Llegó
el momento. Ya no se puede hablar de preparaciones. Ahora los
responsables de lo que ocurra seremos nosotros; vértigo. Pocas
bromas. Ahora veremos que la misma mierda, puede ser, además,
cristofascista. Ya no hay excusas, roto el mecanismo, desbancado el
PSOE, estamos, cara a cara, frente a un futuro que, según el punk,
no existía. Una vez fusilado Zapatero, Moriarty, culpable de todos
los crímenes imaginables, desde todas las esquinas, ya solo nos
quedan por delante Camps, Aguirre, Trillo, Mayor Oreja, Cascos, el
PNV, CIU, el Tribunal Supremo, el Constitucional, la CIA Merkel, ETA,
Tepco, los paraísos fiscales, Sarkozy, el Mossad, las agencias de
rating, el Tea party, Berlusconi, la guardia civil, el fondo
monetario, los bancos, la OTAN, el Vaticano, Murdock y las múltiples
derivaciones de los Corleone. Faena tenemos.
Conviene,
me parece a mi, peatón de plazas, soplar fuerte. Volcarse, animar
(dar alma).
Estar.
Y no perder de vista lo innegable en el patio de casa, casi nueve
millones de personas que respaldan la corrupción y que tienen de
demócratas lo mismo que tiene Sol de campamento de los marines. Las
asambleas, en las grandes ciudades, echan humo. La revolución está
de parto. Miran, desde las nuevas alturas, donde vuelan las gaviotas,
con el mismo desdén y desprecio que utilizaban los militares
franquistas, y ministros socialistas, con objetores primero, e
insumisos después.
El
ejército de reemplazo es hoy, afortunadamente, una foto sepia y la
mili una leyenda. La insumisión trazó una estrategia que consiguió
mover instituciones de granito y funcionó como gimnasia
revolucionaria. Las guerras continúan, el pacifismo es más
importante que nunca o tanto como siempre. Es la clave. Las estafas
pagan guerras, que pagan armas, que pagan drogas, que pagan suites,
que pagan corruptos, que pagan bancos, que pagan los ciudadanos.
La
insumisión, como postura ética, es difícilmente atacable; en
principio nadie se ve a sí mismo como sumiso (creo, salvo que
estemos hablando de lo único). La insumisión es integradora, la
objeción es un paso, hay gradación, hay sitio para todos.
La
deconstrucción consiste en la oportunísima idea de desmontar las
piezas que forman algo, por ejemplo la democracia Gürtel y Borbón,
y construir con eso algo diferente.
Por
alguna razón la idea de Derrida, la deconstrucción, me parece,
puede ser que sin mucho fundamento, emparentada a la noción de
decrecimiento presente en el pensamiento de los acampados en Sol,
vía, entre otros, José Luís Sampedro o Carlos Taibo. Insumisión,
deconstrucción, decrecimiento. No obedecer, desmontarles el
chiringuito, construir algo entre todos, y dejar de cavar el agujero.
No sugiero, interpreto, traduzco, probablemente mal. O no.
Me
parece a mí, sentado en la fuente de la plaza de mi pueblo con Juan
de Mairena, que hay cosas importantes y cosas urgentes. El aquí y
ahora no es un slogan, es una necesidad. Aquí y ahora, muchas
personas están al límite de sus fuerzas. No pueden esperar a
procesos históricos. Se ahogan en las pateras, se amontonan en los
cies, en las cárceles, en los barrios más desestructurados, en los
pisos más mugrientos o sobreviven en la puta calle. Eso son
problemas graves y urgentes. Miles de puticlubs explotan mujeres,
miles de hombres maltratan mujeres, miles de hombres y mujeres
maltratan niños, miles de hombres se suicidan. Aquí y ahora.
El
viejo chiste polaco decía que el capitalismo era la explotación del
hombre por el hombre y el comunismo lo contrario. Romper ese círculo,
si hacen como que nos pagan haremos como que trabajamos, filosofía
checa, es decisivo. Que no nos vendan valores y nos quiten bienes.
Que no nos vendan la austeridad, un valor más o menos definible, y
nos quiten las bibliotecas y las piscinas públicas, bienes legibles
y nadables. Que no nos cambien patriotismo, un valor que sirve lo
mismo a Fidel que a Aznar, por días de vacaciones, un bien escaso.
Que no nos tanguen, son expertos.
Queremos
cambiar el mundo. El fracaso está asegurado. Por eso somos personas
corrientes, de las calles, de las plazas, porque fracasamos y, aún
así, seguimos intentándolo. De los fracasos de nuestros padres y
abuelos estamos hechos. Fracasos que les permitieron, a ellos y a
nosotros, mantener la dignidad. No cruzaremos una línea de llegada
al paraíso, no habrá arco iris y clarines que inauguren una nueva
era en la que todos seamos justos y benéficos. Pero nos acercaremos
lo que podamos. Y así vamos tirando desde Espartaco. Y antes.
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