14/2/25

Un lugar más acorde con los ciclos naturales y con mayor respeto por los seres vivos

LA TEORÍA GAIA ORGÁNICA             

Presentamos un resumen sobre el Trabajo de Fin de Máster (TFM) dedicado a explorar la Teoría Gaia Orgánica de Carlos de Castro Carranza.

La Teoría Gaia Orgánica (TGO) es una teoría de la evolución que desarrolla la primera hipótesis Gaia propuesta por Lovelock en colaboración con Margulis en los años setenta. Ambos se alejarían de la posición inicial que concebía la biosfera como un superorganismo con su propio  télos o fines de automantenimiento, regulación y evolución, siendo esta la que proporciona las condiciones adecuadas para la vida.

De Castro recupera y amplía aquella hipótesis alrededor de la que denomina Teoría Gaia Orgánica. En ella los seres vivos somos a Gaia (la biosfera), lo que las células a nuestro cuerpo. Los seres vivos son, pues, partes con funciones propias, aunque su fin último responde a los fines gaianos. De manera análoga, las células realizan sus funciones, pero quedan subsumidas al mantenimiento del cuerpo —el sistema inmediatamente mayor al que pertenecen—.

Pero, ¿cómo llegamos a interesarnos por la TGO? Dos inexcusables retos ético-políticos nos invitaron a aproximarnos. El primero, la crisis ecosocial que transitamos, derivada de nuestros modos de vida en el planeta. Tres hitos científicos la señalan: La publicación de Los límites del crecimiento (de 1972). Por su parte, las advertencias de la Comunidad científica mundial a la Humanidad (de 1992 y de 2017), y la superación de 6 de los 9 límites planetarios, investigados por el Centro de Resiliencia de Estocolmo (de 2023). Los tres dan un diagnóstico estimado de la difícil situación para buena parte de la vida en la Tierra.

El segundo reto ético-político lo encontramos en el ámbito de la ética animal; y es que en La Declaración sobre la conciencia de Cambridge (2012) y en la más reciente de Nueva York (2024), la comunidad científica reconoce la capacidad de sintiencia —ser consciente del propio sufrimiento, dolor y disfrute— en mamíferos, aves, peces, reptiles, cefalópodos e incluso artrópodos. Ambos retos —el primero de corte ecológico y el segundo más vinculado a la ética animal— requieren de una ética más allá del antropocentrismo y tienen un mismo telón de fondo: el cuidado de la vida y el planeta, pero parece difícil reconciliar sus criterios éticos; o bien ecosistemas y especies, o bien seres vivos sintientes, individuos concretos capaces de sufrir y disfrutar —esta cuestión es reseñada en el trabajo con el diálogo entre el sensocentrismo de Óscar Horta y Catia Faria, y el ecologismo de Jorge Riechmann—.

Ambos retos, la crisis ecosocial y asumir la sintiencia animal en nuestras vidas, apuntan a la necesidad de revisar y transformar por completo nuestra cultura. En esta problemática se nos presentó el interés por conocer la TGO de Carlos de Castro y pensar las posibilidades que se podrían extraer de ella para abordar sendos retos. Con ello iniciamos el TFM.

Entre los rasgos más característicos de la filosofía de la ciencia que rodean la TGO destacan su predisposición como teoría abierta al debate y a su falsabilidad, está en discusión. Igualmente, es presentada como la base para un nuevo paradigma organicista, holístico y emergentista sobre la evolución de la vida, distanciado de las explicaciones causalistas del mecanicismo moderno y del neodarwinismo, marcado por aquella cosmovisión. En otras palabras, más que la visión heredada de la Modernidad que describe el Universo o la naturaleza como una máquina gigantesca con piezas correctamente encajadas para su funcionamiento, la TGO renueva la idea de describir a la naturaleza más bien como un superorganismo.

La TGO rechaza el antropocentrismo, señalando las dinámicas e interrelaciones dependientes entre todos los seres vivos y sus condiciones abióticas, y subraya la actividad de la vida para generar sus propias condiciones favorables, esto es, pone el acento más que en la adaptación de los individuos; en su capacidad de modificar el medio, en su tecnología para hacerlo habitable. Como ejemplo de tecnología destaca la intervención de las plantas en el ciclado del dióxido de carbono y el oxígeno, como condición para los organismos aeróbicos.

Un aspecto polémico se encuentra en las explicaciones y predicciones de la TGO de carácter teleológico. El mecanicismo moderno impuso la causalidad frente a la teleología en la concepción de las explicaciones científicas, sin embargo, las respuestas al ¿para qué?  proporcionan una información que completa la comprensión de los fenómenos. Si vemos una cigüeña con un palo en el pico y no consideramos que lo lleva para construir el nido, desconsideramos un conocimiento valioso. De la misma manera, entre seres humanos preguntarnos por la finalidad de nuestras acciones es importante, hacia ahí se inclinan nuestras intenciones y la consciencia. De hecho, algunas críticas a la teleología proceden de argumentos que proponen la necesidad de consciencia para realizar fines y objetivos. Si bien, se puede argumentar en contra que, por ejemplo, las células realizan sus funciones y fines sin consciencia, deliberación, ni diseño previo de un plan.

