30/6/22

Un lugar donde todo el mundo sabe quién vive en su entorno y qué capacidades tiene

LA FANTASÍA APOCALÍPTICA ES UN OBSTÁCULO

NECESITAMOS NUEVOS FUTUROS

En una de las historias más viejas jamás narradas: la humanidad salvada gracias a una tecnología y un aviso divino por el que un ser celestial elige a una familia de privilegiados para continuar la especie ante la degradación del mundo. Ese futuro en el que se abandona la tierra conocida y al 99,9% de sus habitantes para, en una elitista arca —que entonces fue de madera y hoy tiene forma de nave espacial o colonia privada—, volver a empezar a costa de la inmensa mayoría de la humanidad y del resto de seres que habitan el planeta es contra lo que se rebela Marta Peirano (Madrid, 1975) en su libro Contra el futuro. Resistencia ciudadana frente al feudalismo climático (Debate, 2022)

En El enemigo conoce el sistema (Debate, 2019), la periodista especializada en privacidad y seguridad en internet ahondaba sobre cómo la red de redes se ha convertido en un espacio de vigilancia y control social. Ahora, Peirano entra en el universo de la crisis climática y las soluciones tecnológicas que dicen pretender frenarla con una dura advertencia: la élite ya tiene pensado cómo va a ser su futuro.

Un último spoiler antes de comenzar: frente a lo que podría parecer por el título, el mensaje del libro no solo es de esperanza, sino que contiene un esbozo de plan y un paquete de soluciones en el que, inevitablemente, tú, yo y todos los habitantes de este planeta estamos integrados. No todo va a ser pasividad, apocalipsis climático y cohetes espaciales llenos de superricos.

De Noé y su arca salvadora a la crisis climática y la captura y extracción de carbono. ¿La tecnología no nos salvará esta vez?

La tecnología no nos ha salvado nunca. Puede ayudar a salvarnos, pero no nos ha salvado jamás. Nos salvamos nosotros, y nos tenemos que salvar nosotros mismos.

Los relatos sobre la colonización de planetas, colonias privadas orbitando la Tierra o incluso de terraformación pueden sonar infantiles. Pero ahí tenemos a Elon Musk y a Jeff Bezos, los dos hombres más ricos del planeta, de los que depende hasta la NASA, planteándolo seriamente. ¿La humanidad está en manos de críos?

Sí. Bueno… yo diría que estos grandes CEO, en un mundo mediado por Twitter, Instagram y TikTok, han coincidido con un entorno político que favorece las soluciones rápidas, totémicas, monolíticas y monopolistas. Son soluciones en las que se puede invertir un montón de dinero público, que es algo que ahora mismo a la clase política parece que le gusta porque lo reparte entre sus amigos. Al mismo tiempo, le dicen a la población: “No te preocupes, ya nos ocupamos nosotros”. Son populistas porque dicen: “No hombre, tú puedes seguir conduciendo tu coche de gasolina, comiendo salchichas todos los días y haciendo las cosas que te gustan. Todo como hasta ahora, lo estás haciendo todo bien, ya nos ocupamos nosotros… con tu dinero”.

Tenemos una sociedad profundamente frustrada que se ha vuelto nihilista porque ha dejado de creer en la política. A la vez, está fuertemente polarizada porque las tecnologías a las que hemos sido adictos en los últimos 15 años son tecnologías que nos sacan del lugar en el que estamos y nos ponen en uno imaginario donde todo el mundo piensa como nosotros. Nos desvinculan de la sociedad en la que vivimos. En ese entorno, de repente, Elon Musk, que es como una especie de superhéroe —él mismo se caracteriza como un Iron Man real—, un gran ingeniero que además es sobrenaturalmente listo, y se casa con cantantes y supermodelos, y es como una especie de dios del Olimpo, aparece con una solución que parece sensata. Porque, al fin y al cabo, él ha ido ocupando todos los espacios que pertenecen al futuro: los coches eléctricos, la inteligencia artificial, la conquista de nuevos planetas, la minería de nuevos elementos, etcétera. Y, de repente, parecen las soluciones lógicas. 

La pregunta era si estamos en manos de críos o no. Has empezado con un sí, luego has pasado a un “bueno”...

