UNA PAREJA NO COMPRA NADA DURANTE
UN AÑO Y SUS HIJOS NI SIQUIERA LO NOTAN
Cuando
Scott y Gabby Dannemiller, padres y antiguos misioneros, se encontraron dentro
de lo que Scott llama “el bucle americano por el que más es mejor”, decidieron
tomar una medida drástica: no realizar ninguna compra innecesaria durante un
año.
En un
esfuerzo por recuperar lo que ellos llaman su misión familiar, que pasa por
“alimentar nuestra fe juntos y ayudar a los demás a crear un mundo sin
necesidades”, los Dannemiller decidieron dejar de gastar dinero en cosas como
juguetes, libros, ropa o cualquier otra cosa que no fuera una necesidad básica
(como la comida o la reparación de un frigorífico que se estropeó) o una
experiencia para vivir juntos (como las entradas a un partido de hockey). Han
dejado constancia de su experimento en un libro, The Year Without a Purchase:
One Family’s Quest To Stop Shopping and Start Connecting (El año sin compras:
la aventura de una familia que dejó de comprar y empezó a conectar), publicado
el mes pasado.
“Se
trataba de centrarse menos en las ‘cosas’ para conectar más los unos con los
otros”, cuenta Scott. “Lo importante es recordar que, por otro lado, no se
trata de un gran desafío, ya que muchas personas de nuestro país viven con
menos de 10 dólares al día, así que para muchas familias esto no se trata de un
experimento divertido. Hay familias que no tienen para pagar la comida. Pero,
para nosotros, la cuestión era averiguar en qué te gastas el dinero cuando
tienes recursos”.
En
general, Scott dice que la familia consiguió completar su plan con éxito. “Hubo
cuatro veces en que no lo conseguimos”, dice. Le compraron a su hijo, que por
entonces tenía siete años, un protector para jugar como cátcher en su equipo de
baloncesto. También compraron unos zapatos nuevos, un nuevo limpiador al vapor
y unas aletas que le habían prometido a su hija, de cinco años, si conseguía
aprobar su examen de natación. Pero, según Scott, este año sin compras tuvo los
efectos esperados. “Al centrarnos más en las experiencias en vez de en las
compras, crecimos como familia, pudimos atender a los demás, pudimos dedicar
más tiempo a aquellos que lo necesitaban”, dice. “Además, los niños ni siquiera
lo notaron”.
Pese a que
el experimento tuvo lugar en 2013, Scott dice que la familia, que vive en
Franklin, Tennessee, sigue tratando de aplicar las lecciones que aprendieron al
dejar de realizar compras superfluas. “El mes que viene es el cumpleaños de mi
hija, y nos pidió que fuéramos a visitar la granja de su tío y montar a caballo,
en vez de otro caballo de peluche”, dice. “Ahora, antes de comprar algo, nos
preguntamos si eso realmente hará que nuestra vida sea mejor o si es algo que
solamente va a ocupar espacio y de lo que tendremos que cuidar”.
Para los
padres que se estén planteando llevar a cabo un experimento similar, Scott dice
que lo primero que tienen que hacer es tener muy claro lo que se pretende.
“Para nosotros, el objetivo era reconectar entre nosotros, pero para otros
puede ser ahorrar o tener más recursos para otras cosas que les resulten
importantes”, dice. “Intentarlo es más importante que conseguirlo, así que si
en algún momento se falla, no hay que desesperarse”.
Scott dice
que, para enseñar a tus hijos a centrarse menos en las cosas materiales, es muy
importante modificar lo que les dices cuando te piden cosas. “Nosotros solíamos
decirles ‘eso es demasiado caro’, pero con ello lo que conseguíamos era que los
niños pensaran ‘de acuerdo, necesitamos más dinero, y cuando tengamos más
dinero podremos conseguirlo”, dice. “Pasamos a usar el ‘no lo necesitamos’, y
eso les ayudó a comprenderlo todo”.
Scott dice
que, al recortar los gastos, lo más importante es no centrarse en aquello a lo
que la familia está renunciando, sino a lo que está ganando. “Lo que importa no
es lo que pierdes”, dice. “Lo importante debería ser saber cómo reemplazar eso
y, entonces, asegurarnos de que añadimos algo a nuestras vidas que puedan
disfrutar los miembros de la familia. Para nosotros, ese algo fue más tiempo
juntos”.
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