ACCEDER AL INCONSCIENTE COLECTIVO
Con frecuencia, una
canción, novela o película considerada tonta o infame por la crítica entusiasma
a millones de personas. ¿Por qué ocurre esto? ¿El público no entiende qué es
bueno y qué es malo según los estándares de la crítica? ¿Acaso la crítica se
equivoca?
Matt Zoller, ganador del Pulitzer y guionista, nos da una pista en su análisis de la película It (2017): «Stephen King tiene una conexión tan directa con el inconsciente colectivo que sus historias tienden a atraparte independientemente de su mérito literario».
Ese inconsciente colectivo explicaría la frase de Zoller y también lo que William Goldman, guionista de Todos los hombres del presidente y La princesa prometida, dijo de los críticos: les pone incómodos reírse con una película como Algo pasa con Mary porque no encuentran en ella valores cinematográficos. ¿Pero qué es el inconsciente colectivo y cómo lo utilizan los artistas?
Según Carl Jung, el inconsciente colectivo es la parte de la
mente de cada persona que se conecta con los pensamientos y emociones
comunes de los seres humanos a lo largo de la historia. El miedo y la risa
son dos emociones básicas ligadas a él. Por ello, aunque sea una obviedad,
conviene recordar que los críticos se emocionan con las mismas historias que el
público. Otra cuestión es que lo reconozcan.
La parte común de la mente que comparte la humanidad está
considerada por algunos artistas y filósofos como un almacén universal de las
ideas. Ese almacén incluye personajes, cuentos, leyendas y mitos que
reconocemos bajo distintas formas, y tratan emociones universales.
Cenicienta en todas partes
A modo de ejemplo, tomemos uno de los personajes del almacén
universal de las ideas: la
Cenicienta. En nuestros días, la imagen de la Cenicienta está asociada a la
película producida por Disney en 1950, basada en el relato escrito por Charles
Perrault en 1697. Pero mucho antes que Perrault, la Cenicienta tuvo
distintos rostros: el de una esclava en el Antiguo Egipto (Rhodopis); la hija de un líder guerrero, esclavizada por la
madrastra, en un cuento chino medieval (Ye Xian); el de una reina maltratada
por su suegra y sus cuñadas en la antigua Persia
Y así hasta las heroínas de las telenovelas de nuestros
días, pasando por Julia Roberts en Pretty
Woman (1990).
Arquetipos
La Cenicienta es lo que llamaba Jung un arquetipo: un
personaje universal. Esto explicaría, entre otras razones, que Pretty
Woman haya tenido en España cerca de 40 pases en las televisiones en
abierto con excelentes resultados de audiencia cada vez. Los arquetipos
explican por qué las novelas, las películas y las series tienen chicos
buenos, chicos malos, personas inocentes, magos, familiares malvados…
Hay artistas que rechazan el uso de arquetipos porque
consideran de manera errónea que son clichés. Pero no conviene confundir un
arquetipo con un cliché. Un héroe es un arquetipo. El cliché es mostrar el
triunfo del héroe en el último minuto, cuando ha perdido todas las fuerzas,
porque mira a los ojos de la chica que ama. Un villano es otro arquetipo. Un
cliché es que el villano explique sus planes antes de matar al héroe, dando
tiempo a este para pensar un plan o a que llegue un equipo de rescate.
Las historias que calan en el público emplean los arquetipos
reinventándolos. Jesucristo es John Connor en Terminator y
es Neo en Matrix. Las narrativas son similares. Juan Bautista
anuncia la llegada del mesías; el padre de Connor, la llegada del líder contras
las máquinas. Y Morfeo anuncia la llegada del elegido. Jesucristo, John y Neo
tienen dudas sobre su destino. Pagan las consecuencias de la traición y pasan
por un calvario antes de conseguir su propósito.
Volvamos a la Cenicienta: producciones recientes muestran a
las cenicientas modernas abandonando la búsqueda de un príncipe para valerse
por sí mismas. Porque la Cenicienta no trata sobre cómo una joven humilde se
casa con un príncipe, sino cómo una joven sobrevive al acaso y la humillación.
Pero hoy, una mujer no necesita casarse con el jefe de los cazadores de mamuts
para recibir respeto, puede crear su propia tribu. La Cenicienta o el mito del
elegido calan cuando los arquetipos reflejan los deseos y las angustias humanas
del momento.
Emociones universales
Eugene Ionesco dijo en cierta ocasión: «Las ideologías
nos separan; los sueños y la angustia nos unen». Y son muchas las angustias que
padecemos, aunque contamos con tecnologías inimaginables en el pasado. En el
almacén del inconsciente colectivo hay cajas de incertidumbre por el futuro,
miedo a lo desconocido, a la soledad, la angustia porque no se ve sentido a la
vida…
La superación de la angustia también forma parte del
inconsciente colectivo. Es un deseo común. El público quiere que los
personajes, tras pasar por numerosas penalidades, sean felices o consigan la
calma, obtengan el reconocimiento anhelado o logren su propósito, aunque sea
tras la muerte. (La muerte de un personaje no molesta al público cuando antes,
o por esta misma muerte, consigue su objetivo: el protagonista de Gladiator obtiene
venganza; Thelma y Louise, la libertad).
