LOS TRES
MITOS DEL TTIP Y NUESTRAS ALTERNATIVAS
A pesar de no haberse
implementado todavía, el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la
Unión Europea (TTIP) es ya una reliquia de la teoría económica dominante. Nos
sigue vendiendo que la globalización es el fin de la historia, que la
competencia es el modo más eficiente de organizar una economía y que para
generar bienestar y empleo, hay que crecer. Estos tres dogmas son simplemente
erróneos. Por tanto, el problema del TTIP no es de matiz, es de raíz: va en
dirección opuesta a la sociedad próspera y sostenible que la gran mayoría
quiere construir. Repasemos pues los tres mitos del TTIP y presentemos nuestras
alternativas.
Mito 1: La globalización es el
fin de la historia
La globalización actual no es
otra cosa que una extraordinaria acumulación energética y sus consiguientes emisiones de CO2)
para que una minoría de la humanidad pueda producir y consumir cada vez más en
un mundo convertido en mercado global. Pues bien, esa globalización utópica se
ha terminado: no hay más energía fósil barata, ni atmósfera suficiente para tanta depredación.
Sin embargo, parece que el TTIP
vive en una cuarta dimensión alejada de las realidades energéticas y
materiales. Teniendo como único horizonte el Business As Usual, el TTIP quiere
pisar el acelerador de la globalización fósil y depredadora:
1. Terminar con cualquier
restricción para las exportaciones de "bienes energéticos", dando de
nuevo prioridad a las energías más sucias y contaminantes del pasado como el
carbón, el petróleo o el gas.
2. Facilitar la exploración y
explotación de hidrocarburos por parte de las multinacionales en EEUU y la
UE, abriendo la puerta al fracking y sus desastrosas consecuencias sobre
el medio ambiente y el clima.
3. Imposibilitar que cualquier
país adopte medidas que privilegien saberes, tecnologías o empresas locales,
poniendo freno de esta manera al desarrollo de las energías renovables.
Frente a esta irresponsable
"estrategia Titanic", una estrategia sensata, es decir menos
energívora y contaminante, pasa en cambio por la relocalización de gran parte
del comercio y de nuestras economías. Nuestro futuro y el de nuestros hijos se
llama "circuitos cortos" que nos permitan, en la mayor medida
posible, consumir localmente la energía y los alimentos que producimos
localmente y sin tantos intermediarios, y dar más espacio a la autoproducción y
al autoconsumo. Dentro de una red cooperativa global (véase punto siguiente),
hablamos de una economía que echa raíces en lo local, privilegia productos de
calidad y con fuerte valor añadido ecológico, construye comunidad desde abajo y
acerca las decisiones productivas y de consumo a la gente de a pie. Una
economía más humana, más sostenible y más democrática.
Mito 2: La competencia es el
modo más eficiente de organizar una economía
El TTIP busca reforzar la
competitividad de las empresas europeas y estadounidenses. Este es el mantra
repetido a saciedad por el darwinismo social y económico: nuestro entorno, y en
particular el mercado, es una selva donde se salvan los más aptos y fuertes,
mientras el resto tiene el honor de poder pelearse por las migajas convertidas
en caridad. El TTIP refuerza este canibalismo comercial donde los
pezqueñines (pequeñas y medianas empresas, autónomos, cooperativas, etc.) tanto
de EEUU como de la UE nadan entre los tiburones llamados multinacionales. En
provecho de unos pocos, refuerza una mercantilización tan insana como
ineficiente de los bienes comunes, de nuestras vidas y de los demás seres vivos.
Necesitamos reequilibrar la
balanza, hoy vencida hacia una competitividad a ultranza y a favor de los peces
gordos. En el eje central ha de estar la cooperación, es decir nuestra
capacidad de obrar conjuntamente entre muchos pezqueñines para el beneficio
colectivo. Y para ello volvamos la mirada hacia la naturaleza que, lejos de las
teorías económicas ajenas a las necesidades de la gente y de los límites
biofísicos, recompensa la colaboración y el beneficio mutuo.
Para ello, hace falta
establecer estrategias comunes de cooperación entre la UE, EEUU y más países
para poner fin a los paraísos fiscales y a la economía de casino; impulsar
reglas comerciales supeditadas al respeto de los derechos humanos, al trabajo
digno y al respeto a los ecosistemas (como propone la iniciativa Alternative
Trade Mandate) o reforzar los marcos multilaterales para luchar
contra el cambio climático. Además hay que afianzar lazos entre movimientos
sociales, ONG, sindicatos, partidos de ambos lados del Atlántico para compartir
experiencias y construir alternativas dentro de una economía social, solidaria
y ecológica. Tenemos intereses comunes, pongamos las respuestas en común.
Mito 3: Para generar bienestar
y empleo, hay que crecer
El TTIP lo tiene claro: es una
herramienta a favor del crecimiento. De hecho, gran parte del debate se fija en
torno a la tasa de crecimiento que podría aportar un tratado de este calado.
Sin embargo, que sea 0,5% de aumento de PIB dentro de 10 años como vaticina la
Comisión Europea, o disminución del PIB según otros estudios, tenemos que salir de este
estéril debate de cifras: el crecimiento no es la solución, forma parte del
problema. Por tres razones básicas:
1. El crecimiento es incapaz de
tener en cuenta la finitud del planeta y nos lleva directamente al colapso ecológico. En su estela, el TTIP será
a lo mejor un poco pan para hoy y sin duda, para las mayorías, mucha hambre
para mañana.
2. Por encima de 13.000 euros
por habitante, el crecimiento del PIB no significa mayor bienestar. Además,
como prueba el caso de España, es perfectamente posible crecer sin crear empleo
y aún menos de calidad. Así que afirmar como la Comisión Europea y la Gran
Coalición (conservadores, social-demócratas y liberales) que el TTIP generará
más PIB y por tanto una mejora del nivel de vida para la ciudadanía oscila
entre ignorancia y mentira.
3. El crecimiento no volverá. Los países
occidentales, incluido España, estamos entrando en un nuevo periodo de la
historia donde el crecimiento será bajo, nulo o negativo. Al agarrarse a un
dogma decadente, el TTIP ya es una reliquia de otra época que, además, genera
falsas expectativas.
A estas alturas de la historia,
lo necesario y deseable es una gran transición
justa y ecológica de la economía que
además es capaz de crear millones de empleos dignos y sostenibles en Europa y España.
Que haya crecimiento o no del PIB es totalmente secundario: lo prioritario es
cubrir las necesidades reales de la población dentro de los límites del
planeta. Para ello, se requiere dentro de la transición dos ingredientes
ignorados por el TTIP: la redistribución de las riquezas y más y mejor
democracia.
En conclusión, hoy un tratado
revolucionario a la vez que útil y realista sería uno que marcara en su
preámbulo:
"Conscientes de la crisis ecológica así como de las enormes
desigualdades de este mundo y en nuestros países respectivos, nuestra
cooperación transatlántica tiene como objetivo garantizar a través de una Gran
Transición justa y ecológica de la economía local y global que las generaciones
presentes y futuras vivan bien, felices y prosperas dentro de los límites
reales del planeta".
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