LLEVAMOS MILES DE AÑOS ALTERANDO ECOSISTEMAS
Eso no es ni bueno ni malo
Los seres humanos nos diferenciamos de otros animales por
tener conciencia. Y eso nos lleva a juzgarnos cuando nos damos cuenta de la
huella que ejercemos sobre el planeta. Pero eso no es algo que esté ocurriendo
solo en esta era, llevamos miles de años, desde que apareció el primer ser
humano sobre la tierra, alterando los ecosistemas.
De todo ello y con el objetivo de poner un poco de
perspectiva histórica sobre esto, el biólogo Álex
Ritcher-Boix ha publicado El primate que cambió el mundo. (Planeta, 2022).
«Es difícil tomar conciencia de la crisis ecológica que afrontamos cuando no sabemos de dónde venimos, cuando desconocemos el mundo que había antes de que lo sometiéramos a la incesante actividad humana», explica el autor en el prólogo. Y de esta manera, nos embarcamos con él en un viaje que nos lleva muy atrás en el tiempo.
Así, descubrimos cómo los primeros hombres empezaron a
transformar los paisajes y a alterar los ecosistemas, primero con la caza,
después con la agricultura; cómo transformaron el hábitat y la vida de animales
domesticándolos y cómo estos supieron adaptarse también a esos cambios.
Como si nos quisiera poner frente a un espejo, Ritcher-Boix
nos lleva al momento en el que el hombre fue consciente, por primera vez, de la
extinción de especies. Pero hasta que aprendió que la naturaleza es finita y
que su ambición acababa con su propio sustento, desaparecieron para siempre
especies como las alcas y el dodo, y a punto estuvimos de eliminar de los océanos
también para siempre a las ballenas.
Sin embargo, el libro no pretende denostar la figura humana,
sino hacernos comprender que, como depredadores, también nosotros contribuimos
al equilibrio del planeta, si no se nos va la cabeza, claro está.
«No hacemos nada
especial que no hagan otras especies», advierte Álex Ritcher-Boix. «Un depredador, si tiene una
superabundancia de su población, puede extinguir a sus presas, por ejemplo. Los
humanos, en el fondo, somos animales, nos guste o no, y tenemos esta tendencia
a depredar nuestros recursos. Lo que pasa es que los humanos somos conscientes
del daño. Somos conscientes de que también, cuando extinguimos un recurso,
quienes sufren en el fondo, como también otros animales, somos nosotros».
Todos los seres que poblamos el planeta formamos parte de
una cadena y aunque ocupemos el puesto más alto en la jerarquía, el daño o el
bien que causemos a un ecosistema repercutirá también en nuestra forma de vida.
«Cuando extinguimos un recurso, las
poblaciones, las personas, las comunidades que dependían de él también padecen.
Hay trabajos, hay oficios que se perdieron cuando se perdió ese recurso. Y lo
mismo sucederá muchas veces más. El problema es que nuestra capacidad de tener
esta conciencia debería llevarnos a aprender de una vez a administrar mejor
nuestros recursos. Que podamos convivir con la naturaleza de una manera más
armónica», sentencia.
Claro, es que no es solo extinguir especies, sino que
estamos afectando al ecosistema y a nuestra forma de vida. Ya no es que falten
alimentos, es que acabamos con oficios, profesiones… nuestro ecosistema económico, en definitiva.
Exacto. Todavía no entendemos cómo funciona todo. La
ecología es tan compleja y hay tantas interacciones entre tantas especies que
ese es el mensaje que siempre se lanza. Muchas veces no vemos las
consecuencias, parece que no esté pasando nada, que los ecosistemas siguen
funcionando más o menos igual, pero realmente no sabemos hasta qué punto están
cambiando las cosas de una manera muy sutil y que en un momento dado puede
colapsar todo. Y ahí es cuando aún padecen más esas comunidades que viven de
ese recurso, de ese ambiente, de ese ecosistema.
Hablábamos de depredadores. Somos un depredador más en
esa cadena, por tanto, también tenemos una función útil. Pero surgen corrientes
como algunas animalistas (que no parecen hacerte mucha gracia) que llevan la
conservación de la naturaleza al extremo. Y esa tampoco parece ser la solución,
¿no?
No. Bueno, eso era hablar un poco en broma en el libro, pero
porque me he encontrado que realmente existe una rama —supongo que es más bien
filosófica— que como filosofía tiene su naturaleza y su razón de ser, que es la
de plantearse diferentes mundos, diferentes cosas. Cuando eso, poco a poco, va
calando en la sociedad, los ecólogos muchas veces nos encontramos con problemas
a la hora de trabajar.
