Hace poco más de dos años me enteré de la muerte de Zigmunt Bauman, en mi opinión es posiblemente el mejor sociólogo que ha tocado este planeta, una frase suya está al frente de La Proa del Argo (valga la redundancia) y su legado a mi parecer constituye una auténtica revolución respecto a cómo debemos entender la modernidad. A su muerte le compartí a un amigo que tenía miedo de que nadie siguiera su obra, me contestó que había creado escuela y que muchos discípulos suyos andaban por ahí, hoy sigo temiendo que con Bauman se fue algo más.
Este
post es bastante más largo de lo común y surgió de una manera muy
espontánea y personal, por lo que me gustaría poder extenderlo en
un futuro, pero por ahora espero disfrutemos y abramos el debate
sobre la modernidad, que quizá como la narrativa del peak-oil, nunca
llega, hacía algunos años había personas que decían "Marx
predijo que el capitalismo colapsaría y no ha colapsado" y aquí
estamos, una vez más cuestionando aquello que parece muy sólido.
Si
prefieren pueden descargar
una versión alternativa en
forma de mini-libro con algunas fotos que yo he tomado a modo de
ilustración, sin duda parecerá un trabajo de secundaria, pero
espero les haga la lectura más agradable.
¿Qué
es la modernidad?
La
modernidad es en gran parte resultado del pensamiento positivo de
Descartes y sus sucesores, quienes consideran que la vida es una
especie de competencia o gran carrera en donde tenemos que salir
victoriosos. Esta visión del mundo se contrapone a los principios
budistas en donde vivir con lo mínimo indispensable es una cultura
que nos permite ser felices y libres de toda influencia tanto interna
como externa.
Lo contrario a la modernidad sería lo que a veces denomino “el mundo antiguo” y es un hipotético estado contra-moderno en donde los principios de la modernidad líquida de Bauman se contrarrestan con principios y valores tradicionales que hacen de contrapeso a los llamados medios instrumentales.
Los medios instrumentales son aquellas situaciones y elementos que producen una fuerte sensación artificial de bienestar aparente, un medio instrumental puede ser un micrófono, un auto, un concierto, una salida al cine, dinero o cualquier otro elemento o instrumento que produzca una situación psicológica especifica que dé la sensación de que algo está funcionando, de que hay progreso, bienestar o trascendencia.
En la modernidad líquida los medios instrumentales se caracterizan por estar en todos lados y por dar la apariencia de ser elementos sólidos de la realidad, pero eso es terriblemente falso, los medios instrumentales lo único que tienen de real es que son elementos pertenecientes al mundo físico, pero nada más. Resulta paradójico que en la modernidad líquida los únicos elementos que resultan valiosos y sustanciosos son los elementos intersubjetivos.
Nadie es indispensable
Lo contrario a la modernidad sería lo que a veces denomino “el mundo antiguo” y es un hipotético estado contra-moderno en donde los principios de la modernidad líquida de Bauman se contrarrestan con principios y valores tradicionales que hacen de contrapeso a los llamados medios instrumentales.
Los medios instrumentales son aquellas situaciones y elementos que producen una fuerte sensación artificial de bienestar aparente, un medio instrumental puede ser un micrófono, un auto, un concierto, una salida al cine, dinero o cualquier otro elemento o instrumento que produzca una situación psicológica especifica que dé la sensación de que algo está funcionando, de que hay progreso, bienestar o trascendencia.
En la modernidad líquida los medios instrumentales se caracterizan por estar en todos lados y por dar la apariencia de ser elementos sólidos de la realidad, pero eso es terriblemente falso, los medios instrumentales lo único que tienen de real es que son elementos pertenecientes al mundo físico, pero nada más. Resulta paradójico que en la modernidad líquida los únicos elementos que resultan valiosos y sustanciosos son los elementos intersubjetivos.
Nadie es indispensable
Los
elementos intersubjetivos
La
concepción tradicional de lo objetivo radica en los conceptos
modernos de Descartes en donde el objeto tiene ciertas
características intrínsecas que deben ser observadas de ese modo
por todos los observadores, si un observador ve otra cosa, el
observador que está en contra del consenso, esté equivocado,
probablemente debido a que algún sesgo personal le impide ver el
objeto tal cual es. Se dice también su subjetividad afecta la
concepción que tiene sobre el objeto.
Bajo esta lógica los padres siempre pensarán que sus propios hijos son mejores que los hijos del vecino, puesto que las expectativas y deseos que tienen de sus hijos son vertidas en forma de una “tramposa” ilusión que no les permite ver la realidad de forma “objetiva” (valga la obviedad/redundancia). Esta forma de ver el mundo es imperante en la modernidad pero sobretodo en las formas de relaciones modernas, en aquello que Bauman llamó “el amor líquido”, resulta curioso que el positivismo, es decir, la corriente filosófica que pugna por un mundo del conocimiento (y la realidad) objetivo y libre de todo sentimiento personal al final quedó más plasmado en el campo de las relaciones personales que en el campo de la ciencia o la cotidianidad.
Hoy en día hay médicos que se apoyan en Dios para que sus pacientes superen las enfermedades, en lugar de dejar todo ello en manos del conocimiento médico, de igual modo que hay físicos e ingenieros que creen en Dios de una u otra forma, pero en el campo de las relaciones la objetividad se busca por encima de todo, ahí no hay espacio para Dios, se trata de la búsqueda del equilibrio perfecto, de la asertividad, de seguir el método científico con todo rigor, observar, plantear una hipótesis, experimentar, deducir y si el ejercicio no funciona: no hay que ser necios, hacer siempre las mismas cosas conduce a recibir siempre los mismos resultados, por lo tanto en las cuestiones sentimentales hay que actuar siempre de una forma diferente, siempre. La modernidad no triunfó en la física ni en las matemáticas lo que si triunfó en el corazón, una de las grandes paradojas de la modernidad.
Por el lado contrario la intersubjetividad es la subjetividad que comparten dos (o más) personas, se refiere a un espacio que solamente pueden comprender dos personas que compartan un código común, obviamente no son conceptos ni mensajes objetivos, puesto que a los ojos objetivos del resto de personas estos mensajes pueden tener múltiples interpretaciones o ninguna, a los ojos de la modernidad la intersubjetividad puede ser nada.
Lo subjetivo es aquello que no tiene un lugar específico ni un valor intrínseco validado para el mundo en general, mientras un kilo puede ser pesado con cierta exactitud o una obra de arte puede ser valuada en dólares o euros, un poema es un texto que no tendrá valor más allá de lo que cueste el libro que lo contiene. Hay cuadros que valen millones, pero los poemas carecen de todo precio.
Bajo esta lógica los padres siempre pensarán que sus propios hijos son mejores que los hijos del vecino, puesto que las expectativas y deseos que tienen de sus hijos son vertidas en forma de una “tramposa” ilusión que no les permite ver la realidad de forma “objetiva” (valga la obviedad/redundancia). Esta forma de ver el mundo es imperante en la modernidad pero sobretodo en las formas de relaciones modernas, en aquello que Bauman llamó “el amor líquido”, resulta curioso que el positivismo, es decir, la corriente filosófica que pugna por un mundo del conocimiento (y la realidad) objetivo y libre de todo sentimiento personal al final quedó más plasmado en el campo de las relaciones personales que en el campo de la ciencia o la cotidianidad.
Hoy en día hay médicos que se apoyan en Dios para que sus pacientes superen las enfermedades, en lugar de dejar todo ello en manos del conocimiento médico, de igual modo que hay físicos e ingenieros que creen en Dios de una u otra forma, pero en el campo de las relaciones la objetividad se busca por encima de todo, ahí no hay espacio para Dios, se trata de la búsqueda del equilibrio perfecto, de la asertividad, de seguir el método científico con todo rigor, observar, plantear una hipótesis, experimentar, deducir y si el ejercicio no funciona: no hay que ser necios, hacer siempre las mismas cosas conduce a recibir siempre los mismos resultados, por lo tanto en las cuestiones sentimentales hay que actuar siempre de una forma diferente, siempre. La modernidad no triunfó en la física ni en las matemáticas lo que si triunfó en el corazón, una de las grandes paradojas de la modernidad.
