EL INTERÉS DE LOS ULTRARICOS EN LA POLÍTICA
CLIMÁTICA
Jeff Bezos, Bill Gates, Richard Branson, ¿quieren realmente salvar el planeta o sólo sus beneficios? En su cautivador libro Fin del mundo y Petit Fours. Les ultra-riches face a la crise climatique, Édouard Morena revela la intoxicación del mundo ecológico por estas grandes fortunas que hacen todo lo posible por aparecer como héroes climáticos. La conclusión es clara y radical: "Fin del mundo, fin de los ultra-ricos: ¡misma lucha!
Pregunta: Desde 2018, los movimientos climáticos han
cobrado un nuevo impulso, gracias sobre todo a figuras como Greta Thunberg y a
organizaciones como Extinction Rebellion y Fridays for Future. ¿Cómo han
reaccionado los ultra-ricos a estas ofensivas?
Édouard Morena: En contra de lo que podría pensarse, en lugar de ver estos movimientos como una amenaza, las élites climáticas los han visto como una oportunidad para mantener el sentido de la urgencia. Han tratado de instrumentalizar la emergencia climática encarnada por estos movimientos para imponer su visión del mundo y de la transición, y descartar así proyectos de sociedad alternativos.
Mantienen una hábil mezcla entre el miedo vinculado a la emergencia climática y la esperanza que vendría de la mano de actores privados, empresas o multimillonarios filántropos. Aparecer en una foto con Greta Thunberg forma parte de su estrategia para mostrar su compromiso con el clima. Al igual que su presencia en el Foro Económico de Davos o la de Aurélien Barrau en la universidad de verano del Medef, que contribuyen a legitimar estos espacios y a reforzar la idea de que la solución vendrá necesariamente de estas grandes reuniones de las élites económicas y políticas mundiales. Aunque estos activistas hablen de forma ofensiva, son ovacionados. Las élites están dispuestas a recibir los golpes de estas personas porque, en última instancia, les convierte de horribles actores económicos en salvadores del planeta.P: ¿Es reciente esta relación ambigua entre las élites y
los activistas del clima?
ÉM: Este deseo de crear vínculos con los activistas
medioambientales ya existía antes de la COP 15 de Copenhague, en 2009. Con su
documental de 2006 Una
verdad incómoda, AI Gore expresó este deseo de crear un movimiento que
movilizara a la sociedad. En este contexto surgieron nuevos tipos de acción,
como el sitio de peticiones ciudadanas Avaaz, que utilizó Internet y las redes
sociales para aglutinar una masa crítica. Entre 2009 y 2015, es decir, entre la COP 15 y la COP 21, se produjo una
aceleración de este recurso a actores que actúan al margen de la diplomacia
climática tradicional. La COP 21 será la culminación de este modelo, que da
mucho espacio a los actores no estatales y a los actores privados como
impulsores de la transición hacia una economía baja en carbono.
P: ¿Qué papel desempeña lo que usted llama "el arma
de la filantropía"?
ÉM: Históricamente, a la filantropía no le gusta
presumir, pero es un actor clave que durante mucho tiempo se ha subestimado
porque permite establecer este vínculo entre ciertos ultra-ricos y la
gobernanza climática, y por tanto la dirección que toma el debate climático a
nivel internacional. La particularidad
de la filantropía climática es que está dominada por fundaciones cuyo fundador
sigue vivo. Siguen muy vinculadas a un individuo y, por tanto, a su visión del
mundo. Como Jeff Bezos, de Amazon, que lanzó el Bezos Earth Fund para luchar
contra el cambio climático. Muchas fundaciones con este objetivo están
vinculadas a las nuevas tecnologías, a Silicon Valley. Otras están vinculadas a
las finanzas, a través de fondos de inversión o gestores de activos. Su apoyo
no es sólo financiero, por lo que su influencia suele ser más sutil. Estas
fundaciones conectan en red a los distintos actores del debate y proporcionan
apoyo logístico, conocimientos y asesoramiento en materia de comunicación, por
ejemplo, o a través de notas informativas a ONG o periodistas. Estas notas son
objetivas, pero su distribución suele coincidir con un momento clave del
calendario climático. Como resultado, el mismo discurso sobre
conclusiones y soluciones aparecerá al mismo tiempo en distintos lugares, como
informes de expertos, medios de comunicación o movimientos locales. Este
discurso compartido parece independiente cuando ha sido orquestado por estas
élites.
