9/10/15

Aquel tiempo de estrechez que parecía que no podía volver nunca más, podría estar a meses vista.

CUANDO YO ERA NIÑO…


Vivía en Olot, en un piso de alquiler de unos 70 m2 en el barrio de San Pedro Mártir. La calle estaba sin asfaltar y había una plazoleta y una fuente donde los niños pasábamos tanto tiempo como podíamos.

La calle se llamaba Av. 18 de Julio en recuerdo del Glorioso Alzamiento Nacionalde 1936 hasta que, con el fin de la dictadura, pasó a llamarse Ronda Montolivet. Había muchas tiendas en mi calle: una pastelería, un colmado, una lechería, una carnicería, una peluquería y una farmacia. También muy cerca había una panadería, una pescadería y una zapatería.

En casa no teníamos agua corriente y nos proveíamos de agua o bien del depósito que había bajo el tejado y que se llenaba con agua de lluvia o de la fuente. Cuando la red pública llegó a mi calle el agua no tenía presión para llegar al segundo piso donde nosotros vivíamos y pusimos un grifo en el primer piso. Unos años más tarde el agua llegó al segundo piso y pudimos anular el depósito que, por cierto, a menudo necesitaba repararse porque la boya que tenia se estropeaba y también pudimos anular el grifo del primer piso.
Tampoco teníamos agua caliente y había que calentarla. Me bañaban en el fregadero de la cocina cuando era muy pequeño y en el pulivan que había en el baño cuando fui mayor. Nos bañabamos una vez por semana, normalmente los domingos por la mañana. Más tarde, pusimos un calentador de gas y, unos años más tarde, un enorme calentador eléctrico.


Como puedes imaginar, la ropa se lavaba a mano en el lavadero que había en el patio del sótano. Lo que suponía bajar con la ropa sucia tres pisos, lavarla y extenderla y volver a bajar a buscarla cuando estaba seca. Más adelante recuerdo que teníamos una lavadora que era un cilindro con una tapa en la parte superior por donde se ponía la ropa sucia. Con la compra de la lavadora pusimos unos tendederos en el balcón lo que evitó tener que ir al patio a lavar o tender la ropa.
Recuerdo que había sitios en Olot donde vendían hielo para las neveras (cerca de la Pl. Balmes por ejemplo). En casa teníamos una pequeña nevera eléctrica que con los años fue aumentando de tamaño.
La luz se iba muy a menudo. Siempre que había tormenta, y en Olot esto era muy a menudo, había que tener a mano la linterna y las velas por si acaso. A veces, saltaban los plomos y había que repararlos volviendo a poner el hilo de cobre que se había quemado. La potencia era de 125 V y cuando se cambió a 220 V años más tarde, recuerdo que tuvimos que poner un transformador de 125 a 220 en todos los electrodomésticos. Los que tuvimos más tiempo sin cambiar a 220 V fueron la tele y la nevera supongo que porque eran los más caros.

Los niños jugábamos en la calle teniendo que interrumpir el juego muy esporádicamente si aparecía algún vehículo ya que el tráfico en mi calle era mínimo. Jugábamos al fútbol, ​​al escondite, a balontiro, a manos, a piedra alta, a caballo fuerte, 1,2, 3 toca pared, a pasear en bici, y poco más.
En casa, como en muchos hogares teníamos una radio para escuchar música, las noticias o escuchar la emisora local. Casi no recuerdo no tener tele en casa por lo que la debían comprarla cuando yo era muy pequeño, era en blanco y negro y sólo se veían dos canales: TVE y la UHF. Y a pesar de que los primeros televisores en color en España aparecieron en 1972, en casa no tuvimos tele en color hasta muchos años después.

En Olot, a partir de octubre hacía mucho frío y duraba muchos meses. Para calentarnos teníamos una estufa de leña que más tarde cambiamos por una de petróleo.
La cocina era de carbón pero lo recuerdo porque la vecina del primer piso la mantuvo mucho más tiempo que nosotros que la cambiamos por una de gas butano sin horno primero y más tarde con horno lo que supuso hacer obras y eliminar la cocina de carbón.
Tampoco teníamos teléfono ni falta que nos hacía supongo y nos comunicábamos con los parientes lejanos por carta. Más adelante si tuvimos teléfono y todavía recuerdo el número a pesar de los muchos años que han pasado, el 972…
Cuando yo nací mi padre tenía una moto, como muchos jóvenes de aquella época, pero mi recuerdo más antiguo es el del primer coche que tuvimos en casa un Renault 4.4. Un coche entonces duraba muchos años y nadie se imaginaba tener más de un coche por familia. De hecho, en casa, en casi veinte años sólo cambiamos de coche dos veces, el 4.4 por un Renault Gordini y después por un Renault 8 TS azul.

Mucha gente trabajaba de lunes a sábado como mi padre y no hacían o no tenían prácticamente vacaciones. Mi padre, sólo hacía vacaciones la semana de las fiestas de Olot. Y durante el verano, algunos domingos íbamos toda la familia a la playa: a Roses, Sant Pere Pescador o a la Escala. Nos llevábamos la comida y comíamos en cualquier pinar y, a la vuelta, parábamos a merendar en un pequeño bosque cerca de Besalú. Para llegar a casa todavía quedaba un buen rato (¡¡23 km llenos de curvas!!).
Comíamos de temporada. Había el tiempo de las naranjas, el tiempo de la uva, el tiempo del melón, etc. De la misma manera había un tiempo para cada pescado: la caballa y la merluza en primavera, la sardina más hacia el verano…
Aunque yo no conocía la economía de casa, recuerdo que muchas veces en el momento de pagar le decíamos a la tendera “apúntalo en mi libreta” y, cuando se podía, se iba liquidando la deuda. Supongo que era una manera de hacer de muchas familias.
Por supuesto no teníamos, ni nosotros ni casi nadie, ni lavaplatos, ni microondas, ni tele en cada habitación, ni aire acondicionado, ni muchas otras cosas que ahora vemos en muchos hogares.
Eran los años 60 y era la sensación generalizada de que la miseria (de todo tipo, no sólo económica) que acompañó a la guerra y la posguerra se había terminado y que a partir de entonces, poco a poco, todo iría a mejor.
50 años más tarde, aquel tiempo de estrechez que parecía que no podía volver nunca más, podría estar a meses vista.

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