Por el lado contrario la intersubjetividad es la subjetividad que comparten dos (o más) personas, se refiere a un espacio que solamente pueden comprender dos personas que compartan un código común, obviamente no son conceptos ni mensajes objetivos, puesto que a los ojos objetivos del resto de personas estos mensajes pueden tener múltiples interpretaciones o ninguna, a los ojos de la modernidad la intersubjetividad puede ser nada.
Lo subjetivo es aquello que no tiene un lugar específico ni un valor intrínseco validado para el mundo en general, mientras un kilo puede ser pesado con cierta exactitud o una obra de arte puede ser valuada en dólares o euros, un poema es un texto que no tendrá valor más allá de lo que cueste el libro que lo contiene. Hay cuadros que valen millones, pero los poemas carecen de todo precio.
“As if the whole world was watching I'd still dance with you
Drive highways and byways to be there with you
Over and over the only truth
Everything comes back to you
You still make me nervous when you walk in the room
Them butterflies they come alive when I'm next to you
Over and over the only truth
Everything comes back to you
And I know that it's wrong
That I can't move on
But there's something about you
(Traducción libre)
Y si el mundo entero estuviera viendo, a mí me gustaría seguir bailando contigo.
Manejar por carreteras y desniveles por estar ahí contigo,
Una y otra vez la única verdad
Es que todo vuelve a ti.
Tu todavía me pones nervioso cuando entras en el cuarto,
Luego las mariposas cobran vida cuando estoy junto a ti,
Una y otra vez la única verdad
Es que todo vuelve a ti.
Y yo sé que está mal,
Que yo no te pueda superar,
Pero hay algo respecto a ti…
La
subjetividad es entonces parte del conjunto de lo imposible, de lo
indecible, de lo desbordante, y además de aquello que no se puede
costear, medir, poseer, de ahí que cite un bello fragmento de una
canción que sin duda es un hermoso poema. Ustedes podrían pensar
que tan bello poema de un tal Niall Horan pertenece al corpus de la
modernidad, y eso es cierto, es parte de la vacía y hueca música
popo (pop) un estilo musical cuya única finalidad es vender, parte
de la modernidad líquida que se dedica a producir industrial y
masivamente bienes de consumo que deben ser desechados rápido para
dar paso a la siguiente generación.
Y sin embargo la subjetividad puede rescatar y establecer valor en esas que la modernidad desecha o enturbia, la modernidad no tiene jurisdicción ni control en los corazones ni manda en el mundo subjetivo. El mundo subjetivo también es subversivo porque no obedece a los estándares de la física ni del mercado, de ahí su peligrosidad, de ahí que la modernidad odie tan profundamente al mundo intersubjetivo.
Mientras que en el mundo objetivo todo un ciclo de vida, todo es superable y nada ni nadie es indispensable, en el mundo intersubjetivo cada pérdida es la imposibilidad de otros universos, constantemente se moldean nuevas posibilidades y mueren otras. Para la modernidad esta característica del mundo subjetivo es un asunto inaceptable, el mundo moderno no puede parar porque alguien haga falta, porque algo no funcione, porque un paradigma o idea se vea superada. En el mundo moderno mantener en marcha el tren hacia el futuro es la prioridad número uno, por ello se hará lo que se tenga que hacer para satisfacer esa primera regla, mientras que en el mundo subjetivo no hay reglas o prioridades universales, todo es odiosamente relativo.
Y sin embargo la subjetividad puede rescatar y establecer valor en esas que la modernidad desecha o enturbia, la modernidad no tiene jurisdicción ni control en los corazones ni manda en el mundo subjetivo. El mundo subjetivo también es subversivo porque no obedece a los estándares de la física ni del mercado, de ahí su peligrosidad, de ahí que la modernidad odie tan profundamente al mundo intersubjetivo.
Mientras que en el mundo objetivo todo un ciclo de vida, todo es superable y nada ni nadie es indispensable, en el mundo intersubjetivo cada pérdida es la imposibilidad de otros universos, constantemente se moldean nuevas posibilidades y mueren otras. Para la modernidad esta característica del mundo subjetivo es un asunto inaceptable, el mundo moderno no puede parar porque alguien haga falta, porque algo no funcione, porque un paradigma o idea se vea superada. En el mundo moderno mantener en marcha el tren hacia el futuro es la prioridad número uno, por ello se hará lo que se tenga que hacer para satisfacer esa primera regla, mientras que en el mundo subjetivo no hay reglas o prioridades universales, todo es odiosamente relativo.
Entonces,
¿Qué es la intersubjetividad?
Todo
aquello que nos hace felices o que nos da sentido sin que tenga que
ser racional, real, cuantificable o lógico. Es aquello que sólo
podemos compartir con quien entiende nuestro particular modo de
entender el universo. Para ejemplos un recuerdo, una foto, un
momento, una canción o un pedazo de papel
doblado.
Hiperindustrialización, hipercomunicación, globalización, super-hombres
Carrera eterna, comparación constante
Siguiendo con la lógica positivista moderna, el objetivo del hombre siempre será algo así como la realización personal, llegar a un estado de plenitud en donde todas las metas que el ser humano se propongan sean por fin realizadas o algo por el estilo. Es un estado fundamental de imposibilidad, pero la modernidad ha impuesto la idea de qué es totalmente posible. De algún modo la modernidad ha podido desplazar ideas simplicistas y funcionales de que lo más importante en esta vida es ser felices y les ha adjuntado un elemento venenoso y engañoso, para la modernidad: ser una persona realizada (lo que sea que eso significa) automáticamente trae consigo la felicidad.
Hiperindustrialización, hipercomunicación, globalización, super-hombres
Carrera eterna, comparación constante
Siguiendo con la lógica positivista moderna, el objetivo del hombre siempre será algo así como la realización personal, llegar a un estado de plenitud en donde todas las metas que el ser humano se propongan sean por fin realizadas o algo por el estilo. Es un estado fundamental de imposibilidad, pero la modernidad ha impuesto la idea de qué es totalmente posible. De algún modo la modernidad ha podido desplazar ideas simplicistas y funcionales de que lo más importante en esta vida es ser felices y les ha adjuntado un elemento venenoso y engañoso, para la modernidad: ser una persona realizada (lo que sea que eso significa) automáticamente trae consigo la felicidad.
Una
persona realizada necesariamente es una persona culta, emocionalmente
estable, además de financieramente próspera, pero no solo eso, la
modernidad además exige cierto éxito social y un montón de cosas
más, de modo que alcanzar el éxito se ha convertido en el
peregrinar de todos los seguidores e hijos de la modernidad, pero es
a la vez una meta inalcanzable, pensando en algún modelo mediático
que si ha alcanzado la plenitud según los estándares de la
modernidad me viene a la cabeza nada menos que John F. Kennedy, un
símbolo que incluso tuvo la suerte de morir (ser asesinado) en el
clímax de su vida, él no tuvo que lidiar con la trágica decadencia
de la vejez, él superó incluso las desventajas de ser viejo, algo
que la modernidad desprecia.
¿Tenemos que ser todos Kennedys?
La respuesta es que sí, para los estándares modernos no se puede aspirar a menos, cualquier pretensión menor es ser mediocre, y eso es algo sumamente intolerable para la modernidad, si esta fuera una crítica económica del mundo, diría que la modernidad odia la mediocridad porque anima a no producir o a producir lo suficiente, pero una de las realidades es que la modernidad odia la mediocridad porque en ella existen alternativas a la felicidad instrumental que necesitan de muchas menos cosas, en el mundo intersubjetivo se necesita de muy poco para ser feliz.
