A LA CAZA DE MOBY DICK
El sueño poshumano y
el crecimiento infinito
Como señala el propio autor al comienzo de este
ensayo, A la caza de Moby Dick es un libro sobre el futuro.
José David Sacristán de Lama es arqueólogo, y se pregunta y responde sobre qué puede
aportar alguien que se dedica a investigar el pasado, al indagar sobre las
posibilidades del futuro de la especie humana.
En primer lugar, los arqueólogos están acostumbrados a una
mirada a largo plazo en términos temporales. En este sentido este libro
enlazaría en parte con una tendencia historiográfica en auge denominada
la Gran Historia, cuya obra más célebre quizá sea Sapiens de
Yuval Noah Harari, y que cuenta con otras monumentales narraciones como Mapas
del tiempo de David Christian, o En la espiral de la energía de
nuestros admirados Ramón González Durán y Luis González Reyes. Sin llegar a la
monumentalidad de estas obras, José David Sacristán comparte con ellos una
profunda preocupación por la actual crisis ecosocial, que le lleva a la
indagación sobre el pasado y el futuro, para poder actuar, urgentemente, sobre
el presente.
José David Sacristán afirma que todo arqueólogo (y todo historiador) debe ser también antropólogo; y su punto de partida en la primera parte del libro, «La cumbre de Sísifo», es investigar la naturaleza humana, para tratar de comprender cómo hemos llegado a la actual crisis ecológica.
Para el autor, existe una naturaleza humana (desmontando el
dicho orteguiano de que el ser humano no tiene naturaleza, sino historia), y
uno de los rasgos distintivos de ésta sería la capacidad de “superinferencia”,
frente a la inferencia ya existente en otras especies.
Mientras que la inferencia funciona por experiencia, al
captar la repetición (cuando ocurre A suele ocurrir B) la nueva facultad no
espera a que ocurra el primer evento. Anticipa lo imprevisible, tiende
tentáculos hacia lo desconocido, explora, tantea, envía avanzadillas, supone,
imagina. Aunque no sabemos lo que vendrá, nos pone en guardia ante lo que pueda
venir… Así pues, se trata de una ampliación de la memoria: una memoria del
futuro. Proyectamos porque recordamos.
Así pues, la superinferencia nos saca de los estrechos
márgenes del presente, y nos hace habitar también en el pasado y en el futuro
y, como consecuencia, nuestra naturaleza humana nos obliga a producir cultura,
que es el mundo del aprendizaje (basado en el pasado), pero orientado hacia el
futuro.
Este imperativo cultural de nuestra naturaleza es
responsable de nuestros logros artísticos, científicos y técnicos, pero ha
hecho del Homo sapiens un ser rodeado de prótesis cuya
influencia se extiende al conjunto del planeta, y es responsable de la actual
extralimitación que está conduciendo a la devastación ecológica. El ensayo está
jalonado de referencias a la célebre novela de Melville, Moby Dick,
en la que el capitán Ahab ejemplifica cómo nuestras capacidades humanas pueden
convertirse en soberbia y locura, que es, precisamente, lo que está sucediendo
en la actualidad.
La segunda parte del ensayo «Humanos en transición. ¿Cómo
salimos del cuello de botella?», expone la actual situación de extralimitación
que pone en riesgo la continuidad de la civilización humana: el calentamiento
global, la pérdida de biodiversidad, el pico del petróleo, y la inminente
escasez de minerales claves para sostener la civilización actual productivista.
Este es el cuello de botella al que hemos de enfrentarnos.
Sin embargo, al igual que el capitán Ahab, que en su
soberbia y locura perseguía a la ballena blanca, la civilización productivista
persigue otros dos leviatanes: el crecimiento infinito y el superhombre.
El actual modelo persigue el crecimiento económico continuo
a pesar de que éste requiere de crecientes cantidades de materiales y energía,
con lo cual ahonda en el calentamiento global, destruye biodiversidad y socava
y contamina los recursos naturales disponibles. Como afirma certeramente José
David Sacristán: «el sistema no cambiará porque desaparecería, pero
desaparecerá porque no cambia». Así se crea una ilusión de perpetuación del actual
modelo de crecimiento basado en la creencia en la omnipotencia de la
tecnociencia.
En esta segunda parte el autor ausculta detalladamente tres
opciones para salir del actual cuello de botella: la huida hacia adelante, una
utopía edenista y la vía hacia la sostenibilidad. La primera, incluyendo la
modalidad del “desarrollo sostenible” (una contradicción en los términos), es
inviable, al chocar con los límites físicos del planeta, conduce directamente a
un colapso; la segunda significa una imposible vuelta atrás en el tiempo, a un
edén que además nunca existió. La salida debería de ser biofílica y adaptada a
los recursos disponibles sin poner en peligro la disponibilidad futura, pero,
debido a los actuales excesos, es obligado pasar por un período de decrecimiento
que, incluso si se pudiera llevar a cabo con un concierto general de
voluntades, exigirá grandes sacrificios. El autor no se muestra muy optimista
al respecto y alerta sobre la posibilidad muy real de un próximo colapso.
La tercera y última parte del libro lleva por título «El
futuro es un país extraño». Aquí retoma el guante lanzado al comienzo de la
obra a través de las siguientes preguntas: «¿Nos permitiría la plasticidad de
nuestra naturaleza seguir siendo humanos? ¿O tendríamos que ser más que humanos?
¿Y qué nos gustaría ser?».
Esta tercera parte es una exploración muy documentada sobre
las transformaciones, ya en curso, posibilitadas por los nuevos avances
tecnológicos en campos como la biotecnología, la medicina reparativa, la
informática, la cibernética, la robótica o la inteligencia artificial.
Sacristán examina cómo estas potencialidades pueden colonizar nuestros cuerpos
y nuestras mentes, separando, con rigor, las posibilidades de mejora de los
delirios de tendencias como el transhumanismo. No obstante, el autor nos señala
que estas potencialidades solo podrían desarrollarse en una sociedad más sabia
y más sana que la nuestra y si superamos el cuello de botella de la crisis
ecológica, ya que de no hacerlo nos encontraríamos con una humanidad fracasada
y sin apenas recursos.
Imaginando que esto fuera posible el autor se pregunta por
un futuro lejano de la humanidad en el que su naturaleza puede haber sido
transformada por sus prótesis tecnológicas, no sin antes advertir que sería
necesario un nuevo humanismo para un uso adecuado de estas nuevas tecnologías,
que evite que el sueño se convierta en pesadilla. Pero el futuro no está
escrito y no nos corresponde a nosotros prescribir lo que deberían hacer
nuestros descendientes. Ellos tendrán que enfrentarse a sus propias
responsabilidades; la nuestra, ahora, es enmendar nuestros errores.
Esperemos que, en nuestra soberbia, el barco no se hunda
definitivamente como le sucedió al Pequod en Moby Dick. El futuro,
en efecto, es un país extraño, pero está abierto, y la pregunta por el porvenir
de la humanidad, afortunadamente, sigue siendo humana.
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José David Sacristán
de Lama (1949, Roa, Burgos) licenciado en Arqueología y Prehistoria y doctor en
Historia. Profesor de Prehistoria e Historia Antigua en la Universidad de
Burgos y arqueólogo de la Junta de Castilla y León. Ha seguido de cerca el proyecto
de Atapuerca.
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