Pero ¿qué es Gaia? Pasemos a caracterizarla. De Castro concibe la biosfera como un organismo autótrofo. Un ser altamente complejo con funciones de autorreparación, metabolismo, ciclado de materia, evolutivo, reproducido y con potencial reproductivo, en el que emerge su  télos o propósito como ser vivo que quiere mantenerse en su ser —el concepto de organismo  resulta problemático, en el trabajo se apunta la discusión—. Esta definición es flexible y abarca desde una bacteria, a una termita, su termitero, un ecosistema y finalmente a Gaia como organismo mayor. Desde esta concepción de Gaia, la TGO trata de responder a dos problemas fundamentales en la evolución en los que, a juicio de su autor, el neodarwinismo adolece de dificultades: a) la aceleración evolutiva en determinados momentos —el paso de células procariotas a eucariotas, y de estas a pluricelulares— y b) el incremento de complejidad de organismos y ecosistemas.

La respuesta se sustenta en el segundo principio de la termodinámica o entropía —toda energía tiende a disiparse, o, repartirse, como se describe en el enfoque de la TGO— y la cuarta ley o Máxima Producción de Entropía —en desarrollo y debate— que postula que la energía tiende a distribuirse por los caminos más eficientes; tal es así que en los seres vivos se encuentran ambos principios: la tendencia a mantener la estructura viva y a su vez disipar con mayor eficiencia la materia y energía que, previamente, han aprovechado bajo la forma de recursos. De este modo, un ser vivo, aunque retrase en cierto grado la entropía, con su actividad contribuye a una mayor y eficiente dispersión de materia y energía en el cómputo global del sistema Gaia.

Asimismo, la TGO propone que los saltos en complejidad de los seres vivos suceden cuando se encuentran con limitaciones biofísicas que solo son capaces de superar mediante la simbiogénesis —que ya explicara Margulis—. Estos saltos cualitativos dan lugar a nuevos organismos con propiedades emergentes; es decir, propiedades no predictibles ni reducibles a las partes y/o funciones que los componen —este argumento se construye al concebir a los seres vivos como sistemas abiertos disipativos desde Prigogine—. Las nuevas propiedades surgen por la influencia recíproca entre: el nuevo organismo (o sistema), sus funciones (órganos y partes) y sus fluctuaciones internas y externas —las relaciones entre el interior del organismo y el exterior—.

Ahora bien, la TGO, como teoría de la evolución, reinterpreta la selección natural. Mantiene que Gaia establece las condiciones y límites para la evolución en la que tienen lugar las mutaciones, frente al mero azar. Gaia es, en último término, el agente de selección. Tendrán éxito aquellas especies capaces de mantener los parámetros apropiados para Gaia y para ellos mismos. Esto es, los individuos capaces de integrarse y cooperar en el equilibrio gaiano, transformando los recursos y materiales en armonía con la vida de Gaia. A modo de ejemplo recogemos dos hipótesis ilustrativas de la intervención gaiana sobre las especies:

Primera, desde la perspectiva neodarwinista, la apoptosis o muerte programada de algunos organismos no tiene sentido, sin embargo, desde la TGO se puede considerar que con este límite Gaia evita la proliferación de individuos altamente adaptados que podrían poner en riesgo su equilibrio. Segunda, la teoría sintética o neodarwinismo sostiene que la falta de presión ambiental es la que produce la pérdida de órganos o funciones en algunos organismos; mientras que la TGO aduce que otros organismos o la misma Gaia realizan las funciones de aquellos órganos en deterioro.

En este punto es interesante pensar la siguiente cuestión. Hay diversas teorías Gaia. Aquellas que buscan su reconciliación con el neodarwinismo son consideradas débiles, en la medida en que su importancia es relativa y no rompen con el paradigma presente. Mantendrán, por ejemplo, que el equilibrio gaiano —en la temperatura, por poner un caso— es fruto del azar. La TGO se considera fuerte al proponer que Gaia es un organismo con entidad, funciones y fines propios, es, en este sentido, radical. Las críticas del autor se centran en que las teorías gaia quedan subsumidas al neodarwinismo. Pero, ¿si le damos la vuelta? Se nos ocurre una vía de exploración: ¿podemos gaianizar el neodarwinismo? En lugar de buscar la compatibilidad como hacen aquellas teorías Gaia con el neodarwinismo, ¿se puede reelaborar la perspectiva neodarwinista de tal manera que sus explicaciones y predicciones se entiendan desde el marco conceptual mayor que supone la Gaia Orgánica? O, ¿acaso son inconmensurables?

En la TGO el lenguaje y los conceptos con los que se aborda el fenómeno de la vida se diferencian de la tradición darwinista —adaptación, competencia, supervivencia, etc. — y reconfigura el enfoque de la selección natural. En vez de iniciar sus explicaciones en los individuos, el enfoque holístico y emergentista gaiano concibe la evolución de la vida con una visión global y dinámica de las interrelaciones de los seres vivos y la Tierra. Sus conceptos centrales son la cooperación, la simbiosis, la interrelación, el equilibrio, las cadenas tróficas, etc., que buscan abrir un nuevo paradigma para las ciencias de la vida más interdisciplinar, relacional y basado en las interacciones y realimentaciones, antes que en las individualidades.