Cada vez hay más animalistas en la sociedad, lo cual me
parece muy bien. Yo siempre he tenido perros, he tenido gatos y defender los
derechos que protejan y cuiden bien a los animales, también a los animales de
granja, me parece perfecto.
Pero cuando este animalismo o esta visión tan humanista
interacciona con la naturaleza y queremos interferir en ella y dar propiedades
o derechos casi humanos a los animales, y a juzgar que un león mate a una presa
suya, pues claro, empezar a juzgar esto, que es casi doloroso, viéndolo como un
crimen, como si un asesino estuviese matando a alguien, me parece que es perder
la objetividad. Humanizar el mundo cuando, en el fondo, lo que deberíamos hacer
es animalizar a los humanos.
Hay choque ahí entre los ecólogos y los animalistas, ya no
solo con esto, también a la hora de tratar con las especies invasoras. A los
biólogos, a los ecólogos, a la gente que trabaja con la conservación del
medioambiente les preocupa la viabilidad de las poblaciones. Ante una especie
invasora que es introducida pueden optar por decir «vamos a gestionarla, vamos
a intentar controlar esta población, aunque sea matando individuos, porque
están afectando a especies que son nativas».
Y muchos de los animalistas están en contra de este tipo de
intervenciones no dándose cuenta de que, con una buena acción de intentar
salvar a unos cuantos individuos, en el fondo están perjudicando a otros
muchos.
Hablabas de la relación que tenemos con los animales, de
esa manera de humanizarlos. Cuando hablas de los lobos y de los tigres, dices
que siempre les damos el papel de malos en los cuentos. Me preguntaba si en el
fondo no es un poco humanizarlos. Quizá tengamos que dejar de humanizar tanto
para lo bueno como para lo malo…
Sí, es difícil. Porque al final, todos tendemos a ver el
mundo desde nuestra perspectiva. Incluso como individuos, siempre tendemos a
tirar hacia nuestra manera de pensar. Y obviamente no podemos sustraernos de
nuestra naturaleza humana y tratamos de entender la naturaleza desde nuestra manera
de ver, desde nuestra percepción.
Pero entiendo el problema con los lobos, los tigres. Son
especies que son problemáticas. La conservación de las especies carnívoras, de
los grandes carnívoros como hienas, tigres, leones, lobos… es muy problemática
porque las comunidades que viven cerca de estos animales tienen sus razones
para temerlas. Son animales que tienen un peligro relativo, que pueden agredir
a las personas, pueden matar al ganado y es normal que históricamente haya
existido un conflicto.
En la ecología también hablamos de conflictos con estas
especies. Pero realmente, sobre todo en los mundos occidentales, donde el mundo
rural también está en retroceso, se tienen que encontrar maneras de convivir.
Es que a veces es también muy cultural. Por ejemplo, cómo conviven en la India
con los tigres o en el Nepal con las panteras. Culturalmente, tradicionalmente,
tienen una visión de la naturaleza distinta que, de alguna manera, les ha
permitido convivir mejor que no en otra cultura occidental, que es mucho más
explotativa y ve mucha más competencia con la naturaleza en lugar de verse como
parte de ella.
¿Nos falta perspectiva histórica?
Exacto, esa era mi intención con el libro. Afortunadamente,
cada vez se habla más del cambio climático y la conservación del planeta, pero
faltaba esta perspectiva histórica. Faltaba tomar conciencia de cómo los
humanos hemos ido alterando el mundo para lo bueno y para lo malo.
Mi intención era tomar conciencia de que los paisajes que a
veces consideramos no naturales en el fondo también lo son. Los humanos
llevamos miles de años alterando los paisajes y a veces, en ecología, cuando
hablamos de conservación, pensamos en espacios prístinos.
Pues bueno, los espacios humanizados, nuestros campos de
cultivo, nuestras dehesas… son paisajes históricos, también son paisajes que
tienen miles de años, donde unas especies ya hace siglos que se han adaptado a
vivir en ellas y dependen ya de estos paisajes también. Tan naturales son estos
paisajes en el fondo como los que crea un elefante cuando tira abajo unos
cuantos árboles y abre un claro en el bosque.
Quería mostrar ese equilibrio, los humanos como una especie
más creadora de ecosistemas, pero, al mismo tiempo, como creadora de grandes
problemas.