Los artistas que están contra los finales felices arguyendo
que son un invento de Hollywood se equivocan. Los finales felices forman parte
del inconsciente colectivo. Vienen de épocas donde el hambre, la guerra y la
enfermedad aniquilaban poblaciones enteras; cuando la religión y los sueños eran
los únicos consuelos, y la comida y la bebida eran consideradas como los
mayores placeres.
Hoy en Occidente vivimos sin la incertidumbre de que la
peste o el hambre acaben con nosotros y nuestros seres queridos. Ni siquiera la
posibilidad de una guerra nuclear nos espanta. Pero cada persona lucha por su
bienestar, el de su familia y el de los amigos. El gran público no quiere
recibir una enseñanza moral: no huye de la vida real para encontrarse con la
vida en la ficción.
Lo que el inconsciente colectivo hace por los artistas
Con todo lo dicho, el inconsciente colectivo parece una
herramienta simple: la reutilización de personajes e historias universales.
Pero recordemos que Stephen King tiene una conexión directa con el inconsciente
colectivo que atrapa al público, con independencia de su mérito literario.
Quizá se debe a cómo trabaja King: sin un plan. En su ensayo
semibiográfico Mientras escribo, considera que escribir una
historia es desenterrar un hueso prehistórico con un pincel. Cada pincelada es
una palabra a la que se sucede otra. Esto es curioso porque Jung visualizó el
inconsciente colectivo como un sótano excavado en la piedra llena de huesos
prehistóricos.
Hay, pues, artistas que se contentan con los huesos que
están a la vista, como los arquetipos del chico bueno, el chico malo, la
princesa… Y otros, como King, David Lynch o Alan Moore, remueven la tierra. Eso
explicaría por qué, de repente, un artista conecta con millones de personas con
una novela o una canción al dar forma a ideas, sueños y angustias
indefinidas compartidas que «están ahí».
Cómo acceder al almacén universal de las ideas
¿Cómo acceden algunos artistas a las ideas y emociones comunes
que no están a la vista?
Los sueños
Jung considera que el acceso más directo al inconsciente
colectivo son los sueños. ¿Pero cómo recordarlos?
Conviene plantearse la escritura de un diario de sueños. Al
despertarte, mientras conservas rastros de la última imagen del sueño, anota
esa imagen. Sucede, entonces, un fenómeno curioso: esa imagen lleva a recordar
otras del sueño hasta que se completa, siguiendo una narrativa inversa, a la
manera de la película Memento.
Si al despertar no permanece la última imagen, suele
funcionar decir palabras al azar (perro, casa, árbol…) hasta que alguna conecte
con la última imagen del sueño. Es una suerte de escritura automática a la
manera de los surrealistas.
Gracias a ello, he llegado a escribir sueños de varias
páginas en las que fui un caldero que cocinaba historias, una niña negra
sentada con miedo en un autobús en Alabama en los 50, un extra en el rodaje
de Encadenados, en la fiesta del esposo nazi de Ingrid Bergman
mientras ella guarda la llave en la mano…
Los sueños ajenos
Si eres artista, no faltará quien te comente el último sueño
que ha tenido o uno recurrente. Si esto no ocurre, pregunta. Di que es para tu
trabajo. No es raro encontrar patrones o elementos comunes en los sueños
ajenos: es una manifestación directa del inconsciente colectivo.
Escuchar con atención las historias de otros
De la misma manera que ocurre al escuchar sueños ajenos, las
anécdotas de otras personas están llenas de patrones comunes. Conviene escuchar
estas historias con atención, en lugar de distraerse con las notificaciones del
móvil, para percibir ese «run-run que está en el aire» y al que aún nadie ha
puesto nombre.
Las teorías de la conspiración
Este tipo de teorías reflejan miedos antiguos a través de
otros rostros o miedos del momento.
Los campesinos del siglo XIII podían creer que los señores
de las tierras habían pactado con el diablo, de la misma manera que cientos de
miles de adictos a las redes sociales creen que los gobiernos del mundo han
llegado a acuerdos con civilizaciones extraterrestres para convertirnos en
carne picada.
Pero los campesinos del siglo XIII no se planteaban la
posibilidad de vivir en una realidad simulada o que, tras la peste, la mayoría
de la población estaba formada por hologramas. Las tecnologías traen nuevas
supersticiones y teorías conspirativas.
Practicar técnicas surrealistas
El poeta francés André Breton escribe en El
manifiesto surrealista (1924) que el surrealismo es «un automatismo
psíquico puro mediante el cual se busca expresar, verbalmente, por escrito o de
cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento libre de toda
preocupación estética o moral».
El automatismo psíquico conecta con el inconsciente colectivo.
Para conseguirlo, desarrollaron una serie de técnicas. Una de ellas es el
cadáver exquisito, que trata de encontrar el inconsciente de un grupo: varias
personas añaden a un dibujo o frase, otro u otra sin ver lo que han hecho las
demás personas antes que ellas.
A solas con los propios pensamientos
No es la primera vez que lo decimos: lo que realmente
pensamos y decimos aparece en los silencios, durante el aburrimiento. Para
acceder a estas ideas conviene mirar un cuadro, la ventana, el suelo o incluso
una pared (a la manera de Da Vinci).
Estas son solo algunas técnicas que pueden ayudarnos a
conectar con el inconsciente colectivo. Y nos ayudarán si queremos enviar un
mensaje o mostrar aspectos de cómo somos, o curar a un mundo angustiado.
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