Necesitamos educación ambiental y otros gobernantes
La educación es esencial para
formar personas (no meros trabajadores). Pero… ¿qué hacemos cuando nos
damos cuenta que nos han educado mal?
Cada vez más gente es consciente que la forma de vivir
que nos han transmitido nuestros padres y la sociedad no es posible
continuarla, sea por cuestiones éticas, económicas, laborales o
ambientales. Esos cuatro motivos están enredados y forman las cuatro caras de
un tetraedro insostenible.
Algo hemos hecho mal cuando la economía mundial depende
de que la gente compre lo que no necesita. No lo
estamos haciendo bien cuando la economía y el estilo de vida de millones
de personas dependen de destrozar el planeta. La realidad es que necesitamos
pocas cosas y solo viviremos bien dentro de esta crisis (o de la
que viene) si aprendemos a vivir de otra forma y nos negamos a
vivir como nos han educado.
Ejemplos: transporte, comida, trabajo… insostenibles
Millones de personas han crecido en familias con uno o
varios coches. Es comprensible que no conciban vivir sin coche y que lo vean
como una máquina “necesaria”. El coche es el miembro más importante de
la familia. Si un miembro de la familia falta, la vida sigue, pero sin
coche no se puede vivir. Así lo sienten millones de personas. Sus padres y la
sociedad les han enseñado que la vida sin coche no tiene sentido y entonces,
cualquier ataque al coche lo perciben como algo personal, como un ataque a su
libertad personal (como si la libertad fuera lo más importante, cuando no
lo es).
Lo mismo ocurre si “atacas” los viajes
en avión, el consumo
de carne industrial, el trabajar
demasiado o incluso comprar bebidas
azucaradas. Tanta libertad está asfixiándonos a todos.
Por supuesto, para ciertos oídos hablar de decrecimiento es
demasiado extremo. Es tabú. Algunos prefieren seguir pensando que el planeta es
infinito, porque eso les da libertad para seguir su estilo de
vida consumista. Muchas facultades de Economía siguen enseñando teorías que ya
se han demostrado falsas (como bien justificaron Georgescu-Roegen, De
Jouvenel o Klein).
Sería ideal convencer a toda esa gente del error que
supone su estilo de vida. Sin embargo, nos encontramos ante un problema tal vez
mayor: los que ya se han dado cuenta de esa insostenibilidad, no saben cómo
reconfigurar sus vidas para ser coherentes entre lo que se piensa y lo
que se hace. En otras palabras: nos han educado para vivir de forma
consumista e insostenible y ahora no tenemos herramientas para vivir de otra
forma. Es un problema muy complicado que hay que afrontar con tanta
paciencia como urgencia. Desgraciadamente, no hay recetas fáciles e infalibles,
pero sin duda, hay que invertir mucho en educación
ambiental.
La sociedad actual nos ha envenenado y
ahora somos drogadictos; adictos al placer inmediato y a la
comodidad de un sistema de vida insostenible. ¿Cómo podemos desintoxicarnos y
liberarnos de esa esclavitud? Lo primero es reconocer nuestro error y tomar
conciencia de que el cambio es posible. Cualquier paso, por pequeño que sea, es
una victoria. Caminar o ir en bicicleta un único día, en vez de ir en coche, es
una gran victoria. Planificar las vacaciones para ir en tren es una victoria
mil veces mayor. Minimizar el consumo de carne, pescado, leche y huevos tiene
una influencia brutal en todo este sistema tóxico. Decidir
tener menos hijos es una decisión muy responsable.
Corregimos o colapsamos
Un nuevo estudio dice que los ecosistemas oceánicos
probablemente colapsarán esta década. ¿Dejarán hoy de pescar los barcos
industriales y los arrastreros?
¿Alguien ha visto a los políticos planificar una transición para la flota
pesquera?
Puede que los científicos se equivoquen. Pero no nos
engañemos. Si los científicos se confunden será por un puñado de años. Hay que
ser muy ciego para pensar que nuestro sistema de vida se puede mantener eternamente
creciendo (en lo económico y en devastación). Escuchemos a los
científicos más que a los políticos. A los políticos hay que
escucharlos menos y exigirles más. Y sobre todo, elegir a otros que entiendan
“algo” del problema al que nos enfrentamos.
La firme voluntad de avanzar en una vida más respetuosa
es imparable. A algunos les ayuda pensar en lo que responderán
cuando las generaciones futuras pregunten:
¿Tú hiciste algo para evitar el colapso?
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