Es que es una pregunta difícil, porque yo no creo que estemos en manos de críos. Creo que estamos en manos de incompetentes. O sea, el crío es Elon Musk, pero Elon Musk es un empresario, no un funcionario elegido de forma democrática para que tome decisiones que beneficien a la sociedad. 

Pero sus decisiones y sus actos tienen un impacto más que significativo sobre ella. Esto empieza por la pregunta: ¿cómo es posible que en sociedades democráticas como teóricamente son los Estados Unidos o Europa pueda existir un Elon Musk? La existencia misma de un megamultimillonario, de un hombre que no solamente es el más rico del mundo, sino que es el más rico de la historia; de un tipo que con su propio dinero se puede ir al espacio —aunque no lo hace, lo hace con dinero público, ojo ahí— indica que las sociedades a las que pertenecen no están bien administradas. ¿Estamos regidos por niños pequeños? No, pero los niños pequeños dominan a la sociedad porque los padres no están mirando. 

En tu libro señalas que gente como Bezos o Musk no compiten por salvar a la humanidad, sino por desembarazarse de ella. ¿La élite solo se salvará a sí misma?

Obviamente, ese es el futuro en el que este libro está en contra. Pero es su futuro. Están planeando su huida hacia adelante y piensan que se lo pueden permitir, pero para que su futuro exista el nuestro tiene que desaparecer. No hay recursos para tanto. O sea, su futuro es un futuro de consumo extremo y súper rápido de recursos, y el nuestro es un futuro más compartido, comunitario y masivo, un consumo que necesariamente tiene que ser mucho más comedido.

En El enemigo conoce el sistema advertías del peligro de que un poder global, concentrado en muy pocas manos, tenga el control sobre una herramienta que utilizamos para casi todo hoy en día como es internet. En la crisis climática ocurre algo similar, con gran parte de las emisiones concentradas en un puñado de grupos globales y unos gobiernos atados por esas mismas multinacionales. ¿El poder es siempre el problema?

No, el poder es el poder. El problema es que lo tengan cinco y que afecte a 6.000 millones de personas. Si el poder estuviera repartido entre, por lo menos, 600 millones de personas no sería un problema. 

¿Por qué nos es más fácil imaginar el fin del mundo antes que el fin del capitalismo?

Porque parece que es así. Vivimos en una cultura mediática donde manifestamos el fin del mundo constantemente en películas, series, literatura, etcétera. Nosotros mismos parece que estamos más predispuestos hacia un final grandioso y apocalíptico, que también es totémico, monolítico y ocurre todo en un día. O sea, la gente habla de “el acontecimiento”, de “el evento”, de “cuando la crisis climática ocurra”, como si fuera un Godzilla que viene a devorarnos. Ya estamos en medio de la crisis climática. Es algo que está ocurriendo de forma más o menos intensa en distintas partes del mundo y lo que se predice es un final agónico que va a durar mucho tiempo y que va a ser muy miserable. Entonces, nos resulta más cómodo para poder seguir con nuestras vidas tal cual son que pensar que un día todo se acabará de golpe.

Y luego, pensar otro fin claramente implica nuestra participación, y la participación del capitalismo es pasiva. Lo único que tenemos que hacer es consumir. 

En relación a esta forma de ver la crisis climática, recoges cómo el nobel de Economía Daniel Kahneman dice que no podemos pensar en el cambio climático debido a una serie de cuestiones: es amorfo y no tiene características que nos permitan fijarnos en él; luchar contra él requiere sacrificios ahora para obtener réditos en el futuro; y sus detalles nos parecen inciertos y rebatibles. Y todo eso porque hemos evolucionado para tratar con otro tipo de problemas, más concretos y urgentes. ¿Podemos luchar contra nuestra propia forma de ser?

Sí, de hecho, llevamos haciéndolo desde el principio del mundo. Todos los grandes saltos evolutivos que hemos dado a lo largo de la historia, desde que éramos un moco pegado al fondo del mar, han estado motivados por un proceso que nos ha causado mucho sufrimiento, incluyendo el desarrollar extremidades y reptar fuera del agua y convertirnos en mamíferos. Todos esos procesos han sido dolorosos, difíciles y largos en el tiempo.

