuerpo sin
vida.
¿Crees
que maquillar un cadáver es una barrera que nos ponemos para rehuir
la realidad de la muerte?
CD Sí,
a pesar de que un cadáver, por muy maquillado que esté, nunca
parecerá vivo. Los ojos están pegados, los labios también… Ver
un cuerpo muerto, tal como es, ayuda a aceptar la muerte.
¿Cuáles
son los métodos más sostenibles ambientalmente para descomponer
cuerpos?
CD Es
mucho más sencillo de lo que pensamos y es tal como se ha hecho
durante cientos de años: hacer un hoyo en el suelo y poner el
cuerpo. Nuestro cuerpo es natural y estamos “diseñados” para
volver a la tierra una vez muertos. No tiene ningún sentido poner a
la persona dentro de un ataúd, después en la tumba, y al nicho, que
está en un cementerio, etc. Lo que estamos haciendo es crear capas y
capas de protección antes de que el cuerpo termine regresando a la
naturaleza. Y el cuerpo no necesita protegerse de nada. Cada vez más
gente, especialmente los jóvenes y aquella más sensible con el
medio ambiente, lo que quiere es, sencillamente, volver a la Tierra.
Tiene todo el sentido del mundo y ¡además es más económico y
simple! No necesitas ni madera, ni químicos, nada. Estamos diseñados
para volver a la Tierra. Los animales lo hacen así, ¿verdad? El
hecho de ser humanos no nos hace ni especiales ni diferentes, en este
sentido. Somos materia orgánica y nos descomponemos como cualquier
otro animal.
¿Qué
país trata todo el proceso de la muerte de manera más digna?
CD No
me gusta puntuar países, pero, sinceramente, del mundo occidental,
países como Japón lo gestionan mejor que Estados Unidos, por
ejemplo. Se puede ver al difunto, estar presente en el momento de la
incineración y, por tanto, involucrarse de un modo más íntimo. Es
interesante constatar que, a pesar de haber sociedades muy parecidas,
la manera de gestionar la muerte sea tan diferente. La gente de
Estados Unidos debería ver como en otros países similares al suyo
las familias de los difuntos se implican más en el ritual de la
muerte.
En
el Estado español, pagar un funeral es muy caro. Por un ataúd, por
ejemplo, pagamos mucho más que su valor real.
CD Es
cierto, y es uno de los motivos por los que decidí hacer lo que
estoy haciendo. Porque, por ejemplo, si tu madre fallece en casa,
¿qué coste económico debería tener esto? Antiguamente la muerte
era una cuestión que implicaba a toda la comunidad, no era un
negocio. Cuando se moría alguien, los vecinos te ayudaban en lo que
podían: llevaban el cuerpo hasta la tumba o donde quisiera la
familia, estaban contigo… No había negocio posible porque todo se
hacía de forma voluntaria y con un sentimiento de comunidad. Debemos
pensar en volver aquí y cambiar el negocio actual que hay en torno a
la muerte. La gente debe saber que hay otras opciones además de las
que ofrece el mercado, y que hay personas que trabajan, precisamente,
en estas alternativas.
También
has creado una funeraria para promover y gestionar rituales
funerarios dignos sin ánimo de lucro. ¿Es la única del mundo?
CD Soy
una de las pocas, probablemente. Todavía estamos en fase de
experimentación, pero la verdad es que está funcionando muy bien.
Queremos ofrecer precios mucho más asequibles y por ahora nos lo
podemos permitir porque no queremos sacar ningún beneficio
económico. Esto hace que nos sintamos muy cómodos y contentos con
lo que estamos haciendo y cómo lo hacemos. En Estados Unidos, si
alguien fallece y nadie de su familia tiene dinero y no puede
permitirse pagar el funeral, incineran a esta persona y tiran sus
cenizas en una especie de fosa común, donde hay millones de cenizas
de miles de personas en este mismo espacio. Su familia no puede ver
el cuerpo, no pueden quedarse con las cenizas, pierden todo derecho
sobre su ser querido.
¿Tienes
alguna estrategia para difundir este modelo funerario?
CD Sí
y no. Gestionar un negocio es difícil. Yo soy muy afortunada porque
vivo en California, un estado más “relajado”, pero aun así no
resulta fácil. Nosotros no vendemos nichos, ni ataúdes, ni tumbas,
ni todas esas cosas que, en realidad, se utilizan muy poco. Debemos
poner atención en la industria, pero también en las leyes, que son
diferentes en cada estado. Existen grupos de presión que mantienen
los precios muy altos y las familias no tienen oportunidad de
decidir. Este sistema deja totalmente al margen a determinados
colectivos y a la gente con menos recursos, porque resulta demasiado
caro para ellos.
¿Crees
que la industria de este sector está interesada en tu manera de
entender la muerte?
CD En
cuanto al público, debo decir que la gente joven está muy
entusiasmada. En cambio, la industria no está nada contenta con mi
figura. Creen que simplemente soy una chica que solo quiere
fama y formar parte del circo mediático, a pesar de que hablar de
cadáveres no es la mejor manera de captar la atención de la gente,
es evidente. La industria tiene mucho cuidado de hacer bien los
negocios pero sin preocuparse demasiado por las familias ni por las
dificultades que les puede suponer su manera de hacer negocio con la
muerte.
¿Cuáles
podrían ser las estrategias para persuadir a la industria a que
tratara a los mourners de
manera más respetuosa y ofrecer servicios y alternativas más
sostenibles?
CD Es
una gran pregunta. Para mí una cuestión fundamental es que la gente
debe conocer sus derechos y las opciones que tiene. Y hay que saber
que no hay que pagar por todo, si no se quiere.
¿Has
encontrado alguna relación entre el vocabulario de cada lengua para
hablar de la muerte y los rituales de su sociedad? Por ejemplo,
nosotros no tenemos una palabra exacta para referirnos a los mourners
CD Sí,
seguramente. Por ejemplo, en Estados Unidos utilizamos muchos
eufemismos. En lugar de decir cadáver o difunto, decimos “nuestra
persona amada”. Y así un largo etcétera. Son palabras que
esconden una realidad como es la muerte. Y esto sí que es un reflejo
de cada cultura.
¿Estás
trabajando en alguna idea o proyecto nuevo para hacer crecer la
conciencia de que la muerte es una parte de nuestra vida?
CD Sí,
ahora estoy trabajando en un libro para niños y niñas.
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