Instagram VS Harvard
¿Tenemos que ser todos Kennedys?
La respuesta es que sí, para los estándares modernos no se puede aspirar a menos, cualquier pretensión menor es ser mediocre, y eso es algo sumamente intolerable para la modernidad, si esta fuera una crítica económica del mundo, diría que la modernidad odia la mediocridad porque anima a no producir o a producir lo suficiente, pero una de las realidades es que la modernidad odia la mediocridad porque en ella existen alternativas a la felicidad instrumental que necesitan de muchas menos cosas, en el mundo intersubjetivo se necesita de muy poco para ser feliz.
Instagram VS Harvard
Fuimos
engañados con que en este mundo cualquier persona podría llegar a
donde se lo propusiera si le dedicaba el tiempo adecuado a estudiar o
a trabajar, las reglas básicas de la objetividad decían que cada
acción traería una consecuencia en el mismo sentido de la acción,
como si habláramos de una de las leyes de Newton. Sin embargo eso
fue otra mentira, hoy en día más estudios no significa más
bienestar o mejores trabajos, pero esto no es una crítica económica
de la modernidad, más allá del estado de bienestar la modernidad
también menosprecia el mundo académico al que por cierto debe
tanto, vivimos en un segundo despotismo ilustrado, pero no nos gusta
verlo.
El positivismo y el naturalismo nos decían que descubrir los misterios de la naturaleza y describirlos mediante argumentos lógicos y matemáticos era lo máximo, el hombre entonces podía entender el universo y ello traía consigo la máxima satisfacción, al colocar a la persona como un agente del cambio en el universo, el hombre era entonces un cuidador del cosmos, un transformador de la materia y un dios en esencia capaz de someter el universo exterior a los deseos del universo interior. Todo sueño o deseo que tuviera el hombre podía realizarse según sus estudios científicos, de ahí la importancia de ser culto y dominar las ciencias, y para ponerle una cereza al pastel las artes, porque nunca es suficiente ser tan dios.
Para desgracia del desdichado hombre la ciencia no sólo fracasó, sino que el poder económico absorbió por completo el éxito científico/intelectual y ahora toda persona con el suficiente dinero podía tener a su servicio la suma del conocimiento humano contratando un par de científicos, estos pocos personajes que controlaban el capital (dinero) nos enseñaron que el dinero pone a su disposición todo tipo de medios instrumentales para cambiar la realidad a su antojo y con ello nos impusieron (excepto a mí y a los rebeldes) la idea de que eso trae un estado de bienestar y de felicidad.
A través de los medios instrumentales los ricos nos dijeron que viajar es lo máximo, que conocer otras culturas enriquece, que asistir a conciertos es una sinfonía para los sentidos, que parte de lo más valioso de esta vida es disfrutar lentamente de una buena comida, que hablar otros idiomas es abrir horizontes nuevos, que nuestra estancia en el planeta es efímera y cada segundo cuenta, por ello la vida es ahora y hay que consumir.
Y es ahí cuando Instagram le ganó a Harvard, la autorrealización del individuo pasó de un plano espiritual (eso se perdió hace mucho) a un plano intelectual/académico (donde lo importante era saber) y acabó donde todo empezó en lo banal y nimio del dinero, en la modernidad lo más importante es cuantos seguidores tienes en Instagram. Si no me necesitaras, no estarías aquí…
El positivismo y el naturalismo nos decían que descubrir los misterios de la naturaleza y describirlos mediante argumentos lógicos y matemáticos era lo máximo, el hombre entonces podía entender el universo y ello traía consigo la máxima satisfacción, al colocar a la persona como un agente del cambio en el universo, el hombre era entonces un cuidador del cosmos, un transformador de la materia y un dios en esencia capaz de someter el universo exterior a los deseos del universo interior. Todo sueño o deseo que tuviera el hombre podía realizarse según sus estudios científicos, de ahí la importancia de ser culto y dominar las ciencias, y para ponerle una cereza al pastel las artes, porque nunca es suficiente ser tan dios.
Para desgracia del desdichado hombre la ciencia no sólo fracasó, sino que el poder económico absorbió por completo el éxito científico/intelectual y ahora toda persona con el suficiente dinero podía tener a su servicio la suma del conocimiento humano contratando un par de científicos, estos pocos personajes que controlaban el capital (dinero) nos enseñaron que el dinero pone a su disposición todo tipo de medios instrumentales para cambiar la realidad a su antojo y con ello nos impusieron (excepto a mí y a los rebeldes) la idea de que eso trae un estado de bienestar y de felicidad.
A través de los medios instrumentales los ricos nos dijeron que viajar es lo máximo, que conocer otras culturas enriquece, que asistir a conciertos es una sinfonía para los sentidos, que parte de lo más valioso de esta vida es disfrutar lentamente de una buena comida, que hablar otros idiomas es abrir horizontes nuevos, que nuestra estancia en el planeta es efímera y cada segundo cuenta, por ello la vida es ahora y hay que consumir.
Y es ahí cuando Instagram le ganó a Harvard, la autorrealización del individuo pasó de un plano espiritual (eso se perdió hace mucho) a un plano intelectual/académico (donde lo importante era saber) y acabó donde todo empezó en lo banal y nimio del dinero, en la modernidad lo más importante es cuantos seguidores tienes en Instagram. Si no me necesitaras, no estarías aquí…
El
espejo de la irrealidad
La modernidad odia el psicoanálisis, dice que es un asunto viejo y superado, quizá tenga razón, al psicoanálisis no le importa ser viejo o ser superado, le tiene sin cuidado, pero a la modernidad sí le molesta la existencia del psicoanálisis, porque es un espejo contra el que no puede luchar, porque contiene verdades que no puede negar.
Desde el psicoanálisis se dice que el deseo es el deseo del otro, que uno no puede querer aquello que quiere a menos de que observe la relación de ese objeto respecto de otro.
Otro aspecto interesante es que la modernidad siempre necesita del otro, en contraste el subjetivismo no le pide permiso a nadie más para observar las locuras del objeto, el loco vive en un mundo que no necesita ser validado por alguien más, quien está seguro de lo que siente o piensa, no necesita confirmar eso con alguien más. Entonces ¿Por qué la modernidad necesita observadores?, ¿Será que para que las observaciones objetivas sean realmente objetivas todos tienen que ver lo mismo? Esto plantea severos problemas porque situaciones tan personales y que deberían ser subjetivas como una amistad o un amor son puestas a observación experimental en Facebook o en Instagram y si el ciudadano moderno no tiene FB, de cualquier modo pone a prueba dichas relaciones entre sus amigos y demás expertos, quienes validan lo afortunados o desafortunados que son de vivir dichas experiencias.
Ese es el espejo de la irrealidad (pos)moderna, un mundo en donde ya no sólo se crítica los zapatos que usamos, el color del lápiz labial de quien nos acompaña, nuestros títulos universitarios o cualquier otra tontería, la modernidad también juzga nuestras relaciones y sobretodo las valida. A la modernidad no le importa si somos felices en nuestras relaciones, la modernidad es quien determina si realmente somos o no felices, es inútil cualquier resistencia, la modernidad cuenta con argumentos sólidos e irrebatibles “no es para ti”, “no tiene una carrera”, “no ha viajado tanto”, “es muy aferrado”, “no gana lo suficiente”, la lista es tan interminable como absurda, pero esto es la modernidad.
Lo curioso del espejo de la irrealidad es que nadie tendría porque seguirlo, carece de sentido el que uno le haga caso a lo que digan los demás y sin embargo hoy el emperador viste de Prada y todos los súbditos están desnudos, pretendiendo tener ropa. El traje nuevo del emperador determina a los que lo observan.
La modernidad creó reyes sin corona que requieren que el otro les rinda pleitesía, sin esa aprobación explícita el individuo moderno siente que no vale, es una paradoja total, pero es parte del problema de la objetividad. El individuo moderno no puede subjetivizar al otro ni así mismo, porque las miradas del lenguaje formal y las convenciones sociales ya han establecido lo que está dentro del lugar y lo que está fuera del lugar. Obscuro lugar es la modernidad.
