30.9.25

Suena exagerado, pero la vida acaba cuando no hay preguntas que nos acompañen

Y SÓCRATES DEVORÓ                               

La filosofía vuelve a brillar frente al scroll infinito y la gratificación instantánea gracias, paradójicamente, a las plataformas digitales: lejos de lo académico y con un lenguaje más cercano que nunca, llega reinventada para dar respuestas a unos jóvenes cada vez más interesados en pensar a fuego lento sobre las principales inquietudes de la existencia.

En el corazón de la toscana, el duomo de Siena se alza, blanco y místico, sobre las ruinas de un antiguo templo dedicado a la diosa Minerva. Desde allí arranca el filósofo Eduardo Infante su libro Aquiles en TikTok (Ariel), un ensayo para vivir con propósito que, lejos de la pose y el ruido, defiende el valor de la sabiduría clásica frente al escaparate vacío de los nuevos influencers.

Infante, también autor del bestseller Filosofía en la calle,  enseña como pocos lo que otros enseñaron hace más de dos milenios: a través de preguntas que descolocan y hashtags que invitan al silencio. Sus #filoretos no buscan likes, sino pellizcar la conciencia. ¿Cómo se supera una ruptura? ¿Cómo afrontamos la muerte de un ser querido? ¿Sirve de algo rezar?

En resumidas cuentas, pensar la vida para vivirla mejor. Él, junto a otros, es una de las razones por las que la filosofía ha cruzado siglos y formatos sin perder su esencia. Es la respuesta a una tendencia clara: lejos de ser una moda pasajera, la filosofía vive un renacimiento inesperado en plena era de scrolls infinitos.

Según los datos del ministerio de universidades, en plena pandemia el número de matriculados en la disciplina aumentó un 10% desde 2018, pasando de los 22.000 a los 24.000, a pesar de no poder presumir de una gran tasa de empleabilidad. En esto tiene que ver mucho lo digital, pero también algo aún más valioso: la oportunidad de reflexión que ofrece un tiempo marcado por la incertidumbre.

Los jóvenes buscan el sentido de la vida en los filósofos, aunque eso suponga esfuerzo, atención y tiempo, porque huyen de la gratificación instantánea. «Nos han inoculado tanto el goce inmediato que hemos olvidado el intelectual», explica Carlos Javier González, profesor de filosofía y conferenciante. Paradójicamente, eso es lo que más atrae de la filosofía: que se da en la lentitud y detiene una urgencia que nos habita.

Por eso, la vieja disciplina de repensar la vida vuelve a pisar la calle completamente renovada gracias a clubs de filosofía que marcan el sold out, vídeos de youtube que viralizan a Nietzsche y debates éticos en directos de Tik Tok. La pregunta es: ¿por qué exactamente ahora?

¿Quién soy?

Para Nerea Blanco, autora de Filosofía entre líneas y creadora de la plataforma filosofers, el boom tiene una respuesta muy lógica: buscamos la coherencia en un mundo deshilvanado. «Creé filosofers como reacción a las frases vacías de Wonderful: ya tenemos frases maravillosas de autores muy inteligentes, no necesitamos más».

Así, Blanco vende desde camisetas hasta tazas que recuperan a los principales filósofos de la historia y que han sido clave para acercarlos a la calle: «En los mercadillos la gente me preguntaba por el sentido de la vida. Ahí vi que estábamos faltos de filosofía».

Parte del desencanto que le tenemos a la actualidad nace de las generaciones anteriores, que forjaron su identidad en torno a una promesa económica y social vacía. Una utopía hacia la que nos dirigimos con ilusión y que, hoy, las nuevas generaciones ven desde la tristeza que nada es sólido.

Y se suma otra grieta: crecer de la mano de las redes sociales. «Ahí ya encontramos un descosido absoluto: toda la información llega fragmentada», añade. De esta manera, en un presente saturado de desinformación, surge un terreno fértil para que las grandes preguntas, esas que siempre han estado presentes, se vuelvan urgentes.

«Básicamente nos vemos empujados a querer pensar para dar con un suelo seguro», explica González. Y ahí entra la filosofía «proponiendo la pregunta más adecuada para afrontar nuestras inquietudes más acuciantes»: Conocer  quiénes somos, qué podemos aprender, qué valores tenemos y qué es la realidad.

Pasando de elitismos

En el trabajo de popularización de la filosofía ha jugado un papel clave Merlí, la conocida serie sobre un profesor poco convencional que renovó la filosofía entre la juventud. «Un año después de su estreno se dio el primer boom en las universidades», cuenta Blanco. «Faltaba bajar la torre de marfil al mundo cotidiano y devolverla a donde nació: a la calle».

«Un profesorado comprometido que transmita la filosofía con pasión y rigor puede cambiar la mirada de sus estudiantes», coincide González, que defiende que los jóvenes de hoy «no son esa generación de cristal de la que se habla con excesivo paternalismo: su fuerza, frescura e inquietudes enseñan mucho a unos adultos cada vez más apagados y menos ilusionados».

Es el caso del pódcast Punzadas Sonoras, donde las jóvenes Paula Ducay e Inés García desmenuzan ideas a través de ejemplos cotidianos que alejan la filosofía de los entornos académicos. Inspiradas por Roland Barthes, analizan el amor, la muerte, la memoria y la identidad con las lentes de las preocupaciones diarias.

Así han alcanzado los primeros puestos en las listas sonoras de España, lo que ha terminado por derivar en talleres literarios, clubes de lecturas y eventos culturales a nivel nacional. La clave: combinar el rigor intelectual con un tono cercano. ¿El resultado? Miles de jóvenes que forman parte de una comunidad activa y debaten sobre las grandes preguntas de la vida.

Epicuro en Silicon Valley

Otro ejemplo que no puede quedarse fuera es el canal de YouTube Unboxing Philosophy, del profesor Daniel Rosende, fallecido recientemente, clave para miles de estudiantes. «Todos los chavales de bachillerato han estudiado con sus vídeos», afirma Blanco.

De esta manera, la divulgación digital ha conseguido abrir nuevos senderos hacia las bondades de la filosofía. Y a pesar de que existe un punto casi irónico en el hecho de que una disciplina pensada a fuego lento se presente a través de medios que se consumen rápido, estos son el escaparate perfecto. No sin riesgos, por supuesto.

Los expertos entrevistados en este reportaje señalan que, al usar las redes, la filosofía se ve como una fórmula magistral, lo que facilita su banalización. Sin embargo, y aun así, gana lo positivo. «Las redes para la filosofía pueden ser como esa canción que escuchas en la radio y hace que busques el disco entero», apunta Blanco.

Como consejo: quien se decida a divulgar esta filosofía 2.0 tiene que saber priorizar el tiempo, el esfuerzo y la paciencia que requiere la reflexión. Y para el que le preocupe lo laboral también hay buenas noticias: las grandes empresas, especialmente las tecnológicas, ya se están dando cuenta de que reflexionar es un soft skill muy valioso.

En un entorno donde todo es frío y automatizado, contar con la capacidad de análisis crítico de la que nos dota la filosofía suma muchos puntos.

«Puede sonar exagerado, pero nuestra vida acaba cuando no hay preguntas que nos acompañen», reflexiona González. «Cuestionarnos, enriquece nuestra vida porque nos empuja a querer saber más, a convivir con los procesos, a habitar la existencia. Si algo hace la filosofía es reconfigurar la mirada».

https://igluu.es/y-socrates-devoro/

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