Desde
la irrupción de la crisis financiera han ido surgiendo proyectos y
formas de organización colectiva, que siendo cada vez más firmes,
permiten avanzar en el objetivo de liberarnos de la banca.
Hace
algunos años, en una
acción de
Ecologistas en Acción usamos el lema #LiberémosnosdelaBanca. Ya ha
llovido desde entonces, pero ha sido una lluvia fertilizante que ha
permitido que hayan ido surgiendo proyectos cada vez más firmes que
permiten que ese lema sea progresivamente más factible. En todo
caso, hay una premisa de partida, y es pensar que liberarse de algo
tan gordo como la banca, del sector financiero capitalista en
general, hay que afrontarlo en términos de proceso y de transición,
no de todo o nada.
El
poder fundamental de la banca proviene de su capacidad de crear
dinero a través de otorgar créditos. Esto lo hace en colaboración
con los bancos centrales. No voy a explicar ahora cómo funciona este
proceso (aquí hay
una explicación sencilla y aquí una
bastante más completa), pero el que se pueda generar más o menos
dinero por este procedimiento depende de:
1) El dinero que deban
guardar los bancos y no puedan usar para dar créditos, es decir, del
coeficiente de caja. Cuanto mayor sea este, menos dinero se creará.
2) La confianza que tengan las personas en el sistema bancario.
Cuantas menos personas depositen su dinero en los bancos, menos
creación monetaria pueden realizar.
3) La solicitud de préstamos.
La
determinación del coeficiente de caja es una prerrogativa de los
estados. Esta determinación es bastante más complicada de lo que
parece, pues hay distintos tipos de dinero que se pueden (o no)
considerar como reservas, pero, simplificando, en los acuerdos de
Basilea I (1988) y Basilea II (2004) se recomendó a los estados que
los bancos estuviesen obligados a retener solo el 8 % de los
depósitos; mientras que con el resto podían conceder créditos, es
decir, crear dinero (multiplicando por 12,5 su capital). En realidad,
el capital que debían retener era incluso
menor.
En contraste, durante la mayor parte del capitalismo, la reserva
obligada de los bancos ha sido notablemente mayor. Por ejemplo, en
1968 en Reino Unido el coeficiente de caja era del 20,5 %; en
Alemania, del 19 %; en EEUU, del 12,3 %, y en Turquía del 58,3 %. A
raíz de la crisis que se desencadenó en 2007/2008, se acordó un
Basilea III (2010), donde se incrementó el porcentaje de reserva de
los bancos ante eventualidades al 10,5 % (eso sí, en cómodos plazos
y con truquitos, como explica el anterior enlace y, de forma menos
detallada, éste).
Sea como fuere, queda claro que el coeficiente de caja no solo se
puede cambiar, sino que de hecho ha variado enormemente a lo largo de
la historia del capitalismo. Una primera forma de liberarnos
parcialmente de la banca es participando en campañas que
exijan este aumento del coeficiente de caja.
La
segunda manera mediante la cual podemos avanzar en nuestra liberación
de la banca, al menos de la más destructora, es optar por otros
modelos bancarios. Esta opción está mucho más al alcance de
nuestra mano que la anterior. Yendo de menos a más, ya hay
funcionando bancos y/o cooperativas de crédito que se centran en
inversiones sociales y ambientales, explotando ese nicho de mercado
(Triodos),
que además son cooperativos (Fiare),
que le suman que son sin ánimo de lucro (Coop57)
e incluso que prestan sin interés (JAK).
Reducir
los depósitos de dinero de la banca también se puede hacer
limitando su papel de intermediación. Por ejemplo, en casa casi toda
nuestra compra la hacemos en un grupo de consumo en el que pagamos a
los y las principales productoras en mano. Este es un modelo muy
extendido.
En
esta intermediación desempeña un papel fundamental el sistema
monetario-financiero. Así que son necesarios sistemas monetarios con
lógicas distintas de la de la acumulación. Un ejemplo es el Mercado
Social de Madrid,
que creó su propia moneda, en la que durante un tiempo estuve
cobrando parte de mi sueldo. Pero el caso madrileño está lejos de
ser la moneda social más desarrollada, pues son mucho más potentes
otras experiencias como la de Bristol o
la más ambiciosa moneda
social de
la Cooperativa Integral Catalana.
Finalmente,
la tercera estrategia para limitar el poder de la banca es dejar de
pedirle créditos. Por ejemplo, la casa en la que vivo la compramos
pidiendo prestado a la familia. No solo sorteamos así muchos
intereses, sino que no le dimos más fuerza a la banca. Es cierto que
esto no está al alcance de todo el mundo, pero también es verdad
que no es el único modelo de vivienda.
En
la casa que voy a vivir (Entrepatios)
no hemos podido sortear el crédito bancario (aunque sí lo hemos
reducido mediante préstamos internos), pero sí lo limitamos al
futuro. Al ser una vivienda en derecho de uso, es decir, propiedad de
la cooperativa, y nunca de quienes habitemos en ella, no entrará en
el mercado especulativo inmobiliario. Quedará para el común y será
una opción habitacional barata y accesible una vez hayamos concluido
de pagar el crédito. En La
Borda,
además lo han conseguido usando suelo público y haciendo así más
accesible el modelo.
Además,
durante muchos años estuve viviendo de alquiler, lo que también
implica una alternativa de vivienda que esquiva el crédito bancario.
Finalmente, la okupación es una opción no solo legítima, sino
necesaria. Gracias a la Obra
Social de la PAH ahora
es más factible.
En
nuestro día a día, el crédito no solo aparece en el campo de la
vivienda, sino en otros como en el de las alternativas laborales. La
cooperativa en la que trabajo (Garúa)
nunca ha pedido un préstamo en sus más de 10 años de existencia
gracias a un sistema de autopréstamos de quienes somos parte de
ella. Lo llamamos, con sorna, “el corralito” y nos ha permitido
una alta autonomía, además de contribuir a la liberación colectiva
de la banca. Lo mejor es que estas opciones no son una excepción
dentro del mundo de la economía social y solidaria.
Otra
opción para conseguir liquidez para abrir, expandir o consolidar
proyectos económicos-sociales es el micromecenazgo colectivo, que se
está usando con profusión. En el espacio autogestionado de crianza
El Arenero, que organizamos unas cuantas familias, es la opción que
hemos tomado para la
extensión del modelo.
Soy
una persona con unas capacidades normalitas (pero con una posición
social privilegiada al ser hombre, blanco, con estudios superiores,
occidental, proveniente de una familia con un nivel adquisitivo por
encima de la media, etc.). Como no tengo capacidades especiales, he
usado bastantes ejemplos de mi vida cotidiana para mostrar que las
personas normales organizándonos con otras personas podemos irnos
liberando, al menos parcialmente, de la banca. ¿Y tú, cómo te
liberas de la banca?
ECOLOGISTAS EN ACCIÓN
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