En otras palabras, la modernidad planteó que cada individuo valía según criterios universales y objetivos, entre los cuales están desde luego los títulos universitarios, el ingreso económico, la cantidad de amigos, etc… Se suponía que esos elementos deberían de proporcionarle a sus portadores la sensación de valía y esto a su vez debería ser reconocido por los demás ciudadanos, después de todo son criterios validados para todos, el estado certifica quien sí tiene los conocimientos necesarios de una carrera universitaria y quien no, del mismo modo la industria de la moda tiene ciertos criterios muy estrictos que determinan quienes van a la moda y quienes no, debería ser suficiente con eso.
Y sin embargo algo falla continuamente en la modernidad, las mujeres más bellas y que van a la moda tienen la constante necesidad de ser validadas y los instrumentos diseñados para ello no son suficientes, paramédicamente la bonita necesita que la fea le diga lo hermosa que es, los grandes catedráticos, intelectuales y académicos necesitan la validación de los ignorantes, porque sus diplomas y certificados se ven débiles en el mundo real e instrumental de la modernidad, esto es el espejo de la irrealidad.
Comentaba un amigo un caso clásico de mercadotecnia “la gente pobre que nunca podrá comprarse un Ferrari, necesita saber qué es un Ferrari, para que el que sí pueda comprarlo, sea reconocido como dueño de ese auto que está tan fuera del alcance de la gente común, por eso grandes marcas de lujo se anuncian teniendo como objetivo a grandes masas a quienes les es imposible consumir sus productos”.
Adicional a esto muchas psicologías modernas hablan de cosas como la autorregulación, que es un principio por el cual el individuo debería poder reconocerse a sí mismo como un ser valioso y sin embargo nos encontramos nuevamente con la paradoja de que la objetividad necesita de la subjetividad, el rico necesita del pobre, el guapo necesita del feo y así infinitamente…
Si tu vida fuera perfecta, ¿Para qué me necesitarías a mí?
Deconstruyendo
la modernidad
Hemos hablado sobre como la modernidad pese a la realidad física e instrumental no consigue establecer en “los demás” el pleno consenso de que quienes viven la modernidad son personas felices o realizadas. La única forma de conseguirlo es a través de las nefastas trampas sociales como Facebook e Instagram, pero también las amistades comunes, rutinarias, aburridas y que se caracterizan por una comunicación vacía, intrascendente, reemplazable y a modo.
Por tanto es relativamente fácil demostrar que la modernidad es un camino rápido a la decepción continua y a una depresión encubierta, cubierta por las fotos que uno sube a Instagram sosteniendo la torre de pisa, de crucero por las cataratas del Niagara o comiendo con los amigos en un restaurante italiano, todo eso pasa rápido y es desgastante, los ciudadanos modernos no pueden ir al mismo ritmo que la bolsa de valores o que las tendencias de la moda, la modernidad se resquebraja por todos lados.
Pero ¿Cómo no seguir aquello que amamos?, ¿Cómo no aprovechar esos 12 meses sin intereses para ir a Paris?, ¿Cómo no te voy a querer cuando contigo esa selfie es genial?, la modernidad siempre tiene arreglada la situación ideal para seguir engañándonos para darnos la impresión de que el progreso sigue, de que la ciencia avanza, de que la felicidad es buscar en el instante siguiente lo que no se consiguió en el pasado, la perfección llega con la próxima actualización de Android.
Lo que la modernidad no quiere admitir y no va admitir es que está agotada, está maldita, deshecha, es una mentira, pero no va a soltar la verdad, la cara más clara de la modernidad es Cristina Cifuentes diciendo que terminó un master, es esa misma Cristina Cifuentes acorralada y callando ante el parlamento, porque se niega a aceptar que la realidad no es como pensaba, la modernidad se niega a renunciar a sus aviones, a sus viajes, a sus cruceros, a sus fotos perfectas en el álbum, a la envidia de las amigas, a los viajes a la playa en convertible, la modernidad aún cree que la felicidad está ahí en esa escena en donde los Kennedy viajan en descapotable con Jacky Onassis vistiendo tan a la moda con hermosos sombreros.
La peor parte de la modernidad es que nos busca, nos necesita y nos engaña… nos seduce porque necesita un poco de la realidad que nosotros si tenemos, paradójicamente la subjetividad tan inestable, tan imprecisa, tan insustancial resulta ser mucho más poderosa y satisfactoria que el más reluciente premio Nobel, Oscar, visa, cheque o tarjeta de crédito.
“Supongo que me dije a mi mismo ¿Por qué hacer algo tan efímero como edificios, cuando puedes hacer algo que dure para siempre como las tarjetas“- Tom en la película 500 días con ella.
La modernidad como si fuera un parasito necesita alimentarse de algo, compensa su falta de realidad con lo que desprecia, con lo que destruye, con aquello que se niega a aceptar, de ahí también su odio hacia lo psicoanalítico porque delata lo que siempre se ha señalado respecto a lo material y a lo instrumental, y que se puede resumir en frases tan simples como que el dinero no compra la felicidad, ni los viajes la compran, ni la ropa, ni las experiencias, ni “los amigos”, ni nada…
Cuando se acaban los viajes, las experiencias, las personas y todo aquello que la modernidad ofrece queda un vacío que nadie puede llenar, más aún, quedan lugares que no se pueden explorar, lugares como la Luna, como Marte, como las galaxias, el fondo del Océano, queda la imposibilidad de estar en dos lugares a la vez o el hecho de que solo una persona puede ser la más rica del planeta, sólo una puede ser la más lista, sólo uno puede ser el emprendedor más exitoso y al año siguiente será otro, la modernidad se resquebraja y al final queda el tan despreciado mundo subjetivo.
Entonces la modernidad sin reconocer el valor del mundo subjetivo lo busca para drogarse con su esencia, porque consumirla y tomarla es reconocer su valor, la modernidad cierra los ojos en todos los encuentros íntimos que tiene con el mundo subjetivo, porque no puede reconocer que en el fondo tiene ese vacío, esa falla fundamental no puede ser aceptada, los príncipes no salen con los plebeyos.
Se hace evidente la terrible necesidad que tiene el dueño de un Mercedes-Benz de que aquellos que van a pie lo miren, y si los peatones caen, la modernidad habrá ganado, excepto que dos peatones solitarios vean las hojas caer mientras caminan por la banqueta, entonces la dimensión instrumental de la modernidad pierde todo su encanto, todo su poder y se hace evidente que es el emperador el que está desnudo y el que no puede destruir una simple hoja de árbol al caer… hay una guerra secreta y silenciosa.
Caracterización
de una realidad imperfecta
La
modernidad y lo que odia
Resquebrajándose desde sus cimientos, la modernidad es el sueño de la ilustración de un mundo mejor, se trata de algo que nació con las mejores intenciones del mundo pero que se fue convirtiendo en una auténtica pesadilla para la individualidad y la felicidad misma, la presencia hegemónica de la modernidad ha minado poco a poco los reductos del mundo antiguo, que son aquellas prácticas que dan un sentido cultural y personal a la realidad.
Existe una guerra encubierta y abierta, Tiqqun la conoce mejor que nadie, y la modernidad como muchas otras cosas puede ser caracterizada y atacada. ¿Qué es lo que odia la modernidad?