P: Usted escribe: "Los ricos no están en la
superficie. Y ése es el problema. Esto va en contra de la idea de que están en
su burbuja, desconectados del mundo real, sobre todo contaminando sin límite...
ÉM: Las élites que he estudiado son plenamente
conscientes de que los impactos del cambio climático amenazan su poder, su
riqueza financiera. Las políticas climáticas y las posibles inestabilidades
geopolíticas futuras podrían servir a sus intereses de clase. Las élites económicas han desarrollado una
"conciencia climática de clase", ya que el verdadero problema para
ellas no es sólo el calentamiento de 1,5 o 2 °C, sino también garantizar que la
transición en curso sirva a sus intereses y garantice su poder. Algunos de los
protagonistas casi evangelizan a sus congéneres, repitiendo: "Os interesa
comprometeros en la lucha contra el cambio climático porque se trata de vuestra
supervivencia como humanos, pero también de la nuestra como ultrarricos".
P:¿En qué se basa la visión de los ultraricos en la
transición ecológica?
ÉM: Sencillamente:
en el capitalismo verde. Para ellos es esencial dar un valor, un precio a algo
para que merezca la pena salvarlo. Así, hay que dar un valor al carbono
almacenado en la naturaleza. En segundo lugar, se centran en la innovación,
porque muchas de ellas están arraigadas en el sector de las nuevas tecnologías,
sobre todo en Silicon Valley. A veces se basan en tecnologías muy
antiguas, como la eólica o la solar, pero su valor añadido reside en el uso de
las TI para tejer redes inteligentes y gestionar así estas tecnologías de forma
más eficiente. Por último, tienen una
visión específica del papel del Estado. Siempre se muestran bastante críticos
con el aspecto excesivamente burocrático e ineficaz del poder público para
reforzar la idea de que los actores no estatales (inversores y empresas
privadas) son los impulsores de la transición. Pero cuidado, esto no quiere
decir que el Estado sea inútil: según ellos, su papel es hacerse cargo de los
riesgos asociados a la transición hacia una economía baja en carbono y hacer
todo lo posible para favorecer la redistribución de la riqueza pública hacia
los actores privados. Economistas como Maxime Combes, coautor de Un pognon de dingue, descifran las decisiones de este tipo especial de Estado social, que
inyecta mucho dinero en la economía dándoselo a las grandes empresas y a los
ricos en lugar de a los más vulnerables. A menudo hay que recortar los presupuestos de sanidad y pensiones para
financiar créditos fiscales o ayudas a los inversores privados. Por tanto, el
compromiso de estas élites es totalmente relevante para determinadas políticas
públicas.
P: Usted describe a algunos como una "jet set
climática". ¿Quiénes la componen?
ÉM: Cuestioné la pertinencia de dar nombres en el
libro, pero estas personas se pasan el tiempo poniéndose en escena, ya sea
Leonardo DiCaprio, Michael Bloomberg o Jeff Bezos. Mediante esta personalización de la cuestión climática, mantienen la
ilusión de que son los multimillonarios, los empresarios, los hombres y los
blancos quienes salvarán al mundo de la catástrofe climática. No debemos tener
miedo de atacar a estas personas, y es importante hacerlo porque encarnan una
visión particular e interesada de la transición que hace hincapié en su persona
y en sus intereses de clase.
P: Entre estos nombres, Christiana Figueres aparece
repetidamente. ¿Qué representa?
ÉM: Christiana Figueres fue directora ejecutiva de la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático tras la COP
15 de Copenhague, y le gusta presentarse como una de las artífices del acuerdo
de París. Es de Costa Rica, un país que lleva apostando por las soluciones
basadas en el mercado y el desarrollo de los bosques tropicales desde la década
de 1990. Hija del fundador de la Segunda República Costarricense en 1948 y
hermana de José María Figueres Olsen, presidente del país en la década de 1990,
que llegó a ser director general del Foro Económico Mundial en 2000, Christiana Figueres está muy implicada en la
puesta en marcha del llamado Mecanismo de Desarrollo Limpio, que dio lugar a
los actuales mercados de carbono. Convertirá esto en un negocio creando su
propia consultoría, formando parte del consejo de administración y asesorando a
fondos de inversión, organismos de certificación y grupos de presión favorables
a los mercados de carbono, como la Asociación Internacional de Comercio de
Emisiones (IETA). Al mismo tiempo, participará en los procesos de
negociación climática como diplomática en representación de Costa Rica.
