SI EL FUTURO NO SE
VUELVE PRIMITIVO, NO HABRÁ FUTURO
John Zerzan es el líder de un
movimiento filósofico llamado anarcoprimitivismo que a grandes rasgos pide al
ser humano que abandone la tecnología y regrese a un estado primitivo –como el
de un cazador-recolector– si es que quiere seguir existiendo con la más mínima
dignidad y evitar la destrucción del planeta. Pocas cosas pueden ser más
radicales que esto. Y sin embargo, quizás también pocos diagnósticos más
lúcidos.
Si uno visita el sitio de Zerzan es
recibido por una entrevista en la que hace una inquietante asociación de ideas:
“Cuando pienso en Alan Turing, pienso en el logo de Apple. El logo es una
manzana mordida. Claro, se dice que Turing espolvoreó veneno en una manzana y
la mordió luego de ser perseguido por el gobierno por ser gay. Una mordida de
una manzana está asociada con nuestra expulsión del Edén. No creo que sea
exactamente el mensaje que se busca comunicar, pero ahí está”.
Este es el centro del
primitivismo de Zerzan: de alguna manera las computadoras están efectuando esa
expulsión del paraíso actualmente. El paraíso es la comunión con la naturaleza
con una conciencia humana total, no mitigada por el adoctrinamiento (y el
opacamiento) de la civilización. Muchos verán en esto un neoludismo, incluso un
extremismo que atenta en contra de los valores fundamentales de la modernidad y
seguramente traerán a colación que Zerzan inició un diálogo con el Unabomber,
el terrorista Ted Kaczynski (a quien, sin embargo, critica por no
haber entendido el anarcoprimitivismo).
Zerzan, sin embargo, se
considera parte de una tradición de pensadores anarquistas que incluye a Henry
David Thoreau y a críticos como Guy Debord. Más recientemente podemos encontrar
paralelos con Peter Lamborn Wilson (a.k.a. Hakim Bey). Zerzan mantiene que la
domesticación y la agricultura dieron lugar a la estratificación social, la
coerción y la alienación que experimentamos hoy en su expresión más
sofisticada.
En otra entrevista, Zerzan, de una manera, explica el dilema:
El anarcoprimitivismo es la
conclusión de que si el futuro de alguna manera no es primitivo, no habrá
ningún futuro. Todas las civilizaciones pasadas han fracasado y esta, la única
que queda, está en una veloz senda hacia la autodestrucción. La fuerza clave o
el ethos de esta civilización es la domesticación, desde los animales y
las plantas y así hacia adelante. Es el control, siempre extendiéndose y
profundizándose más, incluyendo la nanotecnología y la vigilancia total. La
vida libre desaparece junto con la salud y la biosfera misma.
El cúlmen de la domesticación,
por supuesto, es la del hombre, cada vez más inofensivo, inútil e incapaz de
hacer cosas por sus propios medios, completamente dependiente de las máquinas.
A esto quizás podríamos oponer la visión de un Ray Kurzweil, quien considera
que la tecnología nos liberará del estrato material, otorgándonos la
inmortalidad, o de un Jason Silva que nota que todo es tecnología, todos los
aparatos son extensiones de nuestra mente y de la matriz planetaria y por lo
tanto son tan naturales como un árbol. Así pronto (cuando incrementemos nuestro
poder computacional) podremos experimentar un paraíso digital al cual podremos
acceder vía unos electrodos.
Sin embargo, la base de la
reflexión de Zerzan es regresar a nuestra propia conciencia –más que maravillarnos
por las cosas con las que hemos atiborrado el planeta– y medir nuestro
bienestar conforme a nuestro nivel de conexión con nosotros mismos y dentro de
una comunidad. A diferencia de la visión transhumanista del paraíso artificial
como resultado de nuestro dominio de la programación informática, podemos
contrastar la idea de que el paraíso no tiene que construirse y ni siquiera
accederse, es la Tierra, tal como es, los animales, las plantas, los minerales,
la luz del Sol, la vida misma.
La realidad como algo a lo que
accedemos a través de una interfaz, nos dice Zerzan, produce “zombis contentos
de mirar una pequeña pantalla”, los cuales nunca despertarán hasta que se
harten de tanta mediación. Esta es la diferencia fundamental con una sociedad
de cazadores-recolectores: el contacto cara a cara, en el que cada persona es
responsable de sus actos, viviendo a la luz del día.
En la visión de Zerzan no
existen medias tintas, a diferencia de otros críticos de la tecnología (por
ejemplo Rushkoff) que creen que la tecnología puede usarse para reconectarnos
con los ritmos naturales (de los cuales antes nos ha desconectado). Zerzan cree
que existe “una intencionalidad en la tecnología… La Revolución Industrial no
fue sólo sobre economía. Como dice Foucault, fue más sobre imponer una
disciplina”. Existe un precio que debemos pagar, nos dice Zerzan, si queremos
más increíble, cuasi divina tecnología, eso es: nuestra humanidad. “Las
personas no lo están pensando, pero Hollywood sí. Ve películas como Her o Transcendence, son películas asombrosas que lo dicen tal como es.
¿Quieres más tecnología? ¿Estás preparado para ser completamente deshumanizado
y humillado?”.
Más allá de debatir si la
tecnología en sí misma tiene una agenda y no hay forma de utilizarla para bien
más que abandonándola (¿es concebible una tecnología espiritual, por ejemplo?),
existe otro punto que me parece intrigante. Detrás de la visión de Zerzan
–aunque él no lo defina así– esta la antigua idea que la historia de la
humanidad en el planeta es cíclica y el progreso lineal es una ilusión. Como le
reveló el sacerdote egipcio a Solón, y según cuenta Platón, nuestra
civilización ya se ha destruido antes, ya sea por el fuego o por el agua, y
volverá a destruirse y volverá a rehacerse.
En esto coinciden numerosas
culturas (léase el diluvio de la Biblia, la Epopeya de
Gilgamesh, el Popul Vuh, el Kali Yuga de los Puranas de la India, etc.). Tal vez el progreso tecnológico y
la falta de equilibrio, o como sugirió el biólogo E. Wilson, el problema que nuestra tecnología sea mucho más avanzada que nuestra
conciencia, sean la estocada final con la cual nuestra civilización
se desintegrará casi en su totalidad para volver a establecerse de las ruinas
(ruinas que se parecen al paraíso). Nuestro destino, tal vez, más que descargar
nuestra conciencia a un aparato de silicio y vivir para siempre o terraformar
Marte para escapar de un planeta baldío, es volver a ser recolectores-cazadores
en los nuevos continentes de la Tierra.
Twitter del autor: @alepholo
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