En primer lugar la modernidad odia todo aquello que no tiene explicación, todo aquello que es impredecible, inútil, cuya naturaleza no se puede delimitar por el lenguaje. Y aquí vale la pena mencionar que el mundo científico ha fallado en explicar la realidad desde ópticas objetivas, las matemáticas mismas según Gödel han resultado ser incompletas o inconsistentes. En otro tiempo los esfuerzos positivistas pretendían ver el mundo como algo que se pudiera describir matemáticamente y también predecir, la naturaleza debía ser controlada para servir al hombre, quien dotado de consciencia podía crear un mejor orden que el caos imperante en la arbitrariedad y aleatoriedad del universo. El hombre determinó que no debía morir, determinó que no tenía por qué pasar frío, tampoco tenía que viajar lento sobre sus pies o al lomo de un caballo y comenzó a transformar su realidad, pero se encontró con que el universo no es tan consistente como se pensaba.
Freud mencionó tres heridas narcisistas que ha sufrido el hombre a lo largo de su historia, la última de ellas, dijo es que el hombre no es dueño de su propia mente, sino un habitante más, a eso quizá habría que sumarle que los fenómenos naturales del universo quizá no pueden ser planteados en términos lógicos ni matemáticos, la modernidad odia no poder explicar y controlar esos problemas, odia profundamente que la naturaleza se le resista.
Del mismo modo la modernidad odia toda muestra de consistencia, fe y poesía. Durante siglos los hombres se congregaron alrededor de la cultura y formaron grupos que compartían cierta identidad, hoy en día los individuos ya no tienen una identidad ni pertenecen a grupos en los cuales trascender. En los tiempos de la modernidad líquida cosas como la lealtad o la convicción obedecen más a las reglas del mercado que a las raíces históricas o filiaciones históricas. Una misma empresa fabrica los uniformes de dos equipos rivales, uno vende más que el otro, uno cuesta más que el otro, pero al final del día todas las ganancias van al mismo lugar.
La modernidad puede controlar filias, fobias, pertenencias e incluso nacionalidades y lealtades, esto porque el individuo está desprovisto de su carácter identitario, hoy más que nunca el individuo cree ser libre, pero es incapaz de darse cuenta que está rodeado de servo-mecanismos que dictan cada detalle de su personalidad. La receta para contrarrestar esta terrible amenaza es nuevamente la creación de historias inter-subjetivas que doten al individuo de una realidad que no pueda ser seducida por el aparato moderno, la modernidad odia profundamente la genuinidad, porque eso no se puede comprar ni corromper.
No
compres, renta
La
hiperindustrialización y la modernidad han llevado el capitalismo a
un salvajismo insospechado, la sociedad sólo piensa en el consumo y
este consumo se acabó consumiendo así mismo, pensando en vender
todo lo que se pueda vender, incluso a las personas, hoy en día la
modernidad no tiene pena al pronunciar la terrible expresión
“mercado laboral”, que no está muy lejana de conceptos como
esclavitud, mercado de esclavos.
Y en esta autofagia, el mercado acabó con las compras, resulta que si el consumidor compra un artículo, se vuelve poseedor de ese artículo, ¿Cómo asegurarnos de que volverá a consumir? Smith (Adam) fue muy ingenuo al pensar que el mercado se iba a regular o que la competencia por sí misma ayudaría al consumidor a elegir mejor su siguiente compra, la modernidad lo superó y creó infames modelos de suscripción, en donde el cliente es más que cautivo, esta sitiado y no puede dejar de consumir, si deja de consumir todo el aparato moderno le hará saber que está perdiendo y desperdiciando su vida, las oportunidades se le van de las manos.
La mercadotecnia es atroz, le dicen que al suscribirse se ahorra mantenimiento, que puede deducir esos gastos, que nunca tendrá que preocuparse por nada, que tendrá derecho a la actualización de su producto en cuanto salga algo mejor… Y si no lo quiere, lo puede devolver.
Estos modelos de comercialización tan propios de la modernidad no se limitan a productos o servicios, también a las relaciones humanas, Bauman en amor líquido lo describe a la perfección. Al igual que un coche, una relación al año se vuelve vieja, es un asunto del año pasado, cada generación que nace es una esperanza de un futuro distinto, “nacen con chip” dicen. Las agencias de “búsqueda de talento” a menudo reciben instrucciones para contratar solamente personas jóvenes, puesto que pueden aprender y adaptarse mejor, demasiada experiencia es un lastre, son personas viejas, toscas, incapaces de reconstruirse a sí mismas, que no entienden que el progreso es un imperativo, una necesidad, es inevitable.
Y en esta autofagia, el mercado acabó con las compras, resulta que si el consumidor compra un artículo, se vuelve poseedor de ese artículo, ¿Cómo asegurarnos de que volverá a consumir? Smith (Adam) fue muy ingenuo al pensar que el mercado se iba a regular o que la competencia por sí misma ayudaría al consumidor a elegir mejor su siguiente compra, la modernidad lo superó y creó infames modelos de suscripción, en donde el cliente es más que cautivo, esta sitiado y no puede dejar de consumir, si deja de consumir todo el aparato moderno le hará saber que está perdiendo y desperdiciando su vida, las oportunidades se le van de las manos.
La mercadotecnia es atroz, le dicen que al suscribirse se ahorra mantenimiento, que puede deducir esos gastos, que nunca tendrá que preocuparse por nada, que tendrá derecho a la actualización de su producto en cuanto salga algo mejor… Y si no lo quiere, lo puede devolver.
Estos modelos de comercialización tan propios de la modernidad no se limitan a productos o servicios, también a las relaciones humanas, Bauman en amor líquido lo describe a la perfección. Al igual que un coche, una relación al año se vuelve vieja, es un asunto del año pasado, cada generación que nace es una esperanza de un futuro distinto, “nacen con chip” dicen. Las agencias de “búsqueda de talento” a menudo reciben instrucciones para contratar solamente personas jóvenes, puesto que pueden aprender y adaptarse mejor, demasiada experiencia es un lastre, son personas viejas, toscas, incapaces de reconstruirse a sí mismas, que no entienden que el progreso es un imperativo, una necesidad, es inevitable.
Capitalismo y socialismo, dos hermanos que pensaron ser hijos de diferente padre, pero que no lo son…
El
mundo que no fue…
Tenemos
la idea de que capitalismo y socialismo son cosas diferentes y
opuestas, yo mismo pensé eso durante años, hasta que me propuse
revisar más a fondo el problema. La ilustración fue un periodo en
donde el optimismo invadió el mundo occidental prometiendo que con
el uso de la razón (y el discurso del método (científico)) el
mundo sería diferente y el futuro acabaría siendo maravilloso.
La religión (y la cultura hay que decirlo) eran los grandes lastres de la humanidad y haciéndolos a un lado el ser humano podría enfocar todo su potencial intelectual y demás en la construcción de un mundo mejor, de un mundo idílico, de aquí se desprenden los dos hermanos, por un lado el capitalismo salvaje y voraz tenía vía libre para moldear el mundo a su antojo, ya sin las miradas incómodas de la iglesia ni otras restricciones, el discurso “positivista ilustrado” también llegó, desde luego de la mano de Adam Smith y otras personas que daban al capitalismo las gracias por permitir relaciones comerciales sanas y naturales que hacían girar al mundo.
Del lado de los perdedores estaba el socialismo y demás ideas, quienes pensábamos (y pensamos) que podría haber una alternativa al mundo más justa equitativa y demás, un paraíso en la tierra, considero que uno de los problemas de estos asuntos utópicos es que se cometió la ingenuidad de obviar los mecanismos psíquicos del individuo, por ejemplo en un mundo igualitario la presión por tener más que los demás sigue estando vigente y es algo muy natural y arraigado, problemas como este casi apuntan a ser irresolubles, sin embargo hay mucha luz sobre la psicología, el problema es que los humanos aún somos muy “cavernarios”, por lo decirlo suave, los humanos aún estamos poco evolucionados socialmente hablando. En este sentido creo que las ideas socialistas y demás asuntos eran demasiado ambiciosos para una persona que aún cree que es dueña de su mente y sus ideas.
A menudo he dicho (especulado) que si existieran seres extraterrestres capaces de visitar la Tierra, sería porque aprendieron a cooperar más allá de los problemas humanos como la traición, la falta de acuerdos, el egoísmo y demás asuntos…pero eso nos mete en más problemas.