No tenemos mucho tiempo para tomar las decisiones que tenemos que tomar. Pero si las tomamos, tenemos tiempo para cambiar, para adaptarnos. El cambio climático ya está ocurriendo, ocurre todo el rato. Lo que pasa es que en este caso son cambios climáticos que desafían nuestro modelo de vida: nuestras viviendas, nuestros transportes, nuestras comunicaciones, nuestro alimento... Vamos a tener que aprender a adaptarnos a los cambios que vienen, pero vamos a tener que aprender también a convivir.

Creo que el cambio significativo que tenemos que asumir es que vamos a tener que aprender a convivir con la naturaleza en lugar de luchar contra ella. Nos hemos definido como especie separada del resto de las especies y de la naturaleza. Tenemos que dejar de construir contra la naturaleza y empezar a construir a su favor. Es algo que ya está pasando. Por ejemplo, hemos pasado de ser la sociedad de los antibióticos a ser la sociedad de la microbiota. Ahora estamos desarrollando soluciones que no asesinan a las bacterias y microbios que forman parte de nuestro organismo.

Hay gente que dice que solo somos un saco de microbios y hemos empezado a trabajar con ellos, descubriendo que es mucho más productivo y mucho menos tóxico para nosotros y para todo lo demás. Ese tipo de soluciones son la clase de soluciones que creo que tendrán que entrar en nuestra sociedad de forma más radical y lo más rápidamente posible. Por ejemplo, se habla de reforestar las ciudades cuando las ciudades son precisamente un producto que se construye en contra de la naturaleza. Hablar de esa convivencia con la fauna local, con la flora local, con las bacterias locales, con los microbios locales, es el cambio necesario que tenemos que asumir. 

¿Y lo ves posible?

Veo imposible sobrevivir como especie sin hacerlo. No sé cómo de posible es, lo que sí que sé es que es imposible lo otro porque nuestra propia política antinaturaleza nos está matando. Los antibióticos que le ponemos a los animales que nos comemos están generando lo que hasta que hubo una pandemia era el principal motivo de preocupación de la ONU todos los años, año tras año, en sus análisis de crisis: las súperbacterias. Veo imposible la supervivencia de la mayor parte de la población sin convivir. A lo mejor pueden sobrevivir cinco en un cohete de Elon Musk, pero como colectivo veo imposible sobrevivir sin aprender a convivir con el resto de las especies.

Como especie, la cooperación entre humanos es clave. A pesar de cierta mofa sobre los tecnoadictos que pretenden salvar el clima con una tecnología que ni está ni se la espera, en el libro hay una buena dosis de optimismo. ¿Tienes fe en que la humanidad consiga cooperar para resolver el problema?

Soy muy optimista. Tengo fe en que puede, en que se puede hacer. Mi gran conclusión después de escribir este libro es que esto no es un problema técnico. No es que haya un misterio por resolver o un problema técnico irresoluble que requiera una nueva tecnología que todavía no está inventada o un nuevo material que encontraremos en Júpiter pero que todavía no hemos encontrado. Sé que podemos. Es más, hay comunidades que lo llevan haciendo toda la vida. Tengo la esperanza de que lo consigamos, también porque la otra opción me parece suicida. 

Del optimismo vuelvo al mundo cenizo. Rescatar en el libro la idea de Douglas Rushkoff por la que el 1% no está interesado realmente en salvar el planeta, sino en cómo seguir disfrutando de una cantidad desproporcionada de recursos sin pagar las consecuencias. Me ha parecido muy descorazonadora.

Ese es su futuro.

Pero parece que da en el clavo y a día de hoy vamos directamente hacia eso.

No, ellos van directamente hacia eso. Nosotros podemos ayudarles, como Jeff Bezos cuando dice: “Gracias a todos los trabajadores de Amazon por haberme ayudado a llegar hasta allí”. Podemos ayudarles o podemos rebelarnos. Ese es el futuro contra el que se rebela el libro. Ese es su futuro. ¿Es posible su futuro? Sí. Es más, es muy posible. ¿Es incompatible con que nosotros tengamos el nuestro? También, porque su futuro consume muchos más recursos de la misma manera que ahora mismo ese 1%, o ese 0,01%, consume los mismos recursos que la mitad entera de la población.

Para que ellos puedan hacer eso, nosotros tenemos que hacer lo otro. Para que el suyo exista, nuestro futuro tiene que desaparecer. Entonces, ¿qué es lo que hace posible que los superricos estén planeando irse? El futuro que propone Jeff Bezos se asemeja a lo que hablaba Rushkoff con estos tipos que se van a Nueva Zelanda a montar sus búnkers y su gran preocupación es ponerle unos cuellos que exploten a sus trabajadores para que no les maten cuando pasen hambre. La solución de ellos es: “No, vámonos a la estratosfera. Hasta allí no pueden llegar”.

