El último, que cierre la puerta
Les propongo sustituir “El último, que cierre la puerta”, por otro título más personalizado: “Pertenezco a la generación que cambió aquello que tanta falta hacía y nadie se atrevía”. Lo veo posible. ¿Comenzamos?Nos encontramos en una época en la que un sentimiento generalizado de pesimismo y dirección hacia el abismo, se ha apoderado de nuestra sociedad. Con mayor énfasis en aquellos países llamados desarrollados, donde los años previos a la crisis se vivían en una constante fiesta de poderío económico y excesos. Demasiados excesos, de los que nos sigue costando mucho desprendernos.
Llegó el reverso de la moneda, la sombra, la crisis. Eso que nunca imaginábamos porque preferíamos no pensar en ello. Es como los pensamientos que nos acercan a episodios trágicos de nuestras vidas, como nuestra propia muerte. Algo a lo que todos y todas llegaremos en algún momento pero que preferimos evitar pensar, en un intento de que nunca ocurran. Pues bien, todo llega, lo malo… y lo bueno.
De la misma manera que dentro de unos años, antes o después, volveremos a vivir un festival de abundancia económica y despilfarro como el que hemos experimentado los últimos años. Y en el que por desgracia si no cambiamos muchos de nuestros hábitos, volveremos a sufrir las mismas consecuencias. Quizá esta última frase convendría repetirla: si no cambiamos, volveremos a sufrir las mismas consecuencias. Volveremos a repetir esta crisis replicando la actual dinámica mundial que se podría calificar, entre cosas, como una dinámica suicida.
Continuando con la tónica general de sentimiento de no retorno y decadencia provocado por esta gran crisis global, podría haber escrito un artículo más de tantos que se leen últimamente, con el mensaje “el último, que cierre la puerta”. Haría de este texto una muestra más de pesimismo generalizado, contribuyendo a la negatividad imperante.
Sin embargo, no coincido con esta versión pandémica de grave crisis planetaria. Con todos los respetos hacia mucha gente que lo está pasando mal, esto no ha sido malo, más bien lo contrario. Y hay algo que no hemos tenido en cuenta: esta crisis ha llegado a tiempo de evitar algo mucho peor. Me da más miedo un “crack” medioambiental, que éste sí se avecina y sí es predecible.
Debido a la actual situación, hay quien está tomando notas de lo ocurrido para no volver a cometer los mismos errores. Y podemos, al menos algunos, llegar a la conclusión de que la actual situación no sólo ha afectado a nuestra dimensión económica o financiera. Su alcance abarca mucho más: crisis de un sistema erróneo e insostenible, de valores, de identidad, de especular con vidas humanas, crisis de individuos y colectivos. Sobre todo, ésta es una gran crisis del planeta, de la naturaleza, del Medio Ambiente. Y definitivamente, no ha sido repentina tal y como se ha presentado en los medios. Viene dando avisos desde hace mucho tiempo, aunque sólo se ha hecho oficial cuando nos ha tocado el bolsillo. Lo de siempre.
¿Cambiaremos entonces nuestras prioridades? Confío en que sí. Porque si no lo hacemos, volveremos a tener más crisis como ésta, cada vez con mayor virulencia y menos posibilidades de dar marcha atrás.
Algo no va bien en este mundo al revés que recompensa al revés. Se ensalza a quienes menos piensan en sus semejantes. Se rechaza a quienes sí lo hacen y demuestran además que se puede ser feliz (que de eso trata todo esto) con lo más básico. Esta situación de desequilibrio crónico vivida desde hace décadas, que gusta a unos pocos y disgusta a la mayoría, ha traído consigo trágicas consecuencias como la situación actual de incertidumbre y desesperación. Sin embargo, tal y como comento más arriba esta crisis no ha venido todavía acompañada de la dramática e irreversible hecatombe medioambiental hacia la que nos dirigimos. Si no lo evitamos, llegará la gran crisis. La de no retorno, la de verdad, la de los millones de desplazados y refugiados medioambientales, de escasez de agua potable, crisis alimentaria, de recursos naturales, de temperaturas que se invierten, de inundaciones para unos y desertificación para otros, de éxodo masivo hacia ninguna parte, de un planeta que se volverá loco y rendirá todas esas cuentas que hemos dejado pendientes. Por suerte, estamos a tiempo de cambiar muchas de las cosas que han provocado la situación actual. Cosas evitables, mejorables y sin duda señalables como origen de muchos de nuestros males.
Es por ello, que siendo consciente de que no lo estamos pasando bien, me atrevo a decir que la situación actual es sólo un aviso. Saquemos nuestros cuadernos y lapiceros, identifiquemos todo aquello que nos ha llevado hacia donde estamos, y cambiémoslo entre todos y todas. Impliquémonos y no dejemos esta labor sólo en manos de quien tiene el poder porque la verdad, sólo piensan en eso: en el poder. De esta forma sacaremos el lado bueno a una crisis que puede ser la mejor oportunidad de cambiar tantas cosas. Que permitiría no repetir un presente y un pasado de un sistema en decadencia.
Cambiemos el título de este artículo. Les propongo sustituir “El último, que cierre la puerta”, por otro más positivo y personalizado: “Pertenezco a la generación que cambió aquello que tanta falta hacía y nadie se atrevía”. Lo veo posible. ¿Comenzamos?
Alfonso Basco, director de www.culturadesolidaridad.org
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