LA BUENA VIDA ES
IMPOSIBLE…
... Sin una relación de resonancia entre el yo y el mundo
Podemos pensar varias palabras que definirían la vida actual
bajo el influjo de la modernidad: Velocidad, celeridad, falta de tiempo,
competencia, inestabilidad, eficacia, cambio. Todo ello es el resultado de la
aceleración del tiempo, de la aceleración social. Tal y como Hartmut Rosa, uno
de los principales representantes actuales de la Escuela
de Frankfurt, ha sostenido en sus obras pasadas, en la sociedad existen patrones y normas que gobiernan la vida del ser
humano y le impiden llevar una «buena vida». Esas normas no le son
transparentes, no llega a poder señalarlas debido a que dirigen la vida
subrepticiamente. Para desocultarlas es necesario realizar una teoría
crítica de la aceleración social en tanto que permita descubrir cuáles son y
cómo operan. Y este precisamente es el trabajo que ha desempeñado Rosa en su
posición de sociólogo y filósofo.
El camino de la resonancia para escapar de la alienación
En la obra Remedio a la aceleración. Ensayos sobre la resonancia; la solución, el remedio, debe buscarse desde lo que Rosa llama ‘resonancia’, concepto que toma prestado de Charles Taylor. Para el sociólogo alemán Hartmut Rosa, la vida buena es imposible sin una relación de resonancia entre el yo y el mundo.
Así, el sujeto es capaz de "apropiarse" del mundo de una manera que transforma la esencia del yo a través de la "conexión". La "resonancia" es un concepto que se supone que actúa como antídoto contra la aceleración del mundo, esa aceleración y velocidad que está perturbando nuestras vidas.
La propuesta de Rosa es clara: «Lo que propongo es lo siguiente: estamos no-alienados cuando entramos en
resonancia con el mundo. Cuando las cosas, los lugares, las personas que
encontramos nos impresionan, nos emocionan, nos conmueven; cuando nos sentimos
capacitados para responderles con toda nuestra existencia». Lo que
denuncia Rosa es la indiferencia frente a la vida y sus componentes, la
frialdad con la que el ser humano, en nuestra época, se relaciona con los demás
y lo demás.
La aceleración de la resonancia: ¿una aporía existencial?
Lo que Rosa sugiere es, de hecho, menos una aceleración
rítmica de la resonancia que una intensificación de su promesa. Así, nos invita no tanto a activar y
acrecentar nuestros impulsos vitales en una especie de cálculo mecánico como a
dejar que nos invadan al azar, en una ética de la disponibilidad y la acogida
(al otro, a la belleza, al asombro...). El gran ritmo que le gustaría ver
sería, pues, el nuevo ritmo de una Modernidad despojada de su celeridad y de
todas sus prisas, vinculada al aumento de nuestros afectos (y no de nuestras
prestaciones corporales, como defienden los promotores del hombre aumentado).
Un "hilo vibratorio".
Para Rosa, "la
transformación profunda de nuestras sociedades sólo se logrará entrando en una
nueva relación con el mundo marcada por una relación de respuesta con él; no se
trata de entender el mundo para meterle mano y reorganizarlo con la ayuda de
nuestros artefactos técnicos, sino simplemente de entrar en relación con
él". Entrar en relación con alguien, con una idea, con una obra que nos
conmueve (un libro, un paisaje, una pieza musical...): la buena vida sólo puede
proceder de este impulso vital, que no es más que un "hilo
vibratorio". Todas estas relaciones vibrantes que somos capaces de
activar, a veces, en nuestras vidas nos descentran de la lógica de la
instrumentalización y la mercantilización.
Algunos podrían tener la tentación de ver en este
llamamiento aparentemente despolitizado a la resonancia un eco procedente de
las profundidades del desarrollo personal o de la psicología de las multitudes
asustadas, que buscan soluciones algo frívolas a su desorden existencial. Se
equivocarían, ya que Rosa se inscribe en una tradición filosófica y sociológica
-la Escuela de Frankfurt (Herbert Marcuse, Erich Fromm, Theodor Adorno y Max
Horkheimer)- cuya obsesión ha sido siempre, a través de la teoría crítica,
pensar en lo que está mal en nuestra forma de estar en el mundo y tratar de
oponerle un horizonte ético y práctico beneficioso.
Frente a todos estos
colapsos, incendios, revueltas, cóleras, resentimientos, humillaciones,
agotamientos, que recorren nuestro tiempo, la resonancia se nos ofrece como un
motivo liberador.
Aprender a escuchar al mundo
"Hay que
aprender a escuchar el mundo, a percibirlo de nuevo y a responderle; es muy
distinto a deshacerse de él", sugiere Rosa. Primero escucha, "pero sólo a partir de la atención que
logremos dar a la presencia del otro, podremos intentar dar respuestas
circunstanciales y experimentar nuevas formas de convivencia".
Por tanto, lo que debemos aclarar en primer lugar es cómo queremos relacionarnos con los demás y con el mundo. Hacer que el mundo vuelva a ser capaz de hablar, hacer que estos "hilos vibratorios" cobren vida: más allá de un programa político, Hartmut Rosa traza las líneas maestras de un programa existencial, que le corresponde a cada uno, junto con otros, desplegar en secreto.
La aceleración de la resonancia para
todos será la condición de posibilidad de un mundo común reconfigurado.
Resonemos, agrupémonos, ¡y mañana la resonancia será la raza humana!
No hay comentarios:
Publicar un comentario