Es un poco el lema de Extinction Rebelión: rebelión o extinción, no hay otra.

Sí, no lo había pensado. Pero fíjate que la rebelión que yo propongo no es ir a matar a nadie. A veces basta con dejar de establecer subsidios. ¿Cómo acabamos con los toros? ¿Matamos a los toreros? No, basta con dejar de darles dinero para que sigan toreando. Esto es un poco lo mismo. Esta gente vive de nuestro trabajo. 

Aunque hay un relato apocalíptico construido en base a hechos por científicos y medios de comunicación, apenas se mueve un dedo, ni siquiera en las cumbres del clima. Van 26 y es sangrante lo que sale de allí. Hay un debate en el periodismo respecto a cómo comunicar la crisis climática. ¿Un relato anti apocalíptico podría ayudar?

Es crucial. El relato apocalíptico es análogo al relato con el que empieza el libro del gran desastre medioambiental y la one tecnología que nos salva. Bueno, que salva a una familia elegida por Dios: la tecnología construida por un visionario que habla con Dios y que salva a su familia. Esa fantasía es la primera historia que tenemos registrada y que nos llevamos repitiendo toda la vida. Nos ha servido en el pasado, pero ahora se ha convertido en un problema. Es casi como una herramienta traumática y creo que se ha convertido en un obstáculo.

La fantasía apocalíptica también es un obstáculo. Es decir, necesitamos nuevos futuros. Por eso también mi libro tiene esta portada. Llamé a Miguel Brieva para que hiciera una portada que ofreciera una alternativa al título. Es una portada que está basada también en trabajos de Superflux, una agencia londinense que proyecta futuros para grandes administraciones como Dubai y cosas así. Y este es el futuro que se imaginan ellos que podría pasar, que está basado en tecnologías que ya existen, que está centrado en procesos que sabemos que funcionan y que ni siquiera requieren una gran infraestructura, sino simplemente cambiar las pequeñas que hay.

Ese es el futuro que yo propongo y que me parece que es un futuro que convierte la sociedad en una sociedad civil, en una comunidad de vecinos y no en la sociedad de consumidores que pagan por servicios que somos ahora. Ahora todo se resuelve pagando por servicios. ¿Que llevo un coche? Ya, pero pagó a una empresa en Ecuador para que plante tres árboles. ¿Gano demasiado dinero? Pero lo lavo pagando a Oxfam para que hagan nosecuantitos. Ese no es el futuro que nos responsabiliza de nuestro propio destino. 

De hecho, planteas que la ciudadanía se convierta en una sociedad civil contra la crisis climática.

Tengo un ejemplo muy concreto que para mí es crucial y del que llevo hablando desde que lo descubrí hace diez años: el simulacro antihuracanes de Cuba. En Cuba tienen una cosa que se llama el Ejercicio Meteoro, que es un simulacro que hacen durante tres días, en los cuales se tiran los dos primeros dos días preparando el entorno para recibir al huracán y el último haciendo como que ya ha llegado el huracán. Es un simulacro por el que me interesé porque Cuba está en la autopista de los huracanes y, sin embargo, casi nunca muere gente de los huracanes por culpa de los volcanes. Eso es así precisamente porque después de un huracán que mató a 700 personas en un día, Fidel Castro —y esto me lo contó mi amigo Iván de la Nuez tal que así— le declaró la guerra al huracán igual que se la había declarado al capitalismo.