El mundo que fue es el mundo actual, que se resquebraja y medio reconstruye constantemente, el mundo que no fue es por su parte el mundo que la modernidad odia, por una parte lo que yo llamo el mundo antiguo, podemos pensar en el Japón feudal por ejemplo o en cualquier tribu de África, es un mundo en donde el valor y la cultura pueden mantener unida a una comunidad, en donde cada individuo contribuye al imaginario subjetivo de su pueblo y ello le da sentido a su vida, uno puede ser pleno en comunión con sus dioses y tradiciones. Esto totalmente opuesto a la modernidad en donde uno sólo está en paz con el capitalismo si tiene dinero, sólo se está de acuerdo con los sabios si uno publica en revistas científicas y sólo se está a la moda si uno sale en importantes revistas del tema.
La modernidad parece tener especial fobia al pasado como si todo aquello que existió antes hubiese fracasado, como si no llevara a ninguna parte, la modernidad tiene miedo a quedarse en el pueblo en el que nació, a vivir como los abuelos vivieron, pero quizá a lo que más tiene miedo es a depender, a necesitar de algún elemento que no pueda ser reemplazado, ¿Tiene la modernidad miedo de enamorarse? Podríamos aquí abrir el gran debate y hacer la gran incisión, pero eso lo dejo a criterio del lector.
Lo que es claro es que la modernidad ve todo el pasado como el mundo que no fue y no debe ser, como lo que no debe regresar, es un miedo que se convierte el delirio persecutorio, quizá como la idea que volver y dejar todo lo que se ha conseguido es inaceptable. Todo esto nos va conduciendo poco a poco a la guerra.
La religión (y la cultura hay que decirlo) eran los grandes lastres de la humanidad y haciéndolos a un lado el ser humano podría enfocar todo su potencial intelectual y demás en la construcción de un mundo mejor, de un mundo idílico, de aquí se desprenden los dos hermanos, por un lado el capitalismo salvaje y voraz tenía vía libre para moldear el mundo a su antojo, ya sin las miradas incómodas de la iglesia ni otras restricciones, el discurso “positivista ilustrado” también llegó, desde luego de la mano de Adam Smith y otras personas que daban al capitalismo las gracias por permitir relaciones comerciales sanas y naturales que hacían girar al mundo.
Del lado de los perdedores estaba el socialismo y demás ideas, quienes pensábamos (y pensamos) que podría haber una alternativa al mundo más justa equitativa y demás, un paraíso en la tierra, considero que uno de los problemas de estos asuntos utópicos es que se cometió la ingenuidad de obviar los mecanismos psíquicos del individuo, por ejemplo en un mundo igualitario la presión por tener más que los demás sigue estando vigente y es algo muy natural y arraigado, problemas como este casi apuntan a ser irresolubles, sin embargo hay mucha luz sobre la psicología, el problema es que los humanos aún somos muy “cavernarios”, por lo decirlo suave, los humanos aún estamos poco evolucionados socialmente hablando. En este sentido creo que las ideas socialistas y demás asuntos eran demasiado ambiciosos para una persona que aún cree que es dueña de su mente y sus ideas.
A menudo he dicho (especulado) que si existieran seres extraterrestres capaces de visitar la Tierra, sería porque aprendieron a cooperar más allá de los problemas humanos como la traición, la falta de acuerdos, el egoísmo y demás asuntos…pero eso nos mete en más problemas.
El mundo que fue es el mundo actual, que se resquebraja y medio reconstruye constantemente, el mundo que no fue es por su parte el mundo que la modernidad odia, por una parte lo que yo llamo el mundo antiguo, podemos pensar en el Japón feudal por ejemplo o en cualquier tribu de África, es un mundo en donde el valor y la cultura pueden mantener unida a una comunidad, en donde cada individuo contribuye al imaginario subjetivo de su pueblo y ello le da sentido a su vida, uno puede ser pleno en comunión con sus dioses y tradiciones. Esto totalmente opuesto a la modernidad en donde uno sólo está en paz con el capitalismo si tiene dinero, sólo se está de acuerdo con los sabios si uno publica en revistas científicas y sólo se está a la moda si uno sale en importantes revistas del tema.
La modernidad parece tener especial fobia al pasado como si todo aquello que existió antes hubiese fracasado, como si no llevara a ninguna parte, la modernidad tiene miedo a quedarse en el pueblo en el que nació, a vivir como los abuelos vivieron, pero quizá a lo que más tiene miedo es a depender, a necesitar de algún elemento que no pueda ser reemplazado, ¿Tiene la modernidad miedo de enamorarse? Podríamos aquí abrir el gran debate y hacer la gran incisión, pero eso lo dejo a criterio del lector.
Lo que es claro es que la modernidad ve todo el pasado como el mundo que no fue y no debe ser, como lo que no debe regresar, es un miedo que se convierte el delirio persecutorio, quizá como la idea que volver y dejar todo lo que se ha conseguido es inaceptable. Todo esto nos va conduciendo poco a poco a la guerra.
¿American
gods?
Y
entonces la guerra
Me
gustó la serie de American Gods, aunque no he tenido tiempo de verla
y estudiarla en profundidad, en ella Neil Gaiman propone la lucha
entre los viejos dioses y los antiguos de un modo interesante. Sin
ser fiel a la serie, me permito super-distorsionar el asunto, para el
mundo moderno en efecto los dioses existen, de una forma o de otra,
en American Gods hay personajes como el Sr. Mundo, quien representa
el poder, el capitalismo y demás, en cierto sentido él debería ser
el Dios más poderoso y sin embargo no lo es.
Me gusta pensar que en ese universo los dioses tienen poder en función de cuantos creen en ellos y parece ser que esa es la idea, que por cierto no difiere mucho de nuestro mundo real, los dioses actuales y modernos son el capitalismo, el crecimiento económico, la ciencia desde luego y como hablaba al principio existe también la religión de la auto-realización donde sólo la modernidad sabe cuál es la deidad final a la que adoran.
¿Hay una guerra real?
Me gusta pensar que en ese universo los dioses tienen poder en función de cuantos creen en ellos y parece ser que esa es la idea, que por cierto no difiere mucho de nuestro mundo real, los dioses actuales y modernos son el capitalismo, el crecimiento económico, la ciencia desde luego y como hablaba al principio existe también la religión de la auto-realización donde sólo la modernidad sabe cuál es la deidad final a la que adoran.
¿Hay una guerra real?
Para Tiqqun la guerra es real y está presente en todos los ámbitos de la vida, se trata de la modernidad pujando por una homogeneización, por estandarizar el mundo, se trata de la pérdida progresiva de individualidad, lo cual coincide por lo escrito por Bauman.
Touraine por otra parte menciona que es necesario siempre fijar una postura de acuerdo a los eventos con los que nos confronta la realidad día a día, ser neutrales suele beneficiar a la maquinaria modernista y paulatinamente nos hace parte de ella. Es interesante por ejemplo cómo el ciudadano inmovilizado no puede boicotear efectivamente a las grandes trasnacionales, esas compañías que destruyen el ambiente y precarizan el trabajo. El mundo globalizado no nos permite emanciparnos de nada, todo está conectado, todo está unido, todo está atado (y bien atado).
Touraine añade que para conservar nuestra individualidad del continuo embate de la modernidad es necesario marcar distancia (a la par en la que definimos postura), esto es claramente la guerra, una guerra que como he dicho varias veces vamos a perder. Para Touraine hay que crear espacios de individualidad, excavar las trincheras de la subjetividad y convertirnos en guerrilleros que luchan por mantener lo poco que aún nos pertenece.
Tiqqun por su parte incluso llama al partido imaginario, a la guerra asimétrica y asincrónica, a tomar cada espacio posible y reclamarlo en nombre de la otra comunidad.