Por último, De Castro explora la problemática ecosocial, teniendo como fondo la TGO. En una investigación de 2011 que relacionaba los límites biofísicos de la Tierra con nuestros modos de vida, estimó que nos encontraríamos en una crisis que, tal vez, se remontaría hacia nuevos límites o bien, nos dirigiríamos hacia el colapso; por lo que alcanzaríamos en los años venideros los límites en la producción de energía y recursos. En otras palabras, en un planeta finito es imposible un crecimiento, producción y consumo infinitos —desigual, por cierto, entre norte y sur global—. Ni siquiera el desarrollo tecnológico de las energías renovables conseguirán por sí solas mantener el crecimiento, pues también tienen sus inconvenientes. En su caso, la energía solar requeriría de más de 300 millones de hectáreas para su instalación.

Siguiendo a su autor, la cosmovisión gaiana dibuja, frente a los modelos de vida consumistas y competitivos, una forma de vida humana que asume un principio de humildad antropológico, por el que se hace empática y capaz de disfrutar de la contemplación estética de la armonía planetaria. Una civilización gaianizada se orientaría hacia la reducción del uso energético, la adaptación a los ecosistemas y flujos con la mínima intervención, reparto, reducción y reciclado de recursos y materia, y cooperación y redistribución entre las culturas para transitar de manera solidaria y fraternal.

Como conclusiones generales, hemos encontrado que la perspectiva holista y relacional de la TGO nos permite tener una mirada más completa sobre los retos ecosociales con los que iniciábamos el trabajo. Nos ayuda a hacernos conscientes de dos planos que, a veces, se separan de forma tajante, y, sin embargo, en ambos se juegan las dinámicas de la vida: como individualidades aisladas y como nudos inmersos en sistemas de redes y relaciones de distinta amplitud e índole. Así, de la TGO se desprende la idea de que tenemos que ver tanto los árboles concretos, como el bosque, para valorar con mejor criterio moral el impacto humano sobre el planeta y en sus especies no humanas como nuestros compañeros de viaje. Nos hace conscientes de los recursos limitados —por ejemplo, de minerales escasos y necesarios para la alta tecnología o los combustibles fósiles— y de la necesidad de asumir un lugar más acorde con los ciclos naturales y con mayor respeto por los seres vivos, donde cabe la sugerencia del autor de adoptar un “principio de humildad antropológica”.

Asimismo, pone en valor las aportaciones de Margulis, subrayando los vínculos vitales acaecidos a través de la simbiosis y la colaboración entre especies, aspecto que, a nivel general, es poco visibilizado. Esto es, pone sobre la balanza una perspectiva sobre la vida en la que los vínculos de competitividad y predación —por ejemplo— son equilibrados con las relacionas asociativas y simbióticas.

No obstante, la TGO nos deja con elementos pendientes de elucidación y desarrollo, Mantiene verosimilitud explicando los saltos cualitativos de células procariotas a eucariotas y pluricelulares —desde la termodinámica de Prigogine y la endosimbiosis de Margulis—. Aunque sería interesante precisar y ampliar su mirada sobre los procesos de especiación graduales. ¿La respuesta se limita a considerar que las especies nuevas son seleccionadas por Gaia para la contribución a su equilibrio?; ¿podemos investigar/concretar las conexiones entre el azar de las mutaciones y el control gaiano?; ¿cómo interviene el superorganismo en ese factor micro como son las mutaciones?

Por otra parte, si estamos de acuerdo en que las especies seleccionadas favorecen a los ciclos, la estabilidad y la evolución de Gaia —aspecto que ejemplificado con las cadenas tróficas de los ecosistemas y la diversidad de nichos ecológicos— queda pensar nuestro lugar en el escenario. ¿Favorece Homo sapiens a Gaia? Asumiendo la teleología y sus explicaciones finalistas, hay que hacerse la cruda pregunta: ¿para qué quiere Gaia al ser humano? Ciertamente, presuponer que Gaia fuese un ser consciente se ha rechazado antes, pero, podemos reformular la pregunta: ¿contribuyó Homo sapiens, con su selección, como otras especies a Gaia?

O, tratando de ser más certeros, digamos, ¿qué grado de flexibilidad e incoherencia permite Gaia entre los fines individuales de sus partes —en concreto, los seres humanos— y los fines gaianos? Parece claro que la mayoría de los fines humanos actuales no encajan con Gaia —como apuntan las advertencias de la comunidad científica—. ¿Significa esto que, igual que los glóbulos blancos atacan a los agentes patógenos de nuestro cuerpo, Gaia encontrará maneras de atacar los excesos de nuestros modos de vida? ¿cabe conjeturar que el cambio climático, como la fiebre, es uno de ellos, ambos basados en el incremento de temperatura?

https://www.15-15-15.org/webzine/2025/02/13/aproximacion-a-la-teoria-gaia-organica-una-propuesta-de-carlos-de-castro-resumen/  

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