19/8/19

Somos personas corrientes, porque fracasamos y, aún así, seguimos intentándolo.

INSUMISIÓN, DECONSTRUCCIÓN, DECRECIMIENTO
Llegó el momento. Ya no se puede hablar de preparaciones. Ahora los responsables de lo que ocurra seremos nosotros; vértigo. Pocas bromas. Ahora veremos que la misma mierda, puede ser, además, cristofascista. Ya no hay excusas, roto el mecanismo, desbancado el PSOE, estamos, cara a cara, frente a un futuro que, según el punk, no existía. Una vez fusilado Zapatero, Moriarty, culpable de todos los crímenes imaginables, desde todas las esquinas, ya solo nos quedan por delante Camps, Aguirre, Trillo, Mayor Oreja, Cascos, el PNV, CIU, el Tribunal Supremo, el Constitucional, la CIA Merkel, ETA, Tepco, los paraísos fiscales, Sarkozy, el Mossad, las agencias de rating, el Tea party, Berlusconi, la guardia civil, el fondo monetario, los bancos, la OTAN, el Vaticano, Murdock y las múltiples derivaciones de los Corleone. Faena tenemos.

Conviene, me parece a mi, peatón de plazas, soplar fuerte. Volcarse, animar (dar alma).

Estar. Y no perder de vista lo innegable en el patio de casa, casi nueve millones de personas que respaldan la corrupción y que tienen de demócratas lo mismo que tiene Sol de campamento de los marines. Las asambleas, en las grandes ciudades, echan humo. La revolución está de parto. Miran, desde las nuevas alturas, donde vuelan las gaviotas, con el mismo desdén y desprecio que utilizaban los militares franquistas, y ministros socialistas, con objetores primero, e insumisos después.


El ejército de reemplazo es hoy, afortunadamente, una foto sepia y la mili una leyenda. La insumisión trazó una estrategia que consiguió mover instituciones de granito y funcionó como gimnasia revolucionaria. Las guerras continúan, el pacifismo es más importante que nunca o tanto como siempre. Es la clave. Las estafas pagan guerras, que pagan armas, que pagan drogas, que pagan suites, que pagan corruptos, que pagan bancos, que pagan los ciudadanos.

La insumisión, como postura ética, es difícilmente atacable; en principio nadie se ve a sí mismo como sumiso (creo, salvo que estemos hablando de lo único). La insumisión es integradora, la objeción es un paso, hay gradación, hay sitio para todos.

La deconstrucción consiste en la oportunísima idea de desmontar las piezas que forman algo, por ejemplo la democracia Gürtel y Borbón, y construir con eso algo diferente.

Por alguna razón la idea de Derrida, la deconstrucción, me parece, puede ser que sin mucho fundamento, emparentada a la noción de decrecimiento presente en el pensamiento de los acampados en Sol, vía, entre otros, José Luís Sampedro o Carlos Taibo. Insumisión, deconstrucción, decrecimiento. No obedecer, desmontarles el chiringuito, construir algo entre todos, y dejar de cavar el agujero. No sugiero, interpreto, traduzco, probablemente mal. O no.

Me parece a mí, sentado en la fuente de la plaza de mi pueblo con Juan de Mairena, que hay cosas importantes y cosas urgentes. El aquí y ahora no es un slogan, es una necesidad. Aquí y ahora, muchas personas están al límite de sus fuerzas. No pueden esperar a procesos históricos. Se ahogan en las pateras, se amontonan en los cies, en las cárceles, en los barrios más desestructurados, en los pisos más mugrientos o sobreviven en la puta calle. Eso son problemas graves y urgentes. Miles de puticlubs explotan mujeres, miles de hombres maltratan mujeres, miles de hombres y mujeres maltratan niños, miles de hombres se suicidan. Aquí y ahora.

El viejo chiste polaco decía que el capitalismo era la explotación del hombre por el hombre y el comunismo lo contrario. Romper ese círculo, si hacen como que nos pagan haremos como que trabajamos, filosofía checa, es decisivo. Que no nos vendan valores y nos quiten bienes. Que no nos vendan la austeridad, un valor más o menos definible, y nos quiten las bibliotecas y las piscinas públicas, bienes legibles y nadables. Que no nos cambien patriotismo, un valor que sirve lo mismo a Fidel que a Aznar, por días de vacaciones, un bien escaso. Que no nos tanguen, son expertos.

Queremos cambiar el mundo. El fracaso está asegurado. Por eso somos personas corrientes, de las calles, de las plazas, porque fracasamos y, aún así, seguimos intentándolo. De los fracasos de nuestros padres y abuelos estamos hechos. Fracasos que les permitieron, a ellos y a nosotros, mantener la dignidad. No cruzaremos una línea de llegada al paraíso, no habrá arco iris y clarines que inauguren una nueva era en la que todos seamos justos y benéficos. Pero nos acercaremos lo que podamos. Y así vamos tirando desde Espartaco. Y antes.


Abel Ortiz - Radio Klara



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