Es una guerra curiosa y compleja, la modernidad por ejemplo necesita constantemente bombardear a los ciudadanos con la ilusión del estado de bienestar, por eso el internet está lleno de experiencias que pueden ser vividas, ir a la pirámides de Egipto, dar una vuelta por la Muralla China, ir de caza al Safari… Para Touraine es necesario cortar tajantemente con ese mundo, dejar que la modernidad hable sola, se retroalimente sola, se destruya sola.
Una de las prácticas más terribles de la modernidad tiene que ver con la vista, hoy se trata de mostrar todo, de enseñar, de seducir con él encanto visual, algo que por cierto jamás llega al universo físico, al universo de lo real. Hermosas mujeres hoy no desean tener hijos para que su cuerpo no se transforme y además el cuerpo es algo totalmente ajeno a ellas, lo visten, lo lucen, lo esculpen, pero es un cuerpo que nadie disfruta, es un fetiche, un instrumento, un elemento más en el mercado global.
De ahí la importancia de la guerra, la modernidad amenaza verdaderamente con engullir hasta el último reducto, los medios con los que cuenta son abrumadores, pero también caen ante la indiferencia y la genuinidad, también comercializada en ocasiones.
Comentaba
recientemente con una amiga que el análisis del discurso se
convierte hoy en día en una de las herramientas más poderosas
contra la modernidad, las personas modernas no pueden tener discursos
consistentes, congruentes, puesto que sus discursos son líquidos,
sus promesas efímeras, el lenguaje también está sujeto a un
cambio.
Aparecen los “influencers” que no pueden influir en nada, no son críticos de opinión, no son genuinos, en realidad son nada, simples modelos de cómo hay que vestir, a donde hay que viajar, que hay que comer, etc. Y sin embargo cumplen una función en la modernidad. Para Tiqqun y Touraine es necesario confrontar esa pseudo-realidad que en apariencia nada hace, nada dice pero que en el plano de la realidad es parte de ese gran hermano que dicta como debe ser vivida la vida.
Apartar, marcar, distinguir y crear una comunidad alternativa es lo que plantean Tiqqun y Touraine, desde luego cada quien con su matiz, de cualquier manera no es un asunto que se pueda resolver de modo frontal, el asunto es subversivo, sutil, por encima de la realidad, da la apariencia de ser, de funcionar, es una perfecta ilusión.
La modernidad atacada de este modo no tiene formas de contrarrestar el embate de lo real-subjetivo, excepto desde luego lo que ya conocemos, para la modernidad los poemas contienen mensajes que escapan de lo definido en un diccionario, por ende ese peligro erosiona la mentira del mundo instrumental moderno, la belleza de la simpleza de una hoja muerta siempre podrá desproveer de su sentido de exclusividad a una sala de espera VIP, de la misma forma en que un bello poema siempre será más poderoso que una cena hermosa en un restaurante maravilloso en la ciudad más exclusiva, a la hora correcta.
Sin embargo no es fácil vivir en la resistencia, no es fácil crear una comunidad alternativa, la modernidad ataca siempre con símbolos, con tradiciones “neo-paganas” y en últimas instancias con medios instrumentales primordialmente dinero y en esta dimensión económica lo real tiende a sobreponerse a la magia de lo intersubjetivo, Marx ha muerto dicen algunos y sin embargo el individuo está cada vez más alienado, ajeno a aquello que lo hizo humano: la cultura, el lenguaje, el arte, todo aquello que no puede cuantificarse, medirse o describirse con precisión.
Esta guerra nos puede llevar a estados plenos de satisfacción pero no es algo fácil, requiere que hagamos comunidad, consciencia, que conozcamos nuestras profundidades, miedos y deseos, elementos que las psicologías modernas desestiman, puesto que todo es analizado con criterios funcionalistas, la mente misma es concebida como un caja negra que funciona de forma probabilística, pero el malo es Freud por decir que no somos dueños de nuestra propia mente, que no somos el habitante de nuestro edificio.
Aparecen los “influencers” que no pueden influir en nada, no son críticos de opinión, no son genuinos, en realidad son nada, simples modelos de cómo hay que vestir, a donde hay que viajar, que hay que comer, etc. Y sin embargo cumplen una función en la modernidad. Para Tiqqun y Touraine es necesario confrontar esa pseudo-realidad que en apariencia nada hace, nada dice pero que en el plano de la realidad es parte de ese gran hermano que dicta como debe ser vivida la vida.
Apartar, marcar, distinguir y crear una comunidad alternativa es lo que plantean Tiqqun y Touraine, desde luego cada quien con su matiz, de cualquier manera no es un asunto que se pueda resolver de modo frontal, el asunto es subversivo, sutil, por encima de la realidad, da la apariencia de ser, de funcionar, es una perfecta ilusión.
La modernidad atacada de este modo no tiene formas de contrarrestar el embate de lo real-subjetivo, excepto desde luego lo que ya conocemos, para la modernidad los poemas contienen mensajes que escapan de lo definido en un diccionario, por ende ese peligro erosiona la mentira del mundo instrumental moderno, la belleza de la simpleza de una hoja muerta siempre podrá desproveer de su sentido de exclusividad a una sala de espera VIP, de la misma forma en que un bello poema siempre será más poderoso que una cena hermosa en un restaurante maravilloso en la ciudad más exclusiva, a la hora correcta.
Sin embargo no es fácil vivir en la resistencia, no es fácil crear una comunidad alternativa, la modernidad ataca siempre con símbolos, con tradiciones “neo-paganas” y en últimas instancias con medios instrumentales primordialmente dinero y en esta dimensión económica lo real tiende a sobreponerse a la magia de lo intersubjetivo, Marx ha muerto dicen algunos y sin embargo el individuo está cada vez más alienado, ajeno a aquello que lo hizo humano: la cultura, el lenguaje, el arte, todo aquello que no puede cuantificarse, medirse o describirse con precisión.
Esta guerra nos puede llevar a estados plenos de satisfacción pero no es algo fácil, requiere que hagamos comunidad, consciencia, que conozcamos nuestras profundidades, miedos y deseos, elementos que las psicologías modernas desestiman, puesto que todo es analizado con criterios funcionalistas, la mente misma es concebida como un caja negra que funciona de forma probabilística, pero el malo es Freud por decir que no somos dueños de nuestra propia mente, que no somos el habitante de nuestro edificio.
La
otra comunidad
Si
luchamos como sugiere Touraine lo que estaríamos haciendo es
oponernos a la fuerza “globalizadora” de la modernidad, yo
siempre recomiendo empezar por aceptar nuestros límites, por
reconocer que no somos los primeros, que no pensamos diferente, que
solamente hacemos ejercicios por intentar escapar del ritmo
homogeneizador, porque la modernidad incluye hasta el discurso de la
innovación, del renacimiento, de lo diferente, es necesario entonces
señalar todas las diferencias y hacer las cosas de otra forma.
Uno de los grandes conflictos con el que a veces me encuentro es que a los humanos no nos gusta renunciar a la verdad, ni a la certeza, pese a que Descartes planteaba la necesidad de cuestionar y demás, la realidad es que el ser humano odia la incertidumbre y la ambigüedad, yo mismo la odio, pero no hay alternativa, es necesario empezar desde cero y despojarnos de la “poca” certeza que acumulamos los siglos pasados.
La otra comunidad debe ser un espacio verdaderamente plural, aceptando que la realidad del otro puede ser incompleta, sesgada, incluso tonta, pero así es y eso enriquece y encima de todo permite una verdadera diversidad, en el mundo moderno sólo el pensamiento progresista es aceptado, en la otra comunidad hay que dar espacio incluso a las peores necedades, las únicas excepciones serían quizá las que amenacen la vida o integridad de personas o ambiente.