Entre esos microsistemas que estamos creando, están las
macrogranjas y la polémica en torno a ellas. ¿Cómo se ve esto desde el lado de
la biología?
Sé muy poco del tema. Realmente es un problema muy complejo
porque entiendo que hay factores económicos, sociales. Tienes que hacer un
equilibrio. Y como sociedad también tenemos que hacer esta reflexión y estos
equilibrios de saber que hay cosas que son realmente necesarias, aunque
parezcan malas para algo.
Pero en el caso de las macrogranjas, no sé hasta qué punto
se ha hecho esa reflexión, porque es obvio que la carne es mucho más barata la
que se obtiene de este tipo de granjas; y que hay mucha gente que seguramente
no podría consumir carne si no tuviera ese precio, con lo cual, son una
necesidad sociológica y económica.
Pero, por otro lado, hay que pensar también cuántos puestos
de trabajo y qué tipo de trabajo ofrecen, o qué ofrecen a nivel social, no solo
a nivel ecológico. ¿Qué supone su transporte, por ejemplo? Tienes que utilizar
muchos recursos para transportarla.
Están poco vinculadas al paisaje y a la comunidad en la que
se integran. Realmente, son elementos bastante agresivos, entiendo yo, para los
ecosistemas y para las comunidades y sociedades que hay a su alrededor.
Biológicamente, no creo que sean nada sostenibles, contaminan muchísimo, tienen
que llevarse los contaminantes de allí…
Sin embargo, en una agricultura y ganadería más local, más
extensiva, puedes cerrar un poco más los ciclos. En las granjas más integradas,
puedes coger las heces de las vacas y aprovecharlas para hacer abono para el
campo. En una macrogranja eso no lo puedes hacer. O acabas con montones de
residuos o tienes que sacarlos en camiones. Todo va en contra de cualquier
sistema ecológico como tal. Es un artificio enorme, por eso a nivel ecológico
no las veo sostenibles.
Hablas también de virus y bacterias. No somos conscientes
de que deben estar, de que incluso somos su ecosistema. Ahora el objetivo está
en perseguir ciertos virus. ¿Qué pasaría si consiguiéramos erradicarlos? ¿Qué
nos ocurriría?
¡Ostras, es muy difícil de saber! En ecología, los círculos
son tan complejos a veces que es realmente difícil de predecir. Virus,
bacterias son algo que la gente no se lo ha planteado mucho porque parecen
invisibles, pero los mosquitos, que transmiten enfermedades, sí se ha planteado
muchas veces alterarlos genéticamente para intentar acabar con ellos. Y muchas
veces incluso se ha planteado filosóficamente o éticamente el dilema de qué
pasaría si realmente tuviésemos la capacidad de eliminar a los mosquitos del
mundo.
Aparentemente quizás no pasaría nada, pero realmente no lo
sabes. Porque hay muchos animales que se alimentan de los mosquitos; los
mosquitos, al transmitir virus y enfermedades, por ejemplo, a aves y otros
animales, quieras o no son unos controladores naturales de poblaciones. Cuando
unas plantas o animales enferman, en el fondo están regulando esas poblaciones.
Entonces, cuando fallan las enfermedades, fallan los
depredadores —porque un patógeno es como un depredador—, si eliminas un
depredador, alteras todas las poblaciones que están por debajo de él. Si
eliminas la enfermedad, también todos los que la padecían se ven liberados de
ese peso y no sabrías nunca lo que pasaría, si eso alteraría el ecosistema. Es
difícil de predecir, pero también es muy lícito poder eliminar las
enfermedades.
La covid, ¿ha surgido porque vivimos en un planeta
enfermo?
Bueno, cada vez estamos más conectados y eso favorece que
las epidemias se expandan. Lo cierto es que cada año se identifican entre 5 y
10 enfermedades nuevas, las llamadas enfermedades emergentes, y en su mayoría
son zoonóticas. Las recibimos de animales salvajes o de animales salvajes que
las transmiten a animales domésticos y estos a nosotros. Es algo que está
pasando continuamente.
Tanto en Asia como en África, las zoonosis son algo muy
normal. Por suerte, la mayoría de estos casos quedan en nada, quedan en una
infección de una o dos personas que han estado expuestas, pero no es contagioso
y no va a más.
