Sabemos que la simple desaceleración del crecimiento hunde a nuestras sociedades en la desesperación a causa del desempleo y el abandono de programas sociales, culturales y ecológicos que aseguran un mínimo de calidad de vida. ¡Podemos imaginar la catástrofe que sería una tasa de crecimiento negativo!. Así como no hay nada peor que una sociedad de trabajo sin trabajo, no hay nada peor que una sociedad de crecimiento sin crecimiento.
Para concebir una sociedad serena de decrecimiento y acceder a ella, hay que salir literalmente de la economía. Esto significa cuestionar la hegemonía de la economía sobre el resto de la vida en la teoría y en la práctica, pero sobre todo dentro de nuestras cabezas.
El decrecimiento supone una organización diferente de la sociedad. Para sintetizar un programa es necesario reflexionar sobre seis objetivos; la seis ‘R’.
Reevaluar, esto es, revisar los valores en los que creemos y sobre los que organizamos nuestra vida y cambiar aquellos de deban ser cambiados.
Reestructurar, que significa adaptar el aparato de producción y las relaciones sociales en función del cambio de valores.
Redistribuir este concepto trata de la repartición de las riquezas y del acceso al patrimonio natural.
Reducir, quiere decir disminuir el impacto sobre la biosfera de nuestro modos de producir y de consumir.
Reutilizar, en lugar de tirar, los aparatos y los bienes de uso.
Reciclar los desechos de nuestra actividad.
Deberíamos priorizar valores como el altruismo, la cooperación, el placer del ocio, el gusto por vivir y el trabajo bien hecho, la racionalidad y sobre todo la elección de una ética personal diferente como la sencillez voluntaria.
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