“La tecnología no nos ha salvado nunca. Puede ayudar a salvarnos, pero no nos ha salvado jamás”

Casi te diría que este libro sale de ahí. Este libro es: vamos a declararle la guerra al cambio climático como un proxy para declararle la guerra al capitalismo. En ese sentido, el proyecto lo que hace es convertir a los vecinos cubanos en vecinos de verdad donde todo el mundo sabe quién vive en cada piso y qué capacidades tiene cada uno. Uno se ocupa de establecer las conexiones por radio, que es lo único que no se rompe durante un huracán. Otro de reforzar todas las ventanas de todos los vecinos porque es albañil y sabe hacerlo. Otro de que la alcantarilla que tienen debajo del edificio no esté atascada, porque cuando pase agua por ahí es mejor que no se inunde. Los niños se ocupan de ir a ver dónde están los viejitos para ponerlos en el sitio donde los van a recoger. Y los viejitos luego cuidan de los niños. Todo el mundo tiene un trabajo, desde los niños de seis años hasta los viejos de 80. Nadie se queda solo. Nadie porque sea un viejo cascarrabias que tiene a sus hijos en Miami se muere durante un huracán porque se han coordinado como un ejército civil contra los huracanes, y yo siento que nosotros tenemos que hacer lo mismo. 

Una de las cosas que propongo es una propuesta de William James que él llamaba “la alternativa moral a la guerra”. Él lo que proponía era: cuando llevamos mucho tiempo de paz hay gente que se pone nerviosa, que necesita acción. En el ejército y en la guerra se dan valores también de compañerismo, de comunidad, de coordinación, de disciplina, que hay ciertas personalidades a las que favorece mucho. Necesitamos una alternativa que favorezca esas actividades o esos principios y bases sin necesidad de que sea la guerra. Él proponía un ejército social donde la gente pasara un año de su vida e hiciera una mili en la que aprendiera pues a construir puentes, a poner vacunas… Esto es lo mismo.

Creo que tenemos que empezar a pensar en eso, en prepararnos como se prepara a Cuba para los huracanes pero para lo que nos concierne a nosotros en el lugar en el que estamos. En Barcelona, a lo mejor les concierne que todas las proyecciones dicen que va a subir mucho el nivel del mar. Todo esto debería estudiarse en los institutos. Deberían ser los institutos los que hicieran las investigaciones sobre cuáles son los problemas y las crisis más probables que van a afectar a su comunidad. Que trabajaran con las instituciones, bomberos, policías, universidades, etcétera, para crear protocolos de emergencia apropiados a esas condiciones y que todos juntos las demuestren y las prueben una vez al año. Esto es lo que yo creo que todos deberíamos hacer, y en el proceso saber quiénes son nuestros vecinos, quién tiene una silla de ruedas, quién se ha quedado embarazada y quién sabe usar una radio. Todo eso pienso que es el futuro que nos podría esperar. 

Mucho Falcon X pero lo que puede realmente cambiar las cosas no se toca. No parece que haya mucho interés ni que se fomenten propuestas como la Dieta para la Salud Planetaria, planteada por científicos. Las últimas estadísticas de consumo de carne y crecimiento de macrogranjas parece que lo dejan claro. ¿No interesa el tema de la dieta en relación al clima?

Parece algo que está por encima de todas las cosas y la prueba está en que es la industria más contaminante que existe, a la par con la industria energética, porque es uno de los grandes consumidores energéticos de todo el planeta y además es la principal causa de deforestación. Es la única industria del mundo que no ha declarado intenciones de reverdecer sus procesos o protocolos, que no tiene una moratoria de reducir su producción de CO2. Han dicho: “Ah, no, nosotros estamos dando de comer al mundo”. Sin embargo, no están dando de comer al mundo.

Comer carne es la forma menos eficiente de alimentarse. Y no solo es la menos eficiente, sino que además es la principal causa de mortalidad en el mundo. Se muere más gente de enfermedades cardiovasculares vinculadas a la dieta que de cualquier otra cosa en todo el planeta. Teniendo en cuenta que todas las simulaciones dicen que si dejáramos de comer carne, ya no digo todos los días, sino que reservásemos por ejemplo el domingo para comer carne, podríamos liberar tantos terrenos que el problema climático se reduciría drásticamente sin necesidad de hacer ninguna inversión ni de plantear grandes infraestructuras. Sería mucho menos invasivo para la población, aunque parece más íntimo, que obligarles a comprarse un coche nuevo o a no usar gasolina.

Lo hemos visto con los chalecos amarillos: de repente pones un impuesto a la gasolina e incendias la ciudad. ¿Por qué? Pues porque no has solucionado el problema de qué pasa si soy un ferretero que trabaja en las afueras y tengo que ir en coche a los trabajos. Es mucho menos invasivo porque te permite seguir haciendo la vida que quieres. Aparentemente, además, mejoraría mucho tu vida porque mejoraría la salud, lo cual redundaría en beneficio de la seguridad social, que podría ocupar ese dinero en otro tipo de cosas que salvar a la gente que necesita un bypass. Y no costaría dinero. Bueno, le costaría dinero a la industria ganadera, que tendría que transformarse en otra clase de industria. 