Pero en el caso del covid, ha resultado ser muy infeccioso y
se ha dispersado por todo el mundo. Sin embargo, también pasó con el virus del
sida en su momento, que también surgió de las selvas, seguramente por cazar
primates, y de allí se dispersó. Y sigue siendo una pandemia mundial, aunque ya
no se hable tanto de ella.
Esto siempre está y siempre pasará. Los científicos cada vez
trabajan más para intentar detectar lo antes posible estos problemas y
cortarlos de raíz. Pero ya hemos visto que no es fácil. Vivimos en un mundo tan
conectado que, hoy en día, una persona que se infecta en África o en China, en
cinco o seis horas está en la otra punta del mundo.
¿Qué pasaría si se perdiera todo el hielo de la
Antártida? Se ha dicho que aflorarían bacterias para las que quizá no tengamos
defensas. ¿Serían realmente una amenaza?
Sí que se habla de esa manera en los círculos científicos.
Muchas bacterias que llevan quizá miles de años allí, bajo el hielo, en
letargo, no sabes nunca si pueden despertar. O los animales que se encuentran
congelados y que van emergiendo, uno nunca sabe con estos organismos… U hongos,
que los hongos, a veces, también tienen mucha resistencia y pueden las esporas
pasar años y años resistiendo y nunca sabes realmente qué puede pasar.
Son ecosistemas que habíamos dado por desaparecidos y que
están emergiendo, y nunca sabes lo que te puede salir de ahí. El peligro existe
en este sentido. No tiene por qué, pero la probabilidad siempre está ahí.
¿Es reversible el cambio climático?
Yo suelo ser optimista con casi todo, pero con el cambio
climático soy bastante pesimista. Llevo oyendo lo mismo desde que estudiaba la
carrera en los 90, cuando ya se empezaba a hablar bastante del cambio
climático. «Todavía estamos a tiempo», y ya han pasado 30 años y todavía no se
ha hecho nada. Y todavía se dice «bueno, aún queda algo». Bueno, no sé yo.
Hemos perdido 30 años y no se ha hecho nada. Y no parece que
se hagan muchos esfuerzos. Supongo que es un problema de la pérdida de
biodiversidad. Son cosas tan complejas y al mismo tiempo tan sutiles… Porque
son cambios muy prolongados en el tiempo que afectan a unos, a otros no los
afectan. Mucha gente no percibe estos cambios y si lo hace, los percibe para
bien. Imagino que para un habitante del centro o norte de Europa, un poco más
de calor en su país le parecerá estupendo, pero para los que vivimos en el sur…
Es muy complejo poner a toda la humanidad de acuerdo para
hacer algo cuando de un pueblo a otro, de un país a otro, somos incapaces de
coordinarnos para hacer cosas conjuntas. Es difícil, es difícil.
Y esto, en el fondo, ¿no es una selección natural de
especies?
Tenemos que tener claro que cualquier problema que ejerzamos
sobre la Tierra, como el cambio climático, los perjudicados somos nosotros.
Nosotros somos conscientes de lo que estamos haciendo y además dependemos del
clima actual. Llevamos 10.000, 12.000 años con un clima muy benévolo, que es el
que dio pie al Neolítico y al nacimiento de las civilizaciones tal y como las
conocemos; y dependemos mucho de este clima: nuestros campos, nuestros ganados…
Si volviese la Edad de Hielo o todo fuera un clima tropical,
esto no se aguantaría. Nuestro modo de vivir tiene que cambiar. Y no digo que
se extinguiría nuestra especie, pero sí que habrá comunidades, que es lo que se
advierte, que padecerán mucho. Las zonas que ya son de por sí áridas, como
Oriente Medio, el norte de África o el sur de Europa, lo sufriremos muchísimo.
Que sufran las poblaciones, al final lo que lleva es a
conflictos humanos. Y ya sabemos lo que hacemos los humanos cuando hay pocos
recursos y hay conflictos. No solemos resolver los problemas de una manera muy
civilizada.
La naturaleza seguirá su ritmo. El 99% de las especies que
han vivido sobre la Tierra se han extinguido por equis razones y la vida cada
vez es más rica, cada vez resurge con más fuerza. El día que desaparezcamos los
humanos o haya un cambio climático otras especies ocuparán esos hábitats. Las
generaciones del futuro quizás tendrán que acostumbrarse a vivir de otra
manera.
Yo espero que la humanidad sea capaz de encontrar soluciones
y que la transición sea lo más pacífica y tranquila posible. Y sin dejar atrás
gente.
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