AQUEL QUE ES ATACADO SE RECONOCE EN LO QUE LO ATACA
Roberto Calasso sobre la pandemia de la COVID-19
El pasado 29 de julio murió el escritor Roberto Calasso en
Milán. Calasso creó obras como escritor y como editor, igualmente brillantes y
difíciles de etiquetar, de una ambición absoluta. Con su muerte probablemente
se cierra el capítulo de la historia intelectual de Occidente en el que
aún existían intelectuales de una magnitud universal, capaces de acceder a
culturas remotas, dominando numerosas lenguas contemporáneas y clásicas sin ser
meros "especialistas" o "académicos". Pensadores a la vez
con la cultura, la intuición y la valentía necesarias para pensar el todo, para
articular las conexiones invisibles.
En sus últimos años Calasso escribió algunos textos sobre la vida contemporánea o lo que llamó "la actualidad innombrable". En el libro de 2017 La actualidad innombrable pareció percibir que nos encontrábamos ya en una época difusa y en transición, quizá comparable a los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Se trata de la "era de la inconsistencia", de la era que le sigue a la "era de la ansiedad". El ser humano en este momento no alcanza a imaginar algo distinto a lo que la sociedad secular, que todo lo cubre, le presenta como el límite de lo real.
En la reedición italiana de este libro en 2020, la
novena parte de su obra única de once tomos, Calasso añadió una Postilla
en la que toca el tema del virus de la covid-19. Son apenas un par de páginas,
pero de gran sutileza. Aquí presentamos unos fragmentos:
Todo procedía a alta velocidad, bajo el impulso de la
fiebre digital, cuando un día del año 2020 —un año como muchos más, que debía
distinguirse sólo por cierto aumento en la velocidad misma— un ser pequeño, del
cual no se podía decir ni siquiera si estaba vivo o no, un virus entre muchos
otros, ha comenzado a desajustar los mecanismos de la máquina social. No era un
enemigo visible, salvo con un microscopio electrónico, y se presentaba como una
de las innumerables y a veces inquietantes ilustraciones de las publicaciones
científicas. Eso era todo. Pero era el mensajero de todo lo que había quedado
fuera de la sociedad y ahora se establecía ahí, en los alvéolos pulmonares,
induciendo la muerte por asfixia, a la que en cualquier caso lo que
únicamente respiraba dentro de la sociedad se habría acercado, como en un
progresivo envenenamiento.
Las plagas siempre han marcado la historia. Pero,
entonces, ¿qué hacía diferente a esta última pandemia? El simple hecho de
presentarse como una repetición —o imitación, si es que se puede hablar de
intencionalidad— de un modo de actuar practicado hacia el mundo exterior del
conglomerado de empresas [società] que ahora están siendo agredidas por
la propia pandemia. En ambos casos se trata de una conquista metódica,
realizada por medios invisibles. En primer lugar instalarse en un territorio,
alimentarse de sus recursos y progresivamente operar una sustitución de sus
elementos, que culmina en la asfixia, como si, más allá de cada lugar de
conquista, se abrieran indefinidos otros en los que instalarse, repitiendo la
misma secuencia de operaciones.
El virus no tiene intencionalidad, pero es portador de
una modalidad de acción a la cual se le puede perfectamente superponer un plan
intencional. Incluso es más efectivo en su implementación, pues nunca se
desvía. Y es esta, su propia naturaleza especular, la que lo hace todavía más
penetrante e inasible. Aquel que es atacado se reconoce en lo que lo ataca,
como en un familiar que se vuelca en su contra. De aquí cierto efecto
paralizante, aturdimiento generalizado. Lo que puede transformarse también en
incredulidad, la reticencia a admitir que todo puede atascarse fácilmente.
*Extracto de L’innominabile attuale (Adelphi, 2020)
Calasso parece hablar, aunque de manera un tanto elusiva, de
una especie de compensación. El ser humano recibe actualmente lo que
ha cosechado. Quizá podríamos hablar de la fruición de un oscuro karma o de
la acción de Némesis. En todo caso, es necesario atravesar lo que
estamos viviendo. Pero, al mismo tiempo, el virus no es más que una
expresión más de la asfixia a la que la misma sociedad secular está
sometiendo al ser humano y al mundo entero. Con la pandemia o sin la pandemia
habríamos llegado a este estado de envenenamiento y asfixia, que es el
resultado del tóxico estancamiento que la sociedad ejerce sobre sí misma.
Un párrafo después Calasso se pregunta: ¿qué sociedad sería
deseable? ¿a qué deberíamos aspirar si pudiéramos liberarnos de la
envoltura de la sociedad secular que todo lo cubre? A manera de una utopía
platónica, Calasso propone que la sociedad sirva simplemente como "el
soporte de otra cosa: contemplación, conocimiento, placer, arte". Sabe que
este escape del "infierno de lo mismo" que es la sociedad actual
es un ideal inalcanzable, pero aun así debemos pensarlo, debemos
contemplarlo.
Una de las cosas que la pandemia ha acelerado es algo que
podemos llamar la "muerte de las humanidades", la presencia cada vez más marginal e
irrelevante de la historia, la filosofía, la religión, la poesía y demás
disciplinas artísticas en todos los aspectos de la vida política. Particularmente,
también, la desaparición de las humanidades en las universidades. El ser humano
no considera esencial pensar filosófica y artísticamente de cara al futuro.
Sí lo es pensar en términos de la economía y la tecnología. De hecho, el
ser humano se empieza a convertir en una tecnología más, que alimenta la
economía.
Calasso dejó sutiles advertencias sobre el peligro de
la sociedad secular tecnocientífica que todo lo absorbe, en la que
"estamos cerca de saber casi todo lo que no nos interesa saber". El
dataísmo todo lo resuelve, todo lo mide y todo lo hace eficaz, pero no deja
espacio para el misterio y para las cosas que realmente importan, entre ellas
la conciencia. Calasso creía que era más fructífero mirar al pasado, a las
historias de la literatura y la religión, a los mitos, y encontrar no sólo
sentido existencial sino modelos e intensidades distintas de lo que puede
ser la vida y de lo que es la mente. Para Calasso, lo esencial es la conciencia, el hecho de estar
vivos que es, a fin de cuentas, el fenómeno puro y luminoso (e
irreductible) de ser conscientes.
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