“Como colectivo veo imposible sobrevivir sin aprender a convivir con el resto de las especies”

La mayor parte de la agricultura que existe en el planeta ahora mismo está dedicada a alimentar ganado y la mayor parte del ganado está dedicado a alimentar el primer mundo. Ni siquiera hace falta que todo el planeta deje de comer carne, basta con que lo hagamos en el primer mundo. ¿Por qué no lo hacemos? Porque nos ofrecen soluciones que no nos implican. No, Elon Musk ya la tiene, ya está. 

¿Crees que la gente realmente lo piensa así? ¿Que nos ofrecen esa solución y la cogemos? ¿O directamente ni lo pensamos?

La inercia de la rutina es una de las cosas más fuertes y más difíciles de romper. Pedirle a la gente que cambie una rutina tan fuerte como la comida es muy difícil. Es más, la gente se muere en todo el mundo por obesidad. No pueden parar de comer. ¿Quieren morirse? No. ¿Hay un incentivo mejor que no morirse? Realmente no. Y, sin embargo, no pueden parar. Es decir, no es una cuestión de moral. Si pudieran, lo harían. Pero también es verdad que, por ejemplo, en Europa hemos decidido que fumar ya no es apropiado y que hay un montón de lugares donde no se fuma. Con la carne bastaría con dos cosas: que dejaras de financiarla con dinero público y que empezaras a castigar a la industria por su impacto climático.

Con que cumplieran la legislación, pagaran las multas y dejaran de recibir dinero público —que en España sabemos que la mayor parte se va a la casa de Alba, porque son los grandes terratenientes de este país— ya bastaría. La carne empezaría a valer lo que realmente vale. Ya no digo en sufrimiento, porque hay mucha gente a la que no le importa el sufrimiento de otras especies. Respeto eso. Pero es que lo que vale en deforestación, en contaminación, en seguridad social… Todo eso empezaría a costar la carne y sería mucho más barato comer legumbres que carne. 

El dinero público y su destino ha salido en unas cuantas respuestas de esta entrevista.

El dinero público y los impuestos. Deja de financiar cosas que destruyen el planeta y destrozan nuestras vidas y empieza a cobrar por cosas que destruyen el planeta y destruyen nuestras vidas. Cuando has empezado preguntando si estamos en manos de niños: no, no estamos en manos de niños, estamos en manos de administradoras cuyo trabajo es financiar cosas que nos salvan y castigar cosas que nos matan, pero lo están haciendo al revés.

La última. ¿Nos merecemos todo eso?

No, claro que no. No vivimos en la sociedad más desigual de la historia porque la sociedad ha sido siempre muy desigual, pero tenemos los recursos y la sensibilidad necesarios para que no sea así. Todo esto es producto de la desigualdad y está todo vinculado: la pobreza, la obesidad, la crisis climática... Las grandes empresas no van a hacer minería a Nueva York. Nueva York le dijo que no a Amazon cuando Amazon dijo: “Voy a subastar mi próxima sede, a ver dónde la pongo”. Y todas las ciudades de Midwest decían: ¡Yo, yo, yo! ¡Te pago, te regalo, te pongo, te doy… te doy el ayuntamiento! ¿Qué quieres?”. Amazon dijo: “Queremos Nueva York”. Y Nueva York dijo que ni de coña.

Igual porque eran los más ricos y podían permitírselo

Claro, esa es la desigualdad. La desigualdad es lo que permite a Nueva York decir: “No queremos tu apestosa sede”. Pero también es lo que hace que Minnesota sí que la necesite, o que piense que la necesite. ¿Qué ha pasado en Asturias? ¿Asturias piensa que necesitaba Amazon? Todos los lugares donde llega Amazon se degradan. Se degrada la vida del lugar, la vida de los trabajadores y la tierra a su alrededor. ¿A quién beneficia que llegue la sede de Amazon a España? Probablemente a los cinco señores que lo han negociado en secreto.

https://www.elsaltodiario.com/cambio-climatico/marta-peirano-fantasia-apocaliptica-obstaculo-necesitamos-nuevos-futuros  

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