Y SÓCRATES DEVORÓ
La filosofía vuelve a
brillar frente al scroll infinito y la gratificación instantánea gracias,
paradójicamente, a las plataformas digitales: lejos de lo académico y con un
lenguaje más cercano que nunca, llega reinventada para dar respuestas a unos
jóvenes cada vez más interesados en pensar a fuego lento sobre las principales
inquietudes de la existencia.
En el corazón de la toscana, el duomo de Siena se alza, blanco y místico, sobre las ruinas de un antiguo templo dedicado a la diosa Minerva. Desde allí arranca el filósofo Eduardo Infante su libro Aquiles en TikTok (Ariel), un ensayo para vivir con propósito que, lejos de la pose y el ruido, defiende el valor de la sabiduría clásica frente al escaparate vacío de los nuevos influencers.
Infante, también autor del bestseller Filosofía en
la calle, enseña como pocos lo que otros enseñaron hace más de
dos milenios: a través de preguntas que descolocan y hashtags que invitan al
silencio. Sus #filoretos no buscan likes, sino pellizcar la conciencia. ¿Cómo
se supera una ruptura? ¿Cómo afrontamos la muerte de un ser querido? ¿Sirve de
algo rezar?
En resumidas cuentas, pensar la vida para vivirla mejor. Él, junto a otros, es una de
las razones por las que la filosofía ha cruzado siglos y formatos sin perder su
esencia. Es la respuesta a una tendencia clara: lejos de ser una moda
pasajera, la filosofía vive un
renacimiento inesperado en plena era de scrolls infinitos.
Según los datos del ministerio de universidades, en plena pandemia el número de matriculados en la disciplina aumentó un 10% desde 2018, pasando de los 22.000 a los 24.000, a pesar de no poder presumir de una gran tasa de empleabilidad. En esto tiene que ver mucho lo digital, pero también algo aún más valioso: la oportunidad de reflexión que ofrece un tiempo marcado por la incertidumbre.
Los jóvenes buscan el
sentido de la vida en los filósofos, aunque eso suponga esfuerzo, atención
y tiempo, porque huyen de la gratificación instantánea. «Nos han inoculado
tanto el goce inmediato que hemos olvidado el intelectual», explica Carlos
Javier González, profesor de filosofía y conferenciante. Paradójicamente, eso
es lo que más atrae de la filosofía: que se da en la lentitud y detiene una urgencia que nos habita.
Por eso, la vieja disciplina de repensar la vida vuelve a
pisar la calle completamente renovada gracias a clubs de filosofía que marcan
el sold out, vídeos de youtube que viralizan a Nietzsche y debates
éticos en directos de Tik Tok. La pregunta es: ¿por qué exactamente ahora?
¿Quién soy?
Para Nerea Blanco, autora de Filosofía entre líneas y creadora de la plataforma filosofers, el boom tiene una respuesta muy lógica: buscamos la coherencia en un mundo deshilvanado. «Creé filosofers como reacción a las frases vacías de Wonderful: ya tenemos frases maravillosas de autores muy inteligentes, no necesitamos más».
Así, Blanco vende desde camisetas hasta tazas que recuperan
a los principales filósofos de la historia y que han sido clave para acercarlos
a la calle: «En los mercadillos la
gente me preguntaba por el sentido de la vida. Ahí vi que estábamos faltos de
filosofía».
Parte del desencanto que le tenemos a la actualidad nace de
las generaciones anteriores, que forjaron su identidad en torno a una promesa
económica y social vacía. Una utopía hacia la que nos dirigimos con ilusión y
que, hoy, las nuevas generaciones
ven desde la tristeza que nada es sólido.
Y se suma otra grieta: crecer de la mano de las redes
sociales. «Ahí ya encontramos un descosido absoluto: toda la información llega
fragmentada», añade. De esta manera, en un presente saturado de desinformación, surge un terreno fértil para que
las grandes preguntas, esas que siempre han estado presentes, se vuelvan
urgentes.
«Básicamente nos vemos empujados a querer pensar para dar
con un suelo seguro», explica González. Y ahí entra la filosofía «proponiendo
la pregunta más adecuada para afrontar nuestras inquietudes más acuciantes»: Conocer quiénes somos, qué podemos aprender, qué
valores tenemos y qué es la realidad.
Pasando de elitismos
En el trabajo de popularización de la filosofía ha jugado un
papel clave Merlí, la conocida serie sobre un profesor poco
convencional que renovó la filosofía entre la juventud. «Un año después de su
estreno se dio el primer boom en las universidades», cuenta
Blanco. «Faltaba bajar la torre de marfil al mundo cotidiano y devolverla a
donde nació: a la calle».
«Un profesorado comprometido que transmita la filosofía con pasión
y rigor puede cambiar la mirada de sus estudiantes», coincide González, que
defiende que los jóvenes de hoy «no son
esa generación de cristal de la que se habla con excesivo paternalismo: su
fuerza, frescura e inquietudes enseñan mucho a unos adultos cada vez más
apagados y menos ilusionados».
Es el caso del pódcast Punzadas Sonoras, donde
las jóvenes Paula Ducay e Inés García desmenuzan ideas a través de ejemplos
cotidianos que alejan la filosofía de los entornos académicos. Inspiradas por
Roland Barthes, analizan el amor,
la muerte, la memoria y la identidad con las lentes de las preocupaciones
diarias.
Así han alcanzado los primeros puestos en las listas sonoras
de España, lo que ha terminado por derivar en talleres literarios, clubes de
lecturas y eventos culturales a nivel nacional. La clave: combinar el rigor
intelectual con un tono cercano. ¿El resultado? Miles de jóvenes que forman
parte de una comunidad activa y debaten sobre las grandes preguntas de la vida.
Epicuro en Silicon
Valley
Otro ejemplo que no puede quedarse fuera es el canal de
YouTube Unboxing Philosophy, del profesor Daniel Rosende, fallecido
recientemente, clave para miles de estudiantes. «Todos los chavales de
bachillerato han estudiado con sus vídeos», afirma Blanco.
De esta manera, la
divulgación digital ha conseguido abrir nuevos senderos hacia las bondades de
la filosofía. Y a pesar de que existe un punto casi irónico en el hecho
de que una disciplina pensada a fuego lento se presente a través de medios que
se consumen rápido, estos son el escaparate perfecto. No sin riesgos, por
supuesto.
Los expertos entrevistados en este reportaje señalan que, al
usar las redes, la filosofía se ve
como una fórmula magistral, lo que facilita su banalización. Sin
embargo, y aun así, gana lo positivo. «Las redes para la filosofía pueden ser
como esa canción que escuchas en la radio y hace que busques el disco entero»,
apunta Blanco.
Como consejo: quien se decida a divulgar esta filosofía 2.0
tiene que saber priorizar el
tiempo, el esfuerzo y la paciencia que requiere la reflexión. Y
para el que le preocupe lo laboral también hay buenas noticias: las grandes
empresas, especialmente las tecnológicas, ya se están dando cuenta de que
reflexionar es un soft skill muy
valioso.
En un entorno donde todo es frío y automatizado, contar con
la capacidad de análisis crítico
de la que nos dota la filosofía suma muchos puntos.
«Puede sonar exagerado, pero nuestra vida acaba cuando no hay preguntas que nos acompañen»,
reflexiona González. «Cuestionarnos, enriquece nuestra vida porque nos empuja a
querer saber más, a convivir con los procesos, a habitar la existencia. Si algo
hace la filosofía es reconfigurar la mirada».
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