La otra comunidad debe reconocer y apreciar otras formas de vida, arte, cultura, lengua y expresión, aceptar que el desconocimiento de lo otro es un estado aceptable, no tenemos por qué entendernos, no tenemos por qué hablar un sólo idioma, está bien vivir con esas diferencias, es preciso renunciar a las equivalencias entre lenguajes, quienes quieran conocer al otro deberán entender su mundo subjetivo, esto desde luego ralentiza el mundo, provoca ciertas fricciones, pero es necesario para respetar cabalmente la existencia de la diversidad, en lugar de pujar por una estandarización que en el camino se lleva valiosos tesoros.
La otra comunidad considero debe explorar ampliamente los caminos de la conciliación abandonados por la modernidad y reducidos a acuerdos, contratos, tratados y demás asuntos que nunca contemplarán las cosmovisiones de los pueblos e individuos, esos entramados viejos y arcaicos permiten que existan en el mundo cosas como la lealtad, la compasión y la comunicación misma. En el mundo de la modernidad líquida las palabras y las promesas son elementos que se quiebran fácilmente porque no existe un entramado cultural que los respalde, que les dé consistencia.
Crear la otra comunidad será la única garantía de que en el futuro sí habrá personas con criterio, cosa que parece muy lejana pero que en la práctica se puede ver cada vez más, personas que siempre giran en el mismo sentido, dan los mismos argumentos y repiten consignas pensando que ellos llegaron a la misma conclusión en el mejor de los casos.
Quisiera cerrar preguntando si ustedes como lectores creen que podemos hacerlo, pero antes me gustaría que dieran su opinión de estos temas, que no son triviales y preocuparon a Bauman por mucho tiempo, pese a lo que muchos amigos dicen, yo no creo que haya alguien que continúe con el trabajo de Bauman, aunque hay quienes dicen que hay gente por ahí haciendo comunidad, construyendo la otra comunidad, yo quisiera escuchar las voces que quizá perplejas como yo opinan sobre cuestiones que vivimos día a día pero que el grueso de las personas no aprecian, perciben o entienden, suena feo decirlo pero en una realidad.
Aún recuerdo con mucho cariño a una de mis amigas diciendo “yo no creo que para ser felices tengamos que renunciar a la modernidad”, sin duda es una voz que no ha entendido nada del asunto, por otro lado en “La proa del argo” lo primero que se lee es una frase de Bauman, lo cual desde luego es una bandera, un símbolo y un mensaje que nos dice a los que resistimos donde hay un amigo con quien hacer la otra comunidad.
Queda pendiente un debate, conclusión y otros elementos en donde hay que ir descomponiendo la modernidad, por ejemplo la cuestión de la interpretación, las personas modernas se presentan como personas que sólo ellas se conocen, que ocultan al exterior aquello que son, los “influencers” dicen “Aquellas personas que me conocen sabrán que…”, sin embargo la modernidad le ha dado fuerza y ha revivido a viejos conocidos, entre ellos a la bruja metapsicológica, una extraña creación de Freud que buscaba hablar de lo imposible, lo indecible, lo incongruente.
Nada más alejado de la realidad, Ricoeur en su filosofía de la sospecha nos da un buen mapa sobre cómo entender a la modernidad y deconstruirla, la otra comunidad tiene también la misión de llevar a la luz de la evidencia todas aquellas verdades apoyadas en medios instrumentales que usa la modernidad para simular una realidad que simplemente no es.
Me despido esperando continuar con el debate que mis amigos Bauman y Touraine dejaron sobre las alternativas que nos quedan a los individuos para poder ser siendo personas auténticas en un mundo que absorbe hasta los detalles más singulares de cada persona.
Uno de los grandes conflictos con el que a veces me encuentro es que a los humanos no nos gusta renunciar a la verdad, ni a la certeza, pese a que Descartes planteaba la necesidad de cuestionar y demás, la realidad es que el ser humano odia la incertidumbre y la ambigüedad, yo mismo la odio, pero no hay alternativa, es necesario empezar desde cero y despojarnos de la “poca” certeza que acumulamos los siglos pasados.
La otra comunidad debe ser un espacio verdaderamente plural, aceptando que la realidad del otro puede ser incompleta, sesgada, incluso tonta, pero así es y eso enriquece y encima de todo permite una verdadera diversidad, en el mundo moderno sólo el pensamiento progresista es aceptado, en la otra comunidad hay que dar espacio incluso a las peores necedades, las únicas excepciones serían quizá las que amenacen la vida o integridad de personas o ambiente.
La otra comunidad debe reconocer y apreciar otras formas de vida, arte, cultura, lengua y expresión, aceptar que el desconocimiento de lo otro es un estado aceptable, no tenemos por qué entendernos, no tenemos por qué hablar un sólo idioma, está bien vivir con esas diferencias, es preciso renunciar a las equivalencias entre lenguajes, quienes quieran conocer al otro deberán entender su mundo subjetivo, esto desde luego ralentiza el mundo, provoca ciertas fricciones, pero es necesario para respetar cabalmente la existencia de la diversidad, en lugar de pujar por una estandarización que en el camino se lleva valiosos tesoros.
La otra comunidad considero debe explorar ampliamente los caminos de la conciliación abandonados por la modernidad y reducidos a acuerdos, contratos, tratados y demás asuntos que nunca contemplarán las cosmovisiones de los pueblos e individuos, esos entramados viejos y arcaicos permiten que existan en el mundo cosas como la lealtad, la compasión y la comunicación misma. En el mundo de la modernidad líquida las palabras y las promesas son elementos que se quiebran fácilmente porque no existe un entramado cultural que los respalde, que les dé consistencia.
Crear la otra comunidad será la única garantía de que en el futuro sí habrá personas con criterio, cosa que parece muy lejana pero que en la práctica se puede ver cada vez más, personas que siempre giran en el mismo sentido, dan los mismos argumentos y repiten consignas pensando que ellos llegaron a la misma conclusión en el mejor de los casos.
Quisiera cerrar preguntando si ustedes como lectores creen que podemos hacerlo, pero antes me gustaría que dieran su opinión de estos temas, que no son triviales y preocuparon a Bauman por mucho tiempo, pese a lo que muchos amigos dicen, yo no creo que haya alguien que continúe con el trabajo de Bauman, aunque hay quienes dicen que hay gente por ahí haciendo comunidad, construyendo la otra comunidad, yo quisiera escuchar las voces que quizá perplejas como yo opinan sobre cuestiones que vivimos día a día pero que el grueso de las personas no aprecian, perciben o entienden, suena feo decirlo pero en una realidad.
Aún recuerdo con mucho cariño a una de mis amigas diciendo “yo no creo que para ser felices tengamos que renunciar a la modernidad”, sin duda es una voz que no ha entendido nada del asunto, por otro lado en “La proa del argo” lo primero que se lee es una frase de Bauman, lo cual desde luego es una bandera, un símbolo y un mensaje que nos dice a los que resistimos donde hay un amigo con quien hacer la otra comunidad.
Queda pendiente un debate, conclusión y otros elementos en donde hay que ir descomponiendo la modernidad, por ejemplo la cuestión de la interpretación, las personas modernas se presentan como personas que sólo ellas se conocen, que ocultan al exterior aquello que son, los “influencers” dicen “Aquellas personas que me conocen sabrán que…”, sin embargo la modernidad le ha dado fuerza y ha revivido a viejos conocidos, entre ellos a la bruja metapsicológica, una extraña creación de Freud que buscaba hablar de lo imposible, lo indecible, lo incongruente.
Nada más alejado de la realidad, Ricoeur en su filosofía de la sospecha nos da un buen mapa sobre cómo entender a la modernidad y deconstruirla, la otra comunidad tiene también la misión de llevar a la luz de la evidencia todas aquellas verdades apoyadas en medios instrumentales que usa la modernidad para simular una realidad que simplemente no es.
Me despido esperando continuar con el debate que mis amigos Bauman y Touraine dejaron sobre las alternativas que nos quedan a los individuos para poder ser siendo personas auténticas en un mundo que absorbe hasta los detalles más singulares de cada persona.
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