Tras la COP 21, promueve sin descanso el Acuerdo de París y,
en consecuencia, su particular visión de la transición hacia una economía baja
en carbono. También está implicada con el sector de los combustibles fósiles:
ha formado parte de un consejo asesor de la italiana ENI, ha invitado al
antiguo jefe de Shell a su podcast "Outrage and Optimism", También
fue la anfitriona de la conferencia TED Countdown con motivo de la COP 26 de
2021. Su condición de líder de la causa climática ha reverdecido su imagen.
Otro aspecto
problemático, es que Christiana Figueres juega con su origen costarricense para
dar la impresión de que encarna a los países del Sur y de que la gobernanza
climática tiene realmente en cuenta las necesidades de estos países
vulnerables, cuando históricamente ha estado dominada por los intereses de los
países del Norte. A pesar de todo, conserva una especie de impunidad, pocos se
atreven a criticarla e incluso personalidades comprometidas con la justicia climática
como Bil McKibben o Naomi Klein la apoyan públicamente.
P: ¿No acabarán estas élites moldeando los paisajes y la
naturaleza a través de sus inversiones en determinadas energías renovables o
reivindicando la tendencia de rewilding de los espacios?
ÉM: En estos dos aspectos se perfilan tendencias
claras. En cuanto al rewilding, vemos
una especie de privatización de la tierra y su conversión en reservas de
carbono por parte de grandes terratenientes, a veces en lugares donde no
existían derechos de propiedad. Esto suele ir acompañado de la exclusión y
marginación de las personas que han vivido allí durante cientos o incluso miles
de años. En el Reino Unido, los multimillonarios se han convertido en
"lords verdes" que compran miles de hectáreas de tierras en las
Tierras Altas escocesas, donde los humanos ya no pueden caminar, en nombre de
la protección del medio ambiente y la biodiversidad. Pero estas tierras son sobre todo reservas de créditos de carbono que
pueden venderse a empresas o particulares para compensar sus emisiones de gases
de efecto invernadero.
En cuanto a las
tecnologías para la transición energética, es interesante observar las luchas
que existen en el seno de estas élites. Algunos promueven la energía solar y
eólica e insisten en la eficiencia energética. Otros, como Bill Gates, están más interesados en la energía nuclear
o la geoingeniería, que son soluciones mucho más intensivas en
capital y requieren un mayor compromiso por parte de los poderes públicos. La
situación cambia constantemente. Por ejemplo, la geoingeniería es más
tolerada hoy que hace quince años.
P: ¿Se puede romper la omnipotencia de los ultrarricos?
ÉM: Hay varias razones por las que soy optimista. En
primer lugar, durante las movilizaciones contra la reforma de las pensiones en
Francia, vimos a representantes de ONG como Greenpeace manifestarse junto a
sindicalistas. Establecer este vínculo entre cuestiones sociales y
medioambientales era más raro hace diez años. Luego, veo surgir reflexiones
sobre las cuestiones realmente importantes: ¿cuál sería una verdadera
planificación ecológica? ¿Cuál sería el papel del Estado? ¿Qué es la transición
hacia una baja emisión de carbono? ¿En interés de quién es vital deconstruir la
retórica de quienes creemos aliados? La
urgencia de la cuestión climática ya es reconocida por todos, y su inclusión en
la agenda también ha sido un éxito. Hoy, el principal objetivo es saber qué
tipo de transición queremos. Y aquí es donde surgirán las diferencias; aunque
todo el mundo hable de justicia climática, tenemos que entender que la
transición ecológica que defienden estas élites sólo busca mantener el statu
quo, su poder, y no tiene en cuenta los intereses de las poblaciones más
vulnerables, es decir, las que ya están más expuestas a la crisis climática.
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