"Si
observamos las prácticas cotidianas de nuestra sociedad, podremos
comprobar que ni los mercados ni los Estados ni los hombres como
colectivo se consideran responsables primeros del mantenimiento de la
vida. Son en su mayoría las mujeres, organizadas en torno a redes
femeninas, en los hogares más o menos extensos (abuelas, madres,
tías, hermanas, etc.) o en solitario, las que dan respuesta a esta
necesidad imperiosa y hacen posible que el sistema funcione."
"El
sistema capitalista no puede reproducir bajo sus propias relaciones
de producción la fuerza de trabajo que necesita. La reproducción
diaria, pero sobre todo la generacional, requiere una enorme cantidad
de tiempo y energías que el sistema no podría remunerar. Los
procesos de crianza, socialización y atención en la vejez son
complejos e implican afectos y emociones que permiten que las
personas se desarrollen con ciertas seguridades.
Sólo
la gran cantidad de tiempo de trabajo doméstico y de cuidados que se
desarrolla en el mundo invisible de lo no monetarizado hace posible
que el sistema económico siga funcionando. De esta manera, la
economía del cuidado sostiene la trama de la vida social humana,
ajusta tensiones entre los diversos sectores de la economía y, como
resultado, se constituye en la base del edificio económico."
"Se
hace imprescindible revisar y transformar profundamente el actual
modelo de trabajo. No basta con que el cuidado se reconozca como algo
importante si no se trastoca profundamente el modelo de división
sexual del trabajo. Es preciso romper el mito de que las mujeres son
felices cuidando. Muchas veces cuidar es duro y se hace por
obligación, porque no se puede dejar de hacer, ¿quién hace una
‘huelga doméstica’ y deja a su madre sin lavar o a su hijo sin
comer, si no es con un enorme sufrimiento y sensación de culpa?
La
sostenibilidad social necesita de un cambio revolucionario en el
espacio doméstico: la corresponsabilidad de hombres y mujeres en las
tareas del mantenimiento de la vida, realizada en equidad y mantenida
en el tiempo. Este reparto no sólo permitirá que los hombres se
hagan conscientes de la magnitud, importancia y, muchas veces,
penosidad de estos trabajos, sino que seguramente pondrá en marcha
cambios culturales de enorme dimensión. La transformación que un
cambio así puede provocar de un enorme relieve: variaciones en los
usos de los tiempos de vida, en el aprecio por el mantenimiento y la
conservación, en la comunicación, en las formas de vida
comunitaria, en la vinculación entre el espacio público y el
privado, en la consideración de los espacios no monetizados..."
Extraído
del libro 'Decrecimientos: Sobre lo que hay que cambiar en la vida
cotidiana', del capítulo escrito por Yayo Herrero 'Decrecimiento y
mujeres. Cuidar: una práctica política anticapitalista y
antipatriarcal'.
Yayo
Herrero
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