VITA LENTA
LO ANTISISTEMA DE
ESTAR PRESENTE
Quiero reivindicar el
placer de hacer cosas inútiles, entendidas estas como aquellas que no llevan a
nada o no tienen por qué llevar a nada.
No sé qué tienen las ventanas que dan al mar con
cortinas blancas ondeando al viento que me generan tantísimo placer, tal vez
sea que solo soy un chico mediterráneo viviendo en Madrid, con todo lo que eso
supone. O, tal vez, sea que me hacen pararme, me detienen en mitad del
frenético ritmo del día y a día, me recuerdan la calma de dónde vengo, de una
vida pasada, puede que tan pasada que se remonte a la infancia. Me hacen ser
consciente, me hacen estar presente.
Mi pareja y yo tenemos una rutina que replicamos cada día antes de irnos a trabajar: nos paramos frente al gran ventanal de nuestro piso en el barrio más periférico de Madrid y miramos la inmensidad de color verde que se extiende ante nosotros, nos cogemos de la mano, respiramos y nos recordamos que estamos aquí, que hacemos lo que hacemos porque queremos estar ahí.
Puede parecer bonito, que lo es, pero hasta cierto punto también da miedo tener que recordarse a diario por qué se está yendo a trabajar, por qué abandonamos nuestra casa para pasar diez largas horas en modo autómata. Digo diez horas porque a las ocho de jornada laboral hemos de sumarle las dos horas de metro que hemos asumido con tal de alejarnos del ruido, del gris, de la masificación, de la hostilidad.Precisamente escribo esto tras pasar la hora de vuelta en
metro leyendo el libro que me regaló mi pareja por mi cumpleaños —porque sí, he
de encajar mis momentos de ocio en medio del mecanismo de alienación llamado
semana laboral—, en este libro se menciona la regla de los tres ochos: ocho
horas para trabajar, ocho para dormir y ocho para lo que quieras. El único
compartimento de esos que no varía bajo ninguna circunstancia es el del
trabajo, puedes perder horas de sueño, debes dedicar horas “libres” a
desplazarte al trabajo —yo ya pierdo dos a diario—, debes dedicar horas de ese
tiempo libre a prepararte para el día siguiente, a hacer cosas de casa, cosas
de adulto, total, que al final de todas esas magníficas horas para tu goce y
disfrute solo te queda media hora que terminarás dedicando a deslizar el dedo
por alguna red social con la esperanza de no tener ni un solo pensamiento
productivo más.
Es increíble que la regla que cimenta y sostiene nuestro
sistema sea una regla errónea por definición, pero es que es más increíble que
nuestra vida sea eso que pasa de fin de semana en fin de semana, de vacaciones
en vacaciones, como el juego de la oca.
Con estas palabras no pretendo insubordinar a los
proletarios del mundo, o animar a un motín colectivo en las empresas, creo que
lo único que pretendo es quejarme, es escribir algo que no sea un informe, un
artículo para mi tesis o un correo electrónico agradeciendo la participación en
un estudio. Quiero sentir que soy algo más que mi trabajo, que el paso de las
horas en una oficina.
Quiero reivindicar la vita lenta, un modo de
vida alejado del hostigamiento del tiempo, de la productividad, de la utilidad,
quiero reivindicar el placer de hacer cosas inútiles, entendidas estas como
aquellas que no llevan a nada o no tienen por qué llevar a nada: dolce
far niente, lo bonito de no hacer nada. Es un meme, pero también es una declaración
política: No quiero tu sueño americano,
quiero mi siesta mediterránea.
Escribo estas líneas proyectándome como un señor siciliano
de avanzada edad, de piel tostada con un tatuaje en el pecho que reza Tutto
pasa, y es que todo termina pasando, y las preocupaciones del hoy no serán
nada en el mañana, y aquello que no nos permite estar presentes será ridículo y
absurdo cuando llegue el momento en el que ya no podamos seguir siendo
conscientes.
Exhorto a quien me lea, a que se detenga un instante, que
respire, que se recuerde que está vivo, que es el dueño de su vida —el capitán
de su alma, como diría Whitman—, que el tiempo va a seguir corriendo haga lo
que haga, así que: disfruta, aprovecha cada instante, estate presente y sé
consciente de aquello que haces, y abraza la vita lenta, el dolce
far niente.
Tal vez solo sea un chico mediterráneo en Madrid que
necesita vivir en la última parada de una línea de metro para sentirse a salvo,
puede que solo sea un chaval tratando de hacerse presente escribiendo, lo que
tengo claro es que si solo soy la media hora de tiempo libre que tengo al día,
pienso disfrutar cada uno de esos treinta minutos.
https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/vita-lenta-lo-